TRIGÉSIMO PRIMERO DOMINGO ORDINARIO
(Sabiduría
11:22-12:2; II Tesalonicenses 1:11-2:2; Lucas 19:1-10)
Por un momento
acordémonos de la liturgia del Jueves Santo.
La primera lectura cuenta de los israelitas preparándose para huir de
Egipto. Por eso, el predicador quiere hablar de la liberación de la esclavitud. La segunda lectura tiene que ver con la institución
de la Eucaristía. Ahora el predicador
quiere enfatizar la presencia del Señor Jesús en el pan y el vino. El evangelio es uno de los más impresionantes
que hay. Después de lavar los pies de
sus discípulos, Jesús les manda a lavar
los pies de unos y otros. El predicador
ahora siente la necesidad de recalcar el rol del servicio en la vida
cristiana. De algún modo él cabrá los
tres temas en su homilía. En la misa hoy también hay tres temas para incluir en
la homilía. Ellos realmente son tres personajes
– dos del evangelio y uno del día tres de noviembre.
En primer lugar
debemos considerar a Jesús. Ha tenido
sus ojos fijos en Jerusalén por mucho tiempo.
Va allá para ofrecerse como sacrificio por los pecados del mundo. No será una muerte sencilla – una bala en su
cabeza o un golpe dela hacha en su cuello.
No, va a sufrir una de las peores muertas jamás inventadas: la
crucifixión. Aunque prevé lo que le
pasará, sigue adelante. De alguna manera
la consciencia de su muerte inminente, no le pone melancólico. Al contrario tiene la dominación de mente
para acogerse a la gente en el camino.
Acaba de curar al mendigo ciego.
Ahora se da cuenta del publicano Zaqueo posado en un árbol. Le da al hombre el gusto de entretenerlo en
su casa. Más beneficiosa es la bendición
con que Jesús otorga a él y su familia.
Cuando escucha a Zaqueo comprometerse a los pobres, Jesús les pronuncia a
todos como salvados.
Zaqueo mismo también
ha mostrado la virtud. Aunque es bajo de
estatura, se prueba a sí mismo como grande de corazón. Como el vidente Simeón a la presentación del
Señor en el templo, Zaqueo quiere ver a Jesús.
Responde a la gracia de la venida de Jesús a su casa con el
arrepentimiento de sus pecados. Como
jefe de publicanos, él tenía que ser involucrado en fraudes y estafas. Pero ahora compromete la mitad de sus bienes
a los pobres. Además restituirá cuatro
veces a las personas que les ha estafado.
No lo llamamos San Zaqueo pero sabemos que está cerca de Dios.
El evangelio no habla
de San Martín de Porres pero él siempre vivía como discípulo de Jesús. Nació en Perú durante el siglo dieciséis. Era
mulato con padre español y madre africana. Se crio con gran humildad y aun
mayor devoción a Cristo crucificado.
Como religioso, era tan humilde que ofreciera a sí mismo como esclavo
para pagar las deudas de su convento.
Vio a Jesús en los pobres de la calle.
Cuando estaban enfermos, los llevó al convento o la casa de su hermana
para cuidarlos. Es persona relevante al
día hoy por su cuidado al medioambiente.
Recogió yerbas y flores para hacer medicinas. Cuidaba todos tipos de
animales. Se puede contar cien historias
de este fraile notable, pero basta decir una cosa. Amó al Señor y el Señor bendijo su vida.
Por el amor a
Jesucristo el publicano Zaqueo y el mulato Martín de Porres lograron grandes
cosas. Ayudaron muchísimo a los pobres y trabajaron para la paz entre
diferentes tipos de gentes. Vale la pena
reconocer su santidad hoy e imitar sus virtudes todos los días.