El domingo, 5 de enero de 2025

LA EPIFANÍA DEL SEÑOR, 5 de enero de 2025

(Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-3.5-6; Mateo 2:1-12)

El evangelio hoy es una joya que todos cristianos atesoran.  Pero antes de que comente en ello, quiero examinar la primera lectura que también llama la atención.

Católicos conocen bastante bien el Libro del profeta Isaías.  Aparece muchas veces en la primera lectura de la misa dominical.  Es particularmente referido durante el tiempo de Adviento y de Navidad.   Siempre en las primicias de Adviento escuchamos Isaías proclamando la esperanza de cada nación.  Da la visión del mundo entero acudiéndose a Jerusalén para aprender los modos de Dios. Dice: “De las espadas forjarán arados; de las lanzas, hoces” (Is 2,3-4).

El mismo libro nos informa hoy que los habitantes de Jerusalén han regresado del exilio en Babilonia con una visión semejante. “Caminarán los pueblos a tu luz- proclama el libro – y a los reyes, al resplandor de tu aurora”.  En otras palabras, los Jerosolamitas serán como las luces de un puerto atrayendo a las naciones del mundo para aprender los modos de Dios.  Hoy en día los judíos intentan resplandecer tal luz por encender velas por ocho días en la celebración de Janucá.  Por supuesto, las velas ardientes solo simbolizan sus hechos de caridad.

Ahora podemos entender mejor el significado de la estrella guiando a los magos en el evangelio.  Comprende el cumplimiento de la profecía de Isaías de que las naciones viniera a Jerusalén para aprender cómo convivir en la paz. La estrella es la luz guiando a los magos, que representan las naciones del mundo, a Jerusalén.  Allí se le dirigen al niño Jesús en Belén.  La vista del niño con su madre basta para satisfacer el anhelo para la paz.  Sin embargo, serán las enseñanzas y, sobre todo, las obras de Jesús como adulto que producirán la verdadera paz: la salvación eterna.

Recientemente uno de los periodistas más leídos en los Estados Unidos escribió sobre su llegada a Cristo.  David Brooks se crio en una familia judía.  Como joven no practicó ninguna religión, pero no faltaba valores espirituales.  Entonces experimentó diferentes momentos de maravilla y claridad, en otras palabras, de la luz.  Uno de estos momentos fue cuando miró a todos lados en un vagón de metro y vio no solo cuerpos sino almas impregnadas con el chispe divino.  Luego, en otro momento de luz, se dio cuenta de la verdad paradójica de las bienaventuranzas de Jesús. Es el pobre de espíritu que reconoce a Dios como su salvador que es dichoso.  Es la persona que puede llorar con los tristes que van a ser consolada.  Ahora David Brooks no puede no ver a Jesús como la luz del mundo.

La segunda lectura manifiesta como la profecía de Isaías ha sido realizado en el mundo.  El Espíritu Santo ha dirigido a los apóstoles a todas naciones para instruirles el evangelio.  El resultado ha sido que los no judíos (los “paganos”), como los judíos en Jerusalén al Día de Pentecostés, han aceptado a Jesucristo como Señor. 

Cuando examinemos sus enseñanzas y hechos con cuidado, es difícil no reconocer a Jesucristo como la luz emanando de Jerusalén para unir el mundo en shalom.  Él nos provee el Espíritu Santo para que seamos divinos eternamente.  Y como divinos que nos olvidemos de espadas y lanzas para construir el Reino de amor.

El domingo, 29 de diciembre de 2024

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA

(Sirácides 3: 3-7. 14-17a; Colosenses 3:12-21; Lucas 2:41-52)

Se destaca el Evangelio de San Lucas durante el tiempo de Navidad. Su narrativa larga del nacimiento de Cristo ofrece varios misterios que nutren la vida espiritual.  Vamos a reflexionar en dos escenas de esta narrativa ahora. 

Primero, que retrocedámonos un poco a la escena del nacimiento en donde se acuesta el niño en un pesebre.  Con la Familia Sagrada rodeada por los pastores y animales domésticos se nos da un sentido de la tranquilidad.  Ésta es la paz que nos quita toda preocupación porque nuestro salvador ha venido. Estamos en manos buenas.  La segunda lectura hoy refiere a esta paz cuando dice: “Que en sus corazones reine la paz de Cristo”.

Se encuentra la paz de Belén en el nacimiento de cada niño.  Los padres unidos con sus familias contemplan la maravilla de la creación del ser humano.  Se dan cuenta, al menos implícitamente, de que han cumplido el mandato de Dios a llenar la tierra.  Además de la paz, se sienten el impulso para auxiliar a su niño crecer en un adulto amoroso y sabio.  Los padres pueden recurrir a esta escena cuando están tentados a abandonar las responsabilidades de familia.

Tan inspiradora que haya sido la escena en el pasado, se preocupa hoy en día su pérdida entre los jóvenes.  El atractivo de la vida profesional causa a muchos abandonar el deseo de la vida familiar.  No quieren tener a varios niños y en muchos casos ni uno solo.  Los demógrafos advierten que, si sigue esta falta de niños, nuestra sociedad puede destruirse desde adentro.  En triente años no habría trabajadores para pagar las cuentas médicas de los mayores, mucho menos llevarlos a los doctores. 

La segunda escena que vale la reflexión hoy es el encuentro de María y José con Jesús en el evangelio.  Jesús les da lo que parece un reproche, pero en realidad es la transmisión de la sabiduría de los siglos.  Dice: “’¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?’”  Está llamando que ordenen todas las cosas a Dios.  Esto comprende la base de la vida espiritual: que Dios sea siempre nuestra primera prioridad. 

Jesús mismo lleva a cabo este orden cuando regresan con sus padres a Nazaret. Dice la lectura, “…siguió sujeto a su autoridad”.  Esta frase da eco a la segunda lectura donde se dice: "Hijos, obedezcan a sus padres..." La mención de autoridad en el evangelio levanta la cuestión delicada del liderazgo en el matrimonio propuesta en Colosenses.: “Mujeres, respeten la autoridad de sus maridos, como lo quiere el Señor”. 

Estamos habituados a dar la autoridad a aquellos que muestren la capacidad de administrarla bien o, al menos, estén debidamente seleccionados a administrarla.  Sin embargo, la frase de Colosenses revierte a la autoridad tradicional que sigue una sabiduría antigua.  Puede ser soportable, aun preferible, cuando se consideran varias cosas.  Primero, el autor de la carta insiste que los maridos amen sus esposas.  Eso es, son para buscar su bien más que aquel de sí mismo.  Segundo, ello no admite cooperar en el pecado, inclusivo la degradación de la persona humana.  Finalmente, resuelve la cuestión en lugar de dejarla en el aire, abierta al malentendido y frustración. El padre de familia tomando responsabilidad de ser el último que abandona la casa ardiendo demuestra los pros y contras de este tipo de autoridad.

La carta insiste no solo que los hijos obedezcan a sus padres sino también que los padres “no exijan demasiado a sus hijos”.  ¿Es limitar el tiempo enfrente de pantallas de teléfonos, computadoras y televisores exigiendo demasiado?  Aunque muchos dirían que “sí” al menos en la práctica, la respuesta hay que ser “no” cuando se consideran los riesgos que rodean la cuestión.  La obesidad de niños, facilitada por sentarse enfrente de una pantalla, se ha hecho una de las preocupaciones más serias de la salud pública.  Otro peligro es que la atención a las pantallas retarda el desarrollo social.  Un dibujo comparando la celebración del Día de Acción de Gracias hace triente años y hoy en día muestra el problema.  En la primera escena, que representa la vida hace triente años, todo el mundo está de pie alrededor de la mesa cantando, haciendo brindis, compartiendo de una forma u otra.  En contraste, en la segunda manifestando la vida del día hoy todos están sentados en sus sillas mirando su propia pantalla con caras aburridas.

Sería difícil exagerar el valor de la familia.  Siempre ha sido la base de la sociedad porque es donde se forman personas virtuosas.  Ahora se encuentran muchas familias en precaria por el abandono de los valores que se encuentran en cada página de la Biblia.  De algún modo tenemos que reclamar esos valores para sobrevivir los años venideros.

El domingo, 22 de diciembre de 2024

IV DOMINGO DE ADVIENTO

(Miqueas 5:1-4; Hebreos 10:5-10; Lucas 1:39-45)

Parece que no hay nada nuevo en el evangelio de hoy.  Hemos reflexionado en la historia como el segundo misterio gozoso del rosario.  Sin embargo, una segunda mirada revelará que en este evangelio por la primera vez una persona humana reconoce a Jesús como Dios.  No importa que todavía no ha nacido.  Tampoco importa que Isabel no usa la palabra "Dios".  Por llamar la criatura en el vientre de María “mi Señor”, Isabel lo identifica como Dios altísimo.

Los judíos tenían tan gran reverencia por el nombre que Dios dio a Moisés en el arbusto ardiente que no querían decirlo.  En lugar de llamar a Dios por el famoso tetragrama, se le refiere como “Adonai” en la Biblia.  “Adonai” quiere decir "Mis Señores".  Se usa la forma plural por la misma razón que la gente trataba a un rey con “vosotros”.  Realmente el término "señor" es ambiguo.  Se puede usarlo también para cualquier un hombre respetado.  Pero tanto aquí como en otros pasajes evangélicos, no cabe duda de que remite a Dios.

Ahora, próximo a Navidad, vale revisar otros términos para Jesús en los evangelios.  Solo su nombre “Jesús” tiene mucho significado.  Aunque no era nombre insólito en tiempos bíblicos, indica bien la misión de Jesús como Hijo de Dios.  Jesús significa “Dios salva”. Como Dios salvó al pueblo hebreo de la esclavitud egipciana, Jesús ha venido para salvar al mundo de sus pecados. 

"Cristo" también tiene significado relacionado con la misión de Jesús.  Proviene de la palabra griega que traduce la palabra hebrea "mesías".  Significa “el ungido". En el Antiguo Testamento ungieron a los reyes, los sacerdotes, y, especialmente, los profetas.  Por ser ungido para todos estos papeles, Jesús tiene la misión no menos que reconciliar al mundo con Dios.

No hay nada extraordinario de ser llamado “Hijo de Dios” en el Antiguo Testamento.  Se usa esta expresión para los ángeles, el pueblo elegido, a los hijos del pueblo Israel y a sus reyes.  Pero este sentido ambiguo no es lo que quiere decir Pedro cuando reconoce a Jesús como “el Cristo, el Hijo de Dios vivo”.  Más bien, Pedro está designando a Jesús como el Hijo único de Dios que ha llegado al mundo para liberarlo de la opresión. Jesús se identifica a sí mismo así cuando dice a Nicodemo: “’Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito…’”

Hay otros nombres para Jesús que revela en parte quien es.  Mateo cita al profeta Isaías cuando dice que le pondrán a Jesús el nombre “Emmanuel” que significa “’Dios con nosotros’”.   En los evangelios Jesús regularmente se refiere a sí mismo como “Hijo del Hombre”.  Se arraiga este término en el escenario apocalíptico del profeta Daniel donde Dios le da el poder sobre todas las naciones al "Hijo del Hombre".  Jesús dirá que manifiesta el poder recibido de su Padre en servicio, inclusivamente su muerte, por la gente.  Finalmente, se llama Jesús en varios lugares "el Verbo" o "la Palabra” de Dios.  Como palabras dan expresión a la profundidad de la persona, Jesús revela el amor y la voluntad de su Padre al mundo.

Pudiéramos agregar otro título para Jesús, bien apto para este tiempo navideño.  Es el don o regalo de Dios más beneficioso que el sol.  Alumbra nuestra vía para que viajemos entre las rocas y arrecifes de la vida.  Provee el calor de amor para que merezcamos la vida eterna.  Aceptémonos y aprovechémonos de este regalo.

El domingo, 15 de diciembre de 2024

 

III DOMINGO DE ADVIENTO

(Sofonías 3:14-18; Filipenses 4:4-7; Lucas 3:10-18)

A lo mejor saben que este tercer domingo de Adviento se llama "Domingo de Gaudete" o, en español, "Domingo de la Alegría". Hoy debemos alegrarnos por un par de razones. Primero, hemos pasado más de la mitad del tiempo de espera hacia la Navidad. Pero aún más importante, la alegría caracteriza todo el tiempo de Adviento. Permítanme explicar esto con más detalle.

Hace siglos, en Francia, el Adviento se consideraba un tiempo de penitencia. Durante esta temporada, los catecúmenos se preparaban para ser bautizados en la Fiesta del Bautismo del Señor. Por esta razón, la comunidad ayunaba junto con los candidatos al bautismo. Sin embargo, esta no era la costumbre en Roma donde se celebraba Adviento como preparación de Navidad. Después de que la Iglesia Romana unificó las celebraciones, quedó claro que el Adviento no es un tiempo de penitencia, sino de alegría. Esto se refleja en las primeras lecturas de hoy.  Encontramos una razón para la alegría en el evangelio.

En la primera lectura, el profeta Sofonías llama a Jerusalén a alegrarse, explicando: “Tu Dios, tu poderoso salvador, está en medio de ti”. San Pablo, en su carta a los Filipenses (segunda lectura), también exhorta a la alegría con una razón similar: “El Señor está cerca”. Hoy nos alegramos porque sentimos la inminente llegada del Señor entre nosotros.

El evangelio de hoy nos exhorta a realizar obras buenas. Todos debemos ayudar a los necesitados, actuar con justicia impecable y decir siempre la verdad. Cuando actuamos de esta manera, sentimos una profunda satisfacción por haber llevado a cabo la justicia a la cual el Señor nos llama en nuestro corazón. Además, nos llenamos de alegría porque la llegada del Señor nos trae la promesa de una recompensa eterna.

En estos días de preparación para la Navidad, muchos buscan el placer. Compran licores, preparan comidas especiales y planean vacaciones. Estos placeres no son malos en sí mismos, pero no ofrecen la alegría que el Adviento nos invita a experimentar. Es importante distinguir entre placer y alegría, ya que este entendimiento nos ayuda a crecer espiritualmente.

El placer es una emoción del apetito sensual, algo que sentimos al entrar en contacto con un bien exterior. Sin embargo, su efecto es pasajero y, generalmente, individualista. Por ejemplo, ver un hermoso amanecer nos da un momento de placer, pero no podemos compartir esa sensación con nadie que no lo haya visto.

La alegría, en cambio, es una emoción del alma, del apetito espiritual. Surge de actos virtuosos, de comprender una verdad profunda o de amar la bondad. A menudo, la alegría perdura en la memoria porque no depende de cosas materiales.  Nacido del esfuerzo, la alegría puede compartirse con otras personas que han tenido el mismo tipo de experiencia.  Por ejemplo, la satisfacción de haber alcanzado un título académico puede durar por años y compartirse con otros que han trabajado mucho para lograr una meta.

En estos días antes de Navidad, experimentaremos la alegría si realizamos obras de caridad. Los feligreses que preparan bolsas de alimentos para los pobres sienten esta satisfacción del alma. Regresan a sus casas contentos porque han respondido al mandato del Señor de alimentar a los hambrientos. Sienten que Jesús está cerca para recompensarlos.

Sin embargo, no es necesario realizar grandes obras para experimentar la alegría navideña. Solo necesitamos creer que Cristo está a mano para salvarnos de nuestra locura.

 

El domingo, 8 de diciembre de 2024

Hemos llegado a un nuevo año litúrgico.  Esto significa que escuchamos un evangelio diferente en la misa dominical.  En 2024 hemos leído del Evangelio según San Marcos la mayoría de los domingos.  En 2025 leeremos del Evangelio según San Lucas.  La lectura del evangelio hoy puede servir como una introducción a Lucas.  Pues tiene algunas de sus características sobresalientes.

El primer versículo de la lectura sincroniza la historia de Juan Bautista con la del mundo.  Esta técnica de Lucas muestra que Juan no era persona mítica como el mago Merlín en la historia del rey Arturo de Gran Britania, pero  realmente vivió.  La narrativa del nacimiento de Jesús comienza con palabras semejantes.  Dice: “Por aquellos días salió un edicto de César Augusto …”  Lucas nos asegura que el seguimiento de Jesucristo tiene base en hechos históricos, no imaginarios.

Otra característica de Lucas indicada en la sincronización con la historia del mundo es la reverencia para el judaísmo.  Menciona a dos sumo sacerdotes, Anás y Caifás.  Lucas contará cómo Jesús entra el Templo al menos tres veces y lo llamará “la casa de mi Padre”.  En los Hechos de los Apóstoles, también escrito por Lucas, la comunidad de los apóstoles participará en las oraciones del Templo.  Para San Lucas Israel no rechaza completamente a Jesús sino lo respeta, al menos en parte.

La lectura sigue: “vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías”.  Lucas enfatiza mucho la palabra de Dios como la semilla de la fe. Los profetas como Juan y Jesús reciben la palabra de Dios y la pasan a los demás para que la gente conozca la voluntad de Dios.  Otra característica de Lucas es la gran narrativa del nacimiento de Jesús sugerida aquí con la mención que Juan es “hijo de Zacarías”.

Entonces Lucas dice que Juan recorre la comarca del Jordán “predicando un bautismo de penitencia para el perdón de pecados”.  Lucas no explica en el pasaje hoy el contenido de su predicación.  Lo escucharemos en el evangelio del próximo domingo.  Es su manera de desarrollar una narrativa gradualmente para que atraiga la atención del lector.  Vemos este rasgo en la parábola del “Buen Samaritano” y la historia de los discípulos en el camino a Emaús.

Por referir a la penitencia y el perdón Lucas indica el arrepentimiento.  Más que los otros evangelistas Lucas hace hincapié en este tema.  Por esta razón incluye las parábolas del “Hijo Prodigo” y el “Publicano y el Fariseo” en su evangelio.  Muestra el poder del arrepentimiento con la historia de la mujer que lava los pies de Jesús con sus lágrimas.

Tal vez hayamos percibido que Jesús no aparece en este pasaje de evangelio.  Sin embargo, está aquí como el motivo de la narrativa.  Jesús es el Señor a quien Juan proclama como viniendo con la salvación.  Como tal, es el profeta que Israel ha esperado desde el tiempo de Moisés.  En el Libro de Deuteronomio Moisés, que hasta la fecha el mayor profeta de Israel, dice que Dios levantará a otro profeta como él.  Este profeta hablará con Dios cara a cara.  ¿De quién está hablando a no ser Jesucristo?  Para Lucas Jesucristo es el Hijo de Dios que viene como Moisés para liberar al pueblo de la esclavitud.  Pero es mayor que Moisés como es mayor del César Tiberio de la sincronización.  Jesús no libera a Israel de la esclavitud del Faraón sino al mundo de la esclavitud del pecado.  Él no solo habla cara a cara con Dios sino, como Hijo de Dios, muestra al mundo la cara de su Padre.  Dios lo levantará de entre los muertos para que lo sigamos.


El domingo, 1 de diciembre de 2024

 

I DOMINGO DE ADVIENTO

(Jeremías 33:14-16; I Tesalonicenses 3:12-4:2; Luke 21:25-28.34-36)

Hemos llegado al Adviento. Algunos piensan que es el tiempo más maravilloso del año.  Con la Navidad menos de cuatro semanas en adelante, la gente tiende a estar más gentil y generosa.  Sin embargo, hay más para anticipar durante esta temporada que el espíritu navideño.

La palabra “adviento” significa que viene alguien.  ¿Quién será?  No es Santa Claus, ni el jefe con nuestros aguinaldos, ni simplemente el niño Jesús.  No, el adviento que se espera en este primer domingo del tiempo es Jesucristo que vendrá para juzgar al mundo.  Es la realización de lo que sentimos en nuestros corazones.  Los buenos recibirán los premios que merecen, y los malos serán castigados por sus crímenes.  Las tres lecturas dan testimonio a este turno de eventos.

En la primera el profeta Jeremías predice la venida de un rey para juzgar a Israel con la justicia.  La nación está en el umbral del exilio, una situación grave, porque sus reyes han descuidado ambos a Dios y al pueblo.  Porque han cultivado la corrupción y la infidelidad, el pueblo sufre.  Ya está sometido al cruel y prepotente rey Babilónico.  No obstante, Jeremías ve la restauración de un rey Davídico que gobernará con la rectitud.  Nosotros cristianos no podemos ver a nadie cumpliendo este papel a no ser Jesucristo.

La segunda lectura es una exhortación de parte de san Pablo a los cristianos tesalonicenses.  Le pide que vivan en conforme con las morales de Cristo.  Implica Pablo que Cristo vendrá para juzgar a todos según estos valores. 

No por la humildad Jesús se identifica como “Hijo del hombre” en el evangelio hoy.  Este título es cómo el profeta Daniel describe a quien recibe del trono del Altísimo la autoridad de reinar sobre todos los pueblos.  El evangelio visualiza al Hijo del hombre viniendo después de que se ven señales en el cielo y en la tierra.  Jesús exhorta a sus discípulos que vigilen para este acontecimiento porque será el momento de su liberación.  Jesús mismo juzgará a sus fieles libres de culpabilidad.  Mejor aún, los declarará dignos de la vida eterna.

Ahora algunos cuestionan la veracidad de esta visión de evangelio.  Dicen que han pasado dos mil años sin el regreso de Jesús. Generación tras generación ha muerto sin la resurrección de los fieles de la muerte.  Ellos han dejado la vigilancia.  ¿Qué vamos a hacer nosotros?

La verdadera respuesta es mantener la esperanza.  La esperanza propiamente cristiana confía en Dios, no en otros hombres, mucho menos en sus propios esfuerzos.  No le importa a la esperanza que parezca ridículo una persona viniendo en una nube.  Sabemos que es simplemente una expresión para decir que Jesús llegará del cielo.  Tampoco le importa que los cadáveres de los muertos han desintegrados en polvo.  Dios, que nos ha formado de una célula en el seno de nuestras madres, puede tomar la tierra de nuevo para recrearnos.

La esperanza cristiana envuelve más que un deseo del corazón.  Es un planteamiento de vida que corresponde a las exigencias de Jesús en el evangelio hoy.  Es estar alertos, eso es, atentos de no caer en la disolución como aquel mayordomo de la parábola de Jesús que golpea a los criados en trancas de borracheras.  La esperanza tampoco permite que nos obsesionemos con los altibajos de la vida.  Más bien nos mueve a la oración cuando sintamos preocupados.

San Agustín vivió hasta el medio de siglo V cuando los bárbaros estaban tomando poder del Imperio Romano.  En vez de esconderse de los invasores, el escribió un libro que mostró cómo los cristianos en el final son ciudadanos de otra tierra, no primeramente del mundo.  Esto es la esperanza de adviento en vivo.  No busca soluciones mundiales para los problemas más grandes, sino la presencia de Dios. Durante Adviento queremos nosotros mostrar tal esperanza.  Queremos guardar vigilancia para Cristo mientras llevamos a cabo su voluntad con oraciones en nuestros corazones. 


El domingo, 24 de noviembre de 2024

Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

(Daniel 7:13-14; Apocalipsis 1:5-8; Juan 18:33-37)

El evangelio hoy proviene de una de las escenas más dramáticas en los cuatro evangelios.  Jesús, el libertador de Nazaret, enfrenta a Poncio Pilato, el astuto procurador romano.  Hay varios enfrentamientos en este Evangelio según San Juan.  Como en los casos de Nicodemo, de la samaritana, y del hombre nacido ciego, no es solo una batalla de inteligencia entre dos personajes.  También el evangelio nos involucra a nosotros en su perspectiva.

El pasaje hoy comienza con Pilato interrogando a Jesús.  Acaba de hablar con los judíos en las tinieblas de la madrugada fuera del pretorio.  Ellos quieren que Pilato ejecute a Jesús.  Ahora vuelve adentro donde la Luz del Mundo lo espera para el juicio.  Pero ¿quién está juzgando a quién?  En un sentido verdadero Pilato, no Jesús, está siendo probado.  Y con Pilato estamos siendo probados nosotros.

Como ha dicho a sus discípulos en la Última Cena, Jesús es nuestro amigo con la sabiduría para ayudarnos actuar correctamente.  No solo actúa como nuestro juez sino también nuestro abogado. En el evangelio Pilato pregunta a Jesús si es “el rey de los judíos”.  Quiere saber si Jesús tiene el poder para interrumpir la paz de Palestina como indican los judíos. O ¿es que los judíos tienen una querella con Jesús y quieren que sea eliminado? 

Jesús encaja a Pilato en la conversación.  Le devuelve la pregunta: “’¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?’” Quiere que Pilato conozca bien a quién está hablando.  Jesús nos ha dejado los evangelios paraque lo conozcamos a él.

Los evangelios nos han dicho que Jesús es el Hijo de Dios que ha venido para impartirnos la vida eterna.  La cuestión es si lo creemos y si aceptamos su oferta.  A Pilato parece que le interesa Jesús.  Le pregunta que ha hecho para levantar la ira de los judíos. 

Jesús clarifica la cuestión del reclamo que es rey.  Indica que es verdad que es rey, pero un tipo de rey diferente de los reyes del mundo.  Él no tiene ejércitos ni lujos sino algo más valioso: la verdad acerca de la vida.  Así Jesús nos propone la elección fundamental de la vida.  ¿Queremos buscar el poder, prestigio, plata, y placer, que son los ornamentos de los reyes del mundo?  O ¿queremos el amor y la paz que caracterizan el Rey Dios?

¡Ojalá que nosotros reunidos aquí para la misa quisiéramos seguir al Rey Dios!  Pero sabemos que el camino es lleno de escollos, particularmente las euforias de tener un poco de poder y de placer.  En el evangelio Jesús ha hecho que Pilato admite que él es rey.  Ahora Pilato tiene que decidir.  ¿Va a honrar al rey Dios por hacer un veredicto justo y soltar a Jesús, su Hijo?  O ¿seguirá buscando el poder y prestigio como sus metas en la vida?

Jesús le confirma que ha venido para dar testimonio a la verdad de la vida eterna: el amor y la paz.  Dice que, si la persona es de la verdad, reconocerá su voz y lo seguirá.  Al final del año, es de nosotros confirmar nuestra elección a Jesús.  Una vez más hemos escuchado su historia, este año principalmente por los Evangelios de San Marcos y San Juan.  ¿Podemos decir sin reservas que Jesús es el rey supremo, quien buscamos con todo el ser?  O ¿es que vivimos siempre mirando la fortuna y los placeres como nuestros objetivos?  ¡Qué no seamos ni tardíos ni reacios para decidir por Jesús!

El domingo, 17 de noviembre de 2024

Trigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario - 17 de noviembre de 2024

(Daniel 12:1-3; Hebreos 18:11-14,18; Marcos 13:24-32)

Al final del año litúrgico, las lecturas de las misas tratan de las profecías sobre el fin de los tiempos. Este tipo de escritos se llama “apocalíptico,” un término que proviene de la palabra griega para “revelación.” Las profecías apocalípticas revelan los secretos del futuro.

Estos textos suelen surgir en tiempos de persecución, cuando las personas sienten miedo y se preguntan si Dios realmente las cuida. Estos escritos dan esperanza a los atemorizados para que resistan al mal y mantengan la fe.

La primera lectura de hoy fue escrita en el siglo II a.C. desde la perspectiva de Daniel, un profeta del exilio babilónico. En aquel tiempo, el tirano griego Antíoco IV Epífanes aterrorizaba al pueblo judío, intentando forzarlo a convertirse al paganismo, realizando actos atroces como poner imágenes de dioses paganos en el Templo. La lectura menciona al ángel Miguel, a quien aún hoy las personas rezan para que las defienda contra el mal. También destaca la referencia a la vida eterna, la primera en la Biblia. Para alentar la esperanza de la vida después de la muerte, habla de la resurrección de los justos.

Los cuatro evangelios también fueron escritos en un período de persecución. Entre el 65 y el 100 d.C., los cristianos primitivos eran amenazados tanto por los romanos como por los judíos. Los romanos los perseguían por no rendir culto a los dioses paganos, y los judíos los expulsaban de las sinagogas por proclamar el Señorío de Jesucristo. Hoy en día, gracias a Dios, no enfrentamos persecuciones en el mismo sentido, aunque en ciertos lugares sentimos incomodidad al mencionar la religión. Y si afirmamos que Dios juzgará ciertos actos como el sexo fuera del matrimonio, es posible que no nos despidan pronto.

En el evangelio hoy Jesús tiene una idea de las persecuciones que vendrán por la hostilidad que él mismo ha experimentado de ambos grupos. Les dice a sus discípulos que debían prepararse para ser perseguidos tal como él ha sido hostigado por los fariseos y sería ejecutado por los romanos. Sin embargo, según Jesús las persecuciones no serán solo malas noticias; también significarán que la liberación de sus seguidores está cerca. Él vendrá en medio de la persecución para rescatarlos y darles vida plena. Este es el fin de los tiempos que todavía aguardamos.

Entonces, ¿qué ha sucedido? Han pasado casi dos mil años y Jesús no ha regresado. Esta pregunta sigue siendo inquietante. Hay dos respuestas. Primero, como escribe San Pablo de sus debilidades (II Corintios 12 9b-10), sentimos Cristo presente en nuestra vida cuando le imploramos la ayuda en pruebas. Segundo, creemos que en la hora de la muerte, Cristo vendrá a nosotros para liberarnos de la aniquilación si hemos sido fieles.

Naturalmente, los discípulos quieren saber exactamente cuándo ocurrirán los últimos eventos. Jesús les habla de “la gran tribulación” y de señales en los cielos, pero no da fechas. Insisten que les diga cuándo ocurrirá, para poder prepararse bien para ese gran día.

Sin embargo, Jesús admite que ni él ni nadie, excepto el Padre, sabe el día. Según Jesús, si los discípulos quieren estar preparados, deben mantenerse libres de pecado y activos en buenas obras. Jesús no quiere que sus seguidores se obsesionen con el momento de su regreso, sino que se concentren en servir a los necesitados. Como los recogepelotas en torneos de tenis se concentran en cada pelota desviada, Jesús quiere que busquemos oportunidades para ayudar a los demás.

Los discípulos no insisten más. Basta con que Jesús les dice: “Mis palabras no dejarán de cumplirse.” Nosotros también queremos aceptar su palabra como base de nuestra vida. No es fácil ser un católico fiel hoy en día. No es “seguir la corriente,” como era hace una o dos generaciones. Pero seguimos creyendo, primero, por el testimonio de los propios discípulos y, además, porque las palabras de Jesús han tocado profundamente nuestro corazón.  Nos ha llenado de esperanza y amor.

El domingo, 10 de noviembre de 2024

El XXXII Domingo “durante el año”

(I Reyes 17:10-16; Hebreos 9:24-28; Marcos 12:38-44)

Las lecturas hoy tocan un cuerdo en nuestros corazones. Siempre nos sentimos por las viudas.  La primera y la tercera lectura hoy nos presentan viudas que nos llaman no sólo la simpatía, sino también la admiración e imitación.

Aunque la viuda de Sarepta no es israelita, ella reconoce a Elías como profeta de Dios.  Por eso, considera su petición para el pan como mandato divino de que no se permite esquivar.  Se lo prepara, y queda bendecida.   Se realizará la profecía de Elías que nunca le falte la harina en su tinaja y tampoco le agote el aceite en su vasija.

En el evangelio nos encontramos con Jesús en el área del Templo.  Acaba de separarse definitivamente del liderazgo judío, pero no de los judíos.  Los fariseos y saduceos se han mostrado como arrogantes y oportunistas.  Querrían explotar aun a las viudas.  Al menos en los ojos del evangelista Marcos, no valen para guiar al pueblo a Dios. 

Una viuda llama la atención de Jesús.  Su donativo al Templo, aunque sea el más pequeño entre la gente presenta, muestra la fe verdadera.  Los aportes de los ricos pueden ser meritorios en cuanto sus motivos sean justos. Pero las dos moneditas depositadas por la viuda en la alcancía ciertamente valen la laude.  Ella habría guardado una para sus propias necesidades de vivencia, pero prefiere dar todo lo que tiene por la gloria de Dios.

Se puede preguntar: ¿es prudente su donativo?  Podemos contestar “sí” porque la prudencia dicta lo más correcto y beneficioso en una situación dada.  Se presume que la viuda tiene un motivo para hacer un sacrificio tan costoso.  Puede ser para pedir el perdón de Dios por su esposo muerto.  También se presume que elle tiene otros medios para sobrevivir.  Tal vez tendrá que pedir la ayuda de vecinos o seguir trabajando, aunque es débil.

Jesús se aprovecha de la ofrenda de la viuda para enseñar una vez más a sus discípulos.  Los toma aparte como es su costumbre.  Entonces les avisa de tal gran donación que ella hace.  Este sacrificio sirve como prototipo de lo suyo desde que pronto entregará su propia vida como sacrificio para redimir al pueblo del pecado. Como sus discípulos tienen que llevar sus propias cruces en imitación de él, la donación es también prototípica de su discipulado.

Deberíamos preguntar a nosotros mismos si es necesario que demos todo por la gloria de Dios.  La respuesta correcta es, otra vez, “sí”, pero siempre con discernimiento.  Cuando proveemos por nuestras familias tanto como por los pobres, estamos glorificando a Dios.  Aun cuando usamos algunos recursos por nuestra edificación puede glorificar a Dios. Sin embargo, cuando los usamos por motivos pecaminosos o egoístas, no podemos reclamar que sirvan ni a Dios ni a los demás.

Casi siempre son los pobres que nos señalan el camino de Jesucristo.  No todos, pero algunos aprecian más que nosotros que es él que se humilló para compartir nuestro estado mortal y levantarnos a la salvación.  Los pobres también reconocen que al final de cuentas es él, no a nosotros y mucho menos a los poderosos, que debemos procurar a complacer.  A veces son los pobres que nos enseñan cómo vivir verdaderamente bien.

El domingo, 3 de noviembre de 2024

EL XXXI DOMINGO “durante el año

(Deuteronomio 6:2-6; Hebreos 7:23-28; Marcos 12:28-34)

Las escrituras hoy son breves, pero profundamente significativas.  Nos enfocaremos en la primera y en el evangelio y dejar la segunda lectura para otra ocasión.

El pasaje del libro Deuteronomio, literalmente nos llama la atención.  “Escucha, Israel”, grita Moisés al pueblo Israelita.  Anuncia el famoso “Shemá”, el dicho que cada judío piadoso repite dos veces al día.  Moisés lo grita porque contiene tal vez el mensaje más importante en la historia.  Se dirige a nosotros, cristianos católicos en el año 2024, tanto como a los hebreos liberados de la tiranía de Faraón hace más de hace tres mil años.  Quiere que nos desintonizar un momento de la voz interior para hacer caso a la palabra de Dios. 

El mensaje tiene dos partes.  Primero, sigue Moisés, el Señor es el único dios que existe.  Todos los ídolos y fetiches – sean mitos como “Madre Tierra” o sean los antojos del corazón como lujos -- son imaginarios.  No tienen sustancia y mucho menos el poder a salvar.  Son como las nubes durante la sequía, al aparecer traen la esperanza, pero disipan pronto.

Segundo, Moisés urge que amemos al Señor, Dios nuestro, no un poco como amamos nuestras animales mascotas, sino más que nuestras propias vidas.   “… con todo tu corazón … alma, (y) … fuerzas” dice el profeta.   Hemos de vivir para el propósito de agradar a Dios.  Porque hoy, el 3 de noviembre, es la Fiesta el día de San Martín de Porres, aprovechémonos de él como ejemplo.  Martín pasó las noches haciendo penitencia y rezando al Señor.  Dedicó los días al hacer obras de caridad para los hijos de Dios.

Ahora que fijémonos en el evangelio.  Jesús acaba de discutir con los fariseos sobre el tributo al César y con los saduceos sobre la resurrección de la muerte.  Evidentemente sus ideas han impresionado a un escriba tanto que el escriba quiera su juicio sobre una cuestión apremiante en su día: “’¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?’”  La contesta no es tan obvia como aparece.  Un poco antes del tiempo de Jesús el famoso rabí Hilel dijo que el primer mandamiento es: “Lo que odias para ti mismo, no hagas a tu prójimo”.  Hoy en día algunos tomando en cuenta su colocación en la Biblia dirían que el primer mandamiento es: “Sean fecundos y multiplíquense”.

La respuesta de Jesús al interrogante muestra mayor sabiduría.  Da dos mandamientos conocidos por todo judío en su tiempo. Son semejantes en estructura, pero diversos en sus objetivos y su importancia con el segundo siendo derivado del primero.  En primer lugar, hemos de amar a Dios sobre todo.  En segundo lugar, hemos de amar al prójimo, que es hijo de Dios, como a nosotros mismo.  Si cumplimos ambos mandamientos en su orden correcto, nunca desviaremos del camino hacia la vida eterna.

El escriba se complace con la respuesta de Jesús.  Reconoce que actuar así “vale más que todos los holocaustos y sacrificios”.  Sin embargo, no dice que los sacrificios pierdan todo valor.  De hecho, tienen gran valor para el que los cumpla y para el beneficiario nombrado por el hacedor.  Tenemos que recordar esto cuando nos dicen que la ética es todo lo que importa, que los rezos y sacrificios, incluso la misa, pueden dejarse al lado.  Pero si los dejamos al lado, ¿cómo seremos perdonados cuando faltemos mostrar el amor a los demás?  Y ¿qué vamos a hacer cuando nos encontramos completamente abrumados con dificultades?

El pasaje termina con Jesús felicitando al escriba por su perspicacia.  Le dice: “No estás lejos del Reino de Dios”.  No está lejos porque está mirando al Reino en la cara.  Si él sigue a Jesús como Bartimeo en el evangelio del domingo pasado va a llegar al Reino eterno.  Es igual con nosotros.  Si seguimos a Jesús poniendo a Dios enfrente de todo y tratando al otro como queremos ser tratados, el Reino es nuestro para siempre.

El domingo, 27 de octubre de 2024

 XXX DOMINGO “durante en año”

(Jeremías 31:7-9; Hebreos 5:1-6; Marcos 10:46-52)

Hay que amar el evangelio hoy.  Es lleno de la pasión y el significado típico del Evangelio según San Marcos.

Para entender bien lo que Marcos quiere decirnos aquí, tenemos que recordar el evangelio del domingo pasado.  Cuando los hermanos Zebedeo piden un favor de Jesús, el Señor les responde: “’¿Qué quieren que haga por ustedes?’”  Es la misma respuesta que da al ciego Bartimaeus en el evangelio hoy.  San Marcos está llamándonos a comparar las dos peticiones o, más bien, los habladores de las dos.

Santiago y Juan piden del Señor los puestos más altos en el Reino.  Desean el prestigio y el poder para su propio engrandecimiento.  En contraste, el ciego pide la vista paraque pueda apreciar de lleno la realidad que Dios ha creado.  Quiere trabajar, tener familia, tal vez ejercer alguna independencia, pero también desea ayudar a sus vecinos.

¿Cómo podemos decir que el ciego tiene todos estos objetivos nobles en mente?  Por lo que hace una vez que el Señor le cumple su deseo.  No recoge las limosnas que tenía para celebrar la vista nuevamente recibida.  Más bien deja todo para seguir a Jesús en el camino.  Para Bartimeo el dinero es poca cosa en comparación de la vista que empleará para llevar a cabo su discipulado.

Una vez más Marcos hace hincapié en Jesús como el mesías que viene para servir a los demás. No se enojó con los Zebedeo por su petición escandalosa.  Más bien, les muestra la paciencia y les confirma como discípulos cuando les invita a beber de su cáliz del sufrimiento y aguantar su bautismo de la sangre.  Su favor a Bartimeo es aún más generoso.  Le concede la vista para confirmar la fe del ciego en él como el “’hijo de David’”; eso es, el Mesías.  Es la verdadera fe cristiana que se da cuenta de que el Mesías no viene para someter a pueblos con su espada sino para perdonar a la gente con su muerte en la cruz.

De alguna manera tenemos que adoptar la fe de Bartimeo para nosotros mismos.  Aunque no seamos ciegos ni desempleados, a nosotros nos hace falta la salud espiritual.  Somos inclinados a pensar en nosotros como más dignos de los demás.  También somos dispuestos a esquivar nuestras responsabilidades cuando tengamos la oportunidad.  Muchos somos como la gente en la narrativa que intenta callar al ciego que grita.  Consideramos la fe como asunto privado que no admite muestras públicas.  Creemos que cada uno pueda vivir la fe según su propio juicio.  Es la ceguera espiritual que puede ser letal. Pertenecemos a una comunidad de fe con líderes designados para ser seguidos.  

En el evangelio Jesús no le hace caso a esta gente.  Más bien oye al que grita, “’¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!’”  Es la fe de este pobre ciego que hemos de imitar. Como la historia de Bartimeo termina con él siguiendo a Jesús por el camino, nosotros debemos seguir al papa, el vicario de Cristo.

 

El domingo, 20 de octubre de 2024

 VIGÉSIMO NOVENO DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 53:10-11; Hebreos 4:14-16; Marcos 10:35-45)

El evangelio de hoy sigue el estilo de los últimos dos domingos. Jesús toma a sus discípulos aparte para darles una enseñanza sobre la moralidad.  Hace dos semanas, habló sobre el divorcio y la injusticia que conlleva. El domingo pasado, trató sobre cómo el amor al dinero puede causar la pérdida del alma.  Ahora se centra en la raíz de todo pecado, el orgullo, o si prefieres, la soberbia o egoísmo.  Al ser sus discípulos también, nosotros deberíamos prestar atención a sus palabras para no enamorarnos de nosotros mismos y alejarnos de Dios.

La lectura comienza con una historia penosa.  Como si fueran sorprendidos con sus manos en la colecta, los hermanos Santiago y Juan están retratados pidiendo a Jesús los puestos más altos en su reino.  Quieren ser grandes ante el mundo, a pesar de que la Escritura nos advierte sobre el peligro del orgullo. Según un moralista, en la Biblia no son los grandes y orgullosos los que importan a Dios. Más bien, ellos están destinados a caer.

Pero que no seamos demasiado duros con los infectados con el orgullo.  Después de todo, la mayoría de nosotros hemos pensado que somos mejores de lo que realmente somos.  ¿Quién de nosotros no ha argüido para una nota más alta de que nos dio el maestro?  ¿Quién no ha compartido un “selfie” que resalta nuestra apariencia en redes sociales como Facebook o Instagram?

La respuesta de Dios a nuestra soberbia podría ser severa, pero no es así. Más bien, nos trata con comprensión. En el evangelio, Jesús pregunta a Santiago y Juan si pueden soportar la prueba que él enfrentará. Ellos, sin entender del todo, responden que sí. Jesús confirma su respuesta.  Seguro que recibirán el Espíritu Santo como apoyo, Jesús les permite sentir su amor.

A continuación, Jesús denuncia a los gobernantes del mundo por haber abusado su poder.  No se necesita ser un experto en la Biblia para entender esta crítica. Todos nosotros hemos encontrados a oficiales públicos corruptos. También Jesús acusa a los líderes de la religión de haber oprimido a los fieles sencillos. Insta que los dirigentes de su iglesia no deben actuar de esa manera.  Él mismo se propone como modelo. Dará su vida para redimir a los pecadores destinados al olvido.  Sus palabras resuenan con la primera lectura donde el profeta Isaías habla del Siervo Doliente del Señor que “justificará a muchos cargando con los crímenes de ellos”. Esta es la misión de Jesús quien está a punto de dar “’su vida por la redención de todos’”.

Este evangelio es particularmente pertinente hoy por dos razones: una secular y otra religiosa.  Pronto los Estados Unidos incluso Puerto Rico estarán votando para nuevos gobernantes.  La iglesia invita a la comunidad a rezar para los elegidos.  Pues ellos estarán diariamente tentados a aprovecharse de sus oficios para su propio beneficio.  Al hacerlo no solo negará justicia al pueblo sino también pondrán en peligro sus propias almas.

El papa san Gregorio Magno, en el siglo VII, se describió a sí mismo como “siervo de los siervos de Dios”.  Todos los papas desde entonces han llevado este título, aunque no todos lo han practicado.  Ciertamente, el papa Francisco ha sido ejemplar en el servicio.  Ahora mismo está implementando un programa de acompañamiento de la jerarquía con el pueblo conocido como “sinodalidad”.  Con el favor de Dios este programa abrirá espacio para que el liderazgo de la Iglesia escuche las preocupaciones y las recomendaciones de los laicos.

El año de la lectura del Evangelio de San Marcos concluirá dentro de poco.  Aún tenemos mucho que aprender sobre el discipulado.  Queremos ser como Jesús para que al fin de nuestra vida en tierra nos reconozca como los suyos.

El domingo, 13 de octubre de 2024

 VIGÉSIMA OCTAVO DOMINGO ORDINARIO

(Sabiduría 7:7-11; Hebreos 4:12-13; Marcos 10:17-30)

Muchos católicos conocen el Libro de la Sabiduría por haber participado en misas de exequias. Allí se lee a menudo la frase que dice: “Las almas de los justos están en la mano de Dios”. Esto es cierto, pero esta afirmación no abarca ni una décima parte del mensaje del libro. La Sabiduría fue escrita en el primer siglo antes de Cristo, aunque el autor se expresa como si fuera el rey Salomón, unos novecientos años antes.

La lectura de hoy del Libro de la Sabiduría recuerda una experiencia de la vida de Salomón. Después de asumir el trono de Israel a una edad joven, Salomón va a Gibeón para ofrecer sacrificios a Dios. En su peregrinación, Salomón sueña que Dios le promete cualquier cosa que le pida. La respuesta del joven rey agrada al Señor: pide la sabiduría para gobernar bien a un pueblo tan grande como Israel. Entonces, Dios le concede no solo la prudencia, la sabiduría práctica, sino también la riqueza y otros bienes.

La prudencia nos ayuda a decidir bien. Casi siempre hay muchas opciones para cualquier decisión que enfrentemos. Podemos manejar al trabajo, ir en bicicleta o tomar un autobús, por ejemplo. La prudencia nos impulsa a consultar a quienes conocen los factores involucrados. En nuestro caso, tal vez queramos preguntar al meteorólogo si va a llover y a la persona que conoce la ruta si hay baches en las calles. Así, la prudencia nos señala la opción más provechosa. Además, la prudencia nos proporciona la determinación para poner en práctica la decisión una vez que se ha tomado. No permite que perdamos tiempo preguntándonos si hemos decidido bien.

El hombre rico que se acerca a Jesús en el evangelio de hoy necesita la prudencia. Está a punto de tomar la decisión más significativa de su vida: ¿cómo va a vivir para alcanzar la vida eterna, su meta? Muestra el principio de la virtud al consultar a Jesús, un maestro consumado, antes de decidirse. También la prudencia ilumina al hombre que Jesús no solo sabe cómo llegar a la vida eterna sino que es la vida eterna misma. Jesús es la perla de gran valor. Como el comerciante que vende todas sus pertenencias para comprar esta perla, el hombre debería dejar su riqueza a los necesitados para seguir al Señor.

Desgraciadamente, su prudencia le falla. El rico no puede llevar a cabo lo que su corazón juzga como provechoso. Por su deseo de retener su riqueza, “se entristeció y se fue apesadumbrado”. Para él, su dinero se ha convertido en una maldición. Es como el opio para el adicto: aunque sabe que le impide desarrollarse como persona, no puede desprenderse de ello.

Jesús nos pide a nosotros también que renunciemos a nuestros recursos para seguirlo. Tal vez no nos exija hacerlo de inmediato como al rico del evangelio. Pero para seguirlo, estamos obligados a compartir de nuestra riqueza con aquellos que viven en necesidad. Si no lo hacemos, nuestra oportunidad para la felicidad eterna será tan escasa como la de un camello pasar por el ojo de una aguja. Si lo hacemos, podemos anticipar la gloria de conocer a Jesús cara a cara.

La lectura termina con Jesús consolando a los discípulos que han dejado todo de una vez para seguirlo. Dice que su recompensa es buena en este mundo (“cien por uno”) y excelente en la vida eterna. La referencia a aquellos que han dejado todo nos hace pensar en los sacerdotes y religiosas. ¿Viven todos ellos con felicidad? Desgraciadamente, no se puede responder “sí” de manera categórica. Es posible ser sacerdote o religioso y aferrar un carro nuevo, un trabajo satisfactorio o una amistad que afirme. También nosotros, sacerdotes y religiosos, al igual que los demás cristianos, somos desafiados a seguir de cerca a Jesús.


El domingo, 6 de octubre de 2024

VIGÉSIMO SÉPTIMO DOMINGO ORDINARIO

(Génesis 2:18-24; Hebreos 2:8-11; Marcos 10:2-12)

Con razón dicen que Génesis no es libro histórico sino una narrativa de la sabiduría.  No nos enseña cuando Dios creó al hombre sino cómo los hombres y mujeres deberían vivir.  La lectura de Génesis hoy nos cuenta cómo los humanos, eso es el varón y la hembra, se complementan.  La explicación que da subraya el tema principal de la Biblia: el amor de Dios para el ser humano.

La historia comienza con Dios notando de que el hombre (o mejor Adán, “el humano” porque es de la tierra que es humus en griego) es solo y que esta condición “no es bueno”.  Nos preguntamos, ¿por qué “no es bueno”?  ¿Es que necesita ayuda en la labor?  No puede ser esto porque antes del pecado Adán no tiene que trabajar.  No, a Adán le hace falta un compañero para ayudarle desarrollar su humanidad. 

Con una preocupación para el humano Dios le trae diferentes tipos de animales a los cuales Adán pone sus nombres.  Este acto es un paso adelante en el desarrollo de su mente porque tiene que pensar en el nombre apropiado para cada tipo de animal.  Nombra los puercoespines así porque son como puercos con espinas y nombra los “elefantes” así porque la palabra griega elefas significa “marfil”.  No obstante ningún animal puede cumplir el propósito del compañero.

Entonces Dios forma la mujer de una costilla de Adán.  La mujer es semejante a Adán pero hay diferencias significativas entre los dos, notablemente los órganos sexuales.  Mientras ella está ante él, él puede ver a sí mismo por la primera vez.  Como resultado, Adán llama a su compañera ishah que significa “del hombre”.  Por eso, le da a sí mismo nombre nuevo. No más es Adán (eso es, “de la tierra”) sino ish, que en hebreo significa “hombre”.   Entretanto, la mujer suscita en su alma un nuevo nivel de conciencia.  Ahora conoce el deseo.  Quiere unirse con ella.  Como dice el texto: “Por eso el hombre abandonará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”.

En un modo Dios ha creado a los dos iguales.  El hombre y la mujer tienen la misma dignidad.  No importa que el hombre fue creado primero.  Fue creado de la tierra mientras ella fue creada de una mayor sustancia, la costilla.  También ella es creada con mayor capacidad de dialogar para estimula el conocimiento.  Se ve este talento por el encuentro con la serpiente en el jardín. 

No obstante, con tiempo los varones se aprovechan de sus músculos superiores para dominar a las mujeres.  Van a reclamar el derecho de divorciarse con casi cualquiera excusa mientras no permitirán a las mujeres jamás divorciarse de sus esposos.  También los hombres podrán tener relaciones sexuales con mujeres no casadas sin infringir la Ley.  Pero las mujeres violarán la ley por relaciones con cualquier hombre.  Resultará en un estado más alto para los hombres.

Eso es, hasta que viene Jesús.  Su objetivo es reestablecer el orden original creado por Dios.  Va a prohibir no solo el divorcio como vemos en el evangelio hoy sino también la lujuria.  Si Moisés permitió el divorcio “debido a la dureza del corazón”, él va a suavizar los corazones con el amor del Espíritu Santo.  Su muerte en la cruz demostrará este amor, y su resurrección de la muerte servirán como su fuente.

Sabemos que todos los matrimonios experimentan huecos en el camino.  Pueden ser desacuerdos, mentiras, decepciones, engaños u otros desafíos.  Jesús está prohibiendo el divorcio como salida de estos problemas.  Más bien los dos tienen que perdonar mutuamente y hacer los pasos requisitos para reencender el fuego del amor. 

Queremos proponer otra inquietud ahora: ¿qué deberían hacer si la pareja no puede vivir juntos?  Es cierto que la violencia doméstica y aún la infidelidad dan permiso a la persona ofendida a separarse.  En cuales circunstancias los dos deberían buscar la ayuda experta para reconocer sus responsabilidades.  Una cosa más: siempre será necesario pedir al Señor la paciencia.  Ambos necesitarán la paciencia para que nunca se den por vencido.