VIGÉSIMO SÉPTIMO DOMINGO ORDINARIO
(Habacuc
1:2-3.2:2-4; II Timoteo 1:6-8.13-14; Lucas 17:1-5)
“Llevar
carbón a Newcastle” es como los ingleses describirían una actividad
inútil. Pues, Newcastle una vez era el
centro de la minería de carbón para el país.
“Llevar carbón a Newcastle es igual a llevar ron a Puerto Rico, maíz a
México, o hielo a la Antártica. Vienen a
Jesús con un propósito semejante en el evangelio hoy.
Los
discípulos le piden al Señor: “Auméntanos la fe”. Jesús acaba de exigir que perdonen a los
arrepentidos siete veces por día si les buscan disculpas tantas veces. Porque no les parece razonable, piensan que
requieren profundizar la confianza. Es
como nosotros sentimos cuando la Iglesia nos instruye que tenemos que defender
la dignidad de la vida desde la concepción al fin natural. No
queremos meternos en una manifestación contra el aborto, mucho menos preocuparnos
por todo el elenco de cuestiones en pro de vida. Nos hace falta más fe para aceptar la Iglesia
como una maestra que vale nuestros mejores esfuerzos.
Pero la
verdad es que tenemos toda la fe necesaria.
Venimos a la misa cada domingo porque creemos por ella la Iglesia
preserva la presencia de Jesús en el modo más precioso. Así podemos someternos a la enseñanza que
cada vida humana posee la imagen de Dios, sea un embrión o sea un agonizante.
Asimismo a los discípulos no falta la fe necesaria para hacer proezas tan
grandes como decir a un árbol que se arranque y se plante en el mar. Ya han reconocido a Jesús como el Mesías
(9,20) y lo siguen siguiendo aunque les ha advertido que significará grandes
sacrificios (14,26-27).
No
obstante, Jesús no crea pretextos para sus discípulos de modo que puedan
esquivar sus exigencias. Al contrario,
compara el discipulado a la servidumbre donde el señor exige el trabajo día y
noche sin recompensa de añadidura. Es
como si estuviera pidiendo a nosotros que además de hacer esfuerzos para los
fetos inocentes que recemos por el alma de Aarón Alexis, el hombre que mató a
doce personas en el depósito naval de Washington hace poco. Si o no Alexis sufría de un psicosis de modo
que no tuviera responsabilidad de sus acciones, él era una persona humana digna
de nuestra atención.
En su famosa
entrevista reciente el papa Francisco comentó que quiere que la Iglesia sea
como un hospital del campo de batalla.
Quería decir que la Iglesia pudiera mostrar más preocupación para aquellos
que son despreciados -- hombres como Aarón Alexis y todos los condenados por
las cortes a la muerte, tanto como los miserables en las calles. A lo mejor no recibiremos ningún elogio cuando
les apoyamos a ellos. Pues, son gentes
olvidadas por la sociedad. De esta
manera estaremos experimentando la indiferencia hacia los siervos en la
parábola de Jesús que sólo hacen lo que deben hacer. Evidentemente se nos realizará el premio por
nuestro servicio en el porvenir.
Para ser
realmente en pro de vida significará cubrir un área tan extensa como un campo de
batalla. Tendremos que caminar en las
manifestaciones contra el aborto, luchar contra la tendencia para la eutanasia,
y solicitar a los gobernantes en favor de los condenados. Requiere tanto el servicio como la fe. La fe ve en cada persona humana una chispa de
Dios, un motivo llamando nuestros mejores esfuerzos. El servicio hace efectiva la fe por cumplir
la voluntad del señor Jesús. Esto es la
cosa: ser en pro de vida es cumplir la voluntad de Jesús.