El domingo, 3 de febrro de 2019


EL CUARTO DOMINGO ORDINARIO

(Jeremías 1:4-5.17-19; I Corintios 12:31-13:13; Lucas 4:21-30)


En una oración la Madre Teresa de Calcuta pide al Señor cosas raras.  Reza: “Entrégame, O Jesús, del deseo de ser aprobada”.  Añade: “(entrégame) del temor de ser ridiculizada”. Aunque casi todos la admiraban, Madre Teresa era una profetisa.  Llamaba a los cómodos a prestar la mano en servicio a los pobres.  De ningún modo ella podría escapar la crítica de algunos.  El profeta Jeremías tiene que enfrentar una  prueba semejante en la primera lectura.

De todos los profetas Jeremías es el más personal.  Él se queja abiertamente de la injusticia que tiene que aguantar.  En una ocasión Jeremías acusa al Señor de la decepción.  Dice: “’Señor, tú me engañaste…. A todas horas soy motivo de risa…” (Jeremías 20,7).  El Señor no deja a Jeremías solo sino responde a sus lamentos.  Le dice en la lectura actual: “’Hoy te hago ciudad fuerte…’”  Es como el consuelo de un santo que dijo de Dios: “Ó te protegerá de sufrimiento ó te dará la fuerza infalible para soportarlo’”.

“La fuerza infalible” es el Espíritu Santo que viene con el don del amor.  Como si fuera un bisturí en la mano de un cirujano, el amor nos capacita a hacer obras increíbles.  En la segunda lectura san Pablo proclama las maravillas del amor: “El amor disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, soporta sin límites”.  Esto no quiere decir que el amor siempre sea fácil.  Una vez una madre tenía que soportar el rechazo completo de su hija.  Volteó a Dios con su amor rezando: “…que el amor para ella que Tú llevas en tu corazón reemplace los contenidos de la copa amarga vertiendo dentro de ella”.  La oración no era en vano.  Ahora la hija le comunica con su madre todos los días.

Como siempre podemos voltear a Jesús para el apoyo cuando nos rechacemos.  El conoce nuestro apuro. En el evangelio hoy los paisanos de Nazaret se vuelven en contra de él.  En un momento le dan su aprobación y en el próximo “se llena(ro)n de ira”. ¿Qué provoca el cambio?  Ellos esperaban de Jesús las maravillas que hizo en otros lugares.  Para ellos Jesús siempre será sólo “el hijo de José”, un joven del pueblo que debería ayudar a sus vecinos.  No quieren reconocerlo cómo el profeta que viene para proclamar el Reino de Dios a todos.  También los nazarenos resienten sus curaciones en Cafarnaúm donde residen ambos judíos y paganos.  Piensan en Dios sólo como si fuera un guardia para proteger sólo su pueblo y no a todos.

Jesús va a sufrir por proclamar el amor de Dios para todos.  Por lo pronto escapa la persecución que le quieren los nazarenos porque no ha llegado su hora.  Pero en tiempo será crucificado.  A pesar de que se da cuenta de este destino, sigue predicando el Reino de Dios.  Quiere que el mundo sepa de las maravillas que Dios guarda para aquellos que se humillen para recibirlas.

Una vez un misionero pasó muchos años en Bangladés, un país casi exclusivamente musulmán.  Allí vivía entre los pobres ayudándoles con sus necesidades cotidianas.  Cuando regresó a su propia tierra, sus paisanos le preguntaron cuántos conversos hizo.  Tuvo que pensar un momento antes de responder: “Sólo uno: me hice mejor cristiano”.  Pero su tiempo en Bangladés no era en vano.  Por hacerse “mejor cristiano” el misionero mostró a los musulmanes que el Señor es Dios de todos los pueblos.  Más importante aún, por ser un hombre de Dios trabajando entre los pobres les transmitía el amor de Dios.  Es lo que Jesús hizo en su tiempo y lo que nosotros queremos hacer ahora.  Queremos que el mundo sepa del amor de Dios para todos.

El domingo, 27 de enero de 2019


EL TERCER DOMINGO ORDINARIO

(Nehemías 8:2-4.5-6.8-10; I Corintios 12:12-30; Lucas 1:1-4.4:14-21)


Se encuentre una de las declaraciones más asombrosas en la biblia en el primer capítulo del primer libro. Dice: “Creó Dios al hombre a su imagen….Macho y hembra los creó”.  Asombrosa pero también problemática.  Pues estamos tan acostumbrados a escuchar este versículo que pasemos por alto su significado.  Quiere decir que cada persona humana tiene gran dignidad.  De hecho, cada mujer y hombre es tan importante que debiera ser apreciado como si fuera un dios.  A pesar de que a menudo abusemos a los demás y aun a nosotros mismos, deberíamos valorar mucho a todo ser humano.

Dios nos dio su Ley para que mantengamos esta gran dignidad.  La Ley nos mande que no explotemos a nadie.  Por la Ley los dueños tienen que pagar a los trabajadores de modo que puedan dar de comer a sus familias.  Por la Ley los hombres tienen relaciones íntimas sólo con sus esposas para que todos niños tengan dos padres en casa.  Por la ley somos obligados a no maldecir a nadie. Varias veces en su historia Israel se dio cuenta de que grande regalo era la Ley sólo después de abandonarla.  Entonces cuando la descubrieron de nuevo, lloró por su tontería.  La primera lectura hoy nos describe una instancia de esto.  Dice que cuando se leía la Ley de nuevo en público, los presentes “se postraron rostro en tierra”.

Cuando Israel violó la ley, los profetas aparecieron para recordársela.  Ellos eran la conciencia de Israel.  Insistieron que el pueblo cuidara a los más necesitados porque también ellos eran imágenes de Dios.  En el evangelio hoy Jesús se presenta a sí mismo como el profeta supremo.  Él no sólo exige a los ricos que apoyen a los débiles sino comparece para hacerlo.  No sólo habla de un tiempo en el futuro cuando se cumpla la Ley sino declara que hoy se la cumple.  Hoy los pobres escucharán la buena nueva.  Hoy los cautivos y los oprimidos se liberarán.  Hoy los ciegos verán.

Nosotros no podemos sino pensar que si Jesús desarrollaría el volumen hoy día, diría algo sobre el aborto.  Proclamaría que ha venido para asegurar que los fetos nazcan.  Ellos seguramente son los más vulnerables de todos seres humanos.  No pueden hacer nada por sí mismos.  Sin embargo, 16 por ciento de todos los seres humanos concebidos terminan abortados.  Estas criaturas son imágenes de Dios como todos nosotros.  Aun si no tienen formado un corazón o un cerebro, tienen la capacidad de pensar y escoger en su estructura.

En la segunda lectura San Pablo nos recuerda que cada uno de nosotros es miembro del Cuerpo de Cristo.  Quiere decir que todos tenemos un papel en el ministerio de la iglesia.  Por eso, todos nosotros deberíamos considerarnos como responsables por los vulnerables.  No es que todos puedan administrar el primer socorro, pero tenemos que hacer algo.  En la lucha contra el aborto algunos participarán en las marchas promoviendo la vida.  Otros ofrecerán una alternativa a la muerte en frente de las clínicas del aborto.  Otros contribuirán dinero a la causa y pedirán a los legisladores por leyes protegiendo a los no nacidos. Ciertamente todos deberíamos rezar que siga disminuyendo el aborto hasta que se termine completamente.

El sonograma puede mostrar el feto dentro del seno de su madre.  Usado en los centros en pro de vida, la invención ha contribuido a la salvación de muchos bebés.  Pues las mujeres embarazadas no quieren abortar a sus hijos una vez que ven que tienen vida.  Ahora hay otro descubrimiento que puede salvar  aún más no nacidos.   Se puede determinar rasgos faciales del ADN en las células dentro del seno de la mujer.  ¿Quién querrá destruir la vida de una persona cuya cara ha visto? Aun los científicos están tomando su papel en la lucha contra el aborto.  Todos nosotros tenemos un papel en esta lucha.

El domingo, 20 de enero de 2019


EL SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 62:1-5; I Corintios 12:4-11; Juan 2:1-11)

Las bodas del príncipe de Inglaterra con la estrella de Hollywood eran uno de los eventos más celebrados el año pasado.  Veintenas de millones de personas las miraron por la televisión.  Pero para nosotros cristianos esas bodas no tuvieron ni un millonésimo de la importancia de las bodas de Caná.  Pues ellas llamaron la atención por un momento pasajero.  Las bodas de Caná tienen ramificaciones por la eternidad.  Por explorar sus temas podemos apreciar cómo Dios nos prepara para ambas la vida terrena y la vida eterna.

Las bodas son más que una fiesta.  Representan la unión entre familias tanto como entre personas.  También son profundamente orientadas al futuro con la esperanza de hijos.  Con estos dos propósitos en cuenta Jesús escoge las bodas para el primer signo indicando su naturaleza divina. 

Se puede decir que la encarnación tiene el sentido de bodas.  Pues significa la unión entre el cielo y la tierra.  Por haber nacido en carne y hueso entonces, Jesús creó una relación sólida entre la familia de Dios y la familia humana. La primera lectura del libro del profeta Isaías predice este evento con imágenes de matrimonio. El profeta conseja a Israel que no se acongoje más porque el Señor vendrá para desposarse con ello.  Quedará con el pueblo para apoyarlo vivir con la justicia.  Así Jesús ha llegado para fortalecernos contra los vicios. 

Antes de tratar cómo la unión de Dios con la humanidad afecta el futuro, que consideremos el vino.  Un salmo nota cómo el vino “alegra el corazón del hombre” (104,15).  De hecho, el vino se ha hecho en símbolo de la alegría.  Aquí Jesús no sólo produce el vino sino “el vino mejor”.  Es la felicidad de la vida, no sólo para ahora sino para siempre.  De esta manera podemos entender el truque del agua en el vino como cambio de nuestra naturaleza.  Jesús nos hace en hijos adoptados de Dios de modo que la muerte no nos aniquile.  Por unirnos con él tendremos un futuro sin fin. 

Alcanzamos esta unión cuando ponemos la fe en Jesús.  El evangelio cuenta de dos grupos mostrando la fe.  El primero consiste de sola una persona: la madre de Jesús.  Ella cree en su hijo aun cuando él se aleja de ella.  En el pasaje no le llama “mamá” y le responde a su intervención con la pregunta fría: “’¿qué podemos hacer tú y yo?’” No obstante, ella dice a los sirvientes con confianza absoluta: “’Hagan lo que él les diga’”. El segundo grupo poniendo su fe en Jesús es sus discípulos. Llegan a su planteamiento cuando lo ven cambiando el agua al vino. 

Nosotros quedamos entre estos dos grupos.  No hemos visto cambios de agua en vino, pero hemos atestiguado cambios de la actitud.  Una religiosa reporta recibiendo la llamada gozosa de una compañera de clase en sus cumpleaños.  Dice que en el pasado la compañera se quejaba siempre con una crítica para todo.  Entonces, tocada por la gracia, cambió de perspectiva. Ahora tiene una actitud muy positiva. A lo mejor cada uno de nosotros podemos percibir un tal cambio en nuestras propias vidas.  Tal vez como niños fuéramos consentidos con un enfoque exclusivamente en nosotros mismos.  Sólo por la gracia de Dios hemos crecido en adultos responsables por el bien de todos. Nuestra fe no es tan comprehensiva como la de María.  Ni es basada en la experiencia directa como la de los discípulos.  Sin embargo, vale para unirnos con Cristo. 

Una vez una mujer estaba postulada para la presidencia de una organización nacional católica.  Tenía a una amiga de años atrás cuando habían vivido en la misma parroquia en otra ciudad.  Cuando la amiga se enteró de la elección, viajó al capital para hacer campaña por la candidata.  Su entusiasmo era tan convincente que ganó la mujer.  El evangelio de las bodas de Caná quiere relatar una historia semejante.  Jesús ya está con nosotros.  Con él vamos a ganar la lucha de la vida.  Con él conquistaremos los vicios de nuestra naturaleza humana.  Con él tendremos el destino de su naturaleza divina.

El domingo, 13 de enero de 2019


La Fiesta del Bautismo del Señor

(Isaías 40:1-5.9-11; Tito 2:11-14.3:4-7; Lucas 3:15-16.21-22)



Con el nuevo año regresamos a los problemas de nuestras vidas.  Después de un mes lleno de fiestas ya es tiempo a enfrentar nuestros retos con más vigor.  Una familia tiene prueba bastante difícil. Está compartiendo su casa con otra familia.  Vivían cómodos la pareja y sus dos hijos cuando recibió la petición urgente de una pariente.  La mujer y sus hijos necesitaban refugio de su esposo abusivo.  ¿Qué podía hacer la familia sino aceptar a los refugiados en su hogar?  Ciertamente es difícil.  Pero piden la ayuda del Señor.  Él muestra la preocupación por su pueblo en la primera lectura. “’Consuelen, consuelen a mi pueblo…,’” dice a la corte celestial. 

Dios quiere rescatar a todos sus hijos de sus líos.  Les promete enviar al ungido hijo de David para entregarlos de sus enemigos.  Este será el mesías.  Cuando llega, algunos piensan que fuera Juan, pero él rechaza la idea.  Dice en el evangelio hoy: “’…ya viene otro más poderoso que yo…’”  Deberíamos imitar su humildad.  No somos el salvador ni de nosotros mismos y mucho menos de otras personas.  En lugar de fastidiarnos con calculaciones, deberíamos pedir primero la ayuda del Señor. Al menos yo estoy casi siempre tardío al rezar a Dios para el apoyo.

No es así con Jesús.  Se le distingue, particularmente en este Evangelio según San Lucas, por la oración.  Son ambas la intimidad e la intensidad de su relación con Dios Padre que le define sobre todo.  Aquí el Espíritu Santo desciende sobre él mientras está orando.  Tiene relación tan profunda con Dios que se reconozca desde el cielo. Se oye una voz diciendo: “’Tú eres mi hijo, mi predilecto…’”  Nos parece como gran privilegio ser Hijo de Dios, ¡y es!  Sin embargo, el Padre le pedirá que se entregue cuerpo y alma para salvar al mundo de sus pecados.  Le costará la muerte en la cruz aunque será levantado a una vida nueva en la gloria. 

Dice Juan que el que viene bautizará con el Espíritu y con fuego.  Jesús cumple esta profecía después de su resurrección.  Una vez que asciende al cielo, él manda al Espíritu Santo a sus discípulos en forma de lenguas de fuego.  Las lenguas les conceden el poder para hablar abiertamente del Señorío de Jesús.  Como se atestigua en los Hechos de los Apóstoles, proceden a proclamarlo por el mundo.  Tanto los poderosos como los sufridos, tanto los paganos como los judíos recibirán su testimonio. 

No nos falta este mismo Bautismo con el fuego del Espíritu Santo.  Nosotros también podemos proclamar la salvación de Jesús.  Si decimos que nada grande nos pasa a nosotros, es porque no pedimos la ayuda del Señor.  Cuando le rogamos por nuestros seres queridos, veremos su bondad.  Pero que no tengamos vergüenza para contar a nuestros compañeros nuestra suerte.  El otro día estaba yo perdido en el tránsito.  Esta vez sí recordé a rezar.  No estuve muy sorprendente cuando encontré pronto el camino correcto.

Los últimos recuerdos de la Navidad ya se esconden.  El árbol navideño no más ocupa el lugar céntrico de la sala.  La mayoría de los tamales y galletas se han consumido.  En los mercados los renos y monigotes de nieve han sido reemplazados por los corazones del Día de San Valentín.  Sin embargo, nunca queremos perder la consciencia del gran regalo de Dios en la Navidad.  Es Su Hijo que vino para acompañarnos en nuestros líos.  Queremos agradecerle por esta bondad. También queremos contar a los demás acerca del efecto de Jesús en nuestras vidas.  Queremos a contar a todos acerca de Jesucristo.