Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo
(Daniel
7:13-14; Apocalipsis 1:5-8; Juan 18:33-37)
“’¿Qué
es la verdad?’” Pilato responde a Jesús en el evangelio hoy. No es que quiera
debatir la filosofía. Pilato es
gobernador romano con miles de tropas bajo sus órdenes. La verdad para él significa ocupar esta
fuerza para el bien del imperio. Si es
necesario poner a muerte a Jesús para evitar problemas con el pueblo, esto
sería la verdad.
Los
judíos tienen otro concepto de la verdad.
El sumo sacerdote lo ha declarado en un pasaje previo en este
evangelio. Dijo que le conviene al
pueblo que una persona muera antes de que la nación perezca. Él sabía que si Jesús siguiera atrayendo a la
gente, los romanos cerrarían el culto en el Templo. Para los judíos la verdad es mantener la Ley
de la Antigua Alianza a todos costos. Si el ministerio de Jesús está amenazando
el culto del Templo, entonces ello tiene que ser eliminado. Nos parece extraño porque significará poner a muerte a un
mensajero de Dios.
Durante
la última cena, Jesús contó a sus discípulos que él es la verdad. Quería decir que él es el camino verdadero a la
casa del Padre. Si un hombre o una mujer
desean llegar a esta casa, tienen que ir por él. Y ¿quién no quiere estar en la casa del
Padre? Como queremos estar en casa para
la Navidad, queremos llegar al Padre que nos ama individual e
incondicionalmente.
Jesús no
se declara solamente como la verdad sino también como rey. Sin embargo, precisa a Pilato que su reino no
es de este mundo. Quiere decir que su
reino no tiene que ver con la constante búsqueda de plata, placer, prestigio, y
poder. Más bien constituye de otros valores
como la solidaridad, la justicia y el amor.
Siendo nuestro rey, Jesús exige que vivamos estos valores.
Esto no
es fácil porque vivimos en un tiempo del individualismo. Ahora la gente se enfoca casi siempre en su
propio bien. No les importa tanto lo que
pase a los demás. Sí hay una
preocupación por sus padres y hermanos.
Pero estas relaciones también pueden ser disminuidas como se puede ver
en los asilos donde algunos ancianos no reciben visitantes.
Podemos
ver otro instante del individualismo lamentable alrededor del árbol navideño. Los
niños lloran si no reciben los regalos que han puesto en su lista. Para economizar los adultos a veces adoptan el
sistema en que cada uno saca el nombre de un familiar a quien va a dar un
regalo. Parece bien esta idea hasta que
comiencen a nombrar el regalo por color y talla que quieren recibir de su
“Santa Claus”. Se ha perdido el sentido
del “regalo perfecto” para lo cual poníamos bastante atención. Ahora todo es para gratificar al
individuo. Se puede lamentar también
cómo por las compras de Amazon no tenemos la oportunidad de encontrar a la
gente común. No nos acogemos con el
saludo del tiempo a las dependientes en las tiendas, los Santa Claus del
Ejército de la Salvación pidiendo aportes, u otras compradoras en la calles.
La
segunda lectura describe a Jesús con otros nombres. No sólo es la verdad y el rey sino también “el
principio y el fin”. Hemos visto Jesús
como el fin cuando hablamos de él como el camino al Padre. ¿Cómo es Jesús el principio? Era con el Padre en la creación del
universo. Pero más al caso Jesús es la
fuente de la vida por los demás. Él nos
ha demostrado cómo sacrificarnos por el bien del otro. Aún más, Jesús nos fortalece para servir con
la Eucaristía. Comiendo su cuerpo y bebiendo su sangre nos asumimos en su amor
divino. Ya podemos buscar regalos con
todo el discernimiento necesario para encontrar el “regalo perfecto”. Ya podemos visitar a los ancianos en el asilo
con los saludos apropiados en todos los tiempos.
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