El domingo, 8 de octubre de 2023

El VIGESIMOSÉPTIMO DOMINGO ORDINARIO

(Isaías 5:1-7; Filipenses 4:6-9; Mateo 21:33-43)

Casi siempre se relacionan la primera lectura y el evangelio en la misa dominical.  Hoy se ve la relación con gran facilidad.  El profeta Isaías describe el pueblo Israel como una viña que pese a grandes esfuerzos de Dios rinde fruta amarga.  En la parábola evangélica Jesús habla de la viña como el Reino de Dios y sus trabajadores como los líderes judíos.  Muestra cómo los líderes fallan dar a Dios su debido y eventualmente matará a Jesús por denunciar su infidelidad.  Como resultado, en los dos casos Dios castiga a los malvados severamente.

Quiero sugerir otro modo para interpretar las lecturas.  En lugar de pensar en la viña como la nación de Israel o el Reino de Dios, que pensemos en ella como nuestras vidas.  Dios nos ha dado a cada uno la vida para hacer lo mejor que se pueda con ella. Desgraciadamente a veces fallamos a producir mucho que es bueno.

Quizás algunos de nosotros tengan problema pensar en sus vidas como perteneciendo a Dios.  Piensan que su vida es la única cosa que tienen por seguro.  Pero es Dios que nos presta nuestra vida y nos la quita según su voluntad.  Somos dependientes en Dios por nuestra vida y también responsables a él por lo que hacemos con ella.  Por esta razón en ambas lecturas la gente han de producir para el dueño de la viña uvas buenas.

Porque Dios nos presta la vida, deberíamos cuidarla bien.  Tenemos que atender las necesidades del alma y cuerpo.  Sabemos las necesidades del cuerpo, aunque no siempre las cumplamos.  Comer y beber prudentemente, hacer ejercicio regularmente y descansar más o menos siete horas diariamente no son secretos entre las elites sino conocimiento general. 

Asimismo, el alma necesita alimentación nutritiva.  Deberíamos asociarnos con personas que se esfuercen quedarse cerca al Señor y buscar el consejo de aquellos que son verdaderamente sabios.  De igual importancia es que no ingiramos nada tóxico al alma como películas eróticas e ideologías que enfatizan nuestros derechos y olvidan nuestras responsabilidades hacia los demás. 

El fruto de nuestros esfuerzos de cuidar el alma y cuerpo se encuentra en buenas obras.  Cuidamos a nuestras familias y cultivamos amistades buenas.  Practicamos la ciudadanía no solo por adherir a la ley sino también por cooperar en los proyectos comunitarios.  No importa que nos cueste, hacemos hechos de caridad.

Recientemente se ha beatificado una familia polaca que hizo una obra grandísima de caridad.  La familia de nueve, los padres y siete hijos, fue martirizada durante la Segunda Guerra Mundial por dar amparo a ocho judíos en su casa.  Eran agricultores comprometidos a amar a Dios y al prójimo.  Cuando fueron reportados a las autoridades nazis, vinieron los oficiales alemanes a su granja.  Dispararon primero a los judíos, entonces a los padres de la familia, Josef y Wiktoria Ulma, y finalmente a los seis hijos más grandes.  En su martirio Wictoria Ulma dio a luz su séptimo hijo.  El Vaticano proclamó a este bebé mártir también.  Razonó que el bebé recibió un bautismo de sangre por haber dado testimonio a Dios con su vida. 

Es difícil pensar en nosotros como mártires.  Gracias a Dios no es probable que vengan verdugos para quitar nuestras vidas.  Sin embargo, podemos preguntar si hubiera un crimen hacer buenas obras en nuestra sociedad, ¿existiría bastante evidencia para condenarnos?  Si no podemos contestar “sí”, nuestra viña no está rindiendo uvas buenas.

 

PARA LA REFLEXIÓN: ¿Qué son los beneficios de que Dios es el dueño de nuestras vidas?

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