EL TRIGÉSIMA TERCER DOMINGO ORDINARIO
(Proverbios
31:10-13.19-20.30-31; Tesalonicenses 5:1-6; Mateo 25:14-30)
La película
“Barbie” ganó mucha atención junto con mucho dinero este verano. Sorprendentemente la protagonista Barbie no
fue una joven estereotipada. No solamente
disfrutó de fiestas y buscar piropos de los muchachos. También se desarrolló de una muñeca en un
mundo de fantasía a una mujer en un mundo de ambas la angustia y la alegría. Algo parecido tiene lugar en la primera
lectura de la misa hoy.
El pasaje
del Libro de Proverbios describe una esposa que vale. Ella no es trivializada
por ser una persona superficial con miradas buenas y encantos secretos. Es hacendosa, no juguetona. Es confiable, no caprichosa. Es digna, no vana. En sumo, es una persona que todos nosotros
querríamos conocer. Por esta razón se
copla el pasaje con el evangelio en que Jesús habla de un rasgo significante de
su discipulado.
Jesús se
aprovecha de una parábola para indicar la necesidad que un discípulo utilice
sus talentos para el bien del Reino de Dios.
Se pretende que los talentos en la parábola signifiquen más que monedas. Son también capacidades personales. No es todos nosotros tengamos las mismas
capacidades ni la misma cantidad de capacidades diferentes. Algunos discípulos son muy talentosos como el
siervo a quien se dieron cinco talentos.
Otros no tienen muchos talentos como los siervos que reciben solo uno o
dos monedas. En cada caso el discípulo
tiene que poner al buen uso sus talentos en actividades como cuidar a los
enfermos y consolar a los afligidos. No
deben dejar que sus talentos quedar ociosos por pereza o por miedo de
perderlos.
Dos siervos
invierten sus talentos sagazmente y producen lucras considerables. Por sus esfuerzos están bien premiados por su
señor. Se les da acceso a la alegría de
la vida eterna. Pero el que escondió su
talento por miedo de perderlo está castigado por su falta de iniciativa. Él está echado a la oscuridad, un símbolo
para la condenación. Jesús está
diciéndonos en términos bastante claros que tenemos que ejercer esfuerzos por
el bien de los demás. No podemos pensar
en nosotros como sus verdaderos discípulos si pasamos la vida indispuestos a
invertir tiempo y talento al servicio del Señor.
La segunda
lectura nos proporciona otra manera en que la gente malgaste su talento. San Pablo nos insta que no pasemos todo
nuestro tiempo libre como si fuéramos durmiendo. Eso es, que no gastemos
nuestro tiempo fuera del trabajo solo mirando la tele, relejando en la hamaca, entrenando
en el gimnasio, o haciendo compras.
Aunque estas actividades pueden ser provechosas hasta un punto, nuestras
vidas tienen otra finalidad más grande.
Como seres hechos en la imagen de Dios, es nuestra responsabilidad para
crear un mundo mejor.
Desde el
Sermón en el Monte hasta este último discurso en el Evangelio de Mateo Jesús ha
exigido mucho de sus discípulos. Debemos
buscar la paz entre enemigos y compartir nuestro pan con los necesitados, ser
siempre dispuestos a perdonar y nunca causar escándalo. Pero nos asegura también que podemos ir a él
parar la comprensión y el alivio de fatigas.
Como Señor del cielo y la tierra nos puede proveer no solo el descanso
temporáneo sino la paz eterna.
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