El domingo, 10 de abril de 2022

 

DOMINGO DE RAMOS DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

(Isaías 50:4-7; Filipenses 26-11; Lucas 22:14-23:49)

Hace sesenta años un investigador universitario publicó un estudio que asombró al mundo.  El doctor Stanley Milgram probó a personas de diversos antecedentes por su disposición a llevar a cabo ordenes contrarios a sus conciencias.  Los probados fueron instruidos a dar descargas eléctricas a “aprendices” cuando hicieron errores.  En la realidad los “aprendices” eran actores y las descargas eran fingidas.  Pero aun así los resultados fueron preocupantes.  La gran mayoría de los probados darían descargas a los “aprendices” suficientes para matarlos.  En otras palabras, pecarían en lugar de desobedecer a la autoridad.  Vemos algo semejantes en la lectura de la pasión de Cristo hoy.

En el juico ante Pilato de Jesús, los líderes judíos insisten que Jesús es culpable de un crimen capital.  Pronto todos los judíos presentes reclaman su muerte.  Aunque ambos Pilato y Herodes no encuentran ninguna ofensa, la turba exhorta la ejecución de Jesús.  Bajo la autoridad de los sumos sacerdotes y los escribas la gente está dispuesta a desconocer su propia razonar.  Esta gente no es mala por naturaleza sino fácilmente llevada a hacer la maldad.  Nosotros somos inclinados a cometer el mismo error. 

Somos influenciados por los líderes culturales para pecar.  Los líderes pueden ser políticos, atletas, actores, sacerdotes, y otros.  Nuestros pecados pueden ser mentiras o robos, ofensas sexuales o blasfemias.  Vemos a personas a quienes de una manera u otro admiramos e imitamos sus vicios.  Como una gracia la voz de Dios nos llama en la conciencia para arrepentirnos.  Esta apelación a conciencia sucede en el evangelio, pero en una manera distinta.  Después de haber visto a Jesús morir en la cruz la gente regresan golpeando sus pechos en contrición.  Reconocen que han compartido en la muerte de un hombre inocente.

¿Qué vieron exactamente?  Vieron a Jesús mostrando la misericordia de Dios en cada vuelta.  En el camino al Calvario conforta a las mujeres de Jerusalén.  Les dice que no es necesario llorar por él, sino que lloren por sus propios hijos. Cuando está clavado en la cruz, pide a Dios que perdone a sus verdugos.  Finalmente, le promete al criminal que reconoce su delito un lugar en el paraíso.  Nosotros también podemos contar con Jesús para mostrarnos la misericordia. Jesús se muestra a sí mismo como verdadero Hijo de Dios.  Nos va a conseguir el perdón del Padre cuando reconocemos nuestros pecados.

Pecamos por insistir poner nuestra voluntad ante la voluntad de Dios.  Buscamos en primer lugar el placer, el poder, el prestigio, y la plata.  Aunque Dios siempre ha sido bueno con nosotros, siempre queremos más para satisfacer todo deseo nuestro.  Sin embargo, la pasión de Cristo muestra que la misericordia de Dios es mayor que nuestros pecados.    Solo tenemos que reconocerlos – sean tan grandes como el aborto o tan pequeños como “mentiras blancas”. Dios se nos perdonará por Cristo.

 

Para la reflexión: ¿Cuál vicio de un líder mundano estoy inclinado a imitar?

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