VIGÉSIMA OCTAVO DOMINGO ORDINARIO
(Isaías
25:6-10; Filipenses 4:12-14.19-20; Mateo 22:1-14)
En los
últimos domingos hemos visto a Jesús discutiendo con los ancianos y sumo
sacerdotes de Jerusalén. Había entrado
en la ciudad para entregarse por nuestra salvación. Al enseñar en el área del Templo los líderes
judíos cuestionaron su autoridad. Pero Jesús, más perspicaz que todos, ha
vuelto las tornas a ellos con tres parábolas.
Escuchamos la primera, “los dos hijos”, hace dos semanas y la segunda,
“los viñadores homicidas”, el domingo pasado.
Hoy se nos presenta la tercera, “el banquete de bodas reales”.
Como las
otras dos parábolas, “el banquete de bodas reales” demuestra la falta de los
judíos acatar la voluntad de Dios. Por
eso, señala que el Señor sacará su reino de sus manos para darlo a los griegos. En la última mitad del primer siglo los
griegos aceptaban el evangelio en grandes números mientras pocos judíos
reconocieron a Cristo. El banquete mismo
es símbolo del cielo al final de los tiempos como se ve en la primera lectura del
profeta Isaías. Los griegos son aquellos
que vienen de los “cruces de los caminos” para asistir en el banquete. Pero, como cualquier grupo aleatorio, son
ambos “malos y buenos…” Los buenos pertenecen allí. Ellos se visten de la ropa apropiada. Pero el malo, que no lleva trajo de fiesta, no
habría ser admitido.
La
eliminación de este hombre ha molestado a muchos a través de los siglos. Se preguntan, “¿Cómo es que el pobre puede
ser echado del banquete por no tener el vestido apropiado?” Les ha parecido que
existe una falta de misericordia de parte del anfitrión. Sin embargo, la cuestión no es la falta de
recursos para comprar el traje. Es de
rehusar vestirse del traje disponible.
Se puede imaginar que los trajes de fiesta estaban disponibles en la
entrada al banquete como en las grandes basílicas de Roma hoy se ofrecen mantos
livianos a las damas entrando con hombros desnudos. Entonces, ¿qué significa el traje de fiesta?
En su Carta
a los Romanos San Pablo aconseja a sus lectores: “Revístanse del Señor
Jesucristo, y no se preocupen de la carne” (13,14). Evidentemente quiere decir que deben actuar
como Jesús mostrando la caridad a todos.
La Carta a los Colonenses es más detallada. Dice: “…revístanse, pues, elegidos de Dios,
…, de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, mansedumbre,
paciencia…” (3,14). El traje de fiesta
significa obras de misericordia que sirven como boletos para entrar al cielo.
Más adelante en este Evangelio según San Mateo Jesús dirá que cuando vendrá
para juzgar a los vivos y muertos, llamará al Reino de su Padre aquellos que
dieron de comer y beber al hambriento y al sediente, que acogieron al
forastero, que vistieron al desnudo, y visitaron al enfermo y al prisionero
(25,35-40).
En la búsqueda
de placeres y comodidad muchos hoy en día desconocen las necesidades de los
demás. Desgraciadamente, se incluyen en
este número algunos que acuden a la iglesia.
Prefieren ignorarse de las exhortaciones de Jesús que escuchan domingo
tras domingo que hacer un esfuerzo regular por los necesitados. De algún modo tenemos que despertar a ellos
del llamado de Jesús.
En una
ciudad donde los crímenes violentos han explotado en los últimos años una
pareja jubilada definitivamente se han vestido de Cristo. La pareja trabaja como voluntarios en un
programa que ayuda a los niños de escuelas públicas leer. Es una parte de lo que hay de ser un esfuerzo
coordinado para resolver un problema social enorme. Las parejas tienen que mostrar la
preocupación por sus hijos por mantener matrimonios fieles y mutuamente
comprensivos. Los empresarios tienen que
pagar salarios que valoran el trabajo bien cumplido. Y los gobiernos tienen que fomentar la
prosperidad mientras mantener el orden.
La
responsabilidad para una sociedad justa no depende solo en el gobierno o en
alguna gente buena. Jesús nos implica en
la empresa a todos. Nosotros católicos
debemos ser los primeros para alistarnos en el esfuerzo. Lo hemos escogido a él como Señor. Mediante obras de caridad anticipamos la
salvación que él nos ganó.
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