El domingo, 7 de enero de 2024

LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

(Isaías 60:1-6; Efesios 3:2-3.5-6; Mateo 2:1-12)

No es nada nuevo que los tres magos no son reyes.  Tampoco son magos en el sentido que practican la magia.  Más bien la intención de San Mateo es presentarlos como buscadores de la verdad.  Diligentemente investigan los cielos para determinar exactamente lo que tiene el futuro.  En un modo son como los meteorológicos que buscan signos en la atmósfera para predecir el tiempo para mañana, la semana próxima, o en un año.

El evangelio no especifica de dónde vienen los magos. Pero por su colocación en el este y su interés en la ciencia, los expertos de la biblia los consideran persas.  De todos modos, han oído del “rey de los judíos” que iba a nacer.  A lo mejor conozcan la profecía que un descendiente de David va a sentarse en su trono para siempre.  Es el bien esperado mesías judío que establecerá de nuevo el reino de David y traerá a los monarcas del mundo para escuchar su sabiduría.  Los magos siguen la estrella del recién nacido para darle homenaje. 

La estrella provee a los magos solo parte de la verdad.  Puede indicar aproximadamente donde queda el rey, pero no con precisión.  Para esto se necesita la revelación divina.  Esto es la razón de que los judíos tienen que referirse a las Escrituras cuando los magos preguntan: “¿Dónde está el rey de los judíos…?”  El profeta Miqueas escribió que el mesías vendrá de Belén. 

La referencia a las Escrituras nos proporciona una lección de mucha urgencia para los tiempos contemporáneos.  Todo campo de estudio humano incluso las ciencias duras como la física, la química, y la biología no puede revelar la verdad en su plenitud.  Para conocer la verdad completa se necesita la revelación de Dios.  Esto es particularmente el caso en referencia a la moral.  Sin recurrir a la Escritura la gente considerará como aceptable la manipulación del cuerpo y alma para lograr sus fines.  Esto puede explicar por qué en algunas partes se quieren bendecir a los matrimonios gay y exterminar a las personas severamente incapacitados.

Finalmente, los magos encuentran a Jesús, el rey que encarna la verdad completa.  Sus enseñanzas formarán un pueblo justo.  Sus actos guiarán a seguidores a la felicidad eterna que no resulta del placer sino del amor infinito.  Los regalos que los magos son apropiados a este rey.  Él vale más que el oro.  Como Hijo de Dios merece las alabanzas que son como el incienso fragante que asciende al cielo.  Y porque, como humano, sufrirá la muerte, se le incluye la mirra para su entierro. 

Pesa a los beneficios que trae el rey-mesías, algunos no quieren que reine.  Lo eliminarían como si fuera la plaga y no el remedio para todo tipo de dolencia.  Herodes no quiere compartir el poder con nadie aun con uno que le produciría la paz.  Otros no quieren hacer caso a Jesús por el orgullo, codicia, y lujuria que manejan sus corazones.  Estos no son necesariamente personas ajenas a nosotros.  Se ha dicho que la línea separando lo bueno y lo malo no pasa por familias, naciones, o comunidades de fe sino por cada corazón humano.  Por eso, tenemos que esforzarnos a corresponder nuestros modos a los del rey cada vez más.

Jesús debería ser el enfoque de nuestra vida.  Si cada día meditamos cómo poner en práctica el evangelio, tendremos a nuestra disposición la verdad.  Cuando lo vivimos, experimentaremos la vida eterna.

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