EL DOMINGO DE PENTECOSTÉS (MISA VESPERTINA DE
LA VIGILIA)
(Génesis
11:1-9; Romanos 8:22-27; Juan 7:37-39)
En el
año 1976 Irlanda Norte estaba en guerra civil. La mayoría de la población, que era
protestante, quería mantenerse unida con Inglaterra. Entretanto, muchos de la minoría católica preferían
formar parte de la Republica Irlandés al sur.
Había mucha discriminación, protesta, y retaliación resultando en la
muerte de miles de civiles. Un día un
soldado inglés abrió fuego a un coche de los republicanos causándolo perder el
control. El coche atropelló una familia
matando a tres niñas. Mucha gente – ambos
protestantes y católicos – decidió que demasiada sangre se había derramado. Formaron manifestaciones de miles personas pidiendo
un alto de la violencia. Ellos anhelaron
la venida del Espíritu Santo como San Pablo escribe en la segunda lectura hoy.
Pablo
describe un pueblo cuyos gemidos para el alivio son unidos con las oraciones del
Espíritu Santo. Nosotros hoy en día
seguimos añorando una sociedad más sana.
Vemos a los soberbios acaparrando la atención como los hombres de Babel en
la primera lectura. Ellos quieren
construir una torre para llegar a Dios como si Él viviera encima de una
nube. Se ve este tipo de egoísmo hoy en
los entretenedores que no refrenan nada en sus referencias al sexo. Igualmente lo percibimos en el vestido de las
mujeres que han perdido el sentido de vergüenza. Pedimos que venga el Espíritu para corregir estas
tendencias indecentes por el bien de todos.
El
evangelio destaca a Jesús como la fuente del Espíritu Santo. La ocasión es la fiesta de las Tiendas, una celebración
que atrae a muchos peregrinos a Jerusalén.
La fiesta recuerda cómo el Señor acompañó a los israelitas por cuarenta
años en el desierto. Los peregrinos
forman una procesión para sacar el agua de la piscina de Siloé a la orilla de
Jerusalén. Esta agua representa la que
Moisés sacó de la roca en el desierto. Los
sacerdotes verterán el agua sobre el altar del Templo para simbolizar su
capacidad de dar la vida. Al mirar las
actividades Jesús grita que él tiene agua viva.
Su agua es mucho más eficaz que la de la piscina porque concede la vida
eterna. El agua a la cual refiere es el
Espíritu Santo que Jesús entregará una vez que muera en la cruz.
Nosotros
hemos bebido de esta agua. Pues hemos
recibido al Espíritu Santo en el bautismo.
Ya es de nosotros para hacer lo que podamos para derrotar las fuerzas de
violencia y soberbia. No estamos solos
en la lucha. Han bebido del mismo Espíritu
sinnúmeros de otras gentes. Tal vez nuestro
aporte sea limitado a no practicar la violencia y enseñar a nuestros hijos
así. Sería un paso adelante en la
construcción de la paz. Asimismo por refrenar
de indirectas sexuales, contribuiríamos a un ambiente más sano. Aquí vemos un propósito de la venida del
Espíritu: crear una sociedad pacífica y sana por todos.
EL DOMINGO DE PENTECOSTÉS (MISA DEL DÍA), 20 de
mayo de 2018
(Hechos
2:1-11; Gálatas 5:16-25; Juan 15:26-27.16:12-15)
Algunos
del movimiento protestante llamado Cuáquero tienen un modo extraño de orar a
Dios. No usan ni palabras ni ritos sino
se sientan orando en silencio. Sin
embargo, estas personas son famosas por su dedicación a las obras de
servicio. Sucedió que un día un católico
asistía en un encuentro cuáquero. Se sentía
incómodo porque nadie dijo nada a la hora designada para el comienzo. Después de quince minutos preguntó a un
miembro de la comunidad cuándo comenzará el servicio. La persona respondió: “El servicio comienza
cuando termine la oración”. Parece que
algo semejante pasa en la primera lectura.
La comunidad de discípulos se ha reunido para
la fiesta judía de Pentecostés. La gente
celebra el día de la entrega de la Ley de Dios cincuenta días después de su escape
de Egipto. Ya los seguidores de Cristo
recibirán una ley nueva, interior y más eficaz.
Oyen un swoosh como el sonido
de un IPhone enviando mensajes. De
repente ven lenguas de fuego simbolizando la presencia del Espíritu de Dios
sobre todos. El Espíritu Santo ya ha
llegado como un pistón llevando a cada uno a dar testimonio a Jesucristo.
Los apóstoles predicarán a Jesús como dice el
evangelio. Su insistencia que realmente tuvo
lugar la resurrección de Jesucristo les costará sus vidas. Los demás discípulos también darán testimonio
con sus vidas pero no de modo sangriento.
Siguiendo al Espíritu, van a vivir en un modo diferente de aquel del
mundo. Como dice San Pablo en la Carta a
los Gálatas van a dejar atrás el “desorden egoísta”. No van a mostrar nada de la lujuria, las
divisiones, y las envidas. Más bien
serán conocidos por la alegría, la bondad, y el dominio de sí mismo. Estos son los efectos del Espíritu
funcionando como ley interior.
Asimismo nosotros somos llamados a dar
testimonio. Deberíamos hablar de nuestra
esperanza a resucitar de la muerte como Jesús.
El testimonio se volverá elocuente por mostrar al mundo un nuevo modo de
vivir. Cuando vivimos alegres, benignos,
y auto-dominados, los demás se percatarán de la presencia del Espíritu Santo. Cuando vivimos como personas nuevas, se
percatarán del Espíritu Santo.