El domingo, 4 de febrero de 2024

QUINTO DOMINGO ORDINARIO, 4 de febrero de 2024

(Job 7:1-4.6-7; I Corintios 9:16-19.22-23; Mark 1:29-39)

El libro de Job ha llamado atención por milenios.  Su fama es tan extensa que personas que nunca lee la Biblia conoce su protagonista.  Tener “la paciencia de Job” marca a un individuo como persona que ha sufrido mucho sin quejarse.  Job aguanta la pérdida de su fortuna, de sus hijos, y de su salud sin saber por qué.  Sus amigos le dicen que él tenía que haber hecho algo injusto.  Pero Job sabe que siempre ha tratado a todos bien. Quiere interrogar a Dios para enterrarse de la causa de su sufrimiento.

La lectura hoy da una vislumbre del sufrimiento de Job.  Menciona tres tipos de personas sufridas: el soldado, que tiene que pugnar para sostenerse; el jornalero, que aguarda hasta el fin del día para recibir un salario escaso; y el esclavo, que al fin del día solo recibe las sombras que lo permiten descansar.  La vida de Job se ha probado peor que éstas.  No puede ni siquiera descansar en la noche porque sus llagas le causan a dar vueltas.

Job representa todos humanos que sufren; eso es, todos los hombres y mujeres.  En su carta apostólica “Salvifici doloris” el papa San Juan Pablo II reflexiona sobre el sufrimiento.  Dice que junto con el dolor físico, existe el “dolor del alma”, que también es oneroso, pero más complicado y menos comprendido.  Ejemplos de este segundo tipo de sufrimiento incluyen malicias tan diversas como la muerte de los propios hijos, la infidelidad de amigos, y el remordimiento de su propia conciencia.  En cada caso -- dice el papa santo – el sufrimiento la pregunta: ¿por qué razón tengo que sufrir?

San Juan Pablo junto con San Pablo dice que el pecado humano causa el sufrimiento. En otras palabras, el sufrimiento es el castigo debido a la culpabilidad humana.  No obstante, reconoce que no es cierto que el sufrimiento de un individuo sea consecuencia de su propia culpa y tenga el carácter de castigo.  A veces, sufrimos aunque no hemos hecho nada injusto.  Este sufrimiento puede beneficiarnos como oportunidad de recapacitar nuestras vidas enfrenta la grandeza de Dios.  Esto fue lo que finalmente consoló a Job cuando finalmente encontró a Dios.

Se puede decir también que la grandeza de Dios va más allá que darnos una enseñanza.  San Juan Pablo dice que por amor a la humanidad envió a su propio Hijo al mundo para liberarla del mal.  Lo libera por curar a los enfermos, darles de comer a muchedumbres, expulsar demonios, enseñar a todos, aun resucitar a los muertos.  Pero hay un mal aún más pernicioso que estos.  Es el “mal definitivo”, la pérdida de la vida eterna.  Jesucristo, el Hijo de Dios, realizó la victoria sobre este mal por abrazar la muerte en la cruz, aunque él era libre de toda culpabilidad.  Dios Padre podía perdonar a todos los hombres y mujeres por vernos en comunión con Su Hijo. 

No es que Jesucristo eliminara todo sufrimiento de los humanos ni es que les rescatara de todas formas de la muerte.  Sin embargo, por su resurrección de entre los muertos él nos ha brillado la luz de esperanza.  Ahora podemos quedar seguros de que siguiendo sus enseñanzas llegaremos a la vida sin dolor, la vida eterna.  Pero esto no es todo de lo que Jesús ha ganado por nosotros.  San Juan Pablo enseña que la muerte de Cristo en la cruz ha redimido el mismo sufrimiento.  No más es el sufrimiento solo un mal que tenemos que aguantar porque compartimos en la culpabilidad humana.  Ahora es el medio con que participamos con Cristo en la salvación.  Eso es, por nuestra aceptación del sufrimiento con paciencia y fe compartimos en la salvación de otras personas.

En el evangelio hoy vemos a Jesús venciendo el mal por curar enfermedades y expulsar demonios.  Se hace difícil cuando no puede descansar por la cantidad de personas que busca su ayuda.  Es solo el preludio del sufrimiento que va a padecer.  Los demonios no son incapaces. Rechazados por Jesús, ellos van a conspirar para ponerlo en dificultad.  Lo tendrán clavado en la cruz.  Pero con un amor más fuerte que la muerte Jesús los conquistará.  Siguiéndolo, también nosotros seremos victoriosos sobre el mal.

El domingo, 28 de enero de 2024

EL CUARTO DOMINGO ORDINARIO

(Deuteronomio 18:15-20; I Corintios 7:32-35; Marcos 1:21-28)

El Evangelio según San Marcos es el más breve de los cuatro evangelios canónicos.  Probablemente es el menos apreciado también.  Pero no se puede decir que no es dramático.  Nos involucra en la acción como si fuera un episodio de Star Wars.  El pasaje que leemos hoy no es excepción.

Para entenderlo tenemos que volver al evangelio del domingo pasado donde Jesús dice: “El Reino de Dios está cerca”.  Se puede apostarse en ello.  El Reino de Dios es esencialmente Jesús mismo, el Hijo de Dios.  Ahora está avanzando como un ejército en marcha.  Las fuerzas del mal tienen que huirse. Dios está reclamando el territorio que se cedió a Satanás y sus demonios.

En la lectura evangélica hoy se ve un confrontamiento entre Jesús y el enemigo.  El demonio ocupa el alma de un hombre.  Quizás el hombre es un lunático, pero el evangelio no dice cómo la posesión se manifiesta.  No importa.  La presencia de Jesús, cargado con el Espíritu Santo proporcionado en su Bautismo, lo amenaza de la cabeza a los pies. 

El demonio no puede resistirlo.  Tiene que salir del cautivo como un soldado cuya trinchera ha sido encendida con un lanzallamas.  El demonio trata de desafiar a Jesús por revelar su identidad, “el Santo de Dios”. Pero el Señor lo calla antes de que se dé cuenta la gente de lo que está diciendo. En su declaración el demonio se refiere a sí mismo con el plural “nosotros”.  Está hablando de parte de todos los demonios cuya dominación del mundo está siendo terminado.

La acción de Jesús a callar al demonio puede causarnos a preguntar: “¿Por qué?  ¿No es bueno que saben todos que el Hijo de Dios haya venido en medio de ellos?”  No es bueno porque Jesús no quiere ser visto como un guerrero que viene para volcar el gobierno de Roma.  Es de suma importancia que todos entiendan que Jesús no es un mesías político sino espiritual.  Viene para salvar no solo a Israel sino al mundo entero de los hábitos malos que roba el alma de la vida.  La violencia con que el poseído aquí suelta el dominio indica su poder para llevar a cabo esta misión.

Se ha llamado el deseo de Jesús que no se revela su identidad “el secreto mesiánico”. Vamos a ver a Jesús insistir en ello a través de nuestra lectura del Evangelio de Marcos este año.  Pero hay una excepción a este patrono.  Ocurre el Domingo de Ramos cuando leemos la Pasión según San Marcos. Después la muerte de Jesús en la cruz, el centurión romano dice abiertamente: “Verdaderamente este hombre era hijo de Dios”.  Es cierto que la muerte de Jesús le prohíbe silenciarlo, pero no hay razón de mantener el secreto más.  Por su pasión y muerte Jesús, el Mesías e Hijo de Dios, ha revelado el propósito de Dios. Conquista los corazones humanos por sustituir el pecado con el amor divino.

La gente en la sinagoga dice que Jesús habla con “autoridad”.  Se deriva esta palabra de la palabra latín auctoritas significando tener la influencia sobre los demás.  La autoridad de Jesús nos influye al arrepentir nuestra codicia, orgullo, lujuria, y los otros pecados.  Expulsa los espíritus inmundos de su posición estratégica dentro de nuestros corazones.  Su autoridad nos libra para seguirlo en el camino de la vida eterna.

El domingo, 21 de enero de 2024

TERCER DOMINGO ORDINARIO

(Jonás 3:1-5.10; I Corintios 7:29-31; Marcos 1:14-20)

La Primera Carta a los Corintios es mayormente las respuestas de San Pablo a interrogantes sobre la vida cristiana.  Como nosotros hoy día, los corintios querían saber cómo vivir la fe en este mundo tan perturbado.  Porque los problemas fundamentales raras veces desaparecen sino reaparecen en nuevas formas, no debe sorprendernos que los consejos que Pablo dan a los corintios nos sirven a nosotros.

Interesantemente el pasaje de Primer Corintios hoy comienza de una manera parecida al evangelio de hoy.  Ambas lecturas avisan que ya es el tiempo para actuar.  Jesús dice: “Se ha cumplido el tiempo” en el sentido de que no podemos esperar más.  Pablo es más tajante.  “La vida es corta”, escribe a la comunidad de Corinto implicando que, si no actúan ahora, es posible que nunca actuarán. Es posible que mañana se mueran o tengan otras preocupaciones exigiendo su atención.

Es como la decisión que los corredores hacen a las seis de la madrugada.  Si no se levantan de la cama a este momento, es muy posible que pierdan la oportunidad para el ejercicio ese día.  Casi siempre alguna cosa, sea llamada telefónica, visita inesperada, o un quehacer de que antes se olvidó, les impedirá de su entrenamiento.  Ya es el tiempo de actuar, no mañana.  El tiempo se ha cumplido.

¿Qué debemos hacer?  Otra vez la respuesta de Pablo conforma a la predicación de Jesús en el evangelio.  Jesús urge: “Arrepiéntanse”; eso es, que se cambien de su manera de pensar.  Pablo da contenido a este mandato.  Dice que los corintios tienen que comportarse como si vivieran en otra realidad de la corriente.  Esta nueva realidad es la vida de los santos que residen con Dios.  En lugar de conformarnos con los modos del mundo, tenemos que vivir como los beatos.

Primero, Pablo se dirige a los casados. Ellos han de vivir como si no fueran casados.  Esto es, que no han de pensar en su cónyuge como instrumento para llegar a sus propios fines.  Los hombres no deben pensar en sus esposas como objetos de sus fantasías eróticas.  Las mujeres no deben pensar en sus esposos como medios para procrear y sostener a hijos.  Los dos tienen que apreciar a uno a otro como a aquella persona especial que Dios le ha encomendado para ayudar alcanzar la vida eterna. 

También Pablo urge a los alegres que no se alegraran.  No es que Pablo no quiera vernos alegres sino no quiere que vivamos siempre buscando la comodidad y el gusto.  Más bien, que tengamos compasión a los que sufran en nuestro medio.  Un hombre ha perdido a su esposa y a su hijo de cáncer.  Le costaron caramente estas muertes, pero ha aprendido cómo ser alegre a pesar de sus apuros.  Lo que llama la atención es que ahora se dedica a apoyar a otras personas que hayan sufrido como él.

La advertencia de Pablo acerca de consumismo tiene que ver especialmente con nosotros hoy en día.  Muchos andan comprando por hábito o, más correctamente, por compulsión.  Tienen todo tipo de artilugio en la casa, cada invención de Apple o de Braun.  Verdaderamente sus deseos se han vuelto en necesidades.  Ellos deberían aprender que la verdadera felicidad no viene de comprar cosas sino de cultivando relaciones de amistad.  Madre Teresa hablaba de la pobreza espiritual del Oeste como más grande que la pobreza física de la India. Dijo en una entrevista: “Ustedes en Occidente tienen millones de personas que sufren una soledad tan terrible y vacía. Se sienten no amados y no deseados…Saben que necesitan algo más que dinero, pero no saben qué es. Lo que realmente les falta es una relación viva con Dios”.

“Una relación viva con Dios” es igual al Reino de que Jesús ha traído al mundo.  Incluye llevar en la mente la esperanza de la vida eterna después de la muerte.  Incluye también la conciencia limpia y el corazón lleno de deseos para el bien de los demás.  Finalmente incluye colaborar con todos tipos de gentes – blancos y negros, musulmanes y judíos, pobres y ricos – para una sociedad en conforme con Dios.

El domingo, 14 de enero de 2024

EL SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO

(I Samuel 3:3-10.19; I Corintios 6:13-15.17-20; Juan 1:35-42)

De todos los títulos que oímos para Jesús, “Cordero de Dios” puede ser el más raro.  Pensamos en Jesús como un pastor, no como un cordero.  Sin embargo, en el evangelio hoy Juan Bautista utiliza este título para señalar que Jesús va a ser sacrificado para cumplir el plan de Dios de la salvación. Si Juan por este comentario no explica todo lo que es Jesús, ni entienden bien a Jesús las muchas personas que quieren reconocerlo solo como un “gran maestro” o un “hombre santo”. 

A Andrés y su compañero en el evangelio no les importa cuánto falte su comprensión cuando gira hacia Jesús por la recomendación de Juan.  Piensan de él solo como un rabí o maestro.  Tal vez sea así para algunos de nosotros.  Aunque no comprendamos completamente bien a Jesús, lo buscamos porque nuestros padres o nuestros amigos nos lo han recomendado. 

Jesús no nos deja en la oscuridad por mucho tiempo.  Nos reta a nosotros junto con los dos discípulos: ”¿Qué buscan?”  Ésta no es una pregunta sencilla como ¿qué dirección buscas?  Más bien es un interrogante sobre nuestras esperanzas más profundas.  ¿Qué queremos sobre todo?  Algunos responderán “la salud".  Otros dirán “la fama”, “el placer”, o "el dinero".  Pero los sabios, sabiendo cómo todas las cosas cambian, responderán, “Dios”.  Solo Dios siempre es bueno, justo, y compasivo siempre.  Se puede contar solo con Él para los medios de sostenernos en tiempos buenos y tiempos malos.

Jesús responde a Andrés y su compañero con una invitación a la fe en él.  Dice: “Vengan a ver”.  Esta respuesta es semejante a su invitación en el Evangelio de Mateo, “Vengan a mí todos los que están fatigados…”  Quiere que pongamos nuestra confianza en él y su manera de vivir.  Por decir que hemos de “ver”, Jesús está sugiriendo que percibamos la realidad con la vista espiritual y no solo con la vista física.  Eso es, que tengamos la fe para aceptar la vida como un viaje que termina con Dios.  En el final Dios nos juzgará como dignos de ser aceptados en su eternidad.

Evidentemente la experiencia de Andrés con Jesús es alumbradora.  La primera cosa que hace después su visita es decir a su hermano Simón que ha encontrado al “Mesías”.  Nótense como su aprecio de Jesús ha crecido del “cordero de Dios” a “maestro” a “Mesías”.  Ahora él reconoce a Jesús como el “hijo de Dios” que los profetas anunciaron como el que llevará a Israel a instruir al mundo entero cómo vivir en la paz y la justicia.  Es el mismo concepto que tenemos en mente cuando hablamos de “Cristo Rey.”

Cuando Jesús encuentra a Simón, le pone otro nombre.  Es “Simón Pedro”, eso es, “Simon, la roca”, que va a proveer la estabilidad y firmeza a la comunidad que está fundando.  Por supuesto, esa comunidad es la Iglesia, la Nueva Israel, que continua su misión de instruir al mundo en los modos de la paz.  Como Simón, todos deberíamos considerarnos como ser dotados por Cristo con un nombre nuevo que designa el papel que hemos de llevar a cabo en la Iglesia.  Podemos discernir en la oración que nombre Cristo nos da y que espera de nosotros.  Quizás nos llama “prof” si nuestro papel es educar a los demás en la fe, o “caridad” si nuestro papel es socorrer a aquellos en necesidad.  Hay nombres con papeles para todos.

Jesús, el Mesías y Rey, nos llama a cada uno de nosotros a "venir y ver".  Tal vez en el pasado no hayamos hecho caso a su voz.  Pero deberíamos tomar unos minutos hoy para aclararle que es él que queremos sobre todo.  Podemos pedirle en torno que nos aclare el nombre y papel que tiene para nosotros.