El domingo, 7 de enero de 2024

LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

(Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-3.5-6; Mateo 2:1-12)

No es nada nuevo que los tres magos no son reyes.  Tampoco son magos en el sentido que practican la magia.  Más bien la intención de San Mateo es presentarlos como buscadores de la verdad.  Diligentemente investigan los cielos para determinar exactamente lo que tiene el futuro.  En un modo son como los meteorológicos que buscan signos en la atmósfera para predecir el tiempo para mañana, la semana próxima, o en un año.

El evangelio no especifica de dónde vienen los magos. Pero por su colocación en el este y su interés en la ciencia, los expertos de la biblia los consideran persas.  De todos modos, han oído del “rey de los judíos” que iba a nacer.  A lo mejor conozcan la profecía que un descendiente de David va a sentarse en su trono para siempre.  Es el bien esperado mesías judío que establecerá de nuevo el reino de David y traerá a los monarcas del mundo para escuchar su sabiduría.  Los magos siguen la estrella del recién nacido para darle homenaje. 

La estrella provee a los magos solo parte de la verdad.  Puede indicar aproximadamente donde queda el rey, pero no con precisión.  Para esto se necesita la revelación divina.  Esto es la razón de que los judíos tienen que referirse a las Escrituras cuando los magos preguntan: “¿Dónde está el rey de los judíos…?”  El profeta Miqueas escribió que el mesías vendrá de Belén. 

La referencia a las Escrituras nos proporciona una lección de mucha urgencia para los tiempos contemporáneos.  Todo campo de estudio humano incluso las ciencias duras como la física, la química, y la biología no puede revelar la verdad en su plenitud.  Para conocer la verdad completa se necesita la revelación de Dios.  Esto es particularmente el caso en referencia a la moral.  Sin recurrir a la Escritura la gente considerará como aceptable la manipulación del cuerpo y alma para lograr sus fines.  Esto puede explicar por qué en algunas partes se quieren bendecir a los matrimonios gay y exterminar a las personas severamente incapacitados.

Finalmente, los magos encuentran a Jesús, el rey que encarna la verdad completa.  Sus enseñanzas formarán un pueblo justo.  Sus actos guiarán a seguidores a la felicidad eterna que no resulta del placer sino del amor infinito.  Los regalos que los magos son apropiados a este rey.  Él vale más que el oro.  Como Hijo de Dios merece las alabanzas que son como el incienso fragante que asciende al cielo.  Y porque, como humano, sufrirá la muerte, se le incluye la mirra para su entierro. 

Pesa a los beneficios que trae el rey-mesías, algunos no quieren que reine.  Lo eliminarían como si fuera la plaga y no el remedio para todo tipo de dolencia.  Herodes no quiere compartir el poder con nadie aun con uno que le produciría la paz.  Otros no quieren hacer caso a Jesús por el orgullo, codicia, y lujuria que manejan sus corazones.  Estos no son necesariamente personas ajenas a nosotros.  Se ha dicho que la línea separando lo bueno y lo malo no pasa por familias, naciones, o comunidades de fe sino por cada corazón humano.  Por eso, tenemos que esforzarnos a corresponder nuestros modos a los del rey cada vez más.

Jesús debería ser el enfoque de nuestra vida.  Si cada día meditamos cómo poner en práctica el evangelio, tendremos a nuestra disposición la verdad.  Cuando lo vivimos, experimentaremos la vida eterna.

El domingo, el 31 de diciembre de 2023

 La Sagrada Familia de Jesús, María y José

(Génesis 15:1-6.21:1-3; Hebreos 11:8.11-12.17-19; Lucas 2:22.39-40)

El padre Patricio Peyten era uno de más populares evangelistas durante el siglo XX.  Vino de Irlanda a los Estados Unidos donde persiguió una vocación religiosa.  Como sacerdote, promovió el rezo del rosario familiar.  Redactó un lema que se hizo famoso: “La familia que rece juntos, se queda juntos”.  En tiempo algunos trataron de alterar el lema diciendo: “La familia que juega juntos, se quedan juntos”.  Pero las nuevas fórmulas no se han pegado porque no se basan en la realidad.  La verdad es que las familias tienen que someterse a Dios si quieren ser unidas.

Se ve la necesidad de someterse a Dios en las primeras páginas de la Biblia.  Génesis cuenta del primer pecado como resultado del deseo de Eva para ser como Dios.  La serpiente le dice que por comer de la fruta prohibida ella pudiera determinar por sí mismo lo bueno y lo malo. No tendría que obedecer las leyes de nadie más de las suyas.  No mucho más tarde de que ella y el hombre prueban la fruta, la vida humana se dificultó para siempre. 

Algo semejante pasa en la historia de la Torre de Babel.  Con su industria los hombres tratan de evitar la dependencia de Dios. Piensan que pudieran alcanzar al cielo, una hazaña que tal vez los harían más famosos que Dios.  Sin embargo, como resultado de su necedad, Dios tiene que rescatarlos de desastre.  En fin, la pretensión para ser como Dios termina en el mundo entero cayéndose en confusión. 

Las cosas se mejoraron cuando Abram escucha la voz de Dios y le somete su fidelidad. Como relata la primera lectura, él y su esposa Sara no se rebelan contra Dios por no darles a hijos.  Su conforme a la voluntad divina les gana un hijo y en tiempo multitudes de descendientes.

En el evangelio María y José también muestran el sometimiento a la voluntad de Dios.  San Lucas describe a los dos presentando a Jesús a Dios y ofreciendo el sacrificio apropiado. Todo está hecho “como está escrito en la ley”.  Jesús seguirá la voluntad de Dios, su Padre, en todo por aun entregarse su vida para redimir al mundo. 

A veces parece que el mundo ha vuelto a los tiempos de antes de Abram.  Hoy en día cada vez más la gente prefiere hacer su voluntad antes de la de Dios.  Se preocupan más del placer y la comodidad que el culto y la compasión.  Apropiado a esta Fiesta de la Sagrada Familia, hay que lamentar cómo muchos jóvenes se olvidan del primer mandato de Dios en la Biblia: “Sean fecundos y multiplíquense”.   Piensan erróneamente que el propósito del sexo es el placer de sí mismo y no la procreación de prole y el apoyo del cónyuge. 

Aprendemos el sometimiento a Dios en la familia.  Los ancianos nos enseñan que las capacidades humanas siempre son limitadas.  Tenemos que pedir la ayuda de Dios en la misa y la oración personal.  Estas peticiones son particularmente necesarias mientras personas se acerquen el umbral de la muerte.  Nuestros padres nos instruyen el valor del sacrificio.  Cuando nos enfermábamos como niños, desvelaron para cuidarnos.  Su sacrificio demostraba que no existimos solo para nosotros mismos.  Más bien, tenemos que buscar también el bien de los demás.  Porque Dios nos creó y sostiene, Él siempre tiene el primer reclamo de nuestro servicio.  Finalmente, de nuestros hermanos con quienes a menudo riñamos, aprendemos la necesidad de perdonar y pedir perdón.  En la vida vamos a caer en pecado.  Cuando nos pasa a nosotros, debemos ofrecer a Dios nuestra disculpa y solicitar su misericordia.

Mañana comenzamos un nuevo año.  Para muchos es tiempo de renovar los valores familiares que han dejado de vivir.  A lo mejor nosotros queremos reformarnos también.  Primero que nos preguntemos por quién vivimos: Dios o nosotros mismos.  Si nuestra respuesta es la segunda, es tiempo de someternos de nuevo al Señor.

El domingo, 24 de diciembre de 2023

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

(II Samuel 7:1-5.8-12.16; Romanos 16:25-27; Lucas 1:26-38)

La mayoría de los cristianos han oído la palabra “encarnación”.  Sin embargo, no todos saben lo que quiere decir.  La encarnación significa el misterio en lo cual la Segunda Persona de la Santísima Trinidad se hizo hombre.  Aunque este concepto no nos extraña, algunos dicen que es una contradicción.  “¿Cómo puede ser – preguntaran – que Dios, el autor de los millones de millones de las estrellas en el universo, puede hacerse tan limitado como una persona humana?  Es como si fuera uno podría poner una montaña en una caja de zapato”.

No vale ahora tratar de explicar la posibilidad.  Pero tenemos que abordar el tema de algún modo porque tiene que ver con el evangelio de la misa hoy y la gran fiesta de mañana.  La Encarnación dio origen a la Navidad tan seguro como el sol comienza el nuevo día.  Algunos piensan en la Encarnación teniendo lugar con la concepción de Jesús a la Anunciación como indicada en el pasaje evangélico hoy.  Otras reservan la palabra para cuando María da a luz su hijo.  De todos modos, tiene que ver con la venida de Dios como hombre.

En lugar de reflexionar en cómo Dios se hizo hombre o en exactamente cuándo lo hizo, sería mejor que consideremos su motivo.  ¿Qué le movió al Espíritu infinito, eterno, y todopoderoso limitarse como una persona humana?  Se puede descubrir el motivo en la descripción de Dios en la Primera Carta de Juan: “Dios es amor”.  El amor divino – no la pasión que sentimos para unirnos con un otro sino la voluntad para ver el bien del otro – impulsó a Dios salvar a la humanidad en su condición precaria.

Por "condición precaria", queremos decir el pecado.  Podemos percibir los efectos de pecado por abrir nuestros ojos a lo que pasa alrededor de nosotros.  Millones de vidas inocentes están a riesgo en Ucrania y la Franja de Gaza por la guerra.  La revolución sexual ha producido millones niños más sin su madre y su padre en casa para guiarlos a la madurez.  Una generación entera está experimentando soledad, duda, e inferioridad por la fascinación con los medios sociales.  Finalmente, nuestra cultura está para experimentar un trastorno inmenso por el rechazo del primer mandamiento de Dios recordado en la Biblia: ”Sean fecundos y multiplíquense…” (Génesis 1,28).

Dios se hizo hombre para enseñarnos cómo superar el pecado para vivir como personas justas.  Además, por su muerte en la cruz nos ha liberado del apego al orgullo, codicia, y lujuria.  Ahora vivimos apoyados por la comunidad de fe con nuestras esperanzas fijadas en la vida eterna.

Hoy celebramos el comienzo de esta liberación.  Sin embargo, existen fuerzas que quieren robarnos del significado de nuestra celebración.  En lugar de recordar a Cristo, el liberador, estas fuerzas tendrían que impongamos los regalos como el centro de la festividad.  En lugar de la adoración a Dios, querrían sustituir la fiesta día y noche.  No es que los regalos y las fiestas no tengan lugar en nuestra celebración de Navidad. Sí lo tienen. Pues la alegría de tener al liberador en nuestro medio conlleva el deseo de compartirla con obsequios a los demás y a saltar en bailes.  Pero tienen que dejar espacio para la adoración del niño divino.

Como contraejemplo a nuestros tiempos desviados tenemos a María como se retrata en el evangelio hoy.  No se piensa en su propia fama u otro beneficio por ser madre del Salvador sino en el servicio que rendirá a Dios.  A la proposición de Gabriel, responde decisivamente: “’He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra’”.

Somos pecadores pero redimidos.  Celebramos, pero siempre conscientes de quien y porque festejamos.  Sí que tengámonos una feliz Navidad. Pero también que agradezcamos a Dios por hacerse como nosotros.

El domingo, 17 de diciembre de 2023

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

(Isaías 61:1-2.10-11; I Tesalonicenses 5:16-24; Juan 1:6-8.19-28)

Los liturgistas llaman este tercer domingo de Adviento “domingo de gaudete”.  En caso de que no recuerden, guadete significa regocíjense.  Deberíamos regocijarnos porque la venida del Señor es más cerca que pensábamos.  Llegará en un sentido cuando celebramos la Navidad dentro de dos semanas.  También vendrá al final de tiempos para reclamarnos como los elegidos de su Reino.  Porque considera esta venida segunda muy próxima, Pablo dice a los tesalonicenses en la segunda lectura, “Vivan siempre alegres”.

Ciertamente hay mucha alegría en el aire estos días.  La gente está celebrando el fin del año con fiestas y vacaciones.  Pero este gozo no es el mismo como nuestro como cristianos.  El gozo de los que asisten en fiestas tiene que ver con el consenso social de relejarse al fin del año del trabajo tedio.  El consenso da permiso a la gente divertirse con abundancia de bebidas, comidas, y música alta.  Llevado al extremo, esta diversión conduciría a la ruina.  Pero no es malo en sí mismo.  El relajo moderado guarda a la persona de la idea falsa que el humano fue creado primariamente para producir cosas.

De todos modos, nuestra alegría cristiana es distinta.  Deberíamos tenerla siempre en nuestro corazón porque está arraigada en que Crista nos ha garantizado un destino glorioso.  Hoy ponemos énfasis en la alegría porque el Señor vendrá pronto para realizarnos este destino.  Cuando disfrutamos de los tamales y rompope en la Noche Buena, será porque él ha llegado para hacernos vivos espiritualmente como él mismo. En todos casos nuestra alegría es en el Señor.

Juan, el Bautista, sirve como nuestro guía.  Él se desprende de toda ilusión de su propia grandeza.  Se reconoce a sí mismo como el instrumento del Señor. Dice que solo es la voz gritando en el desierto, “Enderecen el camino del Señor”.  Juan quiere servir, no ser servido.  El servicio de Juan consiste en castigar a la gente que reformen sus vidas para que el Señor no les pase por alto. 

Para muchos les cuesta conformarse con este llamado de Juan.  El pecado ha difuminado la atmósfera tanto que muchos nunca ven a sí mismos como perpetradores del mal sino solo sus víctimas.  La codicia, lujuria, y el egoísmo han dominado sus vidas.  Sin embargo, no reconocen a sí mismos como en necesidad de reforma.  Ni se sienten la necesidad de un salvador para rescatarles de la precaria.  Piensan que con buena orientación psicológica pueden resolver sus problemas y vivir bien.  Aunque hay lugar para la ayuda psicológica, no va a derrotar la maldad que causa la ruina de almas.

Vivimos en un tiempo que los filósofos llaman como “pos-cristiano”.  Mucha gente a través del mundo no creo en Dios, y muchos menos acepta la fe cristiana.  No son enteramente responsables por su rechazo de creer porque no han escuchado de la fe predicada con la inteligencia y la convicción. Para ellos tanto como para nuestra salvación queremos vivir nuestra fe con la integridad.  Así seremos el tronco de Jesé que brota un renuevo, como proclama Isaías en una lectura preferida de Adviento, para que el mundo se salve.

No es malo en sí participar en las celebraciones actuales de la Navidad. Ciertamente, el hombre no es hecho solo para trabajar.  Que nos alegremos con los demás.  Pero que siempre llevemos en nuestros corazones la convicción firme que festejemos sobre todo al Salvador del mundo Jesucristo.

El domingo, 10 de diciembre de 2023

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

(Isaías 40:1-5.9-11; II Pedro 3:8-14; Mark 1:1-8)

Se dice que el autor de la primera lectura hoy es uno de los profetas más brillantes en la historia de Israel.  Sin embrago, irónicamente se no conoce su nombre.  Se llama “Segundo Isaías” porque su obra ha sido incluida con la del profeta Isaías de Jerusalén en los rollos de las Escrituras hebreas.  Segundo Isaías escribió desde Babilonia donde se exiliaron miles de judíos en el sexto siglo antes de Cristo.  

Los judíos sufrieron allá, pero no tanto material como espiritualmente.  Se sintieron la enajenación en un país pagano, más de mil kilómetros de su tierra nativa.  No podían practicar su religión abiertamente.  Ni tenían el Templo donde podían ofrecer sacrificios pidiendo perdón de sus pecados y otros favores de Dios. 

La lectura comienza con Dios diciendo que la gente judía ha sufrido suficientemente por sus pecados que la condujo al exilio.  Quiere que ya se preparen para regresar a Judá.  Hay un segundo anuncio de buenas noticias, pero esta vez es para los habitantes de Judá.  Ellos también han sufrido mucho con la invasión de los Babilonios. Además de la devastación de ser conquistados, han perdido a seres queridos tomados en el exilio y han visto el Templo destruido.  El mensaje para ellos es que esperen a Dios que vendrá pronto con gran compasión.  Llegará como un pastor que protege y alimenta su rebaño.

Como el Segundo Isaías, el evangelista Marcos tiene buenas noticias para los pueblos.  Está comenzando la historia de Jesucristo, el “Hijo de Dios”, que salvará a la humanidad de la tontería de pecado.  Jesús llega en un tiempo de enajenación.  (Esta palabra significa que la gente se siente de poca importancia y aislados de los demás.)  En Israel al medio del primer siglo la enajenación se arraíza en las múltiples costumbres de los fariseos que crean la idea que Dios sea un capataz rígido, no un Padre amoroso. 

Juan el Bautista también tiene buenas noticias para el pueblo judío.  Vive en el desierto con solo los recursos básicos, pero cerca a Dios.  Dice que hay uno trayendo el Espíritu de Dios que vendrá pronto para superar la enajenación.  No lo nombra, pero lo reconoce como tan superior de él que él no es digno de desatar su sandalia.  Aunque lo conocemos como Jesucristo, la gente que se acude a Juan en el desierto se queda en suspenso en cuanto su nombre.

Jesús resolverá la enajenación en Israel en el primer siglo y también en nuestro tiempo.  Hoy en día con los medios sociales bien arraigados, muchos sufren por la falta del calor humano.  Se encuentran en sus hogares buscando “amigos” virtuales en Facebook o comparándose con otros en Instagram.  Estas búsquedas vanas resultan muchas veces con sentimientos de soledad, duda, e inferioridad.  Los practicantes a menudo experimentan pensamientos de suicidio. Por su muerte en la cruz que redime al mundo Jesús mostrará el amor del Padre.  

El mundo no ha aprendido todavía que la riqueza, el placer, y la fama no producen la felicidad.  Más bien después de dar unos momentos de satisfacción, estos valores nos dejan con cada vez más anhelos, más necesidades.  Lo que realmente nos hacen felices son la seguridad de nuestra familia, el apoyo de nuestros amigos, y la consolación de nuestra fe.  Por esta razón los habitantes en Utah y Dakota Sur donde se practica mucho la fe y la gente viven con sus familias son entre la gente más contenta en los Estados Unidos. 

En Adviento con los anuncios de Segundo Isaías y de Juan el Bautista nos damos cuenta de que Jesús está para llegar a nosotros de nuevo.  Viene como para compartir su Espíritu que nos hace generosos, gozosos, y santos.  Sí tenemos que vigilar por él en los acontecimientos cotidianos, particularmente en la misa.  También tenemos que acogernos a él en nuestro servicio a los demás.


El domingo, 3 de diciembre de 2024

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

Isaías 63:16-17.19,64:2-7; Icor 1:3-9; Marcos 13:33-37

Como nuestro testimonio a la presencia del Señor después de la consagración, decimos: "Ven, Señor Jesús".  Se ha llamado esta venida al fin de tiempos la “parusía”.  Esta palabra griega significa la visitación de un rey o un personaje poderoso al pueblo de un cierto lugar.  En la Eucaristía reconocemos que Cristo está presente en forma sacramental, pero queremos que sea presente de modo total para que veamos su cara, toquemos su brazo, y escuchemos su voz.  Será la culminación de nuestra experiencia como cristianos y el fin de la historia.

La primera lectura de la tercera parte del profeta Isaías indica que no somos los primeros para esperar la venida del Señor. Aquí los judíos han regresado del exilio en Babilonia.  Su nación fue aplastada por los babilonios.  Ahora tienen que comenzar de nuevo.  Quieren que Dios una vez más les ayude para que regresen al pueblo los días de gloria.  Sin una concepción adecuada de la vida personal transcendiendo la muerte, lo más que pueden esperar es la independencia y la alta estatura de Israel entre las naciones.

En la segunda lectura Pablo expresa una conciencia de la vida eterna.  Por lo que pasó a Jesucristo en el tercer día de su muerte, el apóstol sabe que la resurrección es el destino de los que confíen en Jesús.  Dice que los dones de Dios han equipado a los corintios para que puedan vivir sin pecar hasta la parusía.  Entonces Jesús reclamará a los suyos de la tierra para darles lugar en el cielo.

El evangelio da la última enseñanza del Señor a sus discípulos antes de su pasión.  Toca la necesidad de la vigilancia para la parusía.  Los discípulos tienen que prepararse; esto es el significado de “velen”.  Se prepararán por vivir como siervos atentos haciendo bien.  No deben vivir como vagos haciendo lo que les dé la gana.

Tenemos que admitir que pocos hoy en día aguardamos la parusía con gran anticipación.  Nuestra miopía no nos permite ver mucho más allá que nuestras propias muertes.  Pensamos que en la muerte nuestras almas van a vivir con Cristo en la gloria y que esto es todo lo que importa.  Tendremos cerca nuestros seres queridos que también han pasado por la muerte al reino de la paz.  Nuestro malentendido es arraigado en la falta de un aprecio adecuado del ser humano.  Lo pensamos como un alma encarcelada en un cuerpo.  Según este error el alma pueda existir completamente bien sin “esta espiral mortal” como el príncipe Hamlet llamó el cuerpo.

Pero no, el cuerpo es mucho más que un alambre que guarda nuestro espíritu.  Sea bello o feo, fuerte o enfermo, el cuerpo es parte de nosotros por lo cual debemos estar agradecidos.  Solo con el cuerpo podemos ver y tocar, escuchar y oler.  Sin el cuerpo, seríamos limitados como prisioneros en confinamiento solitario.  Sin nuestros cuerpos es posible que existamos en proximidad de seres queridos, pero no podríamos tocarlos o besarlos.  Posiblemente podamos comunicarnos en un sentido, pero no podríamos escuchar sus voces.  A lo sumo la experiencia será como un encuentro con Zoom que da alguna satisfacción, pero de ninguna manera es igual que la presencia de los demás cara a cara.

Deberíamos esperar la venida de Cristo con gran anticipación por dos razones.  En primer lugar, según testimonios bíblicos será precedida inmediatamente por la resurrección de nuestros cuerpos del polvo de la tierra.  Entonces podremos de nuevo abrazar, besar, y conversar con nuestros seres queridos.  Aún más tremendo será la experiencia de conocer a Cristo plenamente, cara a cara y hombro a hombro.

Por eso, que pongámonos a puntas para esperar a Cristo.  Que sea aun antes del fin del año si Dios quiera.  De todos modos, decimos con los primeros cristianos, “Marana tha”, eso es, “Nuestro Señor, ven”.

El domingo, 26 de noviembre de 2023

Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

(Ezequiel 34:11-12.15-17; I Corintios 15:20-26.28; Mateo 25:31-46)

El profeta Ezequiel nos llama atención por varias razones.  Usa imágenes exóticas como los huesos secos que se forman un nuevo pueblo.  También las profecías de Ezequiel casi siempre son narrativas de sus relaciones personales con Dios. Además, Ezequiel hace hincapié en el Templo nuevo en Jerusalén como el enfoque del encuentro con Dios.  Finalmente, Ezequiel revela que Dios no va a juzgar naciones sino a individuos según sus hechos.  Esta última cosa es el mensaje de la primera lectura hoy.

Ezequiel habla del cuidado personal que Dios proporciona a sus ovejas.  Dice que Dios va a buscar a las descarriadas y a vendar a las heridas.  Más al caso al evangelio, enfatiza que Dios juzgará a sus ovejas, una por una.  No va a premiar o castigar a la nación según el total de sus hechos.  Más bien, como un juez en el tribunal juzga a cada persona por sus propios crímenes, Dios va a juzgar a cada hombre y mujer según sus propios actos.

En el evangelio Jesús indica que al final de los tiempos se cumplirá esta profecía de Ezequiel.  Él mismo vendrá como el pastor-rey.  Como rey, uno de sus menesteres será actuar como el último árbitro en los asuntos de sus sujetos.  Por eso, juzgará a cada uno en su reino que ahora incluye el mundo entero.  Usará como su criterio de juicio las obras buenas de nosotros como individuos.  Si continuamente has alimentado a los hambrientos y has dado de beber a los sedientos, si has acogido a los forasteros y has vestidos a los desnudos, y si has visitado a los enfermos y a los encarcelados, serás premiado con un lugar en el Reino.  Pero si has desconocidos a aquellos en éstas y otras situaciones precarias, serás echado en el infierno.

En su venida Jesús no solo estará cumpliendo la profecía de Ezequiel sino las parábolas que hemos escuchado los últimos dos domingos.  Recordamos cómo solo las jóvenes que guardaba sus lámparas encendidas significando sus obras buenas participaron en las bodas del señor.  Entonces el domingo pasado Jesús habló de los siervos que ocuparon sus talentos para el bien del Reino como entrando en el gozo del señor.

Deberíamos ser aliviados que Jesús no va a juzgar a todos globalmente porque es probable que nuestra generación sea una de las más depravadas.  Un ejemplo de la depravación es la profanación de la Encarnación de Señor.  En el tiempo navideño muchos no comparten la paz y el gozo de tener en nuestro medio al Salvador del mundo.  Más bien lo hacen un tiempo de codicia y exceso vicioso.  El “viernes negro” indica plenamente la corrupción.  En este día la gente cae en las trampas de los comerciantes por buscar nuevas adquisiciones para sus propias casas.  Que nosotros más bien ofrezcamos nuestra buena voluntad a todos con ojos fijados en el bebé nacido en un estable y adorado por los pastores.

Con este pasaje sobre el juicio final terminamos nuestra lectura del Evangelio según San Mateo en los domingos.  Hemos aprendido cómo Jesús es Hijo de Dios, que ha venido para salvar a todos del pecado.  También hemos visto cómo él fundó su Iglesia para ser una comunidad recta e igualitaria con Pedro como pilar principal y los apóstoles y sus sucesores como líderes.  Finalmente hemos escuchado su mandato que vayamos a través del mundo como la luz de su verdad y de su amor. 

El domingo, 19 de noviembre de 2023

EL TRIGÉSIMA TERCER DOMINGO ORDINARIO

(Proverbios 31:10-13.19-20.30-31; Tesalonicenses 5:1-6; Mateo 25:14-30)

La película “Barbie” ganó mucha atención junto con mucho dinero este verano.  Sorprendentemente la protagonista Barbie no fue una joven estereotipada.  No solamente disfrutó de fiestas y buscar piropos de los muchachos.  También se desarrolló de una muñeca en un mundo de fantasía a una mujer en un mundo de ambas la angustia y la alegría.  Algo parecido tiene lugar en la primera lectura de la misa hoy.

El pasaje del Libro de Proverbios describe una esposa que vale. Ella no es trivializada por ser una persona superficial con miradas buenas y encantos secretos.  Es hacendosa, no juguetona.  Es confiable, no caprichosa.  Es digna, no vana.  En sumo, es una persona que todos nosotros querríamos conocer.  Por esta razón se copla el pasaje con el evangelio en que Jesús habla de un rasgo significante de su discipulado.

Jesús se aprovecha de una parábola para indicar la necesidad que un discípulo utilice sus talentos para el bien del Reino de Dios.  Se pretende que los talentos en la parábola signifiquen más que monedas.  Son también capacidades personales.  No es todos nosotros tengamos las mismas capacidades ni la misma cantidad de capacidades diferentes.  Algunos discípulos son muy talentosos como el siervo a quien se dieron cinco talentos.  Otros no tienen muchos talentos como los siervos que reciben solo uno o dos monedas.  En cada caso el discípulo tiene que poner al buen uso sus talentos en actividades como cuidar a los enfermos y consolar a los afligidos.  No deben dejar que sus talentos quedar ociosos por pereza o por miedo de perderlos.

Dos siervos invierten sus talentos sagazmente y producen lucras considerables.  Por sus esfuerzos están bien premiados por su señor.  Se les da acceso a la alegría de la vida eterna.  Pero el que escondió su talento por miedo de perderlo está castigado por su falta de iniciativa.  Él está echado a la oscuridad, un símbolo para la condenación.  Jesús está diciéndonos en términos bastante claros que tenemos que ejercer esfuerzos por el bien de los demás.  No podemos pensar en nosotros como sus verdaderos discípulos si pasamos la vida indispuestos a invertir tiempo y talento al servicio del Señor.

La segunda lectura nos proporciona otra manera en que la gente malgaste su talento.  San Pablo nos insta que no pasemos todo nuestro tiempo libre como si fuéramos durmiendo. Eso es, que no gastemos nuestro tiempo fuera del trabajo solo mirando la tele, relejando en la hamaca, entrenando en el gimnasio, o haciendo compras.  Aunque estas actividades pueden ser provechosas hasta un punto, nuestras vidas tienen otra finalidad más grande.  Como seres hechos en la imagen de Dios, es nuestra responsabilidad para crear un mundo mejor. 

Desde el Sermón en el Monte hasta este último discurso en el Evangelio de Mateo Jesús ha exigido mucho de sus discípulos.  Debemos buscar la paz entre enemigos y compartir nuestro pan con los necesitados, ser siempre dispuestos a perdonar y nunca causar escándalo.  Pero nos asegura también que podemos ir a él parar la comprensión y el alivio de fatigas.  Como Señor del cielo y la tierra nos puede proveer no solo el descanso temporáneo sino la paz eterna.

El domingo, 12 de noviembre de 2023

TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO

(Sabiduría 6:12-16; I Tesalonicenses 4:13-18; Mateo 25:1-13)

El año litúrgico no corresponde perfectamente con el año calendario.  Ahora nos acercamos el fin del año litúrgico 2023.  En solo tres domingos en el primer domingo de Adviento comenzaremos el nuevo año eclesiástico.  Hay diferentes indicaciones que estamos cerca al fin.  La segunda lectura trata de la muerte mientras en la parábola del evangelio Jesús habla del fin de los tiempos. 

La parábola se toma de la segunda parte del último discurso de Jesús en el Evangelio de Mateo.  Jesús ha llegado a Jerusalén donde va a ser traicionado y crucificado.  Por ahora se retira al Monte de Olivos cercano donde se encuentra sentado, preparado para enseñar.  Sus discípulos se le acercan preguntando sobre el fin de los tiempos.  Jesús responde primero con una descripción de la desolación que experimentará el mundo.  Pero les avisa que no se sabe el día del fin.  Por esta razón, dice, los discípulos tienen que velar.  Entonces en la segunda parte del discurso explica con tres parábolas que quiere decir “velar”.

Velar es mucho más que mantener los ojos abiertos.  De hecho, todas las diez jóvenes de la parábola duermen.  Velar es más bien prepararse con obras buenas.  Es ayudar al otro para que cuando llegue el Señor, puedes mostrarle logros meritorios.  Las jóvenes previsoras han traído mucho aceite que representa caridad abundante.  En el Sermón del Monte, el primer discurso de Jesús en el Evangelio de Mateo, llamó a los mismos discípulos “la luz del mundo”.  Dijo que tenían que brillar “su luz delante los hombres para que vean sus buenas obras y glorifiquen a Dios Padre…” Las jóvenes previsoras se prueban como cumplidoras de este mandato por la provisión sustanciosa de aceite que llevan.

Por supuesto se incluyen en obras buenas los sacrificios pequeños que hacemos para complacer a nuestros seres queridos.  En una película una muchacha se estira para abrir la cerradura de puerta para su novio después que él la acomodó en su coche.  Es un gesto bonito. Sin embargo, más característico de obras buenas es el servicio a los necesitados.  Jesús mismo nos instruye cómo se ve este servicio en su declaración famosa al fin del discurso.  Dice que los elegidos por Dios dan de comer a los hambrientos y visitan a los enfermos. 

Hoy en día pocos dicen que es necesario acudir la iglesia.  En contraste, casi todos están de acuerdo de que es importante ayudar al prójimo.  No obstante, no son muchos que lo hacen, al menos en forma sistemática.  En tiempos pasados las organizaciones como la Legión de María y la Sociedad de San Vicente de Paul servían a muchos pobres y enfermos.  Los miembros de tales organizaciones desarrollaron una espiritualidad del servicio de modo que fueran más cumplidos en sus obras y más entregados al Señor.  En la parábola son cinco las jóvenes que han hecho buenas obras, un número que implica tal cooperación con efecto ancho.

Ahora la gente no participa en organizaciones de este tipo.  Más bien se agrupan según sus intereses personales por medio de sus teléfonos.  Con el Internet intercambian ideas más que experiencias personales.  El efecto es la soledad en ambos lados.  Relativamente pocos reciben la caridad cristiana mientras los cristianos quedan solos en la casa picando sus teléfonos.  Cristo espera más de sus discípulos.

El Señor está por venir pronto, espiritual si no físicamente.  Si queremos reconocerlo, tendremos que dejar los teléfonos un rato para estudiar las caras de los necesitados.  Se parecerá semejante a los hambrientos y los enfermos.

El domingo, 5 de noviembre de 2023

TRIGÉSIMO PRIMERO DOMINGO ORDINARIO

(Malaquías 1:4-2:2.8-10; I Tesalonicenses 2:7-9.13; Mateo 23:1-12)

Este evangelio tiene algunas frases que nos sorprenden.  ¿Es cierto que Jesús no quiere que llamar a nadie “padre”, ni nuestro progenitor?  ¿Puede ser que tengamos que inventar otros títulos para nuestros maestros?  Porque son mandatos del Señor, debemos investigarlos en serio.

Sabemos que en otros contextos Jesús habla con lenguaje exagerado.  No quiere engañarnos sino enfatizar la importancia de nuestra atención al asunto a mano.  En el Evangelio de San Lucas Jesús dice a sus discípulos que tienen que odiar a su padre, madre, hijos, etcétera. Los expertos nos aseguran que no tenía ninguna intención que odiáramos a nuestros seres queridos, sino que siempre lo pusiéramos a él en primer lugar.  En este Evangelio de San Mateo Jesús manda, “’Sí, pues, tu mano o tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo y arrójalo de ti’”.  Seguramente no quería que lastimáramos a nosotros mismos.  Solo deseaba que no pecáramos.  Como tan efectivo predicador que era, Jesús usó lenguaje que pica.

Sin embargo, los reformadores protestantes evidentemente pensaban de otro modo.  Martín Lutero consideraba a llamar bien a un hombre “padre” con tal que no interfiera con la gloria de Dios.  Por la práctica de llamar a sus ministros “reverendos” o “pastores”, se puede asumir que no vio con ojos buenos llamar a sacerdotes “padres”.  Hay algunos protestantes y a veces católicos también que todavía rehúsan llamar a sacerdotes católicos “padres”.  No están siendo necesariamente irrespetuosos.  A lo mejor aman al Señor tanto que tomen cada una de sus palabras literalmente.  Sin embargo, un entendimiento literal no es siempre la mejor interpretación de la Escritura posible.

Porque la práctica va en contra del mandato evangélico, los teólogos católicos han reflexionado profundamente en la cuestión.  Notan como Pablo en una de sus cartas llama a sí mismo como “padre” (I Cor 4,14-15) de la comunidad que convirtió.  Además, Pablo a través sus cartas refiere a sus hijos espirituales.  La Iglesia antigua se acostumbró a llamar a los obispos “padre”.  San Benito designó el título no solo a líderes de sus comunidades (abad es una forma de padre) sino también a los confesores.  La razón que dio era que son guardianes de almas.  Por la misma razón los frailes dominicos y franciscanos fueron nombrados “padres” y luego todos sacerdotes.

En el evangelio Jesús echa una crítica fuerte contra los fariseos y escribas que engrandecen su propia importancia en los ojos del pueblo. Según Jesús ellos llevan ropa pretenciosa, ocupan los puestos prominentes en público, y muestran satisfacción cuando otros los saluden como “maestros”.  El propósito de Jesús es más que denunciar al liderazgo judío.  Sobre todo, quiere advertir sus discípulos que no se actúen así en la Iglesia que está fundando. 

El papa Francisco con el sínodo sobre sinodalidad puso el cimiento para que la Iglesia se conforme más con este propósito de Jesús.  Sentó a los laicos con los jerarcas en mesas redondas para enfatizar la necesidad de escuchar seriamente ambos los motivos y las perspectivas de uno y otro.  Permitió que todos votaran para revelar el verdadero pensamiento del grupo en las cuestiones.  No va a quitar de los obispos la gobernación de la Iglesia.  Pero va a facilitar una gobernación mejor informada.

Es evidente que la tendencia para dominar a los demás se arriaza en el hondo del corazón humano.  Jesús vino para extirparla.  Necesitamos su gracias para amar a uno a otro como hermanos y hermanas.  Esta gracia está funcionando cuando nosotros, tanto los pastores como los laicos, entablar conversaciones con honestad y respeto.

El domingo, 29 de octubre de 2023

TRIGÉSIMO DOMINGO ORDINARIO

(Éxodo 22:20-26; I Tesalonicenses 1:5-10; Mateo 22:34-40)

El evangelio hoy trata del amor.  Todos saben del amor, pero no todos están de acuerdo de lo que sea el amor.  Una vez un hombre desamparado recibía el almuerzo de una voluntaria trabajando en un comedor de caridad.  Dijo el desamparado a la voluntaria: “Señorita Bea, te amo”.  Respondió ella: “Te amo a ti también, Jaimito”.  Entonces el hombre dijo: “Señorita Bea, si tú me amas, ¿te acostarás conmigo?” La mujer le replicó: “No es ese tipo de amor”. 

Hay varios tipos de amor.  El gran exponente de la fe del siglo pasado, C.S. Lewis, describe cuatro.  Reflexionar sobre estos puede ayudarnos entender los mandamientos de amor en este evangelio.  Tres de estos tipos son naturales.  Eso es, surgen en nosotros como el apetito de comer o el deseo de saber.  El cuarto tipo es sobrenatural. A decir, viene de Dios y es para nosotros aceptarlo y compartirlo con los demás.

El primer tipo de amor es el cariño por lo cual deseamos el bien para la gente que nos ayuda.  Por el cariño una niña quiere a su mamá que le provee los recursos para vivir desde la leche de pecho hasta el consejo para las fiestas.  También la madre busca el afecto de sus hijos para sentir cumplida como mujer.  Necesitamos a ser necesitados, como dice el refrán.  El cariño se extiende más allá que nuestros familiares.  Dice Lewis que noventa por ciento de nuestras relaciones de amor son de este tipo.  No obstante, hay que tener cuidado con el cariño.  Puede volverse en la indulgencia que sofoca más que el apoyo que ayuda.

Lewis enumera la amistad como el segundo tipo de amor.  Tiene en mente el compartir completa de modo que dos hombres o dos mujeres se identifiquen el uno con el otro.  Los padres de la Iglesia San Basilio y San Gregorio Nacianceno tuvieron tal relación. Gregorio escribió: “Cuando reconocimos nuestra amistad, nos hicimos todo para uno y otro: compartimos el mismo alojamiento, la misma mesa, los mismos deseos, la misma meta”.  En el Evangelio según San Juan a la última Cena Jesús llama a sus discípulos “amigos” porque han compartido su vida al máximo.  Aunque este género de amistad es gran don, se puede corromperse.  Por ejemplo, cuando los dos no comparten con nadie más que uno y otro, se hace egoísta.

Eros, el amor romántico, comprende el tercer tipo de amor.  Los enamorados experimentan deleite no solo en la presencia sino también en el pensamiento de uno y otro.  Por su naturaleza eros llevará la pareja a dar vida en el matrimonio.  Pero también puede conducirles a la disminución de bondad como cuando los novios dejan la virtud en la búsqueda del placer erótico. 

Lewis llama el cuarto tipo de amor “ágape”, una palabra griega que significa el amor abnegado.  Es el amor de Dios entregado a los humanos por pura bondad.  Tenemos un amor natural para los maestros que nos formaron como personas de carácter.  Pero Dios no tiene que amarnos; ni siquiera tenía que crearnos.  A pesar de la ingratitud humana, Dios no solo nos creó sino envió a su propio hijo para salvarnos del pecado y la muerte.  En respuesta a él amamos a todos con un amor que no busca reciprocidad en el cariño, ni exclusividad en la amistad, ni placer en el eros. 

Con ágape podemos amar a Dios mismo.  Esto es más difícil que se piense.  Pues Dios no es visible y además muchos prefieren pensar en sí mismo como autores de su propia bondad.  Amamos a Dios por reconocerlo en los hambrientos, desnudos, enfermos, y extranjeros con quienes Cristo se identificó; por obedecer sus mandamientos aun cuando nos cuesta; y por la oración diaria y atentamente.

Como seguidores de Cristo, no amamos solo a aquellos que cumplen nuestras necesidades. Amamos a todos por imitación a Dios que nos ha amado en primer lugar.  Su amor, el ágape, nos da más que la satisfacción que es propensa a desvanecer en tiempo.  Nos da el gozo de conocer a Jesús como nuestro amigo y a su Padre como nuestro anfitrión por la eternidad.

El domingo, 22 de octubre de 2023

EL VIGÉSIMA NOVENO DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 45:1.4-6; Tesalonicenses 1:1-5; Mateo 22:15-21)

Porque tiene que ver con el gobierno y, por ende, la política, el evangelio hoy ha llamado mucha atención.  También es interesante pero poco notada la situación en que se encuentra Jesús.  Hace pocos días entró Jerusalén para entregar su vida por la redención del mundo.  Después de ahuyentar a los mercantiles del Templo, los ancianos judíos vinieron cuestionando su autoridad.  En lugar de darles una respuesta directa, Jesús les preguntó si Juan Bautista era profeta de Dios.  Era pregunta con trampa.  Si los ancianos contestaran “sí”, Jesús les habría preguntado por qué no lo siguieron.  Y si contestaran “no”, habrían perdido la confianza del pueblo.

En el evangelio hoy los fariseos y herodianos se acercan a Jesús con toda la sinceridad del lobo saludando a Caperucita Roja.  Tienen una pregunta con trampa semejante a aquel que Jesús usó con los ancianos judíos.  Si Jesús responde que sí se debe pagar el impuesto a César, perdería el favor del pueblo.  Y si contesta “no”, las autoridades vendrían buscándolo. 

Jesús no se cae en la trampa. Más bien se ha dado cuenta de las intenciones malas de los fariseos del piropo falso con que lo saludaron. No contesta la pregunta sino burla a sus adversarios por pedirles la moneda para pagar el impuesto.  El hecho de que tienen a mano la moneda indica su participación en el sistema monetario de César.  Muestran que deberían pagar el impuesto porque se aprovechan del sistema.  Realmente no quieren aprender de Jesús.  Como Jesús dice, son “hipócritas”.

Jesús nos deja un proverbio sin ninguna explicación.  Somos para dar “al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.  Pero ¿qué es nuestro deber a César? y ¿qué es nuestro deber a Dios?  “César” significa el gobierno, y no es difícil enumerar nuestros deberes al gobierno.  Hemos de obedecer sus leyes, votar para sus oficiales, pagar sus impuestos, y defender el país cuando nos llame.  Pero nuestro deber a Dios es más complicado.

Algunos piensan que nuestra deuda a Dios es limitada a asistir en la misa dominical y hacer un aporte a la caridad de vez en cuando.  Sin embargo, porque Dios nos creó, nos salvó de las insidias del diablo, y nos sostiene le debemos mucho más.  De hecho, debemos a Dios toda nuestra vida.  Cumplimos este deber por vivir cada día, de hecho, cada momento de cada día como Cristo. 

Permítanme me explicar con una historia.  A lo mejor el caos que acompañaba el subir a los buses en Honduras no ha cambiado mucho en treinta años.  En los años diecinueve noventa un sacerdote allá solía decir que vivía como cristiano todo el tiempo excepto cuando subiera en el bus.  Estaba bromeando, por supuesto, pero ¿no es que todos nosotros proponemos tales límites a nuestra lealtad a Cristo? 

Existe un documento del segundo siglo que describe los modos de cristianos.  Reclama que los cristianos no viven como las demás personas, aunque viven entre ellas.  Dice que los cristianos son al mundo lo que el alma es al cuerpo. En otras palabras, actúan como la conciencia del mundo siempre mostrando el modo bueno, justo, y correcto a vivir.  Esto es lo que Jesús quiere decir cuando nos manda “dar a Dios lo que es de Dios”.

Resistimos entregarnos completamente a Dios.  Parece como demasiado de demandar de nosotros.  Pero no deberíamos considerarlo como un pago de nuestra parte.  Más bien es solo el modo apropiado de realizar nuestro papel como miembros de la familia de Dios.  Es solo vivir como hijos e hijas de Dios.

El domingo, 15 de octubre de 2023

VIGÉSIMA OCTAVO DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 25:6-10; Filipenses 4:12-14.19-20; Mateo 22:1-14)

En los últimos domingos hemos visto a Jesús discutiendo con los ancianos y sumo sacerdotes de Jerusalén.  Había entrado en la ciudad para entregarse por nuestra salvación.  Al enseñar en el área del Templo los líderes judíos cuestionaron su autoridad. Pero Jesús, más perspicaz que todos, ha vuelto las tornas a ellos con tres parábolas.  Escuchamos la primera, “los dos hijos”, hace dos semanas y la segunda, “los viñadores homicidas”, el domingo pasado.  Hoy se nos presenta la tercera, “el banquete de bodas reales”.

Como las otras dos parábolas, “el banquete de bodas reales” demuestra la falta de los judíos acatar la voluntad de Dios.  Por eso, señala que el Señor sacará su reino de sus manos para darlo a los griegos.  En la última mitad del primer siglo los griegos aceptaban el evangelio en grandes números mientras pocos judíos reconocieron a Cristo.  El banquete mismo es símbolo del cielo al final de los tiempos como se ve en la primera lectura del profeta Isaías.  Los griegos son aquellos que vienen de los “cruces de los caminos” para asistir en el banquete.  Pero, como cualquier grupo aleatorio, son ambos “malos y buenos…” Los buenos pertenecen allí.  Ellos se visten de la ropa apropiada.  Pero el malo, que no lleva trajo de fiesta, no habría ser admitido.

La eliminación de este hombre ha molestado a muchos a través de los siglos.  Se preguntan, “¿Cómo es que el pobre puede ser echado del banquete por no tener el vestido apropiado?” Les ha parecido que existe una falta de misericordia de parte del anfitrión.  Sin embargo, la cuestión no es la falta de recursos para comprar el traje.  Es de rehusar vestirse del traje disponible.  Se puede imaginar que los trajes de fiesta estaban disponibles en la entrada al banquete como en las grandes basílicas de Roma hoy se ofrecen mantos livianos a las damas entrando con hombros desnudos.  Entonces, ¿qué significa el traje de fiesta?

En su Carta a los Romanos San Pablo aconseja a sus lectores: “Revístanse del Señor Jesucristo, y no se preocupen de la carne” (13,14).  Evidentemente quiere decir que deben actuar como Jesús mostrando la caridad a todos.  La Carta a los Colonenses es más detallada.  Dice: “…revístanse, pues, elegidos de Dios, …, de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, mansedumbre, paciencia…” (3,14).  El traje de fiesta significa obras de misericordia que sirven como boletos para entrar al cielo. Más adelante en este Evangelio según San Mateo Jesús dirá que cuando vendrá para juzgar a los vivos y muertos, llamará al Reino de su Padre aquellos que dieron de comer y beber al hambriento y al sediente, que acogieron al forastero, que vistieron al desnudo, y visitaron al enfermo y al prisionero (25,35-40).

En la búsqueda de placeres y comodidad muchos hoy en día desconocen las necesidades de los demás.  Desgraciadamente, se incluyen en este número algunos que acuden a la iglesia.  Prefieren ignorarse de las exhortaciones de Jesús que escuchan domingo tras domingo que hacer un esfuerzo regular por los necesitados.  De algún modo tenemos que despertar a ellos del llamado de Jesús.

En una ciudad donde los crímenes violentos han explotado en los últimos años una pareja jubilada definitivamente se han vestido de Cristo.  La pareja trabaja como voluntarios en un programa que ayuda a los niños de escuelas públicas leer.  Es una parte de lo que hay de ser un esfuerzo coordinado para resolver un problema social enorme.  Las parejas tienen que mostrar la preocupación por sus hijos por mantener matrimonios fieles y mutuamente comprensivos.  Los empresarios tienen que pagar salarios que valoran el trabajo bien cumplido.  Y los gobiernos tienen que fomentar la prosperidad mientras mantener el orden. 

La responsabilidad para una sociedad justa no depende solo en el gobierno o en alguna gente buena.  Jesús nos implica en la empresa a todos.  Nosotros católicos debemos ser los primeros para alistarnos en el esfuerzo.  Lo hemos escogido a él como Señor.  Mediante obras de caridad anticipamos la salvación que él nos ganó.

El domingo, 8 de octubre de 2023

El VIGESIMOSÉPTIMO DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 5:1-7; Filipenses 4:6-9; Mateo 21:33-43)

Casi siempre se relacionan la primera lectura y el evangelio en la misa dominical.  Hoy se ve la relación con gran facilidad.  El profeta Isaías describe el pueblo Israel como una viña que pese a grandes esfuerzos de Dios rinde fruta amarga.  En la parábola evangélica Jesús habla de la viña como el Reino de Dios y sus trabajadores como los líderes judíos.  Muestra cómo los líderes fallan dar a Dios su debido y eventualmente matará a Jesús por denunciar su infidelidad.  Como resultado, en los dos casos Dios castiga a los malvados severamente.

Quiero sugerir otro modo para interpretar las lecturas.  En lugar de pensar en la viña como la nación de Israel o el Reino de Dios, que pensemos en ella como nuestras vidas.  Dios nos ha dado a cada uno la vida para hacer lo mejor que se pueda con ella. Desgraciadamente a veces fallamos a producir mucho que es bueno.

Quizás algunos de nosotros tengan problema pensar en sus vidas como perteneciendo a Dios.  Piensan que su vida es la única cosa que tienen por seguro.  Pero es Dios que nos presta nuestra vida y nos la quita según su voluntad.  Somos dependientes en Dios por nuestra vida y también responsables a él por lo que hacemos con ella.  Por esta razón en ambas lecturas la gente han de producir para el dueño de la viña uvas buenas.

Porque Dios nos presta la vida, deberíamos cuidarla bien.  Tenemos que atender las necesidades del alma y cuerpo.  Sabemos las necesidades del cuerpo, aunque no siempre las cumplamos.  Comer y beber prudentemente, hacer ejercicio regularmente y descansar más o menos siete horas diariamente no son secretos entre las elites sino conocimiento general. 

Asimismo, el alma necesita alimentación nutritiva.  Deberíamos asociarnos con personas que se esfuercen quedarse cerca al Señor y buscar el consejo de aquellos que son verdaderamente sabios.  De igual importancia es que no ingiramos nada tóxico al alma como películas eróticas e ideologías que enfatizan nuestros derechos y olvidan nuestras responsabilidades hacia los demás. 

El fruto de nuestros esfuerzos de cuidar el alma y cuerpo se encuentra en buenas obras.  Cuidamos a nuestras familias y cultivamos amistades buenas.  Practicamos la ciudadanía no solo por adherir a la ley sino también por cooperar en los proyectos comunitarios.  No importa que nos cueste, hacemos hechos de caridad.

Recientemente se ha beatificado una familia polaca que hizo una obra grandísima de caridad.  La familia de nueve, los padres y siete hijos, fue martirizada durante la Segunda Guerra Mundial por dar amparo a ocho judíos en su casa.  Eran agricultores comprometidos a amar a Dios y al prójimo.  Cuando fueron reportados a las autoridades nazis, vinieron los oficiales alemanes a su granja.  Dispararon primero a los judíos, entonces a los padres de la familia, Josef y Wiktoria Ulma, y finalmente a los seis hijos más grandes.  En su martirio Wictoria Ulma dio a luz su séptimo hijo.  El Vaticano proclamó a este bebé mártir también.  Razonó que el bebé recibió un bautismo de sangre por haber dado testimonio a Dios con su vida. 

Es difícil pensar en nosotros como mártires.  Gracias a Dios no es probable que vengan verdugos para quitar nuestras vidas.  Sin embargo, podemos preguntar si hubiera un crimen hacer buenas obras en nuestra sociedad, ¿existiría bastante evidencia para condenarnos?  Si no podemos contestar “sí”, nuestra viña no está rindiendo uvas buenas.

 

PARA LA REFLEXIÓN: ¿Qué son los beneficios de que Dios es el dueño de nuestras vidas?

El Domingo, 1 de octubre de 2023

EL VIGÉSIMO SEXTO DOMINGO ORDINARIO

(Ezequiel 18:25-28; Filipenses 2:1-11; Mateo 21:28-32)

La parábola en el evangelio hoy comienza como una historia familiar: “Un hombre tenía dos hijos…” Suena como el comienzo de la parábola del “Hijo prodigo” en el Evangelio de Lucas, ¿no?  Sin embargo, la parábola de Mateo es diferente.  Aunque las dos tratan de arrepentimiento, donde Lucas nos da una historia larga y bella, Mateo es breve y poco atractivo.  Además, escribe con un propósito bastante distinta de aquel de Lucas.

Podemos determinar el propósito de Mateo por examinar el contexto de la parábola.  Jesús ha entrado Jerusalén para cumplir su misión de salvación.  Dentro de poco será entregado, juzgado y crucificado.  Ahora los líderes judíos andan buscando materia para acusarlo.  En el pasaje anterior, los líderes preguntaron a Jesús quién le había dado autoridad para enseñar en el Templo.  Jesús respondió que contestará su pregunta cuando ellos contestaran la suya.  Entonces les preguntó: “¿De dónde vino Juan el Bautista: de Dios o de los hombres?”  La pregunta les puso en un dilema.  Si dijeran “de Dios”, entonces Jesús les habría preguntado por qué ellos no lo siguieron.  Pero si contestaran de los hombres, les habrían incurrido el rechazo de parte de la gente.  Para ser seguros, respondieron que no sabían.  Por eso, Jesús no contestó su pregunta.

Jesús no quiere pasar por alto su ventaja.  Va a mostrar que los pecadores han actuado de manera superior a los líderes judíos.  Cuenta la parábola del hombre con dos hijos para mostrar cómo los pecadores han respondido al llamado del arrepentimiento de Juan mientras los líderes judíos no lo hicieron caso.  Los pecadores que hicieron caso al llamado de Juan son como el hijo que primero dice “no” al mandato de su padre, pero luego recapacita y lo cumple.  Entretanto los líderes judíos actúan como el hijo que finge la obediencia por decirle sí a su padre, y luego no hacen nada por él.

Por el tiempo en que Mateo escribió su evangelio, la parábola tuvo otra referencia.  Más que descubrir la hipocresía de algunos líderes, la parábola enseñó el rechazo del evangelio de parte de los judíos y su aceptación por los griegos.  Por eso, los griegos están comparados con el hijo que rechaza al padre al principio pero vuelve a hacer su voluntad.  Y los judíos son como el hijo que dice “sí” al principio, pero entonces no cumple la voluntad de su padre.

Además de estas dos etapas de significado, la parábola nos toca a nosotros hoy en día. Muestra cómo preferimos aparecer buenos sobre ser buenos en la realidad.  No nos importa que hagamos cualquiera cosa buena con tal que aparezca a los demás que la hacemos así.  Queremos siempre dar buena impresión.  Esto es la vanidad, y como indica el libro Eclesiastés, la vanidad infecta a todos. 

¿Debemos superar la vanidad?  Si lo debemos, ¿cómo lograrlo?  Primero, la vanidad distorsiona la verdad; probablemente no somos tan guapos cómo nuestras fotos en Facebook.  Más que esto, la vanidad hace hincapié en el yo donde queremos proclamar a Jesucristo, la verdad y el camino.  Pero no es fácil superar la vanidad.  Porque todos nosotros tenemos defectos de un tipo u otro, queremos la admiración de los demás para sentirnos valorados.  Los psicólogos proponen como remedio para esta necesidad que nos aceptemos por quienes verdaderamente somos.  Dicen que la autoaceptación es la clave para la paz en la vida.

Nosotros creyentes tenemos una palanca para lograr la autoaceptación. Es nuestra fe en el Dios que nos ama.  Dios nos ama como somos no como nos imaginamos ser.  No debemos confundir esta verdad con un pretexto de no corregir nuestras faltas.  También Dios ve en nosotros la potencial de arrepentirnos de nuestros pecados y nos envía la gracia para hacerlo.  Si él nos ama tanto, ¿cómo no aceptamos a nosotros mismos?

En la segunda lectura Pablo nos insta que seamos como Cristo.  Él no llamó atención a sí mismo sino vino para servir a nosotros.  Convirtiéndonos como Cristo, resultaremos honrados y pacíficos: en breve, verdaderos hijos e hijas de Dios.

Para la reflexión: ¿Cómo soy vanidoso?  ¿Qué hago para superar este vicio?


El domingo, 24 de septiembre de 2023

EL VIGESIMO QUINTO DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 55:6-9; Filipenses 1:20-24.27; Mateo 20:1-16)

Las lecturas hoy son bastantes conocidas.  La primera es parte del capítulo fascinador del profeta Isaías en que Dios describe su palabra como la lluvia llevando vida a la tierra.  Se dice que la parábola del evangelio ha tenido la popularidad de la del Hijo pródigo en ciertos tiempos de la historia.   Y la segunda lectura de la Carta a Los Filipenses da una de las confesiones más íntimas del apóstol Pablo.  Vamos a dejarla para otro tiempo para reflexionar sobre el evangelio mediante el ojo del profeta.

En un sentido no es nada nuevo que los caminos del Señor son diferentes de nuestros.  Después de todo, Dios es de una orden diferente de la nuestra.  De hecho, es absurdo tratar de compararnos con Dios.  Él no es un ser entre otros seres como algún otro hombre o mujer.  Es la base de todo ser.  Por eso, cuando hablamos de Dios, siempre hablamos en un modo analógico que es a decir “algo semejante”.  Es necesario que nos demos de que Él es misterio más allá de nuestra comprensión.  Es como hablamos de nuestro perro “amándonos” cuando se recuesta a nuestros pies.  Esta muestra de afecto ni siquiera se acerca el amor de un hombre y una mujer que se han entregado a uno a otro en un matrimonio fiel.  Aunque no podemos aproximarnos a Dios en ninguna forma, todavía Jesús nos llama a ser parecido a Él.  En el Sermón del Monte, dice a sus discípulos: “Sean perfectos como es perfecto su Padre celestial” (Ma 5,48).  

Con ambas la distinción entre Dios y nosotros y el mandato de imitar a Dios en mente, podemos examinar el evangelio.  La historia que cuenta Jesús aquí cumple la definición clásica para parábola como un cuento tomado de la vida ordinaria cuya conclusión sorprende de modo que cause al escuchador recapacitar su vida.  Ciertamente al escuchar la parábola del “Buen samaritano”, los judíos tuvieron que recapacitar su actitud hacia los samaritanos.  La parábola de “Los obreros de la viña” funciona de la misma manera.  Tanto como los obreros empleados en la madrugada, nosotros estamos sorprendidos cuando ellos reciben el mismo pago como aquellos que trabajaron solo una hora.  Pero así es Dios: más generoso que se puede imaginar.  No es injusto a nadie; paga a aquellos empleados en la mañana el denario comprometido.  Pero no tiene dudas acerca de tratar a otros con gran generosidad. 

Se ha usado esta parábola para entender como los griegos podrían heredar el Reino de Dios tanto como los judíos que practicaban las exigencias de la Ley por siglos.  También se puede usarla para explicar cómo algunos nacidos en familias sólidas donde sus padres los criaban tanto en la fe como en el amor pueden tener el mismo destino como algunos que por deficiencias en su crianza luchaban para vivir justos.  Sin embargo, la parábola se abre a otro tipo de interpretación.  Nos pide que tratemos a todos con la generosidad de Dios si se lo merecen o no.

En nuestra casa a veces alguien deja sus trastes sucios en el fregadero.  Cuando los veo, me siento indignado porque la persona que los dejó debería darse cuenta de que cada uno tiene la responsabilidad de limpiar sus propios trastes.  Esta actitud no es necesariamente injusta, pero tampoco imita los modos de Dios.  Ciertamente los santos limpiarían los trastes de los demás.  De hecho, San Martín de Porres ayudó a todos, ricos y pobres, dando lo que tuviera sin medida.  Todos nosotros somos llamados hacer asimismo por nuestra aceptación en la familia de Dios.

Ser generoso como Dios exige mucho de parte de nosotros.  Pero no es imposible.  Con Jesucristo como nuestro modelo y compañero podemos cumplir su mandato.  Por ser presente en la comunidad de fe, Jesús nos apoya en la lucha.  Y en la Eucaristía, él nos fortalece para hacer cosas duras.

El domingo, 17 de septiembre de 2023

EL VIGÉSIMO CUARTO DOMINGO ORDINARIO

(Eclesiástico 27:33-28:9; Romanos 14:7-9; Mateo 18:21-35)

Volvámonos una vez más a la carta magnífica de Pablo a los romanos.  La hemos sido leyendo desde junio. Pero hoy es el último domingo de este año litúrgico que la veremos.

La lectura se toma de la última parte de la carta, que provee la respuesta apropiada a la salvación en Cristo.  Pablo ha dicho que los cristianos deben conducirse en modos santos.  No deben conformarse al mundo presente.  Más bien tienen que ser transformados para que piensen y actúen según la voluntad de Dios.  Como guía, Pablo les proporciona la ley del amor: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Ahora Pablo quiere abarcar un problema que evidentemente ha surgido en la comunidad.  Algunos comen toda la comida puesta en la mesa sin preguntarse si la comida fue ofrecida a los ídolos.  La cuestión no les importa. Entretanto otros sienten que, si fuera ofrecida a los ídolos, sería contaminada e inaceptable comerse.  Aunque Pablo mismo no tiene dificultad tomar tal comida, recomienda que cada persona sea respetuosa de las demás.   

Vemos la sensibilidad que Pablo quiere fomentar cuando un anfitrión hoy en día da a sus huéspedes una selección sin carne al viernes.  Sabe y respeta que algunos católicos mantienen la tradición de abstenerse en este día por el año entero como en la cuaresma. 

Junto con el requisito del amor Pablo está haciendo hincapié en otro gran valor cristiano: la unidad en Cristo.  El Bautismo nos ha unido a Cristo como nuestra primera referencia de existencia.  (Esto puede ser difícil para algunos.  Pere por favor, háganme caso.) Más que somos negros, blancos, o de otra raza; más que somos puertorriqueños, americanos, o chinos; más que somos Rodríguez, Figueroa, o Biden; somos de Jesucristo.  Nunca deberíamos permitir que nos separemos de él o de uno y otro en él.  Por eso, Pablo dice: “Ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni muere para sí mismo.  Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos”.

Como siempre, se puede ver el vivir de la palabra de Dios en los santos.  El monseñor Pierre Claverie era obispo de Oran, una región de Argelia azotada por el terrorismo islámico en los 1990s.  Mons. Claverie sabía del peligro quedarse en el país, que fue su tierra nativa, pero rechazó la posibilidad de huirse.  Expresó su perspectiva a las monjas de una clausura en Francia: “Estamos aquí por este Mesías crucificado. ¡Por nada más y nadie más! … Estamos aquí como aquel que está al costado de la cama de un amigo…enfermo, en silencio apretándole la mano y secando el sudor de su frente”.  Evidentemente él podía ver a Cristo en los musulmanes que lo rodean y que también fueron victimizados por el terrorismo.  Como vivía por Cristo, el Monseñor Claverie murió por Cristo.  Fue martirizado en agosto de 1996.    En sus exequias los musulmanes llenaron la catedral diciendo: “Era nuestro obispo también”.

No es solo por razón de estar en solidaridad con los sufrientes que adherimos a Cristo.  Dice Pablo que Cristo es Señor de vivos y muertos.  Los muertos no son exterminados sino viven en Cristo.  Además, como él resucitó de la muerte, aquellos que adhieran a él resucitarán.  No nos importa que muchos no reconozcan esta esperanza.  Dos realidades la atestiguan: el testimonio de la Biblia y nuestra propia experiencia de la bondad de Dios.  Venga lo que venga, viviremos por Cristo hasta que se realice su promesa de la vida eterna.

 

PARA LA REFLEXIÓN: ¿Dónde has encontrado dificultad sentirse conectado a otros cristianos/  ¿Qué se puede hacer en tal situación?