EL CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
(II
Crónicos 16:14-16.19-23; Efesios 2:4-10; Juan 3:14-21)
Recordémonos
por un minuto la “gran recesión” de 2008.
La sobrevaluación de casas en los años anteriores resultó en una caída
del mercado. Muchos dueños de casa
abandonaron sus hipotecas causando la quiebra de varios bancos. Porque no hubo dinero para fomentar negocio,
muchos trabajadores perdieron sus empleos.
Había otras causas también, pero el resultado fue tiempos difícil para
mucha gente alrededor del mundo. Tal vez
no fue tan grande crisis como acabamos de experimentar con Covid. Pero en este caso se puede echar la culpa en
personas definitivas: los líderes financieros y gubernamentales que no
supervisaron bien la especulación de dinero.
La segunda
lectura de la Carta a los Efesios dice que les vino la salvación por la “pura
generosidad” de Dios. Enfatiza que los
efesios no habían hecho nada para poner a Dios en deuda a ellos. Mucho menos podían haber logrado la salvación
por obras suyas desde que la salvación consiste en la vida eterna. Sólo tuvieron que abrirse a la gracia por
creer en Jesucristo. Somos beneficiarios
de la misma gracia con el mismo beneficio.
Nosotros también tenemos que creer en Jesucristo para recibir la vida
eterna.
El
evangelio nos estipula lo que tenemos que hacer para creer en Cristo. No es cosa de nacer en una familia cristiana
como si la salvación fuera el patrimonio de uno. Ni es asunto de decir “creo” como si la fe
fuera un juego de palabra. Como indica
el evangelio, el creedor debe acercarse a Jesús, la luz del mundo. De él aprenderá cómo vivir para que el mundo
vea sus obras buenas. Por la mayor parte, aquellos que siguen a Jesús son los
mismos que crían a sus familias en el amor y trabajan duramente para el bien de
todos.
Un licenciado fue encontrado en la iglesia el
otro día rezando el viacrucis solo. Él y
su esposa crían a cuatro hijos. Los
llevan a misa todo domingo y en los festivos principales. El hombre trabaja con un bufete de abogados
que es especialmente útil para la minoría negra de la ciudad. A lo mejor muchos aquí en la iglesia asemejan
a este hombre. En las palabras de Jesús,
ustedes “obran el bien conforme a la verdad”.
Todavía no
hemos dicho nada de la primera lectura.
Es parte de la historia rica de Israel.
Porque el pueblo rechazó la ley de Dios, fueron castigados con el exilio
en Babilonia. Sin embargo, Dios lo
perdonó y envió a Ciro, el rey de Persia, para liberarlo. Ciertamente este
pueblo estaba en deuda a Dios por su libertad.
En gratitud deberían haber mostrado al mundo sus obras buenas.
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