El domingo, 4 de julio de 2021

 DECIMOCUARTO DOMINGO ORDINARIO, 4 de julio de 2021

(Ezequiel 2:2-5; II Corintios 12:7b-10; Marcos 6:1-6)

La mujer se siente rechazada. Es presidente de un grupo parroquial responsable para varias tareas.  Pero le parece que no puede contar con nadie para ayuda.  Sus compañeras solo le cuentan excusas.  Una dice que no tiene tiempo.  Otra dice que tiene que salir a vacaciones. Se pregunta la mujer si ella misma tendría que cumplir todos los trabajos.  Vemos a Jesús sintiendo un rechazo parecido en el evangelio.

Jesús ha sido tocando el corazón de la gente con sus palabras dondequiera haya predicado.  Les gusta su manera de explicar el Reino de Dios con parábolas. Cuando Jesús les pide que se arrepientan, lo toman en serio.  Pero no más pronto que llega a Nazaret, su propio pueblo, que el acogimiento se amarga.  Aunque sus paisanos oyen sus palabras, no responden a sus enseñanzas.  Más bien se preguntan de dónde sacó enseñanzas tan inteligentes.  Lo tratan como si fuera un vendedor de habla rápida; eso es, fascinante para escuchar pero no digno de su confianza.

Por supuesto Jesús no es el primer profeta que ha experimentado el rechazo del pueblo.  En la primera lectura Ezequiel enfrenta a un pueblo desafiante.  Los israelitas están para ser derrotados porque han descuidado la Ley.  El Señor manda a Ezequiel para darles una oportunidad final.  Es posible que se salven del ejército babilonio si se someten a la voluntad de Dios.  Ezequiel mostrará con símbolos como un pancito y un vasito de agua que no tienen mucho tiempo.  Pero la gente no le hará caso. 

A veces nos preguntamos si no pasa cosa semejante en nuestra sociedad.  Hoy nosotros americanos celebremos el Día de Independencia. Damos gracias a Dios por los beneficios que trae la libertad.  Tenemos los derechos de participar en la selección de nuestros gobernantes, de poseer propiedad y hablar libremente.  Sin embargo, estos derechos llevan responsabilidades de que a menudo nos olvidamos. En un fenómeno actual llamado la “cultura de la cancelación”, se puede ver el abuso de la libertad de habla.  Las reputaciones y el bienestar de personas honradas están siendo arruinados por mentiras y verdades a medias hechas en los medios sociales.  ¿Qué más es esto que un tipo avanzado del chisme que ha destruido los nombres buenos de personas por milenios? Es cierto que tenemos la libertad de habla, pero esta libertad debe ser ligada con la responsabilidad de decir lo que creemos es verdad.   

En la segunda lectura Pablo habla de “una espina clavada en (su) carne”.  Porque no describe la aflicción más, tenemos que intuir su naturaleza.  Puede ser una idea falsa como la necesidad de circuncidarse para ser cristiano.  Puede ser la incapacidad de predicar fuertemente como se critica a sí mismo en esta Segunda Carta a los Corintios.  Aunque ha rezado al Señor que le quite esta prueba, solo recibe la respuesta que no, que es mejor que siga luchando.  Dice el Señor que de esta manera él revelará su gloria.  Aquí vemos la clave para superar el sentido de ser rechazado o cancelado.  Debemos desarrollar nuestra relación con Cristo para que realicemos dos metas.  Primero, que Cristo nos conceda la gracia no solo para decir sino también para vivir la verdad.  En segundo lugar, cuando nos persiguen a nosotros por decir la verdad en cuanto la conozcamos, que Cristo nos fortalezca.

En la canción nacional de los Estados Unidos se habla de la bandera americana encima de una fortaleza.  A pesar de varios barcos descargando sus cañones contra la fortaleza por toda la noche, se pudo ver la bandera en la madrugada.  ¡La fortaleza se quedaba en manos americanas! La historia puede representar nuestras esperanzas cuando nos sentimos rechazados.  Por nuestros rezos al Señor esperamos no ser derrotados por las críticas.  Más bien por los mismos rezos esperamos seguir adelante diciendo y viviendo la verdad.

 

PARA LA REFLEXIÓN: ¿Qué hace usted cuando se sienta rechazado o cancelado? ¿Reza al Señor?


El domingo, 27 de junio de 2021

 

DECIMOTERCER DOMINGO ORDINARIO

(Sabiduría 1:13-15.2:23-24; II Corintios 8:7.9.13-15; Marcos 5:21-43)

Casi todos los miércoles la gente llena la plaza de San Pedro en Roma a las diez de la mañana.  Vienen para ver al papa Francisco.  Escuchan su enseñanza y reciben su bendición.  Entonces tratan de acercarse a él para tomar un selfi con él y, si es posible, tocar su mano.  Se puede pensar en la gente actuando así con Jesús en el inicio del evangelio de hoy.

Como el papa, Jesús llama la atención a sí mismo.  Habla del mucho esperado Reino de Dios y cómo ello está apareciéndose gradualmente semejante a trigo sembrado en el campo.  Entonces viene Jairo, el jefe de la sinagoga, para pedirle un favor a Jesús.  Su hija está grave; ¿no vendría él para tocarla?  Jairo ha puesto su fe en Jesús como las muchas mujeres que luchan contra el aborto hoy en día.  Como Jairo desea que su hija viva, así las mujeres reconocen en los fetos escondidos imágenes de Dios que valen salvarse. 

En la caminata a la casa de Jairo, Jesús encuentra a otra persona que pone su fe en él.  La mujer con hemorragias cree que el mero toque de Jesús la curará.  Sin embargo, en este caso ella no espera que Jesús toque a ella, sino que ella toque a él. Cuando lo hace, sí es curada. Entonces no se queda escondida más. Responde al interrogante de Jesús con toda su experiencia.  Cómo dice la Carta de Santiago, la fe sin las obras es muerta.  Aquí la mujer no falla de actuar en su fe.  De nuevo se puede hacer una comparación con las mujeres que trabajan para poner fin del aborto.  Ellas también actúan, en su caso para salvar a los bebés destinados a la aniquilación.

Desgraciadamente las mujeres pidiendo que las madres den luz a sus hijos no siempre tienen éxito.  Tal vez en nueve de diez casos se encuentran corazones tan distorsionados que quieren seguir adelante con el aborto.  Entonces las mujeres tienen que creer que Dios proporcionará a los bebés la vida eterna.  Creer que Dios nos levantará de entre los muertos es uno de los retos más grandes de nuestra fe cristiana.  Como Jesús toma la mano de la muchacha en el evangelio para levantarla del sueño de la muerte, así levantará al día final a aquellos que han confiado en él.

La primera lectura dice que la muerte no originó con Dios sino con el diablo.  Podemos expandir este concepto por decir que la cultura de la muerte originó con el diablo.  Tentó a Eva y Adán con el propósito que se hicieran como dioses.  El resultado fue la muerte para ellos y todos los seres humanos.  Hoy en día tienta a personas con el placer.  El resultado ha sido tremendo: millones de abortos, suicidios, y vidas desgastadas.  El papa San Juan Pablo II pidió que transformáramos la cultura de la muerte en una de la vida.  Nuestros esfuerzos consistirán no solo de campañas contra el aborto sino también de modos nuevos de vivir. 

En primer lugar y sobre todo, como Jairo viviremos buscando a Jesús.  Lo encontramos, de veras lo tocamos, en la Eucaristía.  Con su apoyo podremos vivir apreciando a toda persona humana.  Como la muchacha recibe la mano de Jesús, tomaremos las manos de todos tipos de personas en la amistad.  Finalmente, como la mujer con hemorragias actuaremos para la vida.  Hablaremos la verdad de la cultura de la muerte y cómo es de nosotros transformarla en una de la vida.  Sí es de nosotros crear una cultura de la vida.

PREGUNTA DE REFLEXIÓN: ¿Qué hago yo para crear una cultura de la vida?

El domingo, 20 de junio de 2021

 DUODÉCIMO DOMINGO ORDINARIO

(Job 38:1.8-11; II Corintios 5:14-17; Marcos 4:35-41)                   

En una novela famosa un joven no más cree en un Dios bueno.  Dice que no puede aceptar a un Dios que permite que los niños sufran.  En lugar de pedir la ayuda del Espíritu Santo el joven quiere “devolver el boleto” para asistir en la iglesia. No rechaza la existencia de Dios.  Simplemente piensa que no vale darle el homenaje.  Vemos a los discípulos de Jesús listos a hacer la misma cosa en el evangelio hoy.

Los discípulos están en una barca en medio de un lago cuando se levanta una tormenta.  Su situación se hace peligrosa cuando la barca comienza a tomar adentro el agua. Se preguntan si van a sobrevivir.  Jesús los ha acompañado, pero está durmiendo.  Este apuro asemeja a la condición de la iglesia del primer siglo cuando escribió el evangelista Marcos.  La tormenta representa la persecución que había existido desde sus principios.  Les pareció a algunos cristianos entonces que a Jesús no le importaba que mueran. 

Hay inquietud semejante dentro de la iglesia hoy en día.  Sabemos que el matrimonio es una alianza permanente entre un hombre y una mujer.  Tiene dos propósitos: tener a hijos y aumentar el bien mutuo de la pareja.  Sin embargo, el mundo hoy acepta el matrimonio gay como si fuera natural.  Además, muchos ahora miran la intimidad sexual simplemente como un modo de tener el placer.  No le importa si o no está abierta a la procreación.  Entretanto les parece a algunos que el Papa Francisco quiere apoyar las relaciones homosexuales.  Dicen: “¿No ha dicho el Papa Francisco, ‘¿Quién soy yo para juzgar?’ en casos de la homosexualidad? Y ¿no es que haya apoyado las uniones gais en una entrevista televisora reciente?”

Estos cargos son ambos graves y perturbadores.  Resultan de la distorsión de lo que ha dicho el papa y un entendimiento incorrecto de sus intenciones.  Como Cristo el papa Francisco ama a las personas profundamente.  Quiere que todos – incluyendo a los homosexuales -- crezcan en la virtud humana.  Cuando dijo: “¿Quién soy yo para juzgar?” estaba refiriendo a los sacerdotes con algunas tendencias homosexuales, pero viviendo el celibato con integridad.  Asimismo, el papa nunca ha sido en favor de uniones gais que autorizan relaciones sexuales.  Sin embargo, él sabe que los homosexuales son personas humanas con ambos derechos y necesidades como todos.  Si viven juntos en la misma casa, necesitan los beneficios de los seguros y el derecho para hacer urgentes decisiones médicas el uno por el otro.  Sería igual para cualquiera pareja compartiendo el mismo hogar como, por ejemplo, un soltero viviendo con su madre. Sin embargo, la base del derecho tiene que ser compartiendo la misma casa, no la misma cama.

En el evangelio Jesús despierta en tiempo para salvar a sus discípulos.  Porque los ama, no permite que se pierdan.  Sin embargo, tiene que corregir su idea falsa que no le importe si perecen. A veces el amor requiere que corrijamos a aquellos que queremos.  Por eso, el Papa Francisco hace poco aprobó la prohibición de bendecir las uniones gais.  Como Jesús, el papa no quiere excluir a nadie del círculo de su afecto, incluidas, y tal vez especialmente, a las personas homosexuales. Sin embargo, tampoco quiere bendecir las relaciones que son dañinas tanto para la sociedad como para las personas involucradas.

Hoy es el Día del Padre en varios países.  Es solo justo a preguntar: ¿por qué queremos festejar a los padres?  ¿Simplemente por habernos pasar sus genes?  No creemos que eso valga mucho porque no les costó nada.  No, festejamos a nuestros padres hoy por los muchos esfuerzos que hicieron por nosotros. Los festejamos hoy por habernos dado de comer.  Los festejamos hoy por habernos enseñado la virtud humana.  Los festejamos hoy por habernos mostrado el amor cuando sentíamos perturbados y perdidos. 

 

PARA LA REFLEXIÓN: ¿Amo sinceramente a personas que son diferentes de mí?


El domingo, 13 de junio 2021

 UNDÉCIMO DOMINGO ORDINARIO

(Ezequiel 17:22-24; II Corintios 5:6-10; Marcos 4:26-34)

No se puede ver el embrión humano en sus comienzos.  Pues, es microscópico.  Aun después de una semana tiene el tamaño solo de un grano de arena.  Solo después de cuatro semanas el embrión ha crecido al tamaño de un grano de arroz.  En esta etapa se puede notar diferentes rasgos del cuerpo como la cabeza y el corazón. Sigue creciendo y desarrollándose misteriosamente por toda la vida.  En el evangelio hoy Jesús dice que el Reino de Dios es algo así.

Jesús ayuda a la gente entender el Reino de Dios con las parábolas.  Como nosotros acabamos de usar comparaciones como un grano de arena y un grano de arroz para entender la pequeñez del embrión, Jesús utiliza comparaciones como una semilla en la tierra para entender la dinámica del Reino de Dios. Sus comparaciones siempre son tomadas de la vida diaria de la gente.

Jesús dice que el Reino de Dios comienza como algo minúsculo como un grano de mostaza. El Reino es el verdadero amor que busca solo el bien del otro.  Tal amor comienza con palabras amistosas a una persona de otra raza o comunidad.  Pronto vemos a la persona no muy diferente de nosotros.  Tiene gustos y disgustos, valores y esperanzas más o menos los mismos como nuestros propios.  En tiempo después de conversaciones con varias personas de la misma raza o comunidad aprendemos que podemos confiar en algunos de su género y no podemos poner la confianza en otros.  En breve, las personas de otras razas o comunidades son más o menos como personas de nuestra propia raza o comunidad.

Los negros se hacen irritados cuando los blancos los juzgan no como individuos sino como otras personas de su raza.  Por supuesto, no son juzgados como los mejores de su raza como Barack Obama o Oprah Winfrey sino como los rudos.  En otras palabras, tenemos la tendencia pecaminosa de generalizar en cuanto a los vicios de personas de otras razas.  En contraste, vemos a los peores de nuestra propia raza como individuos.  Con virtudes la dinámica es invertida.  Vemos los buenos de otras razas como individuos mientras generalizamos las virtudes de personas de nuestra propia raza.

Estamos describiendo el racismo que es un pecado serio. Se define el racismo como considerar a algunos seres humanos como inherentemente superiores y otros esencialmente inferiores debido a su raza.  Aunque no todos ni siquiera la mayoría somos culpables de este pecado, es difícil liberarnos de su efecto.  Queremos pensar bien en nosotros mismos, sea nuestra nación, religión, o raza.  Esto no es malo con tal de que en el proceso no pensemos mal de otras naciones, religiones, o razas.  Tenemos que reconocer que hay buenos y malos en todos géneros de gentes incluso a nuestro género. 

El Papa Francisco hizo una parábola para describir el racismo.  Dijo que es como un virus que siempre está mutando.  Añadió que nunca desaparece sino se disimula mientras espera en acecho.  Como en el caso de Covid tenemos que ser vacunados del virus de racismo.  Podemos conseguir la vacuna no solo en una farmacia sino también en la escuela, la iglesia, y otros lugares.  Como la vacuna de Pfizer y de Moderna hay que recibirla con dos dosis.  La primera dosis consiste en alcanzar a una persona de la otra raza con palabras amistosas.  La segunda dosis es incluir a algunos de la otra raza entre nuestros confiados.  De esta manera evitaremos el pecado del racismo.  De esta manera también comenzaremos a experimentar el Reino de Dios.