UNDÉCIMO DOMINGO ORDINARIO
(Ezequiel 17:22-24; II Corintios 5:6-10;
Marcos 4:26-34)
No se puede ver el
embrión humano en sus comienzos. Pues,
es microscópico. Aun después de una
semana tiene el tamaño solo de un grano de arena. Solo después de cuatro semanas el embrión ha
crecido al tamaño de un grano de arroz.
En esta etapa se puede notar diferentes rasgos del cuerpo como la cabeza
y el corazón. Sigue creciendo y desarrollándose misteriosamente por toda la
vida. En el evangelio hoy Jesús dice que
el Reino de Dios es algo así.
Jesús ayuda a la
gente entender el Reino de Dios con las parábolas. Como nosotros acabamos de usar comparaciones
como un grano de arena y un grano de arroz para entender la pequeñez del
embrión, Jesús utiliza comparaciones como una semilla en la tierra para entender
la dinámica del Reino de Dios. Sus comparaciones siempre son tomadas de la vida
diaria de la gente.
Jesús dice que el
Reino de Dios comienza como algo minúsculo como un grano de mostaza. El Reino
es el verdadero amor que busca solo el bien del otro. Tal amor comienza con palabras amistosas a una
persona de otra raza o comunidad. Pronto
vemos a la persona no muy diferente de nosotros. Tiene gustos y disgustos, valores y
esperanzas más o menos los mismos como nuestros propios. En tiempo después de conversaciones con
varias personas de la misma raza o comunidad aprendemos que podemos confiar en
algunos de su género y no podemos poner la confianza en otros. En breve, las personas de otras razas o
comunidades son más o menos como personas de nuestra propia raza o comunidad.
Los negros se hacen
irritados cuando los blancos los juzgan no como individuos sino como otras
personas de su raza. Por supuesto, no
son juzgados como los mejores de su raza como Barack Obama o Oprah Winfrey sino
como los rudos. En otras palabras,
tenemos la tendencia pecaminosa de generalizar en cuanto a los vicios de
personas de otras razas. En contraste,
vemos a los peores de nuestra propia raza como individuos. Con virtudes la dinámica es invertida. Vemos los buenos de otras razas como
individuos mientras generalizamos las virtudes de personas de nuestra propia
raza.
Estamos describiendo
el racismo que es un pecado serio. Se define el racismo como considerar a
algunos seres humanos como inherentemente superiores y otros esencialmente
inferiores debido a su raza. Aunque no
todos ni siquiera la mayoría somos culpables de este pecado, es difícil
liberarnos de su efecto. Queremos pensar
bien en nosotros mismos, sea nuestra nación, religión, o raza. Esto no es malo con tal de que en el proceso no
pensemos mal de otras naciones, religiones, o razas. Tenemos que reconocer que hay buenos y malos
en todos géneros de gentes incluso a nuestro género.
El Papa Francisco
hizo una parábola para describir el racismo.
Dijo que es como un virus que siempre está mutando. Añadió que nunca desaparece sino se disimula
mientras espera en acecho. Como en el
caso de Covid tenemos que ser vacunados del virus de racismo. Podemos conseguir la vacuna no solo en una
farmacia sino también en la escuela, la iglesia, y otros lugares. Como la vacuna de Pfizer y de Moderna hay que
recibirla con dos dosis. La primera
dosis consiste en alcanzar a una persona de la otra raza con palabras
amistosas. La segunda dosis es incluir a
algunos de la otra raza entre nuestros confiados. De esta manera evitaremos el pecado del
racismo. De esta manera también
comenzaremos a experimentar el Reino de Dios.
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