El domingo, 10 de diciembre de 2023

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

(Isaías 40:1-5.9-11; II Pedro 3:8-14; Mark 1:1-8)

Se dice que el autor de la primera lectura hoy es uno de los profetas más brillantes en la historia de Israel.  Sin embrago, irónicamente se no conoce su nombre.  Se llama “Segundo Isaías” porque su obra ha sido incluida con la del profeta Isaías de Jerusalén en los rollos de las Escrituras hebreas.  Segundo Isaías escribió desde Babilonia donde se exiliaron miles de judíos en el sexto siglo antes de Cristo.  

Los judíos sufrieron allá, pero no tanto material como espiritualmente.  Se sintieron la enajenación en un país pagano, más de mil kilómetros de su tierra nativa.  No podían practicar su religión abiertamente.  Ni tenían el Templo donde podían ofrecer sacrificios pidiendo perdón de sus pecados y otros favores de Dios. 

La lectura comienza con Dios diciendo que la gente judía ha sufrido suficientemente por sus pecados que la condujo al exilio.  Quiere que ya se preparen para regresar a Judá.  Hay un segundo anuncio de buenas noticias, pero esta vez es para los habitantes de Judá.  Ellos también han sufrido mucho con la invasión de los Babilonios. Además de la devastación de ser conquistados, han perdido a seres queridos tomados en el exilio y han visto el Templo destruido.  El mensaje para ellos es que esperen a Dios que vendrá pronto con gran compasión.  Llegará como un pastor que protege y alimenta su rebaño.

Como el Segundo Isaías, el evangelista Marcos tiene buenas noticias para los pueblos.  Está comenzando la historia de Jesucristo, el “Hijo de Dios”, que salvará a la humanidad de la tontería de pecado.  Jesús llega en un tiempo de enajenación.  (Esta palabra significa que la gente se siente de poca importancia y aislados de los demás.)  En Israel al medio del primer siglo la enajenación se arraíza en las múltiples costumbres de los fariseos que crean la idea que Dios sea un capataz rígido, no un Padre amoroso. 

Juan el Bautista también tiene buenas noticias para el pueblo judío.  Vive en el desierto con solo los recursos básicos, pero cerca a Dios.  Dice que hay uno trayendo el Espíritu de Dios que vendrá pronto para superar la enajenación.  No lo nombra, pero lo reconoce como tan superior de él que él no es digno de desatar su sandalia.  Aunque lo conocemos como Jesucristo, la gente que se acude a Juan en el desierto se queda en suspenso en cuanto su nombre.

Jesús resolverá la enajenación en Israel en el primer siglo y también en nuestro tiempo.  Hoy en día con los medios sociales bien arraigados, muchos sufren por la falta del calor humano.  Se encuentran en sus hogares buscando “amigos” virtuales en Facebook o comparándose con otros en Instagram.  Estas búsquedas vanas resultan muchas veces con sentimientos de soledad, duda, e inferioridad.  Los practicantes a menudo experimentan pensamientos de suicidio. Por su muerte en la cruz que redime al mundo Jesús mostrará el amor del Padre.  

El mundo no ha aprendido todavía que la riqueza, el placer, y la fama no producen la felicidad.  Más bien después de dar unos momentos de satisfacción, estos valores nos dejan con cada vez más anhelos, más necesidades.  Lo que realmente nos hacen felices son la seguridad de nuestra familia, el apoyo de nuestros amigos, y la consolación de nuestra fe.  Por esta razón los habitantes en Utah y Dakota Sur donde se practica mucho la fe y la gente viven con sus familias son entre la gente más contenta en los Estados Unidos. 

En Adviento con los anuncios de Segundo Isaías y de Juan el Bautista nos damos cuenta de que Jesús está para llegar a nosotros de nuevo.  Viene como para compartir su Espíritu que nos hace generosos, gozosos, y santos.  Sí tenemos que vigilar por él en los acontecimientos cotidianos, particularmente en la misa.  También tenemos que acogernos a él en nuestro servicio a los demás.


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