El domingo, 28 de enero de 2024

EL CUARTO DOMINGO ORDINARIO

(Deuteronomio 18:15-20; I Corintios 7:32-35; Marcos 1:21-28)

El Evangelio según San Marcos es el más breve de los cuatro evangelios canónicos.  Probablemente es el menos apreciado también.  Pero no se puede decir que no es dramático.  Nos involucra en la acción como si fuera un episodio de Star Wars.  El pasaje que leemos hoy no es excepción.

Para entenderlo tenemos que volver al evangelio del domingo pasado donde Jesús dice: “El Reino de Dios está cerca”.  Se puede apostarse en ello.  El Reino de Dios es esencialmente Jesús mismo, el Hijo de Dios.  Ahora está avanzando como un ejército en marcha.  Las fuerzas del mal tienen que huirse. Dios está reclamando el territorio que se cedió a Satanás y sus demonios.

En la lectura evangélica hoy se ve un confrontamiento entre Jesús y el enemigo.  El demonio ocupa el alma de un hombre.  Quizás el hombre es un lunático, pero el evangelio no dice cómo la posesión se manifiesta.  No importa.  La presencia de Jesús, cargado con el Espíritu Santo proporcionado en su Bautismo, lo amenaza de la cabeza a los pies. 

El demonio no puede resistirlo.  Tiene que salir del cautivo como un soldado cuya trinchera ha sido encendida con un lanzallamas.  El demonio trata de desafiar a Jesús por revelar su identidad, “el Santo de Dios”. Pero el Señor lo calla antes de que se dé cuenta la gente de lo que está diciendo. En su declaración el demonio se refiere a sí mismo con el plural “nosotros”.  Está hablando de parte de todos los demonios cuya dominación del mundo está siendo terminado.

La acción de Jesús a callar al demonio puede causarnos a preguntar: “¿Por qué?  ¿No es bueno que saben todos que el Hijo de Dios haya venido en medio de ellos?”  No es bueno porque Jesús no quiere ser visto como un guerrero que viene para volcar el gobierno de Roma.  Es de suma importancia que todos entiendan que Jesús no es un mesías político sino espiritual.  Viene para salvar no solo a Israel sino al mundo entero de los hábitos malos que roba el alma de la vida.  La violencia con que el poseído aquí suelta el dominio indica su poder para llevar a cabo esta misión.

Se ha llamado el deseo de Jesús que no se revela su identidad “el secreto mesiánico”. Vamos a ver a Jesús insistir en ello a través de nuestra lectura del Evangelio de Marcos este año.  Pero hay una excepción a este patrono.  Ocurre el Domingo de Ramos cuando leemos la Pasión según San Marcos. Después la muerte de Jesús en la cruz, el centurión romano dice abiertamente: “Verdaderamente este hombre era hijo de Dios”.  Es cierto que la muerte de Jesús le prohíbe silenciarlo, pero no hay razón de mantener el secreto más.  Por su pasión y muerte Jesús, el Mesías e Hijo de Dios, ha revelado el propósito de Dios. Conquista los corazones humanos por sustituir el pecado con el amor divino.

La gente en la sinagoga dice que Jesús habla con “autoridad”.  Se deriva esta palabra de la palabra latín auctoritas significando tener la influencia sobre los demás.  La autoridad de Jesús nos influye al arrepentir nuestra codicia, orgullo, lujuria, y los otros pecados.  Expulsa los espíritus inmundos de su posición estratégica dentro de nuestros corazones.  Su autoridad nos libra para seguirlo en el camino de la vida eterna.

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