EL
VIGÉSIMO SÉPTIMO DOMINGO ORDINARIO, el 2 de octubre de 2022
(Habacuc
1:2-3.2:2-4; II Timoteo 1:6-8.13-14; Lucas 17:5-10)
Casi todos
nosotros a una vez u otra nos hemos preguntado si Dios gobierna los eventos del
mundo. Si nos muere inesperadamente un
ser querido, tal vez diríamos: “¿Por qué, Señor, por qué?”. Si nos hace mucho daño un terremoto o un
huracán, diríamos: “¿Por qué esto nos pasa a nosotros, Señor?” Si perdimos el trabajo o somos traicionados
por un amigo, diríamos: “¿Por qué permites que esto me ocurre a mí, Señor?” En la primera lectura el profeta Habacuc
lamenta al Señor por haber permitido a Israel caerse en precaria. Muchas personas se han dado a la infidelidad
y el gobierno a intrigas. En tales
situaciones se pregunta si Dios es en control de todo.
Sin
embargo, el problema no es con Dios sino con la persona humana. Somos tan preocupados de nuestro propio bien
que olvidemos el propósito de la vida.
Es como el deterioro de la visión que casi todos los hombres y mujeres
mayores experimentan. Cuando tienen
cincuenta años, su vista se desintegra tanto que necesite n lentes para leer o coser. Tenemos una mal percepción espiritual
semejante por no entender bien nuestra relación con Dios. Pensamos de nosotros como iguales con Dios
con el derecho de acusarlo por las contrariedades que experimentamos. En el Evangelio Jesús nos señala el error.
Con una
franqueza raras veces vista en los evangelios Jesús nos recuerda una dura
verdad. Eso es que no somos los dueños
de su Reino sino los servidores. Estamos
aquí para hacer lo bueno aun cuando nos cueste caramente. Al principio de la guerra en Ucrania, un
ucraniano arregló la huida de su familia de un territorio peligroso. Dijo el hombre que querría acompañar a su
familia al refugio, pero tenía que defender a su país. Así somos nosotros en la lucha para el Reino
de Dios. Tenemos que seguir luchando por
el Dios que nos creó y nos salvó.
En la
segunda lectura se le encuentra a Timoteo en situación semejante a la nuestra. Evidentemente tiene dificultades administrar
la iglesia en Efesio. San Pablo le
aconseja que no deba darse por vencido.
Más bien, tiene que reavivar los dones que se le han concedido con su
ordinación. Eso es, tiene que recoger la
fortaleza, la moderación, y el amor para hacer frente a los desafíos de su
oficio. Por la mayor parte son los
mismos dones que hemos recibido en la confirmación. Como padres de familia o los responsables
para otros en el trabajo, contamos con los dones del Espíritu Santo para llevar
a cabo nuestros oficios.
Hoy día se
desprecia el castigo corporal.
Ciertamente es prohibido en las escuelas. Aunque todos tendrán que admitir que el
castigo corporal fue abusado en el pasado, una cachetada puede probarse
provechosa al adolescente. Ella puede
llamar atención al muchacho de un error serio mientras rebaja su orgullo. Así es la corrección que Jesús hace en el
evangelio hoy. Nos llama “servidores” o,
en la mayoría de las traducciones, “servidores inútiles”, para llamar nuestra
atención a la tarea retadora de establecer el Reino de Dios. Que no nos preocupemos de esta corrección. Jesús no nos desprecia. En otras partes del evangelio refiere a sus
discípulos como “amigos” y aun “hermanos”.
Si no fuéramos sus queridos, no hubiera muerto por nuestra
salvación. Nos ama y nos ayuda. Solo que le mostremos nuestro afecto por
cumplir su voluntad.
PARA LA REFLEXIÓN: ¿Cuándo he echado una
crítica fuerte a otra persona? ¿Era justo o no?