DOMINGO DE RAMOS DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
(Isaías 50:4-7; Filipenses 26-11; Lucas 22:14-23:49)
Hace sesenta años un investigador
universitario publicó un estudio que asombró al mundo. El doctor Stanley Milgram probó a personas de
diversos antecedentes por su disposición a llevar a cabo ordenes contrarios a
sus conciencias. Los probados fueron
instruidos a dar descargas eléctricas a “aprendices” cuando hicieron
errores. En la realidad los “aprendices”
eran actores y las descargas eran fingidas.
Pero aun así los resultados fueron preocupantes. La gran mayoría de los probados darían
descargas a los “aprendices” suficientes para matarlos. En otras palabras, pecarían en lugar de desobedecer
a la autoridad. Vemos algo semejantes en
la lectura de la pasión de Cristo hoy.
En el juico ante Pilato de Jesús, los
líderes judíos insisten que Jesús es culpable de un crimen capital. Pronto todos los judíos presentes reclaman su
muerte. Aunque ambos Pilato y Herodes no
encuentran ninguna ofensa, la turba exhorta la ejecución de Jesús. Bajo la autoridad de los sumos sacerdotes y
los escribas la gente está dispuesta a desconocer su propia razonar. Esta gente no es mala por naturaleza sino
fácilmente llevada a hacer la maldad.
Nosotros somos inclinados a cometer el mismo error.
Somos influenciados por los líderes culturales
para pecar. Los líderes pueden ser
políticos, atletas, actores, sacerdotes, y otros. Nuestros pecados pueden ser mentiras o robos,
ofensas sexuales o blasfemias. Vemos a
personas a quienes de una manera u otro admiramos e imitamos sus vicios. Como una gracia la voz de Dios nos llama en
la conciencia para arrepentirnos. Esta
apelación a conciencia sucede en el evangelio, pero en una manera
distinta. Después de haber visto a Jesús
morir en la cruz la gente regresan golpeando sus pechos en contrición. Reconocen que han compartido en la muerte de
un hombre inocente.
¿Qué vieron exactamente? Vieron a Jesús mostrando la misericordia de
Dios en cada vuelta. En el camino al
Calvario conforta a las mujeres de Jerusalén.
Les dice que no es necesario llorar por él, sino que lloren por sus
propios hijos. Cuando está clavado en la cruz, pide a Dios que perdone a sus
verdugos. Finalmente, le promete al
criminal que reconoce su delito un lugar en el paraíso. Nosotros también podemos contar con Jesús
para mostrarnos la misericordia. Jesús se muestra a sí mismo como verdadero
Hijo de Dios. Nos va a conseguir el
perdón del Padre cuando reconocemos nuestros pecados.
Pecamos por insistir poner nuestra voluntad
ante la voluntad de Dios. Buscamos en
primer lugar el placer, el poder, el prestigio, y la plata. Aunque Dios siempre ha sido bueno con
nosotros, siempre queremos más para satisfacer todo deseo nuestro. Sin embargo, la pasión de Cristo muestra que
la misericordia de Dios es mayor que nuestros pecados. Solo tenemos que reconocerlos – sean tan grandes
como el aborto o tan pequeños como “mentiras blancas”. Dios se nos perdonará
por Cristo.
Para la reflexión: ¿Cuál vicio de un líder
mundano estoy inclinado a imitar?
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