El domingo, 13 de febrero de 2011

VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

(Eclesiástico 15:16-21; I Corintios 2:6-10; Mateo 5:17-37)

El Padre Stephen Rehrauer es profesor de la teología moral. Hace un año publicó un artículo sobre el amor y san Valentino. Según el Padre Rehrauer, hay básicamente dos tipos del amor. Un tipo, conocido por su nombre griego eros, es la fuerza que atrae a Jack a su novia Rose en la película Titanic. Eros, guardado bajo el control racional, es bueno porque le hace sentir satisfecho y feliz. Pero no es suficiente para mantener una relación permanente. Para eso se necesita el otro tipo del amor que se llama agape en griego o la caridad in español. A la caridad no le importa tanto cómo siente el amante sino cómo siente la amada. Se esfuerza para el bien de la otra persona aun al punto de morir para él o ella. Es el amor que la Madre Teresa mostró a los miserables de Calcuta y que Dios tiene para cada uno de nosotros.

El padre Rehrauer dice que hoy en día se identifica el san Valentino con eros, pero él fue el maestro y modelo de la caridad. Según una leyenda san Valentino fue cura en Roma durante la persecución de los cristianos en la segunda mitad del tercer siglo. Después de que estuvo encarcelado, el padre Valentino enseñó a la hija ciega del carcelero de Jesús y la convirtió al Cristianismo. Al caminar a su martirio, Valentino le pasó a la muchacha una carta recordándole que se quedara fiel a Dios por cultivar la caridad. Firmó la carta “tu Valentino”. Cuando se abrió la carta, la muchacha recibió la vista. Sus ojos se fijaron en las letras de Valentino exhortándole que amara como Dios ama. Según el padre Rehrauer, el propósito de la historia es que cuando decimos a otra persona, “Sé mi valentino/a”, estamos pidiendo que la persona nos ayude, como el san Valentino, aprender la caridad. Eso es, que él o ella nos enseñen cómo amar como Dios ama.

Si o no tiene la verdad, la leyenda de san Valentino es la historia de Jesús. Él es el Valentino primordial enseñándonos cómo amar con la caridad. En el pasaje evangélico hoy Jesús nos advierte que la lujuria, eso es eros fuera del control, procede del egoísmo que destruye relaciones. También, indica cómo el amor matrimonial tiene que transcender eros y llegar a la caridad si no va a terminar en el divorcio y el adulterio. En el evangelio del próximo domingo Jesús demostrará cómo la caridad requiere el auto-sacrificio hasta casi desnudarse para que el amado tenga suficiente ropa. Pero, seguirá Jesús, la última prueba de la caridad es el amor para el enemigo -- que deseemos lo mejor para aquellas personas que nos ofendan.

Jesús no sólo habla de la caridad sino la práctica. Permite que lo desnuden antes de su crucifixión, y se entrega a sí mismo a la muerte para redimir a todos, aun a sus verdugos. Viendo su sacrificio del amor, el oficial romano puede declarar su identidad divina. Dice, “Verdaderamente éste e(s) Hijo de Dios”.

Particularmente a los niños les gusta repartir muchas tarjetas valentinas. Pueden tener dibujos de flores, de animales, o de chocolates, pero casi siempre concluye con el deseo “Sé mi valentino/a”. Se les dan a unas compañeras porque están chiflados por ellas y a otras por la moda. Que esperemos que los niños se den cuenta cómo “Sé mi valentina” se aplica a todos. Pues, por estas palabras sólo pedimos que el otro nos enseñe cómo amar como Dios ama. Sólo pedimos a aprender la caridad.

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