EL VIGÉSIMO SEXTO DOMINGO ORDINARIO
(Amós
6:1.4-7; I Timoteo 6:11-16; Lucas 16:19-31)
En una obra teátrica famosa se dice que aún el diablo
puede citar las Escrituras. Nosotros sabemos instintivamente que es verdad. Los
malvados no son avergonzados a aprovecharse de la Biblia para conseguir sus
propósitos. Más que una exhortación por el bienestar de los pobres,
el evangelio hoy descubre este tipo de fraude perpetuado por los fariseos.
Jesús se dirige a los fariseos. En el
Evangelio cinco versículos antes del principio de este pasaje san Lucas llama a
los fariseos “amigos de dinero”. También son conocidos como laicos
devotos que acuden a las sinagogas y aparentemente cumplen toda ley de
Moisés. Sin embargo, esquivan los preceptos que reclaman la
compasión y la caridad. Por eso, se
puede decir que los fariseos favorecen el libro Deuteronomio. Este
libro bíblico hace hincapié en las bendiciones acumuladas por aquellos que den
culto a Dios. Muchos lectores de Deuteronomio asumen que si la
persona ha prosperado en la vida es porque Dios le ha bendecido.
Jesús dice la parábola de Lázaro y el rico para minar
esta interpretación falsa de Deuteronomio. La historia es
sencilla. Un rico no hace ningún caso al mendigo Lázaro que yace en
la entrada de su casa. El rico se viste como un rey y come como un
príncipe. Entretanto, el mendigo está cubierto con llagas y él mismo
sirve como la comida para los perros. Pero en la vida después de la
muerte hay un truque de suerte. Lázaro descansa en paz mientras el
rico sufre tormento. Luego el rico pide que Lázaro vaya a advertir a
sus hermanos que cambien sus comportamientos. Recibe
la respuesta que no se cambiarán aun si fueran advertidos por uno que ha
resucitado de la muerte.
Con esta parábola Jesús quiere transmitir a los
fariseos que tienen que leer las Escrituras diligentemente y practicarlas
completamente. No es cuestión de juzgarse bendecido por Dios porque
uno ha acumulado muchas riquezas. No, Dios manda en la ley que aquellos
con medios ayuden a aquellos con necesidades. Las riquezas que ha
acumulado el rico en la parábola son, como dicen los salmos, un soplo de
viento.
Aún más importante, Jesús quiere advertir a los
fariseos que tienen que leer las Escrituras cuidadosamente para entender lo que
pasará cuando esté crucificado. Su resurrección de entre los muertos
cumplirá lo que Génesis en cuanto al Señor como el Dios de los vivos, no de los
muertos. También cumplirá la promesa de Dios a Abraham que sea el
padre de muchas naciones. Manifestará la profecía de Ezequiel donde
cuenta de los huesos retomando la forma de los seres humanos vivos. Finalmente,
confirmará la nueva alianza que promete el profeta Jeremías.
Como los fariseos nosotros debemos tener cuidado que
sigamos las Escrituras con diligencia. Primero, nos incumbe que
leamos la Biblia. Un santo una vez escribió: “El desconocimiento de
la Escritura es desconocimiento de Cristo”. No nos preocupemos que
la lectura personal va a desviarnos del camino de Jesús. Siempre hay
comentarios y clases de la Biblia que nos ayudan obtener el entendimiento
correcto. Segundo, el seguimiento de Cristo que conocemos por las
Escrituras nos asegura que superemos los grandes escollos que el mundo nos pone
en el camino a Dios. Por atender las
enseñanzas de la Biblia no vamos a sucumbir a la flojera o el deseo para el
placer excesivo.
El sentimentalismo nos hace pensar que todo el mundo
experimentará la gloria de Cristo resucitado. Sin embargo, este tipo
de pensar contradice la enseñanza de Jesús. Como hemos descubierto
leyendo los pasajes evangélicos dominicales de los últimos dos meses, el Señor
frecuentemente describe los sacrificios requeridos de sus
discípulos. En uno de ellos nos dice: "Esfuércense entrar por
la puerta que es angosta...'" Eso es, que observemos todos sus mandatos. No
quiere que nos angustiemos preguntándonos si hemos hecho todo necesario para
entrar en la vida eterna. Pero sí quiere que mostremos nuestro amor
a Dios sobre todo por apoyar a aquellos que sufren necesidad. Quiere
que mostremos el amor a Dios por servir a los necesitados.
Para la reflexión: ¿He admirado a los ricos y famosos como “buena gente” cuando en verdad no sé nada de sus vidas personales? ¿Cómo podría corregir esta tendencia errónea?
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