El domingo, 1 de enero de 2023

Solemnidad de María Santísima, Madre de Dios

(Números 6:22-27, Gálatas 4,4-7; Lucas 2:16-21)

Solo hay un pasaje acerca de María que los tres evangelistas Marcos, Mateo, y Lucas reportan.  Vale la pena comparar cómo cada evangelista trata la situación.  En ello Jesús está enseñando en su casa en Cafarnaúm.  Mucha gente apiña la puerta para escucharle cuando llegan su madre y otros parientes.  Según Marcos, cuando se entera Jesús que sus familiares lo buscan, él casi los repudia.  Con un gesto de brazo a sus discípulos dentro de la casa, dice que ellos son su madre y sus hermanos.  Añade: “’Quien cumpla la voluntad de Dios es mi hermana, mi hermano, y mi madre”’.

Según Mateo, Jesús hace igual.  Sin embargo, Mateo reporta al principio de su evangelio que María concibe por el Espíritu Santo.  Por eso, se debería decir que Mateo ve a María con más reverencia que Marcos, quien no reporta nada del nacimiento de Jesús. 

Lucas resalta la importancia de María.  En el episodio a la casa en Cafarnaúm Jesús no mira a sus discípulos cuando dice que sus parientes son “’aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen’”.  Al contrario, indica que cualquiera persona que atiende a la palabra de Dios pertenece a su familia de discípulos.  Desde el principio de su evangelio Lucas muestra a María haciendo eso.  Cuando el ángel le dice que Isabel está encinta, María va “con prisa” a visitarla.  En el evangelio hoy, aunque no cuenta de una acción, Lucas dice que María medita en su corazón el reporte de los pastores.

También San Lucas resalta a la vez la humildad y la intrepidez de la madre virgen.  Cuando el ángel le cuenta el plan de Dios que ella sea la madre de su hijo, ella responde con la famosa “fíat”: “‘he aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra’“.  Y cuando llega a Isabel, María comienza a predicar cómo Dios levanta a los pobres mientras derriba a los poderosos.

El Evangelio de San Juan también es favorable hacia María, aunque la menciona solo dos veces.  La primera vez ocurre cuando María solicita a su hijo de parte de los comensales en la boda de Caná.  La segunda vez llama aún más atención.  María está a la cruz de Jesús junto con dos de sus discípulos más cercanos.  Ella es su discípula fiel hasta el fin.

De este resumen de pasajes evangélicos tratando a María, podemos hacer algunos propósitos para el año nuevo.  Primero, como María queremos ser más atentos a la palabra de Dios y más listos a ponerla en práctica.  Escuchamos la palabra de Dios en la misa dominical, pero sería provechoso leer un pasaje bíblico diariamente.  Segundo, deberíamos rezar a María que le pida a su hijo por nuestras necesidades.  Lo hacemos cada vez que oramos, “Dios te, salve”, aunque podemos ser más enfocados en lo que pidamos.  Tercero, es de creciente importancia que seamos humildes ante los demás.  El orgullo a menudo impide la cooperación y la amistad entre personas.  Finalmente, queremos quedarnos fieles al Señor, venga que venga.  Sabemos que nunca nos abandonará. Muchos ucranios siguen pidiendo la ayuda de Dios, aunque han sufrido una injusticia enorme.  ¿Cómo es que algunas personas no más asisten en la misa porque el sacerdote no predica bien? Como la madre de Jesús indudablemente ensenó a su hijo en su niñez, tiene mucho que enseñar a nosotros hoy día.


Para la reflexión: ¿Como podría leer más de la palabra de Dios en este nuevo ano?

El domingo, 25 de diciembre de 2022

 La Natividad del Señor, Misa de medianoche

(Isaías 9:1-3.5-6; Tito 2:11-14; Lucas 2:1-14)

El nacimiento de Jesús en el Evangelio de San Lucas comienza por mencionar el imperador romano César Augusto.  No era un emperador fulano sino el que fue acreditado de asegurar la paz mundial.  San Lucas está sugiriendo una comparación entre este emperador de la paz y Jesucristo, el Príncipe de la paz.  Augusto tiene sus ejércitos para pacificar sublevaciones a través del mundo.  Jesús trae consigo al Espíritu Santo para tranquilizar el corazón humano.  En lugar de desear oro, el corazón que permite entrar al Espíritu anhela la alegría del amor.

No obstante, al mundo hoy día le hace falta un pacificador como César Augusto.  Hace dos semanas se encontró el papa Francisco llorando en público sobre la guerra en Ucrania.  Allá millones de personas sufren no solo el frío del invierno sin luz sino también la ansiedad de no tener alivio en vista.  ¿Quién puede traer la paz al mundo actual?  ¿No serán hombres y mujeres cuyos corazones han sido abiertos al sacrificio por la gracia del Espíritu?

También María llama la atención en este retrato del nacimiento de Jesús.  Ella tiene el valor para acompañar a José de Nazaret a Belén mientras está encinta.  Parece que a ella no le importa que no hay espacio para su familia en la posada.  En lugar de preocuparse de ello, se enfoca en el bienestar de su hijo.  Le ha preparado los pañales en anticipación amadora.  Cuando nace, le recuesta en un pesebre.  Ella y José le dan algo más sustancial que una cuna como apoyo.  Lo adoran. 

Al mundo actual a menudo le hace falta este tipo de entrega personal.  Porque desean carreras, lujos, y la independencia para hacer lo que les guste, muchos jóvenes no quieren hijos.  O si los quieren, planean en uno o, al máximo, dos.  Es preocupante porque no se sabe lo que pasará en cuarenta y cincuenta años.  Muchos de ellos van a experimentar la soledad.  También es probable que sentirán desconcertados por ver sus comunidades deshacer y ser reemplazadas por personas de otras culturas.

Los ángeles y su mensaje forman una última cosa para considerar aquí.  Un ángel anuncia la buena nueva del nacimiento del Salvador.  Entonces se le unió una multitud de creaturas celestiales para proclamar la gloria a Dios y “paz a los hombres de buena voluntad”.  Por siglos se ha preguntado quienes son estos hombres y mujeres “de buena voluntad”.  ¿Ellos son todas las mujeres y hombres del mundo?  O ¿pueden ser un grupo especial elegido por Dios? 

La mejor respuesta al interrogante es asociada con lo que San Lucas escribe en su narrativa del bautismo de Jesús.  Allá la voz de Dios dice del cielo: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”.  Los hombres y mujeres “de buena voluntad” son aquellos que complacen a Dios como Jesucristo.  Por eso, nosotros tenemos razón de estar en paz cuando nos esforzamos hacer la voluntad de Dios Padre.

La historia de Lucas termina con los ángeles en el cielo cantando: “Gloria a Dios…”  ¿Cómo no podría tener la gloria cuando se ven sus creaturas en la tierra abriendo sus corazones al Espíritu Santo?  ¿Cómo no podría tener la gloria cuando mujeres y hombres dan a sus familias la prioridad sobre la independencia propia?  Y ¿cómo no podría tener la gloria cuando tratamos de complacerlo con toda nuestra fuerza?  Sin embargo, la gloria es de Dios no por nuestros esfuerzos sino por su amor para nosotros.  Él nos ha enviado su propio Hijo para que conozcamos Su amor.

Para la reflexión: ¿Pongo la prioridad en mi familia sobre mis propias intereses?

El domingo, 18 de diciembre de 2022

 CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

(Isaías 7:10-14; Romanos 1:1-7; Mateo 1:18-24)

Todos sabemos que las acciones hablan más que las palabras.  Nadie en la historia prueba esta verdad más que San José.  En los evangelios no dice ni una sola palabra.  Sin embargo, sus acciones han facilitado la venida del Salvador del mundo.

El Evangelio según San Mateo presenta a San José como “hombre justo”.  Es justo porque no solo conoce la ley de Dios sino también su propósito y porque la vive.  Sabe que la ley es para formar a la persona en los modos de Dios.  Los fariseos también conocen la ley, pero la manipulan para su propio provecho.  El Santo Óscar Romero dijo: “La ley es como una culebra; solo pica a los descalzados”.  Así los fariseos explotan la ley en los evangelios.

José vive la ley aun cuando piensa en divorciarse de María “en secreto”.  Los dos han contratado el matrimonio pero no han vivido juntos.  Por eso, cuando José se entera que María está embarazada, sabe que él no engendró al bebé.  Porque es posible que hubiera adulterio, José quiere aprovecharse de la parte de la ley que permite divorcio.  De esta manera mostraría respeto para la institución del matrimonio.  Pero lo haría “en secreto”, eso es, sin un juicio.  Otra vez José se muestra como hombre justo.  Si un juicio descubriera que no fue caso del adulterio sino de la violación, María sería sometida innecesariamente a la reprobación pública.

Cuando el ángel aparece a José, él sigue actuando como hombre justo.  No demora ni un momento a cumplir la voluntad de Dios.  Lleva a María a su casa, y cuando nace el bebé, él le pone el nombre “Jesús”.  Para entender el significado de estos actos, tenemos que conocer algo de las costumbres del judaísmo en el primer siglo.  En ese tiempo el hombre que nombra al hijo fue considerado el padre legal del nacido.  Es importante que José del linaje de David nombre al hijo de María paraque él también sea descendiente de David, el rey más grande de Israel.  En el Antiguo Testamento Dios prometió a David que tendría a un descendiente cuyo reino durará para siempre.  Ahora Jesús puede asumir este oficio.

El nombre “Jesús” también tiene significado en sí mismo.  Quiere decir “el Señor salva”.  Es apropiado para Jesús porque va a salvar no solo a su pueblo sino también el mundo entero del pecado.  Mateo nos da indicación de esta salvación universal cuando los magos vienen de lejos para adorar al niño Jesús en Belén.  Al final del evangelio Jesús enviará a los apóstoles a todos los pueblos para anunciarles la salvación en Cristo Jesús.

Pero se le da a Jesús otro nombre aún más importante y también tiene que ver con su linaje.  En la primera lectura Isaías dice al rey de Judá: “¡Escuchad, oh casa de David! ...la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”, eso es, “Dios con nosotros”.  Se cumple esta profecía en Jesús en dos modos.  Primero, María concibe y da luz a Jesús como virgen.  También Jesús es concebido por acción del Espíritu Santo que quedará con él siempre.

Meditando sobre la historia del origen de Jesús, nos preguntemos porque nos preocupamos tanto por regalos y fiestas durante Adviento.  San Mateo tiene algo que vale mucho más que estas cosas.  Él muestra el amor de Dios para nosotros por enviar a su Hijo a nosotros y por otra cosa casi tan maravillosa.  Por el mismo Jesucristo Dios nos hace posible que seamos aún más justos que San José.  Tenemos las enseñanzas de Jesús en el Sermón del Monte que nos sirven como guía. Aún más, Jesús nos ha compartido el Espíritu Santo paraque vivamos siempre su bondad y amor.

El domingo, 11 de diciembre de 2023

 TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

(Isaías 35:1-6.10; Santiago 5:7-10; Mateo 11:2-11)

Deberíamos aprovecharnos de esta oportunidad en medio de ambas la competición de la Copa Mundial y la temporada de Adviento para hacernos una pregunta.  Será la misma pregunta que los discípulos de Juan el Bautista proponen a Jesús en el evangelio hoy: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”  Es decir, ¿es Jesús el que esperamos o deberíamos mirar al otro para cumplir nuestros deseos más hondos?

Por supuesto, la respuesta tiene que ver con lo que buscamos en la vida.  Algunos anhelan no mucho más que la emoción que se tiene cuando la selección de su nación gana el campeonato.  Es posible que Jesús fuese un atleta dotado, pero en ningún versículo de los evangelios se dice que ganó a nadie en deportes.  Aquellos de nosotros que desean la Copa Mundial tendrán que esperar a otro.

En el primer siglo muchos judíos esperaban la venida de un mesías político que podía entregar a su pueblo del predominio romano.  Es posible que Juan pensara así.  De todos modos, hoy día muchos quieren a un líder político que pueda reformar a la sociedad en el modo que les conviene.  Los tipos liberales querrían a un mandatorio que defienda los llamados “derechos procreativos” y los derechos migratorios.  Asimismo, los conservadores tendrían a un líder que mantenga intacta la cultura tradicional.  Sin embargo, personas con este género de esperanza serán desilusionados con Jesús.  Él severamente rechazó la idea que fuera mesías político.

Aún otros ven la salvación en la persona que pueda satisfacer todas sus necesidades íntimas.  Quieren a un rico o una rica con buena apariencia y finas sensibilidades.  Jesús tampoco cumplirá este esquema porque su misión es para el mundo entero.

Jesús no cumple ninguno de estos afanes.  Ha venido, como él declara a los discípulos de Juan, para que los ciegos vean y los cojos anden, para que los muertos resuciten y los pobres reciban la buena noticia.  Entonces, no viene para los de la clase media o los sanos, gente como la mayoría de nosotros, es cierto ¿no? No es.  Hay una estadística, ciertamente verdadera, que dio un psicólogo famoso: “Uno de cada uno de nosotros está sufriendo.”  Uno de cada uno de nosotros se ha sentido abandonado, agotado, o herido, en una ocasión u otra con repercusiones que persisten hasta ahora.  En verdad Jesús ha venido para cuidar a todos nosotros.  

¿No es que somos ciegos espiritualmente cuando pensamos si Dios existe, Él perdonará todos mis pecados confesados o no? Una mirada al evangelio abrirá nuestros ojos.  En ello Jesús nos muestra no solo que Dios existe sino también que tiene tanto amor para nosotros que siempre queramos a complacerlo.  Deberíamos confesar todos nuestros pecados y confiar en su misericordia. ¿No es que somos sordos espiritualmente cuando no queremos escuchar las penas y tristezas de otras personas? Otra vez el evangelio presenta a Jesús recibiendo a todos en su compañía y pidiendo que hagamos lo mismo.  ¿No es que somos muertos espiritualmente cuando siempre busquemos el placer propio y no lo bueno, lo verdadero y lo eterno?  Un hombre pasaba muchos fines de semana del otoño cazando.  Le gustaba sentarse en un escondido aguardando un venado.  Un sábado el hombre estaba en el campo con su rifle.  Se le ocurrió que su vida faltaba algo necesario: una relación con el que creó la tierra y todo lo que tiene.  El cazador se paró y regresó a su parroquia para confesarse.  Ahora vive feliz como laico comprometido.

Este hombre junto con todos nosotros espera el regreso del Señor Jesús.  Que no dudemos que llegará porque lo ha prometido.  Como dice Santiago en la segunda lectura, necesitamos a esperar con la paciencia de labradores aguardando la cosecha.  Entretanto, es de nosotros preparar la tierra para el Reino de Dios.  Quebramos los terrones con oración y sembramos las semillas de bondad y amor. Entre todos sembramos semillas de bondad y amor.