EL XXXI DOMINGO “durante el año
(Deuteronomio 6:2-6; Hebreos 7:23-28; Marcos 12:28-34)
Las
escrituras hoy son breves, pero profundamente significativas. Nos enfocaremos en la primera y en el
evangelio y dejar la segunda lectura para otra ocasión.
El
pasaje del libro Deuteronomio, literalmente nos llama la atención. “Escucha, Israel”, grita Moisés al pueblo
Israelita. Anuncia el famoso “Shemá”, el
dicho que cada judío piadoso repite dos veces al día. Moisés lo grita porque contiene tal vez el
mensaje más importante en la historia.
Se dirige a nosotros, cristianos católicos en el año 2024, tanto como a
los hebreos liberados de la tiranía de Faraón hace más de hace tres mil
años. Quiere que nos desintonizar un
momento de la voz interior para hacer caso a la palabra de Dios.
El
mensaje tiene dos partes. Primero, sigue
Moisés, el Señor es el único dios que existe.
Todos los ídolos y fetiches – sean mitos como “Madre Tierra” o sean los
antojos del corazón como lujos -- son imaginarios. No tienen sustancia y mucho menos el poder a
salvar. Son como las nubes durante la
sequía, al aparecer traen la esperanza, pero disipan pronto.
Segundo,
Moisés urge que amemos al Señor, Dios nuestro, no un poco como amamos nuestras
animales mascotas, sino más que nuestras propias vidas. “… con todo tu corazón … alma, (y) …
fuerzas” dice el profeta. Hemos de
vivir para el propósito de agradar a Dios.
Porque hoy, el 3 de noviembre, es la Fiesta el día de San Martín de
Porres, aprovechémonos de él como ejemplo.
Martín pasó las noches haciendo penitencia y rezando al Señor. Dedicó los días al hacer obras de caridad
para los hijos de Dios.
Ahora
que fijémonos en el evangelio. Jesús
acaba de discutir con los fariseos sobre el tributo al César y con los saduceos
sobre la resurrección de la muerte.
Evidentemente sus ideas han impresionado a un escriba tanto que el
escriba quiera su juicio sobre una cuestión apremiante en su día: “’¿Cuál es el
primero de todos los mandamientos?’” La
contesta no es tan obvia como aparece. Un
poco antes del tiempo de Jesús el famoso rabí Hilel dijo que el primer
mandamiento es: “Lo que odias para ti mismo, no hagas a tu prójimo”. Hoy en día algunos tomando en cuenta su
colocación en la Biblia dirían que el primer mandamiento es: “Sean fecundos y
multiplíquense”.
La
respuesta de Jesús al interrogante muestra mayor sabiduría. Da dos mandamientos conocidos por todo judío
en su tiempo. Son semejantes en estructura, pero diversos en sus objetivos y su
importancia con el segundo siendo derivado del primero. En primer lugar, hemos de amar a Dios sobre
todo. En segundo lugar, hemos de amar al
prójimo, que es hijo de Dios, como a nosotros mismo. Si cumplimos ambos mandamientos en su orden
correcto, nunca desviaremos del camino hacia la vida eterna.
El
escriba se complace con la respuesta de Jesús.
Reconoce que actuar así “vale más que todos los holocaustos y
sacrificios”. Sin embargo, no dice que
los sacrificios pierdan todo valor. De
hecho, tienen gran valor para el que los cumpla y para el beneficiario nombrado
por el hacedor. Tenemos que recordar
esto cuando nos dicen que la ética es todo lo que importa, que los rezos y
sacrificios, incluso la misa, pueden dejarse al lado. Pero si los dejamos al lado, ¿cómo seremos
perdonados cuando faltemos mostrar el amor a los demás? Y ¿qué vamos a hacer cuando nos encontramos
completamente abrumados con dificultades?
El
pasaje termina con Jesús felicitando al escriba por su perspicacia. Le dice: “No estás lejos del Reino de
Dios”. No está lejos porque está mirando
al Reino en la cara. Si él sigue a Jesús
como Bartimeo en el evangelio del domingo pasado va a llegar al Reino
eterno. Es igual con nosotros. Si seguimos a Jesús poniendo a Dios enfrente
de todo y tratando al otro como queremos ser tratados, el Reino es nuestro para
siempre.