EL VIGÉSIMO NOVENO DOMINGO ORDINARIO
(Éxodo 17:
8-13; II Timoteo 3:14-4:2; Lucas 18:1-8)
Muchas
veces en la lucha de la vida nos olvidamos del poder de Dios. No nos damos cuenta que Él está cerca para
ayudarnos en nuestra necesidad. Hay una
historia que muestra la capacidad de Dios para ayudarnos. Un monje llamado padre Moisés tenía que
luchar fuertemente contra los deseos impuros.
Una noche decidió que ya no podía aguantar la lucha ni una hora más en
su celda. Fue al viejo Padre Isidoro, el
monje más sabio del monasterio. El viejo le exhortó que regresara a su
celda. “No puedo, padre”, dijo Moisés. Entonces Padre Isidoro le llevó al joven al
techo del monasterio para ver los cielos.
Le dijo: “Mira al oeste”. Cuando
miró, vio un gran número de demonios gritando y saltando como en una danza de
guerra. Entonces padre Isidoro dijo al
joven: “Ahora mira al este”. Esta vez
cuando miró, vio una multitud sinnúmero de ángeles de Dios brillando en la
gloria. Dijo el sabio: “Ésta es la
hostia de ángeles que Dios envía a sus santos para ayudarlos con sus
necesidades. Aquellos en el oeste son los diablos que vienen para
batallarlos. Los que están con nosotros
son mayores en número”. Padre Moisés,
dando gracias a Dios, tuvo confianza y regresó a su celda.
Para muchos
hoy en día el diablo parece sólo como un símbolo del mal. Tienen dificultad a creer que existe como
persona. Pero la Iglesia insiste que el
diablo es un espíritu personal que trabaja para destruir tantos a grupos de
personas como los individuos. El papa
Francisco dice que la crisis del abuso clerical de niños es obra del
diablo. Según el papa el diablo busca
modos inflamatorios para revelar los pecados para que el pueblo quede disgusto
con la fe. No parece ingenuo decir que
el diablo es detrás de la pornografía desafiando a los hombres. Asimismo a lo mejor es el diablo que nos
incita desear a golpear a una compañera desagradable.
Para
resistir estas y otras tentaciones
deberíamos consultar las Escrituras.
Esto es lo que sugiere San Pablo a Timoteo en la segunda lectura. Dice que la Biblia es “útil…para corregir y
para educar en la virtud…” Se puede usar
la primera lectura hoy como ejemplo.
Habla de los amalecitas atacando a los israelitas en el desierto. No hay mucha mención de esta gente en las
Escrituras. Parece como un enemigo
fuerte que quiere aniquilar al pueblo de Dios solamente de bajeza.
Los
israelitas no pueden defenderse de los amalecitas solos. Necesitan la ayuda de Dios para resistir su
embestía. Reciben el apoyo necesario
cuando Moisés reza con manos levantadas y atención dirigida al Señor. Debería ser nuestra estrategia también en las
luchas contra el diablo. Deberíamos levantar
una oración a Dios cuando nos embiste un deseo indigno.
El
evangelio confirma la resolución de oponer el pecado con la oración. En el trozo de la misa hoy Jesús cuenta de un
juez tan corrupto que no tema ni siquiera a Dios. Sin embargo, se rinde a la viuda cuando ella
le pide la justicia con la insistencia.
Entonces Jesús subraya el valor de rezar con empeño. Dice que si un hombre malo haría la justicia
por una petición hecha con la insistencia, mucho más el Padre la hará por
nosotros cuando le rezamos diligentemente.
Jesús
concluye su enseñanza con una pregunta perturbadora. Dice: “…cuando venga el Hijo del hombre,
¿creen ustedes que encontrará la fe sobre la tierra?” Está preguntándose si nosotros vamos a seguir
rezando. O, posiblemente, vamos a
confiar en nuestras maquinaciones para derrotar el mal. Es como si el Señor estuviera teniendo en
cuenta el abandono de la oración en nuestros tiempos.
Hay un
dicho: “Trabaja como si todo dependiera en tus esfuerzos y reza como si todo
dependiera en Dios”. Sí al final de
cuentas todo depende del Todopoderoso, pero también es verdad que Dios nos ha
hecho sus instrumentos. Somos para
hacer buenas cosas por Él y para Él. Que
siempre trabajemos como si todo dependiera en nosotros. Pero más importante, que siempre recemos porque
todo depende en Dios.
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