DUODÉCIMO DOMINGO ORDINARIO
(Job 38:1.8-11; II Corintios 5:14-17; Marcos
4:35-41)
En una
novela famosa un joven no más cree en un Dios bueno. Dice que no puede aceptar a un Dios que permite
que los niños sufran. En lugar de pedir
la ayuda del Espíritu Santo el joven quiere “devolver el boleto” para asistir
en la iglesia. No rechaza la existencia de Dios. Simplemente piensa que no vale darle el homenaje. Vemos a los discípulos de Jesús listos a
hacer la misma cosa en el evangelio hoy.
Los
discípulos están en una barca en medio de un lago cuando se levanta una
tormenta. Su situación se hace peligrosa
cuando la barca comienza a tomar adentro el agua. Se preguntan si van a
sobrevivir. Jesús los ha acompañado,
pero está durmiendo. Este apuro asemeja
a la condición de la iglesia del primer siglo cuando escribió el evangelista
Marcos. La tormenta representa la
persecución que había existido desde sus principios. Les pareció a algunos cristianos entonces que
a Jesús no le importaba que mueran.
Hay
inquietud semejante dentro de la iglesia hoy en día. Sabemos que el matrimonio es una alianza
permanente entre un hombre y una mujer.
Tiene dos propósitos: tener a hijos y aumentar el bien mutuo de la
pareja. Sin embargo, el mundo hoy acepta
el matrimonio gay como si fuera natural.
Además, muchos ahora miran la intimidad sexual simplemente como un modo
de tener el placer. No le importa si o
no está abierta a la procreación.
Entretanto les parece a algunos que el Papa Francisco quiere apoyar las
relaciones homosexuales. Dicen: “¿No ha
dicho el Papa Francisco, ‘¿Quién soy yo para juzgar?’ en casos de la
homosexualidad? Y ¿no es que haya apoyado las uniones gais en una entrevista
televisora reciente?”
Estos
cargos son ambos graves y perturbadores.
Resultan de la distorsión de lo que ha dicho el papa y un entendimiento
incorrecto de sus intenciones. Como
Cristo el papa Francisco ama a las personas profundamente. Quiere que todos – incluyendo a los
homosexuales -- crezcan en la virtud humana.
Cuando dijo: “¿Quién soy yo para juzgar?” estaba refiriendo a los
sacerdotes con algunas tendencias homosexuales, pero viviendo el celibato con
integridad. Asimismo, el papa nunca ha
sido en favor de uniones gais que autorizan relaciones sexuales. Sin embargo, él sabe que los homosexuales son
personas humanas con ambos derechos y necesidades como todos. Si viven juntos en la misma casa, necesitan
los beneficios de los seguros y el derecho para hacer urgentes decisiones
médicas el uno por el otro. Sería igual
para cualquiera pareja compartiendo el mismo hogar como, por ejemplo, un
soltero viviendo con su madre. Sin embargo, la base del derecho tiene que ser
compartiendo la misma casa, no la misma cama.
En el
evangelio Jesús despierta en tiempo para salvar a sus discípulos. Porque los ama, no permite que se
pierdan. Sin embargo, tiene que corregir
su idea falsa que no le importe si perecen. A veces el amor requiere que
corrijamos a aquellos que queremos. Por
eso, el Papa Francisco hace poco aprobó la prohibición de bendecir las uniones
gais. Como Jesús, el papa no quiere
excluir a nadie del círculo de su afecto, incluidas, y tal vez especialmente, a
las personas homosexuales. Sin embargo, tampoco quiere bendecir las relaciones
que son dañinas tanto para la sociedad como para las personas involucradas.
Hoy es el
Día del Padre en varios países. Es solo
justo a preguntar: ¿por qué queremos festejar a los padres? ¿Simplemente por habernos pasar sus
genes? No creemos que eso valga mucho porque
no les costó nada. No, festejamos a
nuestros padres hoy por los muchos esfuerzos que hicieron por nosotros. Los
festejamos hoy por habernos dado de comer.
Los festejamos hoy por habernos enseñado la virtud humana. Los festejamos hoy por habernos mostrado el
amor cuando sentíamos perturbados y perdidos.
PARA LA REFLEXIÓN:
¿Amo sinceramente a personas que son diferentes de mí?
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