Primer Domingo de Adviento
(Isaías
2:1-5; Romanos 13:11-14a; Mateo 24:37-44)
La Abadía
de Downton era un drama de televisión exitosísimo. La historia cuenta de una familia aristócrata
viviendo en un antiguo monasterio inglés con muchos servidores. En el primer
episodio un hombre de la clase media está tomando café con su madre. Se le pasa a este hombre una carta con las
noticias que él es el heredero de la abadía.
Su madre le pregunta qué dice la carta.
Él responde: “Nuestras vidas van a cambiar”. Es seguro porque en adelante van a vivir con
lujo. En el evangelio hoy Jesús dice que
la vida de sus discípulos va a cambiar tan repentina y completamente como la de
este hombre.
Jesús
estaba hablando con sus discípulos acerca del fin del tiempo. Cuando le preguntaron cuándo va a ocurrir,
Jesús respondió con un largo discurso.
En ello dice que habrá mucho engaño y el Templo será profanado. Entonces él llegará para conducir a su pueblo
a su reino. Por eso, les aconseja que deben velar porque ocurrirá tan repente como el relámpago.
Pero ¿qué
quiere decir “velar”? Para Jesús el
velar no consiste en tener los ojos fijados en el horizonte. Más bien sus discípulos velan por su venida con
buenas obras. Como los bomberos anticipan combatir incendios por hacer varios
ejercicios, los cristianos anticipan al Señor por las obras de misericordia.
Si no nos
preparamos con obras buenas, Jesús advierte que seremos perdidos. Seremos como el hombre dejado en el campo o
la mujer dejada en el molino cuando él llegue para recoger a los suyos. En la segunda lectura San Pablo describe a
los perdidos (eso es, personas que no velan) con palabras llamativas. Dice que ellos participan en comilonas y
borracheras, desenfrenos y lujurias en lugar de actuar como Jesucristo.
Tenemos
este tiempo de Adviento para reflexionar sobre la venida de Jesús. Tiene tres etapas que tomaremos en orden
revés como se realiza en las liturgias.
Primero, consideramos hoy su venida al final de los tiempos. Queremos ser listos para ella cuandoquiera
ocurra. Segundo, meditaremos en su
venida como proclamador del Reino.
Enfocamos en Juan, el Bautista, su precursor, que nos describe ambas la
misión y la grandeza de Jesús.
Finalmente, reflexionaremos en la encarnación cuando llegó el Hijo de Dios al mundo como hijo de María y José.
Durante estas reflexiones afrentaremos un dilema.
Es tiempo de Christmas. Alrededor de nosotros la gente se ocupa
con cosas materiales: regalos, fiestas, y vacaciones. La cuestión es: ¿vamos a prepararnos para el
Señor o vamos a preocuparnos con nuestros anhelos físicos? El Adviento no es Cuaresma cuando hacemos
penitencia. Sin embargo, la temporada
requiere la atención de nuestro espíritu.
Al menos deberíamos rezar más para disponer nuestros corazones a la
acogida del Señor.
Concluyamos
con una reflexión sobre la visión maravillosa del profeta Isaías en la primera
lectura. Es un panorama del mundo en
paz. Porque los ejércitos no más
necesitan armas para matar, las forjan en herramientas para sostener la
vida. Los deseos de las gentes son
suavizados y sus pasiones calmadas. El
profeta tuvo esta visión para el Templo en Jerusalén. Sin embargo, nosotros cristianos la hemos
adaptado en conforme con nuestra experiencia del Señor Jesús. Él es el sacrificio y el altar que ponen fin
a las guerras entre naciones. Él es la
justicia que satisface las ansias más profundas del mundo.
PARA LA
REFLEXIÓN: ¿Cómo podría yo ser más consciente de la venida de Jesús al final de
los tiempos?
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