Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo
(Ezequiel
34:11-12.15-17; I Corintios 15:20-26.28; Mateo 25:31-46)
El profeta Ezequiel
nos llama atención por varias razones.
Usa imágenes exóticas como los huesos secos que se forman un nuevo
pueblo. También las profecías de
Ezequiel casi siempre son narrativas de sus relaciones personales con Dios.
Además, Ezequiel hace hincapié en el Templo nuevo en Jerusalén como el enfoque
del encuentro con Dios. Finalmente,
Ezequiel revela que Dios no va a juzgar naciones sino a individuos según sus
hechos. Esta última cosa es el mensaje
de la primera lectura hoy.
Ezequiel habla del
cuidado personal que Dios proporciona a sus ovejas. Dice que Dios va a buscar a las descarriadas
y a vendar a las heridas. Más al caso al
evangelio, enfatiza que Dios juzgará a sus ovejas, una por una. No va a premiar o castigar a la nación según
el total de sus hechos. Más bien, como un
juez en el tribunal juzga a cada persona por sus propios crímenes, Dios va a
juzgar a cada hombre y mujer según sus propios actos.
En el evangelio Jesús
indica que al final de los tiempos se cumplirá esta profecía de Ezequiel. Él mismo vendrá como el pastor-rey. Como rey, uno de sus menesteres será actuar
como el último árbitro en los asuntos de sus sujetos. Por eso, juzgará a cada uno en su reino que
ahora incluye el mundo entero. Usará
como su criterio de juicio las obras buenas de nosotros como individuos. Si continuamente has alimentado a los
hambrientos y has dado de beber a los sedientos, si has acogido a los
forasteros y has vestidos a los desnudos, y si has visitado a los enfermos y a
los encarcelados, serás premiado con un lugar en el Reino. Pero si has desconocidos a aquellos en éstas
y otras situaciones precarias, serás echado en el infierno.
En su venida Jesús no
solo estará cumpliendo la profecía de Ezequiel sino las parábolas que hemos
escuchado los últimos dos domingos.
Recordamos cómo solo las jóvenes que guardaba sus lámparas encendidas
significando sus obras buenas participaron en las bodas del señor. Entonces el domingo pasado Jesús habló de los
siervos que ocuparon sus talentos para el bien del Reino como entrando en el
gozo del señor.
Deberíamos ser
aliviados que Jesús no va a juzgar a todos globalmente porque es probable que
nuestra generación sea una de las más depravadas. Un ejemplo de la depravación es la
profanación de la Encarnación de Señor.
En el tiempo navideño muchos no comparten la paz y el gozo de tener en
nuestro medio al Salvador del mundo. Más
bien lo hacen un tiempo de codicia y exceso vicioso. El “viernes negro” indica plenamente la
corrupción. En este día la gente cae en
las trampas de los comerciantes por buscar nuevas adquisiciones para sus
propias casas. Que nosotros más bien ofrezcamos
nuestra buena voluntad a todos con ojos fijados en el bebé nacido en un estable
y adorado por los pastores.
Con este pasaje sobre
el juicio final terminamos nuestra lectura del Evangelio según San Mateo en los
domingos. Hemos aprendido cómo Jesús es
Hijo de Dios, que ha venido para salvar a todos del pecado. También hemos visto cómo él fundó su Iglesia
para ser una comunidad recta e igualitaria con Pedro como pilar principal y los
apóstoles y sus sucesores como líderes.
Finalmente hemos escuchado su mandato que vayamos a través del mundo
como la luz de su verdad y de su amor.
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