EL PRIMER DOMINGO DE PASCUA
(Marcos
16:1-7)
Podemos imaginar fácilmente cómo se
sentían. Los participantes del funeral
del policía matado en Colorado hace dos semanas estaban tristes e
incrédulos. Se preguntaban cómo podría
Dios permitir que una persona tan buena como el oficial Eric Tanney morir en el
disparo. Tenía a siete hijos y una historia de servicio dedicado. Encontramos a las tres mujeres en el
evangelio caminando al sepulcro de Jesús con emociones tan turbadas como ellos.
Jesús les dio a las mujeres la esperanza de
una sociedad más justa. En lugar de
desdén para los pecadores, él predicaba apertura al perdón. En vez de rehuir a los pobres y enfermos, les
ayudó. En lugar de no hacer caso al
maltratamiento de las mujeres en el divorcio, él defendió su causa. Vio la sociedad transformada por el reino de
Dios. Pero ahora les parece a las
mujeres que las esperanzas de una renovación de la vida han caído como casitas
en el camino de un bulldozer.
Es posible que algunos de nosotros se
sienten así después de uno de los años más difíciles desde las guerras
mundiales del siglo pasado. Sea por
Covid o sea por otras enfermedades, varias de nuestras amistades y parientes
han muerto este año pasado. Muchos niños
apenas han avanzado en la escuela.
Particularmente la gente más pobre ha tenido dificultades
económicas.
Dentro de la comunidad de fe han surgido
varias preocupaciones graves. Existe la
posibilidad de apostasía en Alemania sobre cuestiones morales como “matrimonios
homosexuales”. Covid ha traído nuevas
preocupaciones sobre la asistencia de misa. Con el confinamiento y las
dispensas de la obligación de asistir en la misa dominical, el número de
participantes en la iglesia se ha disminuido grandemente. Notando la tendencia de abandonar la fe en
los tiempos recientes, los demógrafos predicen que muchos que han asistido en
misas virtuales no regresarán al templo.
Entonces habrá más parroquias cerradas y menos fondos para continuar la
misión apostólica.
Estos problemas prácticos tienen su
paralelo en el evangelio. Las mujeres se
preguntan quién quitará la piedra del sepulcro por ellas. Sin embargo, cuando llegan, descubren la
piedra ya quitada. Vislumbrando adentro,
encuentran al ángel. Él les cuenta que
no tengan miedo. Entonces entrega las
noticias inauditas: Jesús ha resucitado.
No se encuentra entre los muertos porque vive de nuevo.
Este mensaje expresa la fe pascual como
nuestra esperanza. Sí a veces nuestros
problemas aparecen abrumadores, pero no van a derrotarnos porque Jesús ha
resucitado. Él va a superar las
apostasías, las carencias de gente y de recursos, nuestras dudas y aun nuestra muerte. Pues, es el Señor de la historia
que no se puede vencer.
Jesús, el resucitado, quiere que nosotros
participemos en su victoria. Tenemos que
visionar y trabajar para un pueblo renovado.
En el evangelio el ángel manda a las mujeres que digan a los discípulos
que lo encuentren en Galilea. Allá Jesús
comenzó su misión con mucho éxito. De
allá comenzará de nuevo a anunciar el Reino de amor y justicia. Pero esta vez su misión no será limitada a
Israel sino incluirá el mundo entero.
En tiempos pasados en el Domingo de Pascua
todo el mundo llevaba ropa nueva. Podía
ser un vestido, una corbata, o un par de zapatos. Curiosamente, en esta época de abundancia
hemos dejado esta costumbre. No
obstante, la ropa nueva era solo un símbolo de la persona renovada. Se espera que siempre nos vivamos como
mujeres y hombres nuevos. Sea que
llevemos vestido nuevo o solo una nueva sonrisa, que practiquemos el amor y la
justicia.