El domingo, 1 de mayo de 2022

 TERCER DOMINGO DE PASCUA

(Hechos 5:27-32.40b-41; Apocalipsis 5:11-14; John 21:1-19)

Una vez la pesca de bacalao en el Atlántico norte era fácil.  Solo se tenía que bajar una canasta en el agua para captar el pez.  Según un reportaje, sin duda exagerado, los bacalaos parecían formar un sendero en la superficie del mar de Terranova a Europa.  Por su sobreabundancia el bacalao, tanto como el conejo, pudiera servir como símbolo de la pascua.  De hecho, en el evangelio hoy la abundancia de pescado indica la presencia de Jesús resucitado.

Se puede dividir el evangelio en tres partes: la gran pesca bajo las instrucciones del Resucitado, el reconocimiento del Resucitado en el compartir del pan, y la comisión de Pedro a guiar el rebaño de Cristo.  Cada parte tiene ramificación para nosotros seguidores de Jesús.

La resurrección de Jesús lleva la vida en plenitud.  Victorioso sobre la muerte, Jesús compartirá los frutos de la nueva vida con sus discípulos.  Se indica la abundancia de la vida con la pesca tan enorme que casi rompe la red.  Podemos ver este tipo de abundancia en las vidas de personas comprometidas a la fe en nuestro medio.  Hace dos años murió un agricultor, Andrés Carr, en la región delta del estado de Mississippi.  No era famoso en el sentido de que su nombre fuera común ni en todo el estado ni en el país.  Sin embargo, su obituario llamó la atención.  Tenía una abundancia de amigos y admiradores además de una esposa de setenta años, cinco hijos, catorce nietos, y diecinueve bisnietos.

Don Andrés sirvió su parroquia como ministro extraordinario de la Santa Comunión, maestro de la biblia, presidente del comité de construcción, y miembro del coro entre otros oficios. Pero tal vez su relación con Cristo más apreciada fue su participación en la Adoración perpetua.  Por años Andrés se levantó en el medio de la noche de martes para pasar una hora antes del Santísimo Sacramento.   Como los discípulos en el evangelio él conocía al Señor resucitado en el compartir del pan.

Cristo pide compromiso de sus conocidos.  En la lectura toma a Pedro a solas para extraer de él una declaración del amor.  Solo entonces Jesús le encomienda la guía de sus ovejas.  Pues tal gran responsabilidad como la dirección de la Iglesia requiere un amor sin límite.  El Señor Carr demostró este tipo de liderazgo en diferentes sectores de su vida.  Fue primero en el desarrollo de agricultura por iniciar la riega de sus campos y por reclamar la tierra de las aguas.  Mucho más representativo de su compromiso a Cristo fue su participación en la lucha para derechos civiles. Andrés Carr era presidente del programa federal para terminar la pobreza por seis años.  Así inició servicios como la educación de niños antes de ir a escuela, la ayuda legal, la educación de los adultos, y el entrenamiento de los trabajadores agrícolas. 

En la primera lectura los apóstoles dan un principio primordial de la fe.  Pedro y los demás dicen al consejo de los judíos la necesidad de obedecer a Dios primero.  Solo entonces se podría hacer caso a los hombres.  Vale la pena reflexionar un poco en lo que este proverbio significa en nuestras vidas.  Donde los hombres sugieren que seamos cómodos, Cristo dice en este evangelio, “Sígueme”.  Donde los hombres aconsejan que solo tratemos bien a nuestros familiares y amigos, Cristo nos insiste: “Apacienta (a todas) mis ovejas”.  Donde los hombres nos aplaudan cuando seamos tan despreocupados como muchachos de veinte años, la voz del Señor nos avisa otro.  Dice: “…cuando seas viejo, … otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”.  Donde no queremos ir pero donde debemos ir es el sendero de la voluntad de Dios.

 

Para la reflexión: ¿Cómo he experimentado en mi vida la plenitud, la presencia de Cristo en la Eucaristía, y la comisión para servir a Cristo?

El domingo 24 de abril de 2022

 EL SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA (O DE LA DIVINA MISERICORDIA),

(Hechos 5:12-16; Apocalipsis 1:9-11.12-13.17-19; Juan 20:19-31)

De vez en cuando viene a la confesión una persona que quiere confesar un pecado del pasado.  Dice que nunca lo había confesado, aunque podría haber sido grave.  Evidentemente la persona siente la culpa por este pecado enterrado en lo recóndito de su conciencia.  Acaba de recordarlo, y quiere quitárselo para que no le disturbe más.  La resurrección de Jesús nos provee el instrumento para recibir el perdón para tal pecado.

Por decir “paz” en su aparición a los discípulos, Jesús no está impartiendo un saludo ordinario.  Dijo en la Última Cena que da una paz que no puede dar el mundo. Es la paz que libra a la persona de todo miedo y la llena a la persona con amor para todos.  Después de mostrarles las heridas de los clavos y la lanza le repite “paz”.  Esta segunda vez indica que los discípulos reciben una porción doble para que la compartan con los demás.  Entonces Jesús les otorga el Espíritu Santo para perdonar pecados.

Por esta paz de Cristo podemos experimentar el alivio de la culpabilidad a través del confesar nuestros pecados a un sacerdote.  No es necesario sacrificar un becerro como hacían los judíos o preguntarnos si realmente somos perdonados.  Solo tenemos que buscar a un cura.  Esto es una gran parte de la Divina Misericordia.  No tenemos que andar cargados por pecados porque Dios nos ha enviado a Su Hijo.  Jesús dio su vida para quitar el pecado del mundo.  También envió a sus discípulos para reconciliar a los cristianos individuos.

Sin embargo, sabemos que relativamente pocos están aprovechándose del Sacramento de la Reconciliación hoy en día.  Hace sesenta años había filas fuera de cada confesionario por dos horas cada sábado por la tarde.  Hoy usualmente se puede contar con los dedos de dos manos todos los penitentes en una hora de confesión.  ¿Qué pasó y cómo podemos remediar la situación?

Muchos no vienen a ser reconciliados porque no ven a sí mismos como pecadores.  No cuentan mentiras, ausencia de la misa dominical, aun, a veces. la fornicación como pecados.  Se preocupan más de ofender los sentimientos de otras personas que de romper un mandamiento de Dios.  

Otros tienen dudas de confesar a un sacerdote porque ven a los sacerdotes como pecadores tan grandes como ellos mismos.  Desgraciadamente algunos sacerdotes han perdido el impulso de vivir tan perfectos como Cristo.  Pero esta corrupción no disminuye la autoridad del sacerdote a perdonar los pecados de otras personas.  Como Tomás en el evangelio, debemos reconocer la presencia de algo sobrenatural en la reconciliación.  Jesús realmente ha resucitado de la muerte.  Él realmente ha dado a los sacerdotes la autoridad para quitar la culpabilidad de otra persona

Uno de los símbolos más prevalentes para la pascua es el polluelo rompiendo el casco del huevo.  Obviamente representa a Jesús saliendo del sepulcro.  Pero podemos anexar otro significado.  Puede representar a nosotros rompiendo la dureza de nuestras cabezas.  En lugar de enterrar los pecados en lo recóndito de nuestra conciencia, que los confesemos regularmente.  De esta manera mostramos el impulso de vivir tan perfectos como Cristo.  De esta manera mostramos el impulso de vivir como Cristo.

 

Para reflexión: ¿Estoy renuente a confesar mis pecados a un sacerdote?  Si estoy, ¿por qué?

El domingo, 17 de abril de 2022

Primer domingo de Pascua

(Hechos 10:34a.37-43; Colosenses 3:1-4 [o I Corintios 5: 6b-8]; Lucas 24:1-12)

A los americanos les gusta hacer verbos de nombres.  Hablan de “googlando” una palabra en el Internet para aprender su significado.  ¿Saben lo que significa “photoshopear adentro” a una persona?  Es poner la imagen de la persona en otra foto por medio de la aplicación “Photoshop”.  Todo el mundo entiende lo que estos nuevos verbos significan. Pues, la experiencia de usar el buscador Google o la aplicación Photoshop es tan maravilloso que se grabe en la memoria.  Se puede hacer algo semejante con el nombre “Pascua”. 

Podemos hablar de pascuar a una persona.  Es dar a la persona la experiencia de la Pascua en su plenitud.  Es llenar a ella o a él con alegría, esperanza, y deseo de contar a los demás de Cristo resucitado.  Se ven personas pascuadas a través de las narrativas de la resurrección en el Nuevo Testamento.

Pedro es persona pascuada.  Lo muestra en el encuentro con Jesús en la orilla del lago.  Él y otros discípulos han regresado a Galilea después de la resurrección de Jesús.  Están pescando cuando el discípulo que Jesús ama reconoce a Jesús en la orilla.  Inmediatamente Pedro se tira en el agua para ser el primero a acogérselo. Parece que la pura alegría impulsa a Pedro adelante. 

Una vez se veía esta alegría pascual en nuestra sociedad.  Al Domingo de la Pascua todo el mundo llevaba nueva ropa a la iglesia.  Entonces salían a las calles para compartir el espíritu de la Pascua.  Desgraciadamente, se ha perdido esta costumbre.  Tal vez es porque la gente ha perdido la esperanza que la resurrección del Señor ofrece.  Dicen, como los discípulos cuando escuchan el reporte de las mujeres, que es locura. 

Sin embargo, los discípulos no quedan cerrados a la resurrección por mucho tiempo.  Con las apariciones de Jesús se convierten en creedores firmes.  San Pablo es el mayor ejemplo.  En sus cartas escribe del “nuevo yo” que nace como resultado de la resurrección de Jesús.  El “nuevo yo” es persona reconstituida para amar de verdad.  Dice Pablo que esta nueva persona lleva dentro de sí mismo la esperanza de la vida eterna.  Allí conocerá a Dios “cara a cara”.  Se personaliza el encuentro en la Carta a los Filipenses: “…todo lo considero como basura, con tal de ganar a Cristo y de estar unido a él…” Sin duda, San Pablo es persona pascuada.

Así también son María Magdalena y las otras mujeres personas pascuadas.  Lo prueban cuando reportan la resurrección a “los Once y los demás”.  Son noticias tan maravillosas que no se puede contenerlas dentro de sí misma.  Hay que compartirlas con cada uno y todos.  La resurrección ha abierto nueva posibilidad para la humanidad.  Al final de las cosas no vamos a ser juzgados por los hombres según nuestra fortuna o nuestra fama.  Seremos juzgados por Dios según nuestra correspondencia con Jesús. Si nos conformamos con él, seremos juzgados como dignos de la resurrección.  Si lo desconocemos para seguir nuestros propios antojos, no mereceremos la vida eterna.

Dicen que en el Día de San Patricio todo el mundo es irlandés.  Por solo este día todo el mundo lleva ropa de color verde y come carne guisada con repollo.  Aún más somos gente pascuada.  No solo por un día como el mundo en el Día de San Patricio sino para siempre.  Por eso, que seamos alegres cada uno y todos los días. Que no perdamos la esperanza de la vida eterna en medio de un mundo inclinado a fortuna, fama y placeres.  Sobre todo, que contemos a los demás, particularmente a nuestros niños, de la resurrección del Señor.  Una gente pascuada no se cierre al mundo por sus locuras que tiene.  Más bien, como Jesucristo muestra al mundo el amor de verdad.

Para reflexión: ¿Qué más cualidades tienen gente pascuada?


El domingo, 10 de abril de 2022

 

DOMINGO DE RAMOS DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

(Isaías 50:4-7; Filipenses 26-11; Lucas 22:14-23:49)

Hace sesenta años un investigador universitario publicó un estudio que asombró al mundo.  El doctor Stanley Milgram probó a personas de diversos antecedentes por su disposición a llevar a cabo ordenes contrarios a sus conciencias.  Los probados fueron instruidos a dar descargas eléctricas a “aprendices” cuando hicieron errores.  En la realidad los “aprendices” eran actores y las descargas eran fingidas.  Pero aun así los resultados fueron preocupantes.  La gran mayoría de los probados darían descargas a los “aprendices” suficientes para matarlos.  En otras palabras, pecarían en lugar de desobedecer a la autoridad.  Vemos algo semejantes en la lectura de la pasión de Cristo hoy.

En el juico ante Pilato de Jesús, los líderes judíos insisten que Jesús es culpable de un crimen capital.  Pronto todos los judíos presentes reclaman su muerte.  Aunque ambos Pilato y Herodes no encuentran ninguna ofensa, la turba exhorta la ejecución de Jesús.  Bajo la autoridad de los sumos sacerdotes y los escribas la gente está dispuesta a desconocer su propia razonar.  Esta gente no es mala por naturaleza sino fácilmente llevada a hacer la maldad.  Nosotros somos inclinados a cometer el mismo error. 

Somos influenciados por los líderes culturales para pecar.  Los líderes pueden ser políticos, atletas, actores, sacerdotes, y otros.  Nuestros pecados pueden ser mentiras o robos, ofensas sexuales o blasfemias.  Vemos a personas a quienes de una manera u otro admiramos e imitamos sus vicios.  Como una gracia la voz de Dios nos llama en la conciencia para arrepentirnos.  Esta apelación a conciencia sucede en el evangelio, pero en una manera distinta.  Después de haber visto a Jesús morir en la cruz la gente regresan golpeando sus pechos en contrición.  Reconocen que han compartido en la muerte de un hombre inocente.

¿Qué vieron exactamente?  Vieron a Jesús mostrando la misericordia de Dios en cada vuelta.  En el camino al Calvario conforta a las mujeres de Jerusalén.  Les dice que no es necesario llorar por él, sino que lloren por sus propios hijos. Cuando está clavado en la cruz, pide a Dios que perdone a sus verdugos.  Finalmente, le promete al criminal que reconoce su delito un lugar en el paraíso.  Nosotros también podemos contar con Jesús para mostrarnos la misericordia. Jesús se muestra a sí mismo como verdadero Hijo de Dios.  Nos va a conseguir el perdón del Padre cuando reconocemos nuestros pecados.

Pecamos por insistir poner nuestra voluntad ante la voluntad de Dios.  Buscamos en primer lugar el placer, el poder, el prestigio, y la plata.  Aunque Dios siempre ha sido bueno con nosotros, siempre queremos más para satisfacer todo deseo nuestro.  Sin embargo, la pasión de Cristo muestra que la misericordia de Dios es mayor que nuestros pecados.    Solo tenemos que reconocerlos – sean tan grandes como el aborto o tan pequeños como “mentiras blancas”. Dios se nos perdonará por Cristo.

 

Para la reflexión: ¿Cuál vicio de un líder mundano estoy inclinado a imitar?