El domingo, 1 de enero de 2023

Solemnidad de María Santísima, Madre de Dios

(Números 6:22-27, Gálatas 4,4-7; Lucas 2:16-21)

Solo hay un pasaje acerca de María que los tres evangelistas Marcos, Mateo, y Lucas reportan.  Vale la pena comparar cómo cada evangelista trata la situación.  En ello Jesús está enseñando en su casa en Cafarnaúm.  Mucha gente apiña la puerta para escucharle cuando llegan su madre y otros parientes.  Según Marcos, cuando se entera Jesús que sus familiares lo buscan, él casi los repudia.  Con un gesto de brazo a sus discípulos dentro de la casa, dice que ellos son su madre y sus hermanos.  Añade: “’Quien cumpla la voluntad de Dios es mi hermana, mi hermano, y mi madre”’.

Según Mateo, Jesús hace igual.  Sin embargo, Mateo reporta al principio de su evangelio que María concibe por el Espíritu Santo.  Por eso, se debería decir que Mateo ve a María con más reverencia que Marcos, quien no reporta nada del nacimiento de Jesús. 

Lucas resalta la importancia de María.  En el episodio a la casa en Cafarnaúm Jesús no mira a sus discípulos cuando dice que sus parientes son “’aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen’”.  Al contrario, indica que cualquiera persona que atiende a la palabra de Dios pertenece a su familia de discípulos.  Desde el principio de su evangelio Lucas muestra a María haciendo eso.  Cuando el ángel le dice que Isabel está encinta, María va “con prisa” a visitarla.  En el evangelio hoy, aunque no cuenta de una acción, Lucas dice que María medita en su corazón el reporte de los pastores.

También San Lucas resalta a la vez la humildad y la intrepidez de la madre virgen.  Cuando el ángel le cuenta el plan de Dios que ella sea la madre de su hijo, ella responde con la famosa “fíat”: “‘he aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra’“.  Y cuando llega a Isabel, María comienza a predicar cómo Dios levanta a los pobres mientras derriba a los poderosos.

El Evangelio de San Juan también es favorable hacia María, aunque la menciona solo dos veces.  La primera vez ocurre cuando María solicita a su hijo de parte de los comensales en la boda de Caná.  La segunda vez llama aún más atención.  María está a la cruz de Jesús junto con dos de sus discípulos más cercanos.  Ella es su discípula fiel hasta el fin.

De este resumen de pasajes evangélicos tratando a María, podemos hacer algunos propósitos para el año nuevo.  Primero, como María queremos ser más atentos a la palabra de Dios y más listos a ponerla en práctica.  Escuchamos la palabra de Dios en la misa dominical, pero sería provechoso leer un pasaje bíblico diariamente.  Segundo, deberíamos rezar a María que le pida a su hijo por nuestras necesidades.  Lo hacemos cada vez que oramos, “Dios te, salve”, aunque podemos ser más enfocados en lo que pidamos.  Tercero, es de creciente importancia que seamos humildes ante los demás.  El orgullo a menudo impide la cooperación y la amistad entre personas.  Finalmente, queremos quedarnos fieles al Señor, venga que venga.  Sabemos que nunca nos abandonará. Muchos ucranios siguen pidiendo la ayuda de Dios, aunque han sufrido una injusticia enorme.  ¿Cómo es que algunas personas no más asisten en la misa porque el sacerdote no predica bien? Como la madre de Jesús indudablemente ensenó a su hijo en su niñez, tiene mucho que enseñar a nosotros hoy día.


Para la reflexión: ¿Como podría leer más de la palabra de Dios en este nuevo ano?

El domingo, 25 de diciembre de 2022

 La Natividad del Señor, Misa de medianoche

(Isaías 9:1-3.5-6; Tito 2:11-14; Lucas 2:1-14)

El nacimiento de Jesús en el Evangelio de San Lucas comienza por mencionar el imperador romano César Augusto.  No era un emperador fulano sino el que fue acreditado de asegurar la paz mundial.  San Lucas está sugiriendo una comparación entre este emperador de la paz y Jesucristo, el Príncipe de la paz.  Augusto tiene sus ejércitos para pacificar sublevaciones a través del mundo.  Jesús trae consigo al Espíritu Santo para tranquilizar el corazón humano.  En lugar de desear oro, el corazón que permite entrar al Espíritu anhela la alegría del amor.

No obstante, al mundo hoy día le hace falta un pacificador como César Augusto.  Hace dos semanas se encontró el papa Francisco llorando en público sobre la guerra en Ucrania.  Allá millones de personas sufren no solo el frío del invierno sin luz sino también la ansiedad de no tener alivio en vista.  ¿Quién puede traer la paz al mundo actual?  ¿No serán hombres y mujeres cuyos corazones han sido abiertos al sacrificio por la gracia del Espíritu?

También María llama la atención en este retrato del nacimiento de Jesús.  Ella tiene el valor para acompañar a José de Nazaret a Belén mientras está encinta.  Parece que a ella no le importa que no hay espacio para su familia en la posada.  En lugar de preocuparse de ello, se enfoca en el bienestar de su hijo.  Le ha preparado los pañales en anticipación amadora.  Cuando nace, le recuesta en un pesebre.  Ella y José le dan algo más sustancial que una cuna como apoyo.  Lo adoran. 

Al mundo actual a menudo le hace falta este tipo de entrega personal.  Porque desean carreras, lujos, y la independencia para hacer lo que les guste, muchos jóvenes no quieren hijos.  O si los quieren, planean en uno o, al máximo, dos.  Es preocupante porque no se sabe lo que pasará en cuarenta y cincuenta años.  Muchos de ellos van a experimentar la soledad.  También es probable que sentirán desconcertados por ver sus comunidades deshacer y ser reemplazadas por personas de otras culturas.

Los ángeles y su mensaje forman una última cosa para considerar aquí.  Un ángel anuncia la buena nueva del nacimiento del Salvador.  Entonces se le unió una multitud de creaturas celestiales para proclamar la gloria a Dios y “paz a los hombres de buena voluntad”.  Por siglos se ha preguntado quienes son estos hombres y mujeres “de buena voluntad”.  ¿Ellos son todas las mujeres y hombres del mundo?  O ¿pueden ser un grupo especial elegido por Dios? 

La mejor respuesta al interrogante es asociada con lo que San Lucas escribe en su narrativa del bautismo de Jesús.  Allá la voz de Dios dice del cielo: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”.  Los hombres y mujeres “de buena voluntad” son aquellos que complacen a Dios como Jesucristo.  Por eso, nosotros tenemos razón de estar en paz cuando nos esforzamos hacer la voluntad de Dios Padre.

La historia de Lucas termina con los ángeles en el cielo cantando: “Gloria a Dios…”  ¿Cómo no podría tener la gloria cuando se ven sus creaturas en la tierra abriendo sus corazones al Espíritu Santo?  ¿Cómo no podría tener la gloria cuando mujeres y hombres dan a sus familias la prioridad sobre la independencia propia?  Y ¿cómo no podría tener la gloria cuando tratamos de complacerlo con toda nuestra fuerza?  Sin embargo, la gloria es de Dios no por nuestros esfuerzos sino por su amor para nosotros.  Él nos ha enviado su propio Hijo para que conozcamos Su amor.

Para la reflexión: ¿Pongo la prioridad en mi familia sobre mis propias intereses?

El domingo, 18 de diciembre de 2022

 CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

(Isaías 7:10-14; Romanos 1:1-7; Mateo 1:18-24)

Todos sabemos que las acciones hablan más que las palabras.  Nadie en la historia prueba esta verdad más que San José.  En los evangelios no dice ni una sola palabra.  Sin embargo, sus acciones han facilitado la venida del Salvador del mundo.

El Evangelio según San Mateo presenta a San José como “hombre justo”.  Es justo porque no solo conoce la ley de Dios sino también su propósito y porque la vive.  Sabe que la ley es para formar a la persona en los modos de Dios.  Los fariseos también conocen la ley, pero la manipulan para su propio provecho.  El Santo Óscar Romero dijo: “La ley es como una culebra; solo pica a los descalzados”.  Así los fariseos explotan la ley en los evangelios.

José vive la ley aun cuando piensa en divorciarse de María “en secreto”.  Los dos han contratado el matrimonio pero no han vivido juntos.  Por eso, cuando José se entera que María está embarazada, sabe que él no engendró al bebé.  Porque es posible que hubiera adulterio, José quiere aprovecharse de la parte de la ley que permite divorcio.  De esta manera mostraría respeto para la institución del matrimonio.  Pero lo haría “en secreto”, eso es, sin un juicio.  Otra vez José se muestra como hombre justo.  Si un juicio descubriera que no fue caso del adulterio sino de la violación, María sería sometida innecesariamente a la reprobación pública.

Cuando el ángel aparece a José, él sigue actuando como hombre justo.  No demora ni un momento a cumplir la voluntad de Dios.  Lleva a María a su casa, y cuando nace el bebé, él le pone el nombre “Jesús”.  Para entender el significado de estos actos, tenemos que conocer algo de las costumbres del judaísmo en el primer siglo.  En ese tiempo el hombre que nombra al hijo fue considerado el padre legal del nacido.  Es importante que José del linaje de David nombre al hijo de María paraque él también sea descendiente de David, el rey más grande de Israel.  En el Antiguo Testamento Dios prometió a David que tendría a un descendiente cuyo reino durará para siempre.  Ahora Jesús puede asumir este oficio.

El nombre “Jesús” también tiene significado en sí mismo.  Quiere decir “el Señor salva”.  Es apropiado para Jesús porque va a salvar no solo a su pueblo sino también el mundo entero del pecado.  Mateo nos da indicación de esta salvación universal cuando los magos vienen de lejos para adorar al niño Jesús en Belén.  Al final del evangelio Jesús enviará a los apóstoles a todos los pueblos para anunciarles la salvación en Cristo Jesús.

Pero se le da a Jesús otro nombre aún más importante y también tiene que ver con su linaje.  En la primera lectura Isaías dice al rey de Judá: “¡Escuchad, oh casa de David! ...la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”, eso es, “Dios con nosotros”.  Se cumple esta profecía en Jesús en dos modos.  Primero, María concibe y da luz a Jesús como virgen.  También Jesús es concebido por acción del Espíritu Santo que quedará con él siempre.

Meditando sobre la historia del origen de Jesús, nos preguntemos porque nos preocupamos tanto por regalos y fiestas durante Adviento.  San Mateo tiene algo que vale mucho más que estas cosas.  Él muestra el amor de Dios para nosotros por enviar a su Hijo a nosotros y por otra cosa casi tan maravillosa.  Por el mismo Jesucristo Dios nos hace posible que seamos aún más justos que San José.  Tenemos las enseñanzas de Jesús en el Sermón del Monte que nos sirven como guía. Aún más, Jesús nos ha compartido el Espíritu Santo paraque vivamos siempre su bondad y amor.

El domingo, 11 de diciembre de 2023

 TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

(Isaías 35:1-6.10; Santiago 5:7-10; Mateo 11:2-11)

Deberíamos aprovecharnos de esta oportunidad en medio de ambas la competición de la Copa Mundial y la temporada de Adviento para hacernos una pregunta.  Será la misma pregunta que los discípulos de Juan el Bautista proponen a Jesús en el evangelio hoy: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”  Es decir, ¿es Jesús el que esperamos o deberíamos mirar al otro para cumplir nuestros deseos más hondos?

Por supuesto, la respuesta tiene que ver con lo que buscamos en la vida.  Algunos anhelan no mucho más que la emoción que se tiene cuando la selección de su nación gana el campeonato.  Es posible que Jesús fuese un atleta dotado, pero en ningún versículo de los evangelios se dice que ganó a nadie en deportes.  Aquellos de nosotros que desean la Copa Mundial tendrán que esperar a otro.

En el primer siglo muchos judíos esperaban la venida de un mesías político que podía entregar a su pueblo del predominio romano.  Es posible que Juan pensara así.  De todos modos, hoy día muchos quieren a un líder político que pueda reformar a la sociedad en el modo que les conviene.  Los tipos liberales querrían a un mandatorio que defienda los llamados “derechos procreativos” y los derechos migratorios.  Asimismo, los conservadores tendrían a un líder que mantenga intacta la cultura tradicional.  Sin embargo, personas con este género de esperanza serán desilusionados con Jesús.  Él severamente rechazó la idea que fuera mesías político.

Aún otros ven la salvación en la persona que pueda satisfacer todas sus necesidades íntimas.  Quieren a un rico o una rica con buena apariencia y finas sensibilidades.  Jesús tampoco cumplirá este esquema porque su misión es para el mundo entero.

Jesús no cumple ninguno de estos afanes.  Ha venido, como él declara a los discípulos de Juan, para que los ciegos vean y los cojos anden, para que los muertos resuciten y los pobres reciban la buena noticia.  Entonces, no viene para los de la clase media o los sanos, gente como la mayoría de nosotros, es cierto ¿no? No es.  Hay una estadística, ciertamente verdadera, que dio un psicólogo famoso: “Uno de cada uno de nosotros está sufriendo.”  Uno de cada uno de nosotros se ha sentido abandonado, agotado, o herido, en una ocasión u otra con repercusiones que persisten hasta ahora.  En verdad Jesús ha venido para cuidar a todos nosotros.  

¿No es que somos ciegos espiritualmente cuando pensamos si Dios existe, Él perdonará todos mis pecados confesados o no? Una mirada al evangelio abrirá nuestros ojos.  En ello Jesús nos muestra no solo que Dios existe sino también que tiene tanto amor para nosotros que siempre queramos a complacerlo.  Deberíamos confesar todos nuestros pecados y confiar en su misericordia. ¿No es que somos sordos espiritualmente cuando no queremos escuchar las penas y tristezas de otras personas? Otra vez el evangelio presenta a Jesús recibiendo a todos en su compañía y pidiendo que hagamos lo mismo.  ¿No es que somos muertos espiritualmente cuando siempre busquemos el placer propio y no lo bueno, lo verdadero y lo eterno?  Un hombre pasaba muchos fines de semana del otoño cazando.  Le gustaba sentarse en un escondido aguardando un venado.  Un sábado el hombre estaba en el campo con su rifle.  Se le ocurrió que su vida faltaba algo necesario: una relación con el que creó la tierra y todo lo que tiene.  El cazador se paró y regresó a su parroquia para confesarse.  Ahora vive feliz como laico comprometido.

Este hombre junto con todos nosotros espera el regreso del Señor Jesús.  Que no dudemos que llegará porque lo ha prometido.  Como dice Santiago en la segunda lectura, necesitamos a esperar con la paciencia de labradores aguardando la cosecha.  Entretanto, es de nosotros preparar la tierra para el Reino de Dios.  Quebramos los terrones con oración y sembramos las semillas de bondad y amor. Entre todos sembramos semillas de bondad y amor.

El domingo, 4 de diciembre de 2022

 SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

(Isaías 11:1-10; Romanos 15:4-9; Mateo 3:1-12)

Se dice que los nuevos programas de televisión destacan caracteres cada vez más poderosos.  Según un escritor, no importan a la gente que sean moralmente buenos o malos.  Lo que les interesan son sus muestras de poder.  El escritor lamenta el deterioro de la moralidad en la cultura occidente.  Como Juan el Bautista en el evangelio hoy, él critica la falta creciente de virtud.

Juan no vacila a denunciar a los fariseos y saduceos por su duplicidad.  Vienen tan piadosos como monjas carmelitas para verlo, el santo del desierto.  Pero bajo su exterior sanitizado queda la arrogancia y el desdén.  Estas personas son las mismas que van a acosar a Jesús por su alcance a los pecadores.  Con razón Juan los llama “raza de víboras”.

Si viviera hoy en día, Juan no se callaría ante los sectores irresponsables de nuestra sociedad.  Ellos son los que quieren que el aborto esté disponible a pedido. Los irresponsables también incluyen a aquellos que rechazan cualquiera forma de sacrificio para controlar el cambio de clima.  Los periódicos a menudo toman la postura crítica de Juan por advertir del daño que está causando el calentamiento del medio ambiente.  Dicen con razón que, si no se pone en vigencia pronto un esfuerzo concertado de controlar la quema de combustibles fósiles, las generaciones futuras sufrirán huracanes cada vez más destructivos y temperaturas cada vez más insoportables.  Con aún más vigor la Iglesia ha condenado el aborto como la quita de la vida humana.  Ha dicho que aquellos que a sabiendas tienen o promueven el aborto son excomulgados.  Los periódicos y la Iglesia, como Juan mismo, sirven como profetas de la destrucción que son necesarios para captar la atención de la gente.

El mensaje de Juan hace mencionar de la venida de un profeta más poderoso que él.  Según Juan, este profeta va a castigar a los injustos despiadadamente con fuego.  No nombra quien sea, pero sabemos que tiene en mente a Jesús.  Ciertamente Jesús mostrará el poder sobre espíritus inmundos.  También, mostrará la ira cuando purifica el Templo de los comerciantes.  Sin embargo, su misión tendrá un modo muy diferente que lo de Juan y los profetas de la destrucción.

Jesús no actuará como el gran castigador que espera Juan.  No irá reprehendiendo a los borrachos, ni regañando a las prostitutas.  Al contrario, Jesús comerá con los pecadores y hablará con las damas de mala fama.  De este modo intentará a transformar a pecadores por actos que tocan sus corazones.  Sabrá que todo corazón humano tiene la capacidad de voltearse a Dios cuando se siente Su amor.  Como el lobo habitando con el cordero en la primera lectura, Jesús instruirá a todos seres humanos que convivan en paz con Dios como su Padre.

Nosotros tenemos que responder al amor de Dios ahora.  Nuestra respuesta debería incluir comportamientos que alivien la destrucción de calentamiento global tanto como el aborto.  Podríamos poner el termostato un par de grados menos durante el invierno y un par más durante el verano.  En la segunda lectura San Pablo dice a los cristianos en Roma que sirvan a uno a otro como Cristo sirvió a todos.  Resistiendo el cambio de clima, estaríamos sirviendo no tanto a nuestros contemporáneos como a las generaciones venideras.  El efecto será igual.  Estaríamos tratando a otras personas con el amor reservado para hermanos y hermanas.

El domingo, 27 de noviembre de 2022

 Primer Domingo de Adviento

(Isaías 2:1-5; Romanos 13:11-14a; Mateo 24:37-44)

La Abadía de Downton era un drama de televisión exitosísimo.  La historia cuenta de una familia aristócrata viviendo en un antiguo monasterio inglés con muchos servidores. En el primer episodio un hombre de la clase media está tomando café con su madre.  Se le pasa a este hombre una carta con las noticias que él es el heredero de la abadía.  Su madre le pregunta qué dice la carta.  Él responde: “Nuestras vidas van a cambiar”.  Es seguro porque en adelante van a vivir con lujo.  En el evangelio hoy Jesús dice que la vida de sus discípulos va a cambiar tan repentina y completamente como la de este hombre. 

Jesús estaba hablando con sus discípulos acerca del fin del tiempo.  Cuando le preguntaron cuándo va a ocurrir, Jesús respondió con un largo discurso.  En ello dice que habrá mucho engaño y el Templo será profanado.  Entonces él llegará para conducir a su pueblo a su reino.  Por eso, les aconseja que deben velar porque ocurrirá tan repente como el relámpago.

Pero ¿qué quiere decir “velar”?  Para Jesús el velar no consiste en tener los ojos fijados en el horizonte.  Más bien sus discípulos velan por su venida con buenas obras. Como los bomberos anticipan combatir incendios por hacer varios ejercicios, los cristianos anticipan al Señor por las obras de misericordia.

Si no nos preparamos con obras buenas, Jesús advierte que seremos perdidos.  Seremos como el hombre dejado en el campo o la mujer dejada en el molino cuando él llegue para recoger a los suyos.  En la segunda lectura San Pablo describe a los perdidos (eso es, personas que no velan) con palabras llamativas.  Dice que ellos participan en comilonas y borracheras, desenfrenos y lujurias en lugar de actuar como Jesucristo.

Tenemos este tiempo de Adviento para reflexionar sobre la venida de Jesús.  Tiene tres etapas que tomaremos en orden revés como se realiza en las liturgias.  Primero, consideramos hoy su venida al final de los tiempos.  Queremos ser listos para ella cuandoquiera ocurra.  Segundo, meditaremos en su venida como proclamador del Reino.  Enfocamos en Juan, el Bautista, su precursor, que nos describe ambas la misión y la grandeza de Jesús.  Finalmente, reflexionaremos en la encarnación cuando llegó el Hijo de Dios al mundo como hijo de María y José.

Durante estas reflexiones afrentaremos un dilema.  Es tiempo de Christmas. Alrededor de nosotros la gente se ocupa con cosas materiales: regalos, fiestas, y vacaciones.  La cuestión es: ¿vamos a prepararnos para el Señor o vamos a preocuparnos con nuestros anhelos físicos?  El Adviento no es Cuaresma cuando hacemos penitencia.  Sin embargo, la temporada requiere la atención de nuestro espíritu.  Al menos deberíamos rezar más para disponer nuestros corazones a la acogida del Señor.

Concluyamos con una reflexión sobre la visión maravillosa del profeta Isaías en la primera lectura.  Es un panorama del mundo en paz.  Porque los ejércitos no más necesitan armas para matar, las forjan en herramientas para sostener la vida.  Los deseos de las gentes son suavizados y sus pasiones calmadas.  El profeta tuvo esta visión para el Templo en Jerusalén.  Sin embargo, nosotros cristianos la hemos adaptado en conforme con nuestra experiencia del Señor Jesús.  Él es el sacrificio y el altar que ponen fin a las guerras entre naciones.  Él es la justicia que satisface las ansias más profundas del mundo.

 

PARA LA REFLEXIÓN: ¿Cómo podría yo ser más consciente de la venida de Jesús al final de los tiempos?

El domingo, 20 de noviembre de 2022

 Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

(II Samuel 5:1-3; Colosenses 1:12-20; Lucas 23:35-43)

El hijo de una viuda murió de repente.  Se dejó la madre desconsolada.  No solo sentía abandonada por Dios; también se preocupaba por el alma del fallecido.  Aunque era bondadoso y respetuoso de todos, el difunto no asistía regularmente en la misa.  Pensando en Cristo como un rey, podríamos apoyar a personas como esta mujer apenada.

Un rey o una reina tienen la prerrogativa de otorgar perdones a criminales.  Pueden mandar que un prisionero sea suelto, no importa su ofensa.  Aunque Pilato no era rey sino representante del imperador, tenía él también la prerrogativa.  Sin embargo, se la aprovechó no para hacer la justicia sino por motivo propio.  Soltó a Barrabás de la cárcel mientras condenaba a Jesús a la muerte. En el evangelio hoy, Jesús mismo, rey del universo, la utiliza para condonar la pena del malhechor que le pide la consideración.  Por reconocer su ofensa contritamente, Jesús le promete la vida eterna.

La segunda lectura de la Carta a los Colosenses nos asegura que Jesús tiene el privilegio de condonar sentencias.  Porque es Hijo de Dios Padre, primogénito de toda creación, y fundamento de todas cosas, Cristo ha recibido “toda plenitud”.  Esta “plenitud” incluye la capacidad de perdonar a los culpables donde juzga apropiado. Con este poder, Cristo puede condonar la pena de nuestros pecados, aunque sean grandes.

No podemos decir que todos vayan a ser admitidos en la gloria de la vida eterna.  Jesús nos advierte en el evangelio que entremos por la puerta angosta. Eso es, hemos de orar, hacer penitencia, y actuar obras buenas regularmente.  Añade que “muchos tratarán de entrar y no podrán”.  Es decir, muchos disimulan vivir rectamente, pero no lograrán la vida eterna.  Jesús ha dejado los sacramentos para mantenernos en el camino justo y recolocarnos allí cuando fallemos.  No debemos presumir que su misericordia sea tan seguro como el aguinaldo en la Navidad.

Sin embargo, la misericordia de Jesucristo es mayor que nuestros cálculos.  Él sabe si estamos plenamente culpables de nuestros pecados. Puede ser que nuestra responsabilidad fuera limitada cuando pecamos por condiciones culturales o por experiencias personales.  También, él escucha nuestros últimos gritos.  Es posible que, con un acto de contrición al momento final, él perdonara nuestros peores pecados.  Sería un acto completamente de acuerdo con su misión.  Como dijo en el camino a su martirio en Jerusalén, vino “a salvar lo que se había perdido”.

Cuando murió hace poco, la reina Isabel de Inglaterra recibió elogios del mundo entero.  Era persona disciplinada y creyente, realmente digna de admiración. Sus sujetos la querían por la dignidad que siempre mostró y por su preocupación por el bienestar de las naciones en el Commonwealth.  En Cristo tenemos a un monarca con estas cualidades y más, mucho más.  Después de vencer el pecado y la muerte, ha reinado para dispensar a nosotros la gracia.  Será siempre para nosotros el rey de reyes: justo, compasivo, y benevolente.

PARA LA REFLEXIÓN: ¿Vale la pena rezar por los difuntos? ¿Por qué?

El domingo, 13 de noviembre de 2022

 TRIGÉSIMO TERCER DOMINGO ORDINARIO

(Malaquías 3:19-20; II Tesalonicenses 3:7-12; Lucas 21:5-19)

Hace setenta y cinco años los científicos atómicos inventaron el Reloj del Apocalipsis con el intento de evitar una catástrofe nuclear.  El concepto del Reloj es sencillo.  Cuando en el juicio de los científicos hay más posibilidad de una guerra nuclear, adelantan el reloj más cerca a medianoche.  Por supuesto, medianoche es símbolo para el fin del mundo.  Durante la Guerra Fría el reloj estaba cerca de la hora funesta.  Pero según este reloj el fin nunca ha sido más próximo que ahora.  Seguramente es razonable.  Rusia ha dicho que puede usar bombas nucleares en Ucrania.  China está amenazando Taiwán, un aliado cercano de Los Estado Unidos.  También Corea Norte tiene bombas nucleares, e es posible que Irán las tenga pronto.

¿Estamos llegando al momento de la destrucción completo de que Jesús habla en el evangelio hoy?  Seguramente unos de los signos se han realizado. Las naciones se han levantado contra otras.  También, ha habido la pandemia de Covid con terremotos como él que causó gran daño en Puerto Rico hace tres años.  Además, siguen persecuciones contra cristianos.  Hace unos meses algunos terroristas musulmanes masacraron a cincuenta personas en una iglesia nigeriana.  No tan severo pero también preocupante es la crítica intensa contra algunas organizaciones católicas como los Caballeros de Colón. Por oponerse a aborto como la toma de una vida inocente y por declarar que el matrimonio es unión de un hombre y una mujer, la Iglesia encuentra el desdén de muchos.  Ahora no solo rodean sus ojos sino buscan maneras para coaccionar a miembros conformarse con las ideas corrientes.  Un cardinal norteamericano hace doce años dijo que esperaba morir en una cama, pero su sucesor moriría en la prisión, y el sucesor de él moriría como mártir en la plaza pública.  El cardinal estaba exagerando, pero hemos visto la denuncia contra la Iglesia creciendo. 

Tenemos que prepararnos para la persecución, no con armas de acero sino del Espíritu Santo.  Tenemos que formar el hábito de rezar frecuentemente.  Si no lo hacemos, es posible que dejemos la fe bajo la persecución.  También tenemos que desarrollar la fortaleza que confía en las palabras de Jesús.  Como él dice en el evangelio hoy, nos dará palabras sabias para refutar nuestros adversarios.  Además, queremos estudiar la palabra de Dios para que conozcamos a Jesús como nuestro compañero y sus ideas como nuestras mismas. 

Ya no es tiempo de retirarnos pensando que Cristo esté tan cerca que vaya a rescatarnos de estos desafíos.  Esto es el pretexto de los ociosos en la segunda lectura.  Lo rechaza completamente San Pablo cuando dice que los que no quieran trabajar, no deberían comer.  Más bien, Pablo quiere que los tesalonicenses imiten su ejemplo de trabajar por el bien de la comunidad.  Aún más importante, que sigámonos a Pablo en su afán de dar testimonio a Jesucristo.  En Jesús no solo tenemos un profeta que nos cuenta la voluntad de Dios.  Tenemos también a un salvador que se nos entregó para liberarnos del pecado.

¿Preferíamos que el mundo termine más tarde o más temprano?  Parece que es mejor que se haga más temprano porque queremos estar con el Señor cuanto antes.  Sin embargo, no queremos que sea terminado con una bomba nuclear.  De todos modos, cuando venga el Señor Jesús que nos encuentre dando testimonio de él.  Tanto con obras como con palabras que demos testimonio a él.

PARA LA REFLEXIÓN: ¿He visto la crítica intensa contra el cristianismo?  ¿Si la he visto, Cómo reaccioné a esta crítica?

El domingo, 6 de noviembre de 2022

TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO, 6 de noviembre de 2022

(II Macabeos 7:1-2.9-14; II Tesalonicenses 2:16-3:5; Lucas 20:27-38)

Hay una mujer que tiene más de cien años.  Porque ha tenido varias complicaciones médicas, se le ha sugerido que acepte un tipo de hospicio.  Pero rechaza la oferta.  Dice que no es lista para morir.  Ella es como la gran mayoría de personas con ganas de vivir.  Si les preguntáramos ¿para qué?, dirían que algo como quieren seguir disfrutando la vida.  Considerarían como gozos de la vida comiendo alimentos ricos, mirando diferentes expresiones artísticas, y relacionando con personas interesantes.  Tal vez el rey en la primera lectura hoy cree que los siete hermanos comieran el prohibido puerco para que tengan acceso a estos tipos de experiencias.

Sin embargo, los hermanos no encuentran estos placeres, ni cualquiera otra experiencia mundana, como valiosos en comparación con la fidelidad a Dios.   Sobre todo, en la vida intentan complacer a Dios, su Creedor and Redentor.  Saben que lo que vale la pena vivir, vale la pena morir.  Y no morirían meramente para comer chocolates o charlar con el alcalde.  No, morirían para salvar la vida de un miembro de la familia, para defender la patria de agresores, y, más importante, para mantener una relación firme con Dios.  Realmente, los primeros dos motivos para morir se envuelven en el tercero. Pues, cuando nos sacrificamos por el bien de la familia o de la patria, cumplimos los mandamientos de Dios.

Sin embargo, cuando procuramos vivir solo para los bienes mundanos, estamos limitando nuestro horizonte.  Vamos a alcanzarlo, eso es el fin, si no este año, entonces en otro.  Pues, somos programados a perder el gusto de comida y la capacidad de relacionarnos a otros.  Nuestros cuerpos simplemente no pueden aguantar más que cinco o seis veintenas de años.  La muerte es tan seguro como el poner del sol cada tarde. 

Los jóvenes de la lectura están conscientes de otra realidad oculta al mundo, pero perceptible a personas de la fe.  Intuyen de las Escrituras que Dios resucitará a los hombres y mujeres que vivan por Él.  Desde que Dios quiere que todo el mundo se integre en Su familia, todos aquellos que se dispongan a sí mismos a Él van a vivir con Él para siempre.  Su horizonte no tendrá límites.

Cuando los saduceos en el evangelio hoy cuestiona a Jesús sobre la vida eterna, él confirma la posición de los hermanos.  Ha recurrido a las Escrituras para mostrar que los justos viven para siempre.  En Génesis Dios es (no solo era) Padre de Abrahán, Isaac, y Jacob.  Por eso, deben ser vivos. Además, toda su misión ha tenido este matiz.  Has predicado la necesidad de arrepentimiento porque el Reino de Dios (eso es, Dios en todo su amor) está listo a premiar a aquellos que vuelvan a él.  Sus milagros, particularmente los levantar a los muertos a la vida de nuevo, han indicado este poder de resucitar a los fieles.  Por supuesto, al final de esta misión Jesús mismo entregará su vida por el bien de la gente en conforme con la voluntad de Dios Padre.  El resultado de su sacrificio supremo será Dios levantándolo de entre los muertos como la primicia de la vida eterna. 

No somos los primeros para preguntar: ¿qué vale la pena morir? Los entusiasmados han contestado su propia pregunta con tales cosas como palacios o cruceros.  Nosotros no somos tan ingenuos que creamos a ellos.  ¿Qué vale la pena morir?  Solo la vida en Cristo porque es la vida para siempre.  Es la vida de amor para nuestras familias, para nuestra patria, y sobre todo para nuestro Dios.


El domingo, 30 de octubre de 2022

 TRIGÉSIMO PRIMERO DOMINGO ORDINARIO

(Sabiduría 11:22-12:2; II Tesalonicenses 1:11-2:2; Lucas 19:1-10)

Hay muchas historias del San Juan Pablo II que llaman la atención.  La Jornada Mundial de la Juventud, 2002, ocasionó una de las mejores.  El papa Juan Pablo llega a Toronto para estar con innumerables jóvenes por la última vez en su vida.  Tiene ochenta y dos años y mira, con cara hinchada y distorsionada, como tiene aún más. En la misa de clausura con casi un millón de personas asistiendo está una joven de veinte y cuatro años.  Ella es alcohólica, adicta de heroína y prostituta.  Le cuenta a sí misma que quiere morir.  Solo porque algunos jóvenes en la parroquia cerca de ella le ayudaron, podía ella llegar al evento.  Entonces su vida cambia.  Como si estuviera dirigiéndose solo a ella, escucha al papa diciendo que le ama.  Muchos hombres le han dicho que la aman, pero en este caso -- dice ella después -- el hombre lo habló en serio.  Además, le dice el papa que Dios, quien hizo todas las estrellas en el cielo, le ama también.  Le ama tanto que quiera que ella pase toda la eternidad con Él.  Al escucharlo, la joven no más quiere morir; al contrario, ya quiere vivir.  Como Jesús en el evangelio hoy, san Juan Pablo II era persona capaz de cambiar las vidas de gente.

A través este Evangelio de Lucas simplemente la presencia de Jesús resulta en bienes.  Al principio, dentro del vientre de María su venida causa a la criatura dentro de Isabel saltar de alegría.  Al final, por haber conocido a Jesús, Pilato y Herodes, que eran enemigos, se hacen amigos.  Según el discípulo en el camino a Emaús, Jesús es “un profeta poderoso en obras y palabras”.  No obstante, es también tan misericordioso como una mamá a su último hijo.  Recordamos cómo Jesús resucitó al hijo de la viuda en luto y cómo sanó la oreja del criado en el Jardín de Olivos.  Como siempre, san Pablo tiene palabras provechosas para describir el efecto de Jesús. Escribe: “…todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor”.  Como fue a encontrar a Pablo en el camino a Damasco, Jesús busca a Zaqueo en el evangelio hoy.

Tenemos que entender el tipo de persona Zaqueo es.  No es el “buen publicano” listo para ayudar a los pobres.  Más bien, es “jefe de publicanos”, probablemente el que sabe lo mejor cómo estafar a la gente y como defender sus crimines con mentiras.  Quiere ver a Jesús no porque es santo sino porque es un celebre.  Como es ver al rey de Inglaterra cuando viene a tu país, ver a Jesús es la cosa que hacer este dichoso día en Jericó.  Pero el encuentro con Jesús cambia a Zaqueo para siempre.  No más va a extorsionar nada de nadie.  Más bien va a restituir cuatro veces lo que haya defraudado en el pasado y dar la mitad de sus bienes a los pobres.

Jesús viene en búsqueda a cada uno de nosotros.  Hay historias de sus apariencias a personas como Santo Tomás de Aquino cuando, según un reportaje, le habló del crucifijo.  Más común pero todavía poderosa es la presencia de Jesús sentida en programas como el Camino de Emaús.  A menudo Jesús nos llega por las palabras del evangelio o por el conocimiento de una persona santa.  Sin embargo, el modo preferido de Jesús para acercarnos es a través de los sacramentos.   Como se dice, “Cuando alguien te bautiza, es Cristo quien te bautiza”.  Sí la fe es necesaria para reconocerlo.  No obstante, está allí.

De los siete sacramentos el más reconocido por encontrar a Jesús es definitivamente la Eucaristía.  Aquí lo tenemos primero en nuestra mano, entonces lo consumimos.  El resultado no es que él se haga como nosotros sino al contrario.  Nosotros nos convertimos como él.  Ya en tiempo de Halloween podemos pensar en el pan y vino como un disfraz que Jesús lleva para acercarse a nosotros.  En este caso él no quiere tomar chocolates de nosotros.  Más bien, quiere compartir su vida con nosotros.Para la reflexión: ¿Jamás has sentido la presencia de Jesús?  Describe la experiencia.

El domingo, 23 de octubre de 2022

 TRIGÉSIMO DOMINGO ORDINARIO

(Eclesiástico 33:1-7.17-18.19.23; II Timoteo 4:6-8.16-18; Lucas 18:9-14)

Al final de los evangelios de Mateo, Marcos, y Lucas Jesús deja a sus discípulos una misión.  Ellos son de predicar su nombre en todas partes del mundo.  Por eso, algunos dicen que la Iglesia no tiene una misión; más bien, es misión.  Los papas han recalcado la necesidad de misiones por designar un domingo cada año, el Domingo mundial de las misiones.  Se celebra ahora el penúltimo domingo del mes de octubre.

Este año el papa Francisco da el tema para el Domingo de misiones la frase de Jesús antes de ascender al cielo, “’…que sean mis testigos’”.  Quiere que todos, y no solo los misioneros a países extranjeros, demos testimonio a Jesús.  Nuestra sociedad, cada vez más secularizada, necesita nuestros esfuerzos para que encuentre a Cristo.  La gente no va a recibir huellas de él en los cines y periódicos.

Como modelo del testimonio a Cristo tenemos a Pablo.  En la segunda lectura él dice que ha sido fiel en la misión de proclamar la salvación de Cristo a los paganos.  Cuando considerara su logro, aun la persona cínica quedaría asombrada. Pablo siempre se arriesgaba su vida. Aunque los caminos romanos fueron bien construidos, no eran protegidos de ladrones.  Además, experimentó naufragios, apedreado, y azotes.  Sufrió varios tipos de inconvenientes e insultos.  Pasó las noches expuesto a los elementos, sean fríos o calorosos, nevados o lluviosos.  Trabajó para su comida y su alojamiento cuando el segundo estaba disponible.  Aguantó la burla de los griegos y el desdén de los judíos por proclamar al crucificado como el Señor. 

¿Cómo Pablo podía sufrir tanto?  ¿Fue simplemente porque Jesús le apareció y le encargó una misión?  No, por una persona tan inteligente y razonable que parece en sus cartas, estos motivos no convencen.  Lo que impulsó a Pablo a sacrificar su vida hasta el martirio en Roma era el amor que compartía con Jesús.  Lo amó como su libertador, como el que lo rescató del odio y de error.  Aún más palpable era el amor de Cristo que Pablo sintió en su corazón.  Como escribió a los romanos: “…estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futro, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro”.

Este amor nos trae a la misa.  Buscamos a aquel que nos da su cuerpo para sostenerse en la lucha de vivir como hijas e hijos de Dios.  Es de nosotros para responder a este amor por asumir un papel en la misión de proclamar su nombre al mundo.  Siempre la Iglesia ha contado con los laicos por los aportes de oración y dinero para adelantar la misión apostólica.  Ahora con menos religiosas y sacerdotes hace falta el testimonio de los laicos.  El mundo debe escuchar el testimonio de personas como el beato Carlos Manuel Rodríguez, el laico puertorriqueño que condujo a muchos universitarios al entendimiento más profundo de Cristo y la Iglesia.  Requiere ejemplo de la valentía moral de la italiana santa Gianna Molla que murió de cáncer en lugar de abortar a su hijo cuando recibiendo tratamientos. 

Aunque sea necesario el testimonio de vida, no se puede dejar dando testimonio con palabras.  El mismo Pablo dice: “…la fe viene de la predicación, y la predicación, por la palabra de Cristo” (Rom 10,17).  Se vio enfrente de la iglesia una laica con micrófono atestiguando a Cristo.  Aunque no queremos criticar a tales esfuerzos, no creemos que sean efectivos.  Pero lo que es eficaz es la explicación del evangelio a nuestros niños en casa.  Por eso, podemos salvar a ellos junto con nosotros mismos.

PARA LA REFLEXIÓN: Nombra a una persona que da buen testimonio de Cristo con su vida.

El domingo, 16 de octubre de 2022

 VIGÉSIMO NOVENO DOMINGO ORDINARIO

(Éxodo 17: 8-13; II Timoteo 3:14-4:2; Lucas 18:1-8)

¿Quiénes son los amalecitas? Aparecen en la primera lectura hoy, pero en casi ninguna otra parte de la Biblia.  Tampoco aparecen en los estudios antropológicos.  Hay buena razón por estas ausencias.  En el versículo que sigue nuestra lectura, Dios declara: “’…voy a borrar por completo el recuerdo de los amalecitas”’.  Como los nazis el siglo pasado los amalecitas odiaron a Israel.  Ni respetaron al Señor, Dios de Israel, aun después de su victoria impresionante sobre los egipcios.  Parece que atacan al pueblo Israel por no más motivo que el odio.  Por eso, se puede decir que los amalecitas representan el compendio de mal.  Son símbolos del prejuicio junto con el odio, y también de las catástrofes naturales que toman múltiples vidas.

En el evangelio Jesús instruye a sus discípulos cómo hacer frente a los males abrumadores.  Acaba de decirles de las pruebas al final de los tiempos.  Dijo que serán perseguidos y sufrirán mucho.  Cristianos hoy día siguen experimentando tales persecuciones.  En Nigeria, el Medio Oriente, y China los cristianos se arriesgan a sí mismos por acudir a la misa.   Para superar este tipo de mal Jesús exhorta que sus discípulos oren incansablemente.  

La oración asidua brota de una fe inquebrantable.  La persona con esta fe no vacila preguntándose si Dios le escucha.  Más bien, acepta la enseñanza de Jesús que Dios es como un padre amoroso siempre listo a socorrer a sus hijos e hijas.  Solo quiere que ellos le pidan con la persistencia.  Para enfatizar la necesidad de la oración persistente, Jesús cuenta la parábola del llamado “Juez injusto”.  Sin embargo, como en el caso del “Hijo pródigo”, se puede dar otro nombre a esta parábola más en conforme con su significado.  Es la parábola de la “Viuda insistente” la cual no cesa de exigir lo que es de ella por derecho. 

Jesús recomienda a sus discípulos que recen con la misma insistencia cuando hacen frente un mal grande.  Dice que no van a quedarse desilusionados.  Una vez un pastor negro estaba enseñando a su grey la necesidad de orar sin desfallecer.  Originario de tiempos de discriminación legal, el pastor les dijo: “Hasta que hayas estado aquí por años tocando la puerta cerrada con los nudillos sangrando, no sabes lo que es la oración”.

Aunque no habla de la oración en la segunda lectura, San Pablo sugiere la fe inquebrantable a su discípulo Timoteo, que se encuentra desafiado.  Como Jesús, Pablo no quiere que su discípulo recurra a modos duros, sino que ocupe las armas espirituales.  Le recomienda el uso de la Escritura para llevar a cabo sus deberes.  Ciertamente la Biblia destaca la oración incesante como hace Moisés en la primera lectura.  El líder de los israelitas con brazos levantados en postura de oración y su mano aferrando la vara de Dios como si fuera rosario no deja de orar hasta que se derrote el enemigo.

El evangelio termina con una frase inquietante.  Como si estuviera refiriendo a nuestros tiempos, Jesús pregunta: “’…cuando venga el Hijo de hombre, ¿creen ustedes que encontrará la fe sobre la tierra?’”  Hoy en día muchos han abandonado la fe de sus antepasados.  Aunque algunos reclaman que todavía creen en Dios, no quieren someterse a su voluntad como es encontrada en la Biblia.  Se sospecha que tampoco rezan mucho en casa.  Entre ellos a lo mejor se encuentran nuestros hijos e hijas, nietos y nietas, parientes y amistades.  Nos preguntamos: “¿Qué podríamos hacer por ellos?” Claro que deberíamos apuntarles a Cristo por vidas rectas y santas.  Pero, aún más urgente, es la oración persistente.  Tenemos que rezar persistentemente que vean la luz verdadera que es Cristo.

PARA LE REFLEXIÓN: ¿Qué pasó después de rezar persistentemente para una cosa?

El domingo, 9 de octubre de 2022

VIGÉSIMO OCTAVO DOMINGO ORDINARIO

(II Reyes 5:14-17; II Timoteo 2:8-13; Lucas 17:11-19)

Solo en tiempos recientes se han reconocido los derechos humanos.  Después de la Segunda Guerra Mundial las Naciones Unidas promulgó la Declaración Universal de Derechos Humanos.  Todo el mundo ya puede reclamar la libertad de religión, de expresión, y de educación.  Tenemos que afirmar la conciencia despertada a los derechos humanos como un paso adelante gigante para asegurar la dignidad de cada persona humana.  Sin embargo, no podemos decir que la reivindicación de derechos no haya llevado dificultades.

Hoy día el énfasis en derechos humanos a menudo ha contribuido a la preocupación excesiva con el yo.  Con demasiada frecuencia la persona reclamando un derecho, sea verdadero o fingido, se olvida de los demás.  Se ve esta tendencia más dramáticamente en los llamados derechos reproductivos.  Hombres tanto como mujeres insisten que la madre tiene derecho de abortar a la criatura en su seno sin reconocer el derecho de la criatura a la vida.

Otro resultado desafortunado que ha conllevado el reclamo de derechos ha sido el olvido de la gratitud.  Sintiendo sus derechos de comida, de salud, y de mil otras cosas, algunos no se paran a decir “gracias” a sus benefactores.  Es el tema del evangelio hoy.  De los diez leprosos curados por Jesús solo el samaritano regresa para agradecerle.  Sí los nueve leprosos judíos van a ver un sacerdote como Jesús mandó, pero ¿no tienen ni un tempito para agradecer a Jesús primero?

La gratitud por lo que se recibe nunca nos disminuye.  Al contrario, nos engrandece.  Proclama la verdad que la vida “no es propiedad inalienable para ser defendida a todos costos sino un don para ser compartida”.  Jesús mismo nos enseñó esto la noche anterior de su crucifixión.  Nos dio la eucaristía, palabra que significa “dar gracias”, cuando compartió con sus discípulos su cuerpo y sangre. 

Aun en tiempos duros podemos ser agradecidos.  Hay un dicho antiguo: “Lloré porque no tenía zapatos hasta que encontré a una persona sin pies”.  La vida misma, como se ha indicado, es un don.  También es don el sol para calentarnos y el agua para refrescarnos.  Todo esto no dice nada de la herencia humana que se nos ha dejado: el sistema eléctrico, las carreteras, los monumentos, y los huertos.

En la primera lectura el general siriano muestra la gratitud apropiada a Dios por los dones de la vida y de la salud.  Lleva la tierra de Israel a casa para darle al Señor de Israel el culto debido.  El gesto es extraordinario porque el hombre es extranjero con poco conocimiento de la fe de Israel.  Por la misma razón llama nuestra atención la fe expresada por el leproso samaritano que se postra delante de Jesús como el representante del verdadero Dios.  Como recompensa de esta fe recibe el don de la salvación.  Se puede decir que diez leprosos son curados de enfermedad, pero solo el samaritano que agradece a Jesús es salvado

¡Que no limitemos nuestro agradecimiento al Día de la Acción de Gracias!  ¿Cuándo son otros momentos de agradecer a Dios?  La costumbre antigua es agradecer a Dios por una bendición antes de comer.  Ahora se urge esta muestra de gracias en público como un modo de evangelizar.  No hay mejor manera de terminar el día que dar gracias a Dios por todas las bendiciones que hemos recibido y pedir perdón por todas nuestras faltas.  También podemos dar gracias a Dios por un día nuevo cuando nos levantamos de la cama.  Sobre todo, el agradecimiento debe ser tanto en nuestras mentes como en nuestros corazones cuando cada vez que entremos en el templo para la santa misa.

REFLEXIÓN: ¿De qué soy más agradecido?  ¿A quién expreso mi agradecimiento?


El domingo, el 2 de octubre de 2022

EL VIGÉSIMO SÉPTIMO DOMINGO ORDINARIO, el 2 de octubre de 2022

(Habacuc 1:2-3.2:2-4; II Timoteo 1:6-8.13-14; Lucas 17:5-10)

Casi todos nosotros a una vez u otra nos hemos preguntado si Dios gobierna los eventos del mundo.  Si nos muere inesperadamente un ser querido, tal vez diríamos: “¿Por qué, Señor, por qué?”.  Si nos hace mucho daño un terremoto o un huracán, diríamos: “¿Por qué esto nos pasa a nosotros, Señor?”  Si perdimos el trabajo o somos traicionados por un amigo, diríamos: “¿Por qué permites que esto me ocurre a mí, Señor?”  En la primera lectura el profeta Habacuc lamenta al Señor por haber permitido a Israel caerse en precaria.  Muchas personas se han dado a la infidelidad y el gobierno a intrigas.  En tales situaciones se pregunta si Dios es en control de todo.

Sin embargo, el problema no es con Dios sino con la persona humana.  Somos tan preocupados de nuestro propio bien que olvidemos el propósito de la vida.  Es como el deterioro de la visión que casi todos los hombres y mujeres mayores experimentan.  Cuando tienen cincuenta años, su vista se desintegra tanto que necesite    n lentes para leer o coser.  Tenemos una mal percepción espiritual semejante por no entender bien nuestra relación con Dios.  Pensamos de nosotros como iguales con Dios con el derecho de acusarlo por las contrariedades que experimentamos.  En el Evangelio Jesús nos señala el error.

Con una franqueza raras veces vista en los evangelios Jesús nos recuerda una dura verdad.  Eso es que no somos los dueños de su Reino sino los servidores.  Estamos aquí para hacer lo bueno aun cuando nos cueste caramente.  Al principio de la guerra en Ucrania, un ucraniano arregló la huida de su familia de un territorio peligroso.  Dijo el hombre que querría acompañar a su familia al refugio, pero tenía que defender a su país.  Así somos nosotros en la lucha para el Reino de Dios.  Tenemos que seguir luchando por el Dios que nos creó y nos salvó.

En la segunda lectura se le encuentra a Timoteo en situación semejante a la nuestra.  Evidentemente tiene dificultades administrar la iglesia en Efesio.  San Pablo le aconseja que no deba darse por vencido.  Más bien, tiene que reavivar los dones que se le han concedido con su ordinación.  Eso es, tiene que recoger la fortaleza, la moderación, y el amor para hacer frente a los desafíos de su oficio.  Por la mayor parte son los mismos dones que hemos recibido en la confirmación.  Como padres de familia o los responsables para otros en el trabajo, contamos con los dones del Espíritu Santo para llevar a cabo nuestros oficios. 

Hoy día se desprecia el castigo corporal.  Ciertamente es prohibido en las escuelas.  Aunque todos tendrán que admitir que el castigo corporal fue abusado en el pasado, una cachetada puede probarse provechosa al adolescente.  Ella puede llamar atención al muchacho de un error serio mientras rebaja su orgullo.  Así es la corrección que Jesús hace en el evangelio hoy.  Nos llama “servidores” o, en la mayoría de las traducciones, “servidores inútiles”, para llamar nuestra atención a la tarea retadora de establecer el Reino de Dios.  Que no nos preocupemos de esta corrección.  Jesús no nos desprecia.  En otras partes del evangelio refiere a sus discípulos como “amigos” y aun “hermanos”.  Si no fuéramos sus queridos, no hubiera muerto por nuestra salvación.  Nos ama y nos ayuda.  Solo que le mostremos nuestro afecto por cumplir su voluntad.  

PARA LA REFLEXIÓN: ¿Cuándo he echado una crítica fuerte a otra persona?  ¿Era justo o no?

El domingo, 25 de septiembre de 2022

 EL VIGÉSIMO SEXTO DOMINGO ORDINARIO

(Amós 6:1.4-7; I Timoteo 6:11-16; Lucas 16:19-31)

En una obra teátrica famosa se dice que aún el diablo puede citar las Escrituras.  Nosotros sabemos instintivamente que es verdad.  Los malvados no son avergonzados a aprovecharse de la Biblia para conseguir sus propósitos.  Más que una exhortación por el bienestar de los pobres, el evangelio hoy descubre este tipo de fraude perpetuado por los fariseos.

Jesús se dirige a los fariseos.  En el Evangelio cinco versículos antes del principio de este pasaje san Lucas llama a los fariseos “amigos de dinero”.  También son conocidos como laicos devotos que acuden a las sinagogas y aparentemente cumplen toda ley de Moisés.  Sin embargo, esquivan los preceptos que reclaman la compasión y la caridad.  Por eso, se puede decir que los fariseos favorecen el libro Deuteronomio.  Este libro bíblico hace hincapié en las bendiciones acumuladas por aquellos que den culto a Dios.  Muchos lectores de Deuteronomio asumen que si la persona ha prosperado en la vida es porque Dios le ha bendecido.

Jesús dice la parábola de Lázaro y el rico para minar esta interpretación falsa de Deuteronomio.  La historia es sencilla.  Un rico no hace ningún caso al mendigo Lázaro que yace en la entrada de su casa.  El rico se viste como un rey y come como un príncipe.  Entretanto, el mendigo está cubierto con llagas y él mismo sirve como la comida para los perros.  Pero en la vida después de la muerte hay un truque de suerte.  Lázaro descansa en paz mientras el rico sufre tormento.  Luego el rico pide que Lázaro vaya a advertir a sus hermanos que cambien sus comportamientos.  Recibe la respuesta que no se cambiarán aun si fueran advertidos por uno que ha resucitado de la muerte.

Con esta parábola Jesús quiere transmitir a los fariseos que tienen que leer las Escrituras diligentemente y practicarlas completamente.  No es cuestión de juzgarse bendecido por Dios porque uno ha acumulado muchas riquezas.  No, Dios manda en la ley que aquellos con medios ayuden a aquellos con necesidades.  Las riquezas que ha acumulado el rico en la parábola son, como dicen los salmos, un soplo de viento. 

Aún más importante, Jesús quiere advertir a los fariseos que tienen que leer las Escrituras cuidadosamente para entender lo que pasará cuando esté crucificado.  Su resurrección de entre los muertos cumplirá lo que Génesis en cuanto al Señor como el Dios de los vivos, no de los muertos.  También cumplirá la promesa de Dios a Abraham que sea el padre de muchas naciones.  Manifestará la profecía de Ezequiel donde cuenta de los huesos retomando la forma de los seres humanos vivos.  Finalmente, confirmará la nueva alianza que promete el profeta Jeremías.

Como los fariseos nosotros debemos tener cuidado que sigamos las Escrituras con diligencia.  Primero, nos incumbe que leamos la Biblia.  Un santo una vez escribió: “El desconocimiento de la Escritura es desconocimiento de Cristo”.  No nos preocupemos que la lectura personal va a desviarnos del camino de Jesús.  Siempre hay comentarios y clases de la Biblia que nos ayudan obtener el entendimiento correcto.  Segundo, el seguimiento de Cristo que conocemos por las Escrituras nos asegura que superemos los grandes escollos que el mundo nos pone en el camino a Dios.  Por atender las enseñanzas de la Biblia no vamos a sucumbir a la flojera o el deseo para el placer excesivo.   

El sentimentalismo nos hace pensar que todo el mundo experimentará la gloria de Cristo resucitado.  Sin embargo, este tipo de pensar contradice la enseñanza de Jesús.  Como hemos descubierto leyendo los pasajes evangélicos dominicales de los últimos dos meses, el Señor frecuentemente describe los sacrificios requeridos de sus discípulos.  En uno de ellos nos dice: "Esfuércense entrar por la puerta que es angosta...'"  Eso es, que observemos todos sus mandatos.  No quiere que nos angustiemos preguntándonos si hemos hecho todo necesario para entrar en la vida eterna.  Pero sí quiere que mostremos nuestro amor a Dios sobre todo por apoyar a aquellos que sufren necesidad.  Quiere que mostremos el amor a Dios por servir a los necesitados. 

 Para la reflexión: ¿He admirado a los ricos y famosos como “buena gente” cuando en verdad no sé nada de sus vidas personales? ¿Cómo podría corregir esta tendencia errónea?


El domingo, el 18 de septiembre de 2022

 EL VIGÉSIMO QUINTO DOMINGO ORDINARIO, el 18 de septiembre de 2022

(Amós 8:4-7; I Timoteo 2:1-8; Lucas 16:1-13)

En los evangelios de los últimos tres domingos Jesús nos ha presentado una espiritualidad del discipulado cristiano.  Nos ha enseñado cómo vivir nuestra fe en él llevados por el Espíritu Santo.  Hace tres semanas nos dijo que no tomemos los asientos primeros, sino que actuemos humildemente.  Luego, hace dos semanas, nos exigió que amaráramos a él más que a nuestros seres queridos y aún más que a nosotros mismos.  Y el domingo pasado, con tres parábolas exquisitas nos advirtió que no seamos mezquinos con nuestro amor, sino que alegrémonos cuando se encuentre un alma perdida.  Las enseñanzas sobre el discipulado siguen hoy.  Jesús comparte la sabiduría para evitar una tendencia que causa a muchos caerse y para practicar el discipulado todos los días.

En el año 1896 se descubrió el oro en el Yukón, parte de Canadá norte que colinda con Alaska.  Dentro de meses cien mil personas estaban llegando allá para hacerse ricas.  La gran mayoría de estas personas no encontraron oro y muchos murieron en el esfuerzo.  La riqueza tiene un afecto desequilibrante sobre los hombres y mujeres.  En la parábola del administrador injusto Jesús nos aconseja que no permitamos al dinero controlar a nosotros.  Más bien, deberíamos aprovecharnos del dinero para alcanzar el Reino de Dios por ayudar a los pobres con ello.  Un sabio una vez expresó esta enseñanza elocuentemente: “Lo único que nos llevamos cuando morimos es lo que hemos regalado”.

Jesús también aconseja hoy que sus discípulos sean diligentes en cosas pequeñas.  Como la santa Madre Teresa solía decir: “No todos podemos hacer grandes cosas. Pero podemos hacer cosas pequeñas con gran amor”.  Probablemente no vamos a acoger al papa Francisco hoy, pero podemos acoger a una persona que parece sola e incómoda.  Probablemente no vamos a visitar a Casa Blanca hoy, pero podemos visitar a un asilo de ancianos.  Probablemente no vamos a llevar provisiones a los refugiados de Ucrania este fin de semana, pero podemos servir en la dispensa de la parroquia.   Probablemente no vamos a enseñar en las aulas de la universidad, pero podemos revisar las tareas de nuestros hijos. 

Jesús no dice que el discipulado sea cosa ligera y divertida.  Más bien ha advertido a los interesados que para seguirlo, uno tiene que negarse a sí mismo y cargar su cruz diariamente.  Por eso, quizás queremos preguntar por qué lo hacemos.  Cada persona tiene sus propias respuestas.  Para algunos es no más que sus padres lo hicieron.  Pero podemos mencionar algunos motivos que mueven a la mayoría de sus seguidores fieles.  En primer lugar, las enseñanzas de Jesús nos muestran el camino recto para navegarnos por los escollos de la vida.  Siguiendo a Jesús nos librará la conciencia de la culpa.  Segundo, siguiendo a Jesús nos pone en la compañía de gente buena y confiable.  No es que no haya sinvergüenzas en la Iglesia, pero la mayoría de los fieles lucha al lado de nosotros para vivir justos.  Finalmente y más importante, siguiendo a Jesús nos da la esperanza de la felicidad plena y perpetua.  Pasando por la cruz a la muerte, Jesús resucitó de entre los muertos.  Cargando nuestra cruz y muriendo a nosotros mismos, esperamos obtener el mismo fin.

 

Para la reflexión: ¿Hubo tiempo en tu vida cuando estaba controlado por el dinero?  ¿Cómo superaste este reto?

El domingo, 11 de septiembre de 2022

 VIGÉSIMO CUARTO DOMINGO ORDINARIO, 11 de septiembre de 2022

(Éxodo 32:7-11.13-14; Timoteo 1:12-17; Lucas 15:1-32)

Las fotos del telescopio Webb son deslumbrante.  Muestran una despliega de estrellas y planetas que deja la boca abierta.  Cuando vemos la grandeza del universo como si fuera de cerca, tenemos dificultad pensar en Dios como “popi” como algunos dicen.  Sin embargo, eso es como Jesús nos lo revela en el evangelio hoy.

Jesús confronta a los fariseos y escribas cuyo sentido de Dios es nada como un padre con ternura para sus hijos.  Más bien ven a Dios como un generalísimo, justo pero firme.  Lo consideran como desapiadado a aquellos que desafíen sus órdenes.  Estos fariseos se han fijado en pasajes bíblicos como en la primera lectura donde el Señor dice a Moisés: “’Veo que éste es un pueblo de cabeza dura.  Deja que mi ira enciende contra ellos hasta consumirlos…’”  De ninguna manera pueden los fariseos aceptar a Jesús como profeta de Dios.  Pues él habla con pecadores y les trata no con exigencia sino con afecto.

Jesús cuenta dos parábolas que describen a Dios como activamente buscando a los pecadores.  En la primera, compara a Dios con un pastor humilde que deja su rebaño para buscar a una oveja perdida.  Esta comparación asombraría a los fariseos cuyo concepto de Dios es Creador alto y poderoso.  Luego Jesús hace una comparación que es aún más escandalosa a los fariseos.  Lo describe como una mujer de casa agitada por una moneda extraviada. En los dos casos el protagonista no deja por perdido lo que se le ha extraviado sino lo busca con preocupación.  Y una vez que lo encuentra, se regocija y celebra.

Estamos acostumbrados a llamar la parábola que sigue el “Hijo pródigo”.  Sin embargo, con mucha razón algunos ahora la llaman el “Padre amoroso”.  Pues el padre es la única persona que tiene papel en las tres partes de la parábola.  En la primera parte el hijo menor desilusiona a su padre por marcharse con su herencia. Después de desgastar la fortuna, el joven sufre por su necedad.  Entonces decide a volver a su padre como un trabajador, que en ese tiempo era un tipo de siervo.  Sin embargo, el padre está allí para acogérselo como si lo esperara desde el día de su partida.  No le permite a su hijo mencionar que quiere trabajar como siervo, sino le da una fiesta de bienvenida.  Cuando el hijo mayor, también llamando a sí mismo como siervo, se entera de lo que está pasando, rehúsa entrar la fiesta.  El padre no se ignora de este acto de rebeldía.  Más bien, se le acerca a él como hizo a su hijo menor para exhortarle que recapacite su posición.

El hijo mayor debe aprender ver a su padre no como un guardián de esclavos sino un santo que quiere a todos sus hijos.  De igual manera los fariseos tienen que entender a Dios como el Creador que quiere cuidar de todos los hombres y mujeres aún a los pecadores. Y porque a veces actuamos como fariseos tenemos que afinar nuestra percepción de Dios.  Dios no es Hacedor del universo demasiado remoto para pensar en nosotros como seres queridos suyos.  Más bien nos conoce y nos ama a cada uno de nosotros.  Quiere que nosotros obedezcamos sus mandatos no como esclavos temiendo castigo sino como hijos destinados a compartir su felicidad.

Como siempre San Pablo da buen testimonio al amor de Dios.  En la segunda lectura Pablo admite que era pecador grande.  Aun describe a sí mismo como blasfemo.  Pero reconoce como Dios tuvo misericordia de él llamándole por Jesucristo a una vida nueva.  Es la misma vida de hijos destinados a la eternidad que Cristo extiende a nosotros.  No es la vida de temor como el caso de un esclavo.  Es la vida de libertad que disfrutan los verdaderos hijos e hijas de Dios.

 

Para la reflexión: ¿estoy más movido por el temor de sufrir en el infierno que por el amor que Dios comparte con sus hijos?  Si es así, ¿cómo puedo cambiar mi disposición hacia Dios?


El domingo, 4 de septiembre de 2022

 VIGÉSIMO TERCER DOMINGO ORDINARIO

(Sabiduría 9:13-19; Filemón 9-10.12-17; Lucas 14:25-33)

La cuestión del bautismo de niños se ha hecho controversial en diferentes épocas de la Iglesia.  En la iglesia antigua algunos padres no querían bautizar a sus niños porque era probable que pecaran en su juventud.  Luego durante la Reforma protestante algunos reformadores dijeron que no es válido el bautismo de niños porque la persona tiene que hacer una decisión libre por Cristo.  La Iglesia ha respondido a estos planteamientos por decir tres cosas.  Primero, hay evidencia del bautismo de niños en el Nuevo Testamento.  Segundo, el bautismo les entrega a los niños de las tinieblas del error a la luz de la gracia.  Finalmente, en el bautismo los padres se comprometen a criar a sus hijos en la fe.   Sin embargo, los que fueron bautizados como niños todavía tienen que decidir por Jesús.   Por eso, Jesús nos reta a nosotros juntos con la gente siguiéndolo en el evangelio hoy.  Nos dice Jesús: “’Si alguno de ustedes quiere seguirme y no me prefiere … a sí mismo, no puede ser mi discípulo”.

Tenemos que preguntarnos primero cómo puede Jesús hacer una declaración tan tajante.  ¿Quién es él que tenemos que amarlo sobre todas las otras cosas?  ¿Está revelando su naturaleza divina en esta declaración?  Puede ser, pero también es posible que esté identificándose con la lucha contra Satanás.  Es como si un generalísimo pidiera a sus tropas que peleen por él para salvar la patria.  O en este fin de semana quisiéramos poner este ejemplo del mundo laboral.  Es como si un líder del sindicato fuera a pedir a los miembros que luchen por él para ganar la dignidad del trabajador.

Entonces Jesús avisa a sus seguidores que sean conscientes de lo que cuesta ser discípulo suyo para que eviten aparecerse tontos.  Para los pobres de sus seguidores Jesús les da el ejemplo de un campesino que antes de comenzar el proyecto calcula los gastos para construir una torre de vigilia en su viña.  Para los ricos Jesús compara la preparación del discipulado a un rey que ve si tiene las tropas para derrotar a otro rey antes de que lo ataque.  En otras palabras, Jesús está retando a sus seguidores que sean preparados para hacer sacrificios si quieren ser sus discípulos.

Lo que San Pablo pide a Filemón en la segunda lectura no es diferente.  Pablo quiere que Filemón libre a su esclavo Onésimo por motivo del servicio de Jesús.  Onésimo buscó a Pablo después de correrse de Filemón.  Evidentemente podía ayudar a Pablo de modo que Pablo quisiera conseguirle la libertad.  Filemón tiene que pesar su amistad con Pablo y tal vez su membresía en la comunidad de Coloso con el costo de librar a Onésimo.  Este costo será más que la pérdida de un siervo.  Pues, si independice a Onésimo, probablemente sus otros esclavos intentarán ganar su libertad por correrse a un apóstol. 

El evangelio hoy termina con Jesús declarando: “’…cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo''.  ¿Qué quiere decir con este dicho alarmante?  ¿Tenemos que destituirnos para ser cristianos?  Pero no es así.  La declaración significa que el discípulo tiene que ser listo a renunciar sus posesiones cuando sea necesario.  Como el campesino tiene que ser listo para gastar sus ahorros y el rey tiene que ser listo para sacrificar sus tropas, el discípulo tiene que prepararse sacrificar todos sus bienes si es necesario.  Tenemos varios ejemplos de este tipo de sacrificio.  Después de la crucifixión José de Arimatea dio su propio sepulcro para enterrar a Jesús.  Hace veinte años el hombre llamado “más rico en el mundo” dio la mayor parte de su riqueza a la caridad.  Hoy día la guerra en Ucrania ha revelado a muchas familias dispuestas a abrir sus casas a los refugiados.

En la película “Parque Jurásico” alguien comenta que la gente pagaría cualquiera cantidad de dinero para ver una isla llena de dinosaurios.  Tan interesante como sea eso, vale mucho más heredar el Reino de Dios como un discípulo.  No deberíamos preocuparnos con algunos costos involucrados para obtenerlo.  Que fijémonos en el bien que nos presentará el Reino de Dios.  

Para la reflexión: ¿Qué propondrás como costos para obtener el Reino?

El domingo, 28 de agosto de 2022

 

VIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO

(Eclesiástico 3:19-21.30-31; Hebreos 12:18-19.22-24; Lucas 14:1.7-14)

Cuesta entender el evangelio de hoy.  Tiene que ver con los valores del Reino de Dios.  ¿Qué cualidades debemos desarrollar para ser acogidos en el Reino?  En lo que acabamos de escuchar Jesús nos describe dos.  Es cierto que Jesús no menciona la palabra "reino".  Sin embargo, San Lucas escribe que Jesús dice una “parábola”, y es característico de Jesús hablar del Reino con parábolas. 

Jesús aconseja a la gente que practiquen la humildad.  Les cuenta que tomen los asientos en el fondo del salón de fiesta cuando están invitados a un banquete.  Les asegura que no quedarán desilusionados.  A lo mejor el anfitrión los moverá a un lugar más prominente.  Sí no lo hace, aunque Jesús no lo dice, tendrán la oportunidad de conocer a gente sencilla.

¿Está surgiendo Jesús que finjamos la humildad para avanzar nuestros propios intereses?  Claro que no.  Si estuviera haciendo eso, estaría traicionando al Reino que ha venido a proclamar.  En el Reino de Dios todo el mundo es apreciado como hijo o hija de Dios.  ¿Qué más podríamos pedir?  En el mundo influenciado por el pecado hacemos distinciones según clases y logros.  Por eso, Jesús dice que el anfitrión exaltará a la persona distinguida.  Sin embargo, en el Reino todos con sus compañeros disfrutarán de la presencia de Dios, quienes sean.

Quizás pensamos que la humildad es uno de los valores menores del reino.  Escuchemos lo que San Agustín habla de ello: “… si la humildad no precede a todo lo que hacemos, nuestros esfuerzos son en vano”. Además, la humildad explica la acción de Cristo en la encarnación.  Como dice San Pablo: “Aunque era de naturaleza divina, no insistió en ser igual a Dios, sino hizo a un lado lo que era propio, y tomando naturaleza de siervo nació como hombre”.

Jesús también recomienda la hospitalidad como valor del Reino.  Como en el caso de la humildad, se puede distorsionar esta virtud.  Si la persona invita a su casa solo a aquellos que pueden ayudarle personalmente, no tiene la virtud de hospitalidad.  La hospitalidad verdadera no pide nada a cambio.  Siempre ello proporciona al otro la comida o el alojamiento gratis.  El origen de la palabra hospitalidad aun indica esto.  Viene de la palabra latín hospes que significa extranjero.   A lo mejor el extranjero no va a regresar el favor que se le da porque vive lejos.

Para asegurarse de la hospitalidad verdadera Jesús insiste que la gente invite a los pobres, cojos y en una manera u otros desafortunadas a sus fiestas.  Para Jesús no es cuestión solo de que cuidemos a las necesidades de los pobres.  No, para él tenemos que cuidar a los pobres como amigos en nuestras casas.

Hay varios otros valores del Reino de Dios.  Ciertamente contaremos entre ellos el amor, la paz, y la alegría.  Son como las frutas en el tiempo de cosecha: las sandías, las fresas, las manzanas, y un mil otras.  Todos los valores que desarrollamos ahora hacen nuestra vida más rica.  Todos serán presentes a la misma vez cuando venga el Reino de Dios en su plenitud.

Para la reflexión: ¿qué son los valores del Reino que te cuesta a desarrollar?