El domingo, el 18 de septiembre de 2022

 EL VIGÉSIMO QUINTO DOMINGO ORDINARIO, el 18 de septiembre de 2022

(Amós 8:4-7; I Timoteo 2:1-8; Lucas 16:1-13)

En los evangelios de los últimos tres domingos Jesús nos ha presentado una espiritualidad del discipulado cristiano.  Nos ha enseñado cómo vivir nuestra fe en él llevados por el Espíritu Santo.  Hace tres semanas nos dijo que no tomemos los asientos primeros, sino que actuemos humildemente.  Luego, hace dos semanas, nos exigió que amaráramos a él más que a nuestros seres queridos y aún más que a nosotros mismos.  Y el domingo pasado, con tres parábolas exquisitas nos advirtió que no seamos mezquinos con nuestro amor, sino que alegrémonos cuando se encuentre un alma perdida.  Las enseñanzas sobre el discipulado siguen hoy.  Jesús comparte la sabiduría para evitar una tendencia que causa a muchos caerse y para practicar el discipulado todos los días.

En el año 1896 se descubrió el oro en el Yukón, parte de Canadá norte que colinda con Alaska.  Dentro de meses cien mil personas estaban llegando allá para hacerse ricas.  La gran mayoría de estas personas no encontraron oro y muchos murieron en el esfuerzo.  La riqueza tiene un afecto desequilibrante sobre los hombres y mujeres.  En la parábola del administrador injusto Jesús nos aconseja que no permitamos al dinero controlar a nosotros.  Más bien, deberíamos aprovecharnos del dinero para alcanzar el Reino de Dios por ayudar a los pobres con ello.  Un sabio una vez expresó esta enseñanza elocuentemente: “Lo único que nos llevamos cuando morimos es lo que hemos regalado”.

Jesús también aconseja hoy que sus discípulos sean diligentes en cosas pequeñas.  Como la santa Madre Teresa solía decir: “No todos podemos hacer grandes cosas. Pero podemos hacer cosas pequeñas con gran amor”.  Probablemente no vamos a acoger al papa Francisco hoy, pero podemos acoger a una persona que parece sola e incómoda.  Probablemente no vamos a visitar a Casa Blanca hoy, pero podemos visitar a un asilo de ancianos.  Probablemente no vamos a llevar provisiones a los refugiados de Ucrania este fin de semana, pero podemos servir en la dispensa de la parroquia.   Probablemente no vamos a enseñar en las aulas de la universidad, pero podemos revisar las tareas de nuestros hijos. 

Jesús no dice que el discipulado sea cosa ligera y divertida.  Más bien ha advertido a los interesados que para seguirlo, uno tiene que negarse a sí mismo y cargar su cruz diariamente.  Por eso, quizás queremos preguntar por qué lo hacemos.  Cada persona tiene sus propias respuestas.  Para algunos es no más que sus padres lo hicieron.  Pero podemos mencionar algunos motivos que mueven a la mayoría de sus seguidores fieles.  En primer lugar, las enseñanzas de Jesús nos muestran el camino recto para navegarnos por los escollos de la vida.  Siguiendo a Jesús nos librará la conciencia de la culpa.  Segundo, siguiendo a Jesús nos pone en la compañía de gente buena y confiable.  No es que no haya sinvergüenzas en la Iglesia, pero la mayoría de los fieles lucha al lado de nosotros para vivir justos.  Finalmente y más importante, siguiendo a Jesús nos da la esperanza de la felicidad plena y perpetua.  Pasando por la cruz a la muerte, Jesús resucitó de entre los muertos.  Cargando nuestra cruz y muriendo a nosotros mismos, esperamos obtener el mismo fin.

 

Para la reflexión: ¿Hubo tiempo en tu vida cuando estaba controlado por el dinero?  ¿Cómo superaste este reto?

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