EL VIGÉSIMO SEXTO DOMINGO ORDINARIO
(Ezequiel
18:25-28; Filipenses 2:1-11; Mateo 21:28-32)
La parábola
en el evangelio hoy comienza como una historia familiar: “Un hombre tenía dos
hijos…” Suena como el comienzo de la parábola del “Hijo prodigo” en el
Evangelio de Lucas, ¿no? Sin embargo, la
parábola de Mateo es diferente. Aunque
las dos tratan de arrepentimiento, donde Lucas nos da una historia larga y
bella, Mateo es breve y poco atractivo.
Además, escribe con un propósito bastante distinta de aquel de Lucas.
Podemos
determinar el propósito de Mateo por examinar el contexto de la parábola. Jesús ha entrado Jerusalén para cumplir su
misión de salvación. Dentro de poco será
entregado, juzgado y crucificado. Ahora
los líderes judíos andan buscando materia para acusarlo. En el pasaje anterior, los líderes
preguntaron a Jesús quién le había dado autoridad para enseñar en el
Templo. Jesús respondió que contestará
su pregunta cuando ellos contestaran la suya.
Entonces les preguntó: “¿De dónde vino Juan el Bautista: de Dios o de
los hombres?” La pregunta les puso en un
dilema. Si dijeran “de Dios”, entonces
Jesús les habría preguntado por qué ellos no lo siguieron. Pero si contestaran de los hombres, les
habrían incurrido el rechazo de parte de la gente. Para ser seguros, respondieron que no
sabían. Por eso, Jesús no contestó su
pregunta.
Jesús no
quiere pasar por alto su ventaja. Va a
mostrar que los pecadores han actuado de manera superior a los líderes
judíos. Cuenta la parábola del hombre
con dos hijos para mostrar cómo los pecadores han respondido al llamado del
arrepentimiento de Juan mientras los líderes judíos no lo hicieron caso. Los pecadores que hicieron caso al llamado de
Juan son como el hijo que primero dice “no” al mandato de su padre, pero luego
recapacita y lo cumple. Entretanto los
líderes judíos actúan como el hijo que finge la obediencia por decirle sí a su
padre, y luego no hacen nada por él.
Por el
tiempo en que Mateo escribió su evangelio, la parábola tuvo otra
referencia. Más que descubrir la
hipocresía de algunos líderes, la parábola enseñó el rechazo del evangelio de
parte de los judíos y su aceptación por los griegos. Por eso, los griegos están comparados con el
hijo que rechaza al padre al principio pero vuelve a hacer su voluntad. Y los judíos son como el hijo que dice “sí”
al principio, pero entonces no cumple la voluntad de su padre.
Además de
estas dos etapas de significado, la parábola nos toca a nosotros hoy en día.
Muestra cómo preferimos aparecer buenos sobre ser buenos en la realidad. No nos importa que hagamos cualquiera cosa
buena con tal que aparezca a los demás que la hacemos así. Queremos siempre dar buena impresión. Esto es la vanidad, y como indica el libro
Eclesiastés, la vanidad infecta a todos.
¿Debemos
superar la vanidad? Si lo debemos, ¿cómo
lograrlo? Primero, la vanidad
distorsiona la verdad; probablemente no somos tan guapos cómo nuestras fotos en
Facebook. Más que esto, la vanidad hace
hincapié en el yo donde queremos proclamar a Jesucristo, la verdad y el
camino. Pero no es fácil superar la
vanidad. Porque todos nosotros tenemos
defectos de un tipo u otro, queremos la admiración de los demás para sentirnos
valorados. Los psicólogos proponen como
remedio para esta necesidad que nos aceptemos por quienes verdaderamente somos. Dicen que la autoaceptación es la clave para
la paz en la vida.
Nosotros
creyentes tenemos una palanca para lograr la autoaceptación. Es nuestra fe en
el Dios que nos ama. Dios nos ama como
somos no como nos imaginamos ser. No
debemos confundir esta verdad con un pretexto de no corregir nuestras
faltas. También Dios ve en nosotros la
potencial de arrepentirnos de nuestros pecados y nos envía la gracia para
hacerlo. Si él nos ama tanto, ¿cómo no
aceptamos a nosotros mismos?
En la
segunda lectura Pablo nos insta que seamos como Cristo. Él no llamó atención a sí mismo sino vino
para servir a nosotros. Convirtiéndonos
como Cristo, resultaremos honrados y pacíficos: en breve, verdaderos hijos e
hijas de Dios.
Para la
reflexión: ¿Cómo soy vanidoso? ¿Qué hago
para superar este vicio?
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