El domingo, 3 de noviembre de 2019


TRIGÉSIMO PRIMERO DOMINGO ORDINARIO

(Sabiduría 11:22-12:2; II Tesalonicenses 1:11-2:2; Lucas 19:1-10)

Por un momento acordémonos de la liturgia del Jueves Santo.  La primera lectura cuenta de los israelitas preparándose para huir de Egipto. Por eso, el predicador quiere hablar de la liberación de la esclavitud.  La segunda lectura tiene que ver con la institución de la Eucaristía.  Ahora el predicador quiere enfatizar la presencia del Señor Jesús en el pan y el vino.  El evangelio es uno de los más impresionantes que hay.  Después de lavar los pies de sus discípulos, Jesús les manda a  lavar los pies de unos y otros.  El predicador ahora siente la necesidad de recalcar el rol del servicio en la vida cristiana.  De algún modo él cabrá los tres temas en su homilía. En la misa hoy también hay tres temas para incluir en la homilía.  Ellos realmente son tres personajes – dos del evangelio y uno del día tres de noviembre.

En primer lugar debemos considerar a Jesús.  Ha tenido sus ojos fijos en Jerusalén por mucho tiempo.  Va allá para ofrecerse como sacrificio por los pecados del mundo.  No será una muerte sencilla – una bala en su cabeza o un golpe dela hacha en su cuello.  No, va a sufrir una de las peores muertas jamás inventadas: la crucifixión.  Aunque prevé lo que le pasará, sigue adelante.  De alguna manera la consciencia de su muerte inminente, no le pone melancólico.  Al contrario tiene la dominación de mente para acogerse a la gente en el camino.  Acaba de curar al mendigo ciego.  Ahora se da cuenta del publicano Zaqueo posado en un árbol.  Le da al hombre el gusto de entretenerlo en su casa.  Más beneficiosa es la bendición con que Jesús otorga a él y su familia.  Cuando escucha a Zaqueo comprometerse a los pobres, Jesús les pronuncia a todos como salvados.

Zaqueo mismo también ha mostrado la virtud.  Aunque es bajo de estatura, se prueba a sí mismo como grande de corazón.  Como el vidente Simeón a la presentación del Señor en el templo, Zaqueo quiere ver a Jesús.  Responde a la gracia de la venida de Jesús a su casa con el arrepentimiento de sus pecados.  Como jefe de publicanos, él tenía que ser involucrado en fraudes y estafas.  Pero ahora compromete la mitad de sus bienes a los pobres.  Además restituirá cuatro veces a las personas que les ha estafado.  No lo llamamos San Zaqueo pero sabemos que está cerca de Dios.

El evangelio no habla de San Martín de Porres pero él siempre vivía como discípulo de Jesús.  Nació en Perú durante el siglo dieciséis. Era mulato con padre español y madre africana. Se crio con gran humildad y aun mayor devoción a Cristo crucificado.  Como religioso, era tan humilde que ofreciera a sí mismo como esclavo para pagar las deudas de su convento.  Vio a Jesús en los pobres de la calle.  Cuando estaban enfermos, los llevó al convento o la casa de su hermana para cuidarlos.  Es persona relevante al día hoy por su cuidado al medioambiente.  Recogió yerbas y flores para hacer medicinas. Cuidaba todos tipos de animales.  Se puede contar cien historias de este fraile notable, pero basta decir una cosa.  Amó al Señor y el Señor bendijo su vida.

Por el amor a Jesucristo el publicano Zaqueo y el mulato Martín de Porres lograron grandes cosas. Ayudaron muchísimo a los pobres y trabajaron para la paz entre diferentes tipos de gentes.  Vale la pena reconocer su santidad hoy e imitar sus virtudes todos los días.

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