CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO
(Isaías
7:10-14; Romanos 1:1-7; Mateo 1:18-24)
Todos
sabemos que las acciones hablan más que las palabras. Nadie en la historia prueba esta verdad más
que San José. En los evangelios no dice
ni una sola palabra. Sin embargo, sus
acciones han facilitado la venida del Salvador del mundo.
El
Evangelio según San Mateo presenta a San José como “hombre justo”. Es justo porque no solo conoce la ley de Dios
sino también su propósito y porque la vive.
Sabe que la ley es para formar a la persona en los modos de Dios. Los fariseos también conocen la ley, pero la
manipulan para su propio provecho. El
Santo Óscar Romero dijo: “La ley es como una culebra; solo pica a los
descalzados”. Así los fariseos explotan
la ley en los evangelios.
José vive
la ley aun cuando piensa en divorciarse de María “en secreto”. Los dos han contratado el matrimonio pero no
han vivido juntos. Por eso, cuando José
se entera que María está embarazada, sabe que él no engendró al bebé. Porque es posible que hubiera adulterio, José
quiere aprovecharse de la parte de la ley que permite divorcio. De esta manera mostraría respeto para la
institución del matrimonio. Pero lo
haría “en secreto”, eso es, sin un juicio.
Otra vez José se muestra como hombre justo. Si un juicio descubriera que no fue caso del
adulterio sino de la violación, María sería sometida innecesariamente a la
reprobación pública.
Cuando el ángel
aparece a José, él sigue actuando como hombre justo. No demora ni un momento a cumplir la voluntad
de Dios. Lleva a María a su casa, y
cuando nace el bebé, él le pone el nombre “Jesús”. Para entender el significado de estos actos,
tenemos que conocer algo de las costumbres del judaísmo en el primer
siglo. En ese tiempo el hombre que
nombra al hijo fue considerado el padre legal del nacido. Es importante que José del linaje de David
nombre al hijo de María paraque él también sea descendiente de David, el rey
más grande de Israel. En el Antiguo
Testamento Dios prometió a David que tendría a un descendiente cuyo reino
durará para siempre. Ahora Jesús puede
asumir este oficio.
El nombre
“Jesús” también tiene significado en sí mismo.
Quiere decir “el Señor salva”. Es
apropiado para Jesús porque va a salvar no solo a su pueblo sino también el
mundo entero del pecado. Mateo nos da
indicación de esta salvación universal cuando los magos vienen de lejos para
adorar al niño Jesús en Belén. Al final
del evangelio Jesús enviará a los apóstoles a todos los pueblos para anunciarles
la salvación en Cristo Jesús.
Pero se le
da a Jesús otro nombre aún más importante y también tiene que ver con su
linaje. En la primera lectura Isaías
dice al rey de Judá: “¡Escuchad, oh casa de David! ...la virgen concebirá, y
dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”, eso es, “Dios con
nosotros”. Se cumple esta profecía en
Jesús en dos modos. Primero, María
concibe y da luz a Jesús como virgen.
También Jesús es concebido por acción del Espíritu Santo que quedará con
él siempre.
Meditando sobre
la historia del origen de Jesús, nos preguntemos porque nos preocupamos tanto por
regalos y fiestas durante Adviento. San
Mateo tiene algo que vale mucho más que estas cosas. Él muestra el amor de Dios para nosotros por
enviar a su Hijo a nosotros y por otra cosa casi tan maravillosa. Por el mismo Jesucristo Dios nos hace posible
que seamos aún más justos que San José.
Tenemos las enseñanzas de Jesús en el Sermón del Monte que nos sirven como
guía. Aún más, Jesús nos ha compartido el Espíritu Santo paraque vivamos
siempre su bondad y amor.
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