El Primer Domingo de Adviento
(Jeremías
33:14-16; Tesalonicenses 3:12-4:2; Lucas 21:25-28.34-36)
No es
secreto. Mucha gente sufre en el mundo
hoy. Entre nosotros los inmigrantes se
preocupan de ser devueltos al país de su origen. Además no pueden visitar con sus familiares. En el medio oriente los civiles están
involucrados en guerras sangrientas. Este
sufrimiento puede estallar en injuria y dolor rápidamente. En Centroamérica los
campesinos enfrentan las amenazas continuas de los narcotraficantes y pandillas. Así viven con la preocupación que sus hijos se
metan en la violencia. Se puede ver
conflictos parecidos en las lecturas de esta misa.
En la primera
lectura Jeremías está consolando a los jerusalemitas. Según el profeta, porque han abandonado los
mandamientos, Dios les ha entregado en las manos de los babilonios. Ahora están enfrentando el desmoronamiento de
su ciudad y la deportación de mucha población.
A pesar de todo, Jeremías extiende la esperanza que Dios resucite el
reino de David. Cuando lo haga, no habrá
más la corrupción sino la justicia en todas partes.
En el
evangelio Jesús prevé los fines de tiempo.
Porque el evangelista Lucas escribe después de la destrucción de
Jerusalén por los romanos en al año 70, se incluyen en la predicción de Jesús los
eventos que tuvieron lugar en el catástrofe.
La gente muere “de terror y de angustiosa espera”. En medio de este desastre venidero Jesús
ofrece a sus discípulos la esperanza.
Dice que él mismo llegará para salvarlos. Para qué les reconozca, ellos han de evitar
“el libertinaje, la embriaguez, y las preocupaciones de esta vida”. Más bien, tienen que vivir velando y orando
continuamente. En su regreso al mundo
Jesús se fijará en sus obras buenas ellos y les rescatará.
Este
mensaje realmente no es nuevo. Unos
treinta años antes de Lucas, Pablo escribió a los Tesalonicenses que vivieran
con el amor mutuo. Estaban esperando la
venida del Señor pronto. Sin embargo, no
ha venido Jesús en carne y hueso ni en el tiempo de Pablo ni en el tiempo de
Lucas hasta el día hoy. Entretanto las
guerras siguen amenazando a los pueblos.
Pero aun si no nos encontramos en medio de bombas y ametralladoras, aun
si tenemos los documentos para vivir en esta tierra, no estamos libres de
problemas. Enfermedades, el futuro de
los hijos, las dificultades con el trabajo y docenas de otras preocupaciones
siempre nos acosan. Entonces ¿cómo vamos
a enfrentar estos apuros?
Sobre
todo tenemos que mantener la esperanza en el Señor. Rezamos a él y guardamos sus mandamientos
como signos de nuestra confianza. Él vendrá
definitivamente al final de los tiempos, pero se hace presente ahora en
diferentes formas. Escuchamos su voz en
la palabra de Dios. Tocamos su cuerpo y sangre en el sacramento
del altar. Lo percibimos cuando nos
presta la mano otra persona. En torno
deberíamos reconocernos a nosotros mismos como miembros del Cuerpo de
Cristo. Particularmente en este
Evangelio de Lucas Jesús exige que hagamos lo que se pueda para aliviar el
sufrimiento de los pobres.
Hoy
encendimos la primera velita en la corona de Adviento. Ella significa mucho a nosotros esperando la
venida del Señor al final de los tiempos.
Sobre todo la velita encendida simboliza a Cristo, luz del mundo, que
viene para salvarnos También, la velita
representa a todos hombres y mujeres que se encuentran en apuros. Ellos quieren ser rescatados por el
Señor. Finalmente, la velita encendida
es nosotros haciendo lo que se pueda para ayudar a los demás. Aunque sea pequeña, la velita significa mucho.