TERCER DOMINGO DE CUARESMA
(Éxodo 20: 1-17; I Corintios 1: 22-25; Juan
2: 13-25)
¿Qué es la ley para un judío? Un erudito judío lo
llama "un yugo que se convierte en árbol de vida". Es un maestro
exigente del que nunca podríamos sacar una “A”. No obstante, este maestro nos enseña no solo cómo pensar sino también cómo vivir. Jesús, siendo un judío devoto, amó la Ley y la vivió en
cada momento de su vida.
En el evangelio de hoy, Jesús actúa según
el primer principio de la Ley. Encuentra a los vendedores y cambistas del templo
convirtiendo sus negocios en dioses. Siendo Hijo de Dios con derechos
especiales en la casa de Dios, echa fuera a los infieles. El acto revienta la
estructura social judía. "¿Con qué autoridad actúa como policía del
Templo?" la gente se preguntaría. Los sacerdotes lo ven como pura
insolencia. "¿Quién es él para determinar el bien y el mal en el
templo?" ellos se enfurecerían. Como no pueden tolerar su audacia,
conspirarán para ejecutarlo.
¿Cómo debemos pensar en el celo de Jesús?
Sin concesiones con los mercaderes del templo, encontraría igualmente
intolerable nuestro aferramiento al poder, el placer, la fama o la fortuna. Nos
pide que dejemos de lado esas actividades y le prestemos atención. Nos promete
Jesús que encontraremos a Dios, nuestro Padre también, al seguir su camino. Es
decir, debemos vivir con letra y coma los Diez Mandamientos que forman el corazón de la ley. Además, debemos
amar a los demás tanto como a nosotros mismos.
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