El domingo, 20 de julio de 2025

 XVI DOMINGO ORDINARIO

(Génesis 18, 1-10; Colosenses 1, 24-28; Lucas 10, 38-42)

El evangelio de hoy es bien conocido y apreciado. Los predicadores lo suelen usar para mostrar que Jesús tenía amigas, incluso discípulas mujeres. También lo presentan como modelo de dos formas de vida religiosa: activa, como la de las Hijas de la Caridad, y contemplativa, como la de las Carmelitas. Sin embargo, intentemos hoy otro enfoque.

Para ello, tenemos que retroceder al evangelio del domingo pasado, con la parábola del Buen Samaritano. Las últimas palabras de aquella lectura fueron una exhortación de Jesús al doctor de la Ley: “Haz tú lo mismo”. Quería que el doctor ayudara a los necesitados, sin importar su raza o religión.  La lectura de hoy sigue directamente a esas palabras con un consejo que, a primera vista, parece contradictorio. Jesús le dice a Marta, ocupada con los quehaceres propios de recibir a un huésped, que en ese momento no son tan importantes. Refiriéndose a su hermana María, sentada a sus pies como discípula, Jesús afirma que ella “ha escogido la mejor parte”.

¿Por qué entonces Jesús reprende a Marta por su preocupación por los quehaceres del hogar, justo después de decirle al doctor de la Ley que sirviera al prójimo? ¿Ha cambiado de parecer? ¿Ahora solo importa escuchar la palabra del Señor?

Para responder a estas preguntas, podemos aprovechar una célebre oración de San Agustín: “Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que todo nuestro trabajo brote de ti, como de su fuente, y a ti tienda, como a su fin.”
En ella, el orante pide al Padre que envíe su Espíritu Santo, de modo que el motivo de sus obras sea puro y su acción termine dando gloria a Dios.

Sin la gracia del Espíritu Santo, nuestras obras —como dice el libro de Eclesiastés— son vanidad. Nuestra naturaleza, herida por el pecado, no puede producir verdaderamente el bien. Nuestra intención, lo que San Agustín llama la “fuente”, suele estar centrada en el yo egoísta. Y nuestra acción, el “fin” de esa oración, muchas veces está manchada por defectos. No dudo, por ejemplo, que muchos estudiantes se esfuercen no tanto por aprender la materia o hacerse sabios, sino por obtener buenas notas para destacarse ante sus padres y compañeros. Nos hemos vuelto como árboles infectados por la plaga, incapaces de dar buen fruto. Y el Señor lo confirma en el Sermón del Monte:
“…todo árbol malo da frutos malos” (Mt 7,17).

Al estar cerca del Señor, escuchando su consejo y sintiendo su amor, María se prepara para actuar en una manera nueva. No se inclinará al egoísmo en presencia de Jesús, que conoce su corazón. Sus obras serán sanas y santas porque ha escogido “la mejor parte”. Probablemente Marta también comprende la lección. Ella es generosa y, más importante, tiene la sensatez para recurrir a Jesús en su apuro.

¿Y nosotros? ¿Nos parecemos más a María, contemplativos y silenciosos, o a Marta, activos y expresivos? En realidad, no importa. Las dos han sido proclamadas santas.
Lo importante es que, como María, escuchemos y obedezcamos las enseñanzas del Señor. Y que, como Marta, pidamos su ayuda y realicemos nuestras obras con esmero.

El domingo, el 13 de julio de 2025

 

XV DOMINGO ORDINARIO, el 13 de julio de 2025

(Deuteronomio 30:10-14; Colosenses 1:15-20; Lucas 10:25-37)

La bien conocida parábola del Buen Samaritano nos recuerda de otras historias del amor al prójimo.  Una tal historia fue escrita por el gran autor ruso León Tolstoi.  Titulado “Dos hombres viejos” la acción comienza en Rusia a un tiempo indeterminado.

Efraím y Eliseo son dos amigos ancianos.  Se respeta bien Efraím en su pueblo por su vida recta. Tiene gran familia y bastante dinero, aunque continuamente se preocupa que no sea suficiente.  Eliseo es ni rico ni pobre.  Bebe vodka de vez en cuando y toma rapé también, pero es conocido como un hombre amistoso a quien le gusta cantar.  Un día los dos se ponen de acuerdo para emprender la larga peregrinación a la Tierra Santa a la cual se comprometieron en la juventud.

Después de haber caminado varias semanas Eliseo tiene dificultad mantener el paso de Efraím.  Cuando se hace sediento, Eliseo cuenta a su compañero a seguir adelante mientras él pide agua en una casa campesina.  Promete alcanzar a Efraím más tarde.  En la casa Eliseo encuentra pobreza como nunca ha visto en su vida.  Cada persona de una familia de cinco está al punto de morir de hambre.  Eliseo comparte con la familia los víveres que lleva en su mochila.  Entonces va al pueblo cercano para comprar más.  De hecho, queda con la familia por varias semanas proveyéndoles sus necesidades hasta que no tiene suficiente dinero para la tarifa de barco de Constantinopla a Jafa.  Por eso decide abandonar el proyecto y volver a su propia tierra. 

Efraím alcanza la Tierra Santa y visita todos los sitios bíblicos importantes.  Cuando está asistiendo la liturgia sagrada en el Santo Sepulcro, ve algo que sabe es imposible.  Del fondo del santuario donde está de pie por la muchedumbre, Efraím ve a su amigo Eliseo en el frente cerca al altar.  Lo busca después de la Eucaristía, pero con tantos hombres saliendo el santuario a una vez, no puede encontrarlo.  Cuando Efraím regresa a su tierra, va a visitar a su amigo.  Le dice a Eliseo que sus pies llegaron a la Tierra Santa, pero no es seguro si su alma llegó también.

Los dos cuentos – la parábola de Jesús y la novela corta de Tolstoi – nos enseñan varias lecciones.  Una es la importancia relativa de ser cumplida en nuestras responsabilidades.  El sacerdote y el levita en la parábola de Jesús pasan por alto al hombre medio muerte porque tocando un cadáver los habría rendido inmundos y prohibidos de cumplir sus servicios sacerdotales. Efraím, también un hombre diligente, podría haber vuelto para investigar qué pasó con su compañero, pero decidió ir adelante con su proyecto. En sí, es bueno ser cumplidos en nuestras responsabilidades.  Sin embargo, a veces Dios quiere que nos extendamos más allá que cumplir deberes ordinarios para hacer sacrificios por los apurados. 

Ciertamente por la justicia el samaritano debe hacer algo para salvar la vida del hombre.  Vendar sus heridas y llevarlo al refugio parecen solo humano en la situación.  Pero él lo trata como un hermano llevándolo al mesón y pagando por todas las necesidades.  Eliseo muestra este tipo de preocupación, que llamamos “el amor” o “la caridad”, para la familia muriendo de hambre.  Al igual que Eliseo está cerca al altar en la visión de su compañero, nosotros estaremos más cerca a Cristo por haber brindado este tipo de amor.

Finalmente, los dos cuentos enseñan que el prójimo no es solo el que vive a nuestro par o aún en nuestro país.  No, todos somos prójimos a uno al otro.  Como el calentamiento de la atmósfera está haciendo claro, las acciones en una parte del mundo pueden afectar las vidas en otras partes.  Jesús manda al doctor de la ley que haga a los demás al igual que el samaritano hace por el hombre asaltado por los ladrones.  Nosotros deberíamos oírlo diciéndonos a nosotros también: “’Anda y haz tú lo mismo’".

El domingo, 6 de julio de 2025

DECIMOCUARTO DOMINGO “DURANTE EL AÑO”

(Isaías 66:10-14; Gálatas 6:14-18; Lucas 10:1-19)

Este año hemos atestiguado la peculiaridad de cinco domingos de fiesta durante el mes de junio.  No hubo ningún domingo “en tiempo ordinario” o, como ahora se dice, “durante el año”, cuando habríamos escuchado lecturas de la Carta a los Gálatas.  Esta obra de San Pablo se destaca por su defensa de la justificación por la fe y también por el testimonio de Pablo de los acontecimientos en el camino a Damasco y en el concilio de los apóstoles en Jerusalén.  También, nos ha privado de escuchar la profesión extraordinaria de Pablo: “…ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (2,20).  Solo hoy oímos de esta epístola magnífica.

La lectura viene del final de la carta.  Pablo ha tomado la pluma en su propia mano.  Da un breve resumen de los temas principales de la carta.  Antes de que veamos estos temas, sería provechoso explicar su contexto. 

Galacia era una provincia de Roma.  Incluía las ciudades de Pisidia y Frigia donde predicaron Pablo y Bernabé como relata los Hechos de los Apóstoles.  Se ocasionó la carta por las acusaciones de que Pablo no predicaba la necesidad de ser circuncidado.  En ella Pablo defiende su posición que la circuncisión no solo es innecesaria, sino es contraproducente.  Haría a aquellos que se lo sometieran responsables de cumplir toda la Ley mosaica. 

Podemos nombrar tres temas encontrados en la lectura hoy y básicos en los escritos de Pablo.  Primero, Pablo indica la centralidad de la cruz en su teología.  Dice: “No permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo …”  Sigue contando que por esta cruz “… el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo”.  Significa que él es muerto a las atracciones del mundo.  Nada del poder, plata, placer, o prestigio le interesa, ni un poquito.  Además, él no va a servir estas entidades por indicando que sean importantes en el final.

Entonces Pablo da la razón porqué rechaza el mundo.  La fe y el Bautismo lo han hecho “una nueva creatura”.  Juntos con todos los otros bautizados él fue renovado en la gracia del Espíritu Santo. El fruto de la nueva creación es diferente que el producto del mundo.  Para ellos (y para nosotros) el Espíritu Santo ha producido el amor, la alegría, y la paz.  Al ser “nueva creatura” no es simplemente una manera nueva de pensar sino vivir una nueva realidad.  Se puede pensar en una huérfana de la parte más primitiva del Amazónica siendo adoptada por las monjas de un monasterio.  Ya vive la “nueva creatura” para agradar a Dios con la promesa de estar en su presencia para la eternidad.

Finalmente, Pablo pide que “nadie me ponga más obstáculos”.  Está refiriendo a la Ley gobernando cosas externas del cuerpo como la circuncisión y la dieta.  Pablo se declara libre de todas estas obligaciones, aunque su libertad no es la licencia para hacer lo que quiera.  Más bien, la libertad cristiana es una paradoja. Es hacerse esclavo de Cristo.  Por esta razón Pablo añade: “… llevo en mi cuerpo la marca de los sufrimientos que he pasado por Cristo”.  Al ser esclavos de Cristo los cristianos pueden actuar según los deseos más profundos de sus corazones.  Eso es, amar lo bueno, aprender lo verdadero, y ver lo bello.

En resumen, podemos decir que Pablo ha experimentado el Reino de Dios.  Este reino es la misma realidad que Jesús en el evangelio hoy envía a sus discípulos a predicar en todas partes del mundo.


El domingo, 29 de junio de 2025

 

Solemnidad de san Pedro y san Pablo, Apóstoles

(Hechos 12:1-11; II Timoteo 4:6-8.17-18; Matthew 16:13-19)

Tal vez hayas preguntarte: ¿por qué se celebra los dos santos preeminentes de la Iglesia primitiva juntos?  Parece que tanto san Pedro como san Pablo merecen un día separado para honorarse.  Después de todo, Pedro era el primer vicario de Cristo y Pablo era su mayor promotor.  De veras, se celebran diferentes aspectos de Pedro y Pablo separadamente.  Se recuerdan la sede de san Pedro el 22 de febrero.  Asimismo, se dedica el 25 de enero a la conversión de san Pablo. 

Sin embargo, hay razones para conmemorar a Pedro y Pablo juntos.  Hay una tradición que fueron martirizados al mismo tiempo.  Más importante es el hecho que los dos están asociados con la iglesia de Roma como sus patronos.  Esta iglesia tiene la eminencia de ser la primera entre todas las otras en la constancia en la fe.  Además, los dos se han hecho personajes más grandes que la vida, símbolos para cristianos a través de los siglos.

San Pedro simboliza la autoridad dentro de la Iglesia.  Aunque los Hechos de los Apóstoles atestigua a su gran capacidad de predicar, es asociado con la Iglesia institucional.  El evangelio hoy le muestra recibiendo de Jesús “las llaves del Reino” que en sí mismas son símbolos de la autoridad.  En el Evangelio de Lucas Jesús le promete a Pedro su apoyo. Dice: “…o he rogado por ti, para que no te falte la fe y tú ... confirme a tus hermanos”.

San Pablo, aunque era el evangelizador preeminente, puede asociarse aún más con la teología de la Iglesia.  En sus cartas a las varias iglesias locales él dio origen a tales los conceptos claves cristianos como la justificación por la fe en Cristo y la universalidad y exclusividad de la salvación por Cristo.  Es poco sorprendente que se ha llamado a Pablo el “segundo fundador de cristianismo”.

Hay otra característica de los dos patronos de Roma tal vez más significante para nosotros.  Los dos tenían un amor inestimable para Jesucristo.  Pablo era tan identificado con Cristo que escribió a los gálatas: “…ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mi” (Gal 2,20).  Con la instigación de Jesús, Pedro declaró tres veces, cada vez más solemnemente: “… te quiero”.  Este es el mismo género de amor que movió a la santa Madre Teresa de Calcuta declarar: “Soy albanesa de nacimiento. Ahora soy ciudadana de la India. También soy monja católica. En mi trabajo, pertenezco al mundo entero. Pero en mi corazón, pertenezco a Cristo”.

Deberíamos fomentar este amor en nosotros.  No es difícil cuando consideramos con la fe que no solo dio Cristo su vida para justificarnos de pecado; que no solo es Hijo de Dios y hermano nuestro por fuerza de la Encarnación; sino que también es nuestro compañero diario que nos permite vivir en la paz hasta que alcancemos la felicidad de la vida eterna.

El domingo, 22 de junio de 2025

 LA SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO, 22 de junio de 2025

(Génesis 14:18-20; I Corintios 11:23-26; Lucas 9:11-17)

El Concilio Vaticano II nombró la Eucaristía la “fuente y cumbre” de nuestra fe.  Tenemos la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo para contemplar por qué es.  Haremos nuestra contemplación aquí enfocándonos en la primera lectura con continua referencia a la Carta a los Hebreos y otros pasajes bíblicos.

La lectura nos presenta a Melquisedec, una figura que aparece ambas oscura e iluminadora en la Biblia.  En el Antiguo Testamento se ve su nombre solo aquí y el Salmo 110.  Sin embargo, en la Carta a los Hebreos del Nuevo Testamento se describe ampliamente como un modelo para entender a Jesucristo.

La lectura llama a Melquisedec “rey de Salem”.  Salem o shalom es la palabra hebrea por la paz.  Al igual que Melquisedec es “rey de la paz”, Cristo se conocerá “príncipe de la paz”.  Se probará digno del título cuando reconcilia a los judíos y paganos por su muerte en la cruz.  Como dice la Carta a los Efesios, él reconcilió con Dios los dos pueblos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona (cf., Efesios 2,16). 

También la lectura dice que Melquisedec es sacerdote.  Ofrece a Dios el pan y el vino de parte de Abram.  Asimismo, la Carta a los Hebreos hace hincapié en el papel sacerdotal de Cristo.  Como Melquisedec, Jesús en la Última Cena presentará pan y vino de parte del mundo entero. 

Jesús convertirá las ofrendas en su Cuerpo y Sangre.  Al próximo día estos mismos elementos serán inmolados para ganar al mundo el perdón de sus pecados.  En cuanto alivia a los que crean en él del pecado, el ofrecimiento de Jesús consistirá una bendición de inestimable valor. 

La Carta a los Hebreos continúa contrastando a los sacerdotes y los sacrificios del Antiguo Testamento con Cristo y su sacrificio en la cruz.  En resumen, dice que los sacerdotes no podían ofrecer sacrificios tan eficaces como lo de Cristo porque habían pecado mientras Cristo nunca pecó.  También sus sacrificios pierden en comparación con lo de Cristo porque eran solo la sangre de animales mientras Cristo, el Hijo de Dios, ofreció su propia sangre.  Además, los sacrificios del Antiguo Testamento tenían que repetirse en cuanto la persona seguía pecando.  Pero el sacrificio de Cristo fue una vez por siempre porque ha entregado la humanidad de la condición del pecado. 

Deberíamos darnos cuenta de que atestiguamos el sacrificio supremo de Jesús cada vez que asistamos en la misa.  Porque Jesús es divino, su muerte en la cruz constituyó un acto eterno.  Eso es, aconteció una vez por siempre en tiempo, pero sigue pasando fuera del tiempo.  Nuestra participación en la misa nos lleva al umbral de la eternidad.   Es como una ventanita a través de que vemos al Cristo resucitado glorificando a Dios Padre con su muerte en la cruz.

El domingo, 15 de junio de 2025

 

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

(Proverbios 8:22-31; Romanos 5:1-5; Juan 16:12-15)

La Santa Trinidad es un misterio.  No se puede comprenderla completamente.  No obstante, cada año hacemos “una incursión en el inarticulado” cuando celebramos su fiesta el domingo después de Pentecostés.  Sea un gozo o un peso, parece que solo en este día reflexionamos cómo puede que Dios es a la vez tres y uno. 

Desde la antigüedad ha habido dos acercamientos de entender la Trinidad.  Se llama un acercamiento “económico” y el otro “inmanente”.  Por hablar de “la Trinidad económica” se implica el estudio de Dios interactuando con la creación.  Por supuesto, Dios actúa con la creación cada momento.  Si no lo hiciera, la creación cesará de existir.  Sin embargo, los interacciones tradicionalmente consideradas en la “Trinidad económica” son la creación, la redención de la humanidad, y la historia de la salvación.  El método de nuestro estudio es escrutar la Biblia para determinar el papel de las tres personas de la Divina Trinidad en estos y otros asuntos.

La “Trinidad inmanente” refiere a las relaciones entre las tres personas.  La Biblia no nos ayuda mucho aquí.  Tenemos que recorrer a la filosofía para pistas de la investigación.  Hace 1700 años la Iglesia aceptó la teoría de San Atanasio que el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo tienen la misma naturaleza divina.  Esta naturaleza, que cada uno de las tres tiene en su plenitud, hace posible la paradoja que son lo mismo en todo salvo sus relaciones entre sí. A decir, uno es Padre; otro es Hijo; y otro es Espíritu Santo.  En lugar de seguir esta línea filosófica ahora, vamos a enfocarnos en el acercamiento económico reflejado en las lecturas de la misa hoy.

La primera lectura del Libro de Proverbios personifica la sabiduría como si fuera compañero de Dios en la creación.  De hecho, la sabiduría habla como persona diciendo que ha existido “desde la eternidad” y ha actuado “como arquitecto” de las obras de Dios.  Estas cualificaciones nos hacen pensar en el Hijo y también el Espíritu.  San Pablo aun escribe que Jesucristo es “la sabiduría de Dios” (I Cor 1,24).  También sabemos que la sabiduría es el primer don del Espíritu mencionado en el Libro del profeta Isaías (Is 11,2-3).  Podemos concluir que la sabiduría absoluta es una virtud intelectual que posee Dios: Padre, Hijo, y Espíritu Santo.

La segunda lectura también hace hincapié en los papeles del Hijo y del Espíritu Santo.  Cuenta que Jesucristo (el Hijo) nos ha reconciliado con el Padre por su muerte en la cruz.  También relata que el Espíritu Santo nos ha renovado en el amor de modo que aun los sufrimientos causados por nuestros pecados puedan merecernos la vida eterna.  Sabemos que el Espíritu Santo es asociado con la reconciliación como indicado en el Sacramento de la Reconciliación cuando el sacerdote dice: “(El Padre) … envió el Espíritu Santo para la remisión de los pecados …”  Asimismo, el Hijo efectúa el amor en nuestros corazones como Pablo atestigua en la misma Carta a los Romanos: “… ni la muerte ni la vida … ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor”.

El Evangelio indica cómo el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo cooperan entre sí para nuestro beneficio.  Comparten el mismo conocimiento recibido por el Espíritu desde el Hijo como revelado por el Padre y pasado a los hombres y mujeres. 

Al final, puede ser vertiginoso para muchos al reflexionar sobre la Santísima Trinidad.  Sea o no nuestro caso, la reflexión no admite resolución conclusiva porque Dios es siempre más allá que nuestra comprensión.  Sin embargo, podemos contemplarlo, apreciarlo, y darle gracias por haber nutriendo nuestra fe y amor.

El domingo, 8 de junio de 2025

Domingo de Pentecostés

(Hechos 2:1-11; I Corintios 12:3b-7.12-13; Juan 14:15-16.23-26)

El papa León XIV ha elegido un escudo con el lema (en latín): “In illo, uno unum”.  Las palabras son de San Agustín de Hipona, el patrono de la orden religiosa a la cual pertenece el papa.  Quieren decir: “En Él (Cristo), que es uno, somos uno”.  Hoy celebramos al Espíritu Santo que nos mantiene como uno con la misma fe y el mismo amor. 

La entidad en la cual somos compuestos como uno por el Espíritu no es un edificio hecho de concreto.  Más bien, es algo orgánico que crece y desarrolla.  La entidad es el Cuerpo de Cristo que llamamos comúnmente “la Iglesia”.  El Espíritu Santo forma a las personas humanas en las células de los diferentes órganos del Cuerpo.  Algunos de nosotros constituimos sus brazos que alcanzan a los necesitados.  Otros de nosotros componemos su voz que proclama tanto la creencia en Dios como las alabanzas a Él.  Como dice la segunda lectura hoy, igual que el cuerpo humano tiene varios tipos de órganos, el Cuerpo de Cristo tiene varios tipos de ministerios.

Las células del Cuerpo de Cristo son nutridas por el pan hecho Carne de Cristo y el vino hecho Sangre de Cristo.  Este misterio de la Eucaristía también es el trabajo del Espíritu Santo.  Él transforma alimento cotidiano, eso es el pan y el vino, en el Cuerpo de Cristo que vive para siempre.  Aun cuando digerimos completamente el Cuerpo de Cristo, se queda. Como dijo el mismo San Agustín cuando comemos el Cuerpo de Cristo, él no se hace parte de nosotros (como pan regular), sino nos hacemos partes de él. 

La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles resalta la unidad de fe que lleva todo la Iglesia.  Prendidos por el Espíritu, los discípulos comienzan a predicar.  No es solamente que todos los visitantes a Jerusalén los oyen hablar en sus propios idiomas por la presencia del Espíritu. También todos escuchan por el Espíritu el mismo mensaje proclamado por Pedro en lo que sigue en el Libro de los Hechos de los Apóstoles.  Pedro dirá que Jesús hizo muchos milagros y signos entre el pueblo; no obstante, los judíos lo pusieron a muerte en la cruz, pero Dios lo resucitó.  Este mensaje básico, que se ha llamado “Kerigma” en griego o "proclamación" en español) se ha desarrollado por las edades mediante el Espíritu.  Con la reflexión sobre las Escrituras, la Kerigma ha producido los dogmas de la Encarnación, la Resurrección de entre los muertos, la Redención del pecado, y la Sagrada Trinidad.  Como dice Jesús en el evangelio, el Espíritu enseñará a la Iglesia “todas las cosas”.

El Espíritu Santo también nos mantiene en el amor.  Mediante el Espíritu el Padre y el Hijo ocupan nuestros corazones como dice también el evangelio.  Con Dios llenando nuestros interiores, no podemos hacer nada más que amar.  Este amor extiende más allá que nuestros familiares y amigos hasta todos habitantes del mundo, vivos y muertos. 

Tanto como quisiéramos amar, a veces nos desafío el amor hacia aquellos que no nos caen bien.  Puede ser un jefe que no quiere hablar con nosotros.  Puede ser aun nuestro esposo o esposa quien no acepta nuestro afecto.  El evangelio llama al Espíritu Santo “el Consolador”.  Esta palabra traduce la palabra “paracleto” del griego donde significa literalmente “llamado al lado”.  Cuando nos falta el deseo a amar, el Espíritu Consolador nos aconseja cómo ofrecerlo. 

Al considerar todo lo que hace el Espíritu Santo, se puede pensar que no recibe suficiente atención en la liturgia de la Iglesia.  Sin embargo, las personas de la Sagrada Trinidad no competen uno con otro.  Porque son uno, cuando adoramos al Padre, adoramos al Espíritu. Y cuando honramos al Espíritu, honramos al Hijo. Y cuando agradecemos al Hijo, agradecemos al Padre.