SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
(Isaías
11:1-10; Romanos 15:4-9; Mateo 3:1-12)
Se dice que
los nuevos programas de televisión destacan caracteres cada vez más
poderosos. Según un escritor, no
importan a la gente que sean moralmente buenos o malos. Lo que les interesan son sus muestras de
poder. El escritor lamenta el deterioro
de la moralidad en la cultura occidente.
Como Juan el Bautista en el evangelio hoy, él critica la falta creciente
de virtud.
Juan no
vacila a denunciar a los fariseos y saduceos por su duplicidad. Vienen tan piadosos como monjas carmelitas para
verlo, el santo del desierto. Pero bajo
su exterior sanitizado queda la arrogancia y el desdén. Estas personas son las mismas que van a
acosar a Jesús por su alcance a los pecadores.
Con razón Juan los llama “raza de víboras”.
Si viviera
hoy en día, Juan no se callaría ante los sectores irresponsables de nuestra
sociedad. Ellos son los que quieren que
el aborto esté disponible a pedido. Los irresponsables también incluyen a
aquellos que rechazan cualquiera forma de sacrificio para controlar el cambio
de clima. Los periódicos a menudo toman
la postura crítica de Juan por advertir del daño que está causando el
calentamiento del medio ambiente. Dicen
con razón que, si no se pone en vigencia pronto un esfuerzo concertado de
controlar la quema de combustibles fósiles, las generaciones futuras sufrirán
huracanes cada vez más destructivos y temperaturas cada vez más
insoportables. Con aún más vigor la
Iglesia ha condenado el aborto como la quita de la vida humana. Ha dicho que aquellos que a sabiendas tienen o
promueven el aborto son excomulgados. Los
periódicos y la Iglesia, como Juan mismo, sirven como profetas de la
destrucción que son necesarios para captar la atención de la gente.
El mensaje de Juan hace mencionar de la venida de un profeta más
poderoso que él. Según Juan, este
profeta va a castigar a los injustos despiadadamente con fuego. No nombra quien sea, pero sabemos que tiene
en mente a Jesús. Ciertamente Jesús
mostrará el poder sobre espíritus inmundos.
También, mostrará la ira cuando purifica el Templo de los comerciantes. Sin embargo, su misión tendrá un modo muy
diferente que lo de Juan y los profetas de la destrucción.
Jesús no
actuará como el gran castigador que espera Juan. No irá reprehendiendo a los borrachos, ni
regañando a las prostitutas. Al
contrario, Jesús comerá con los pecadores y hablará con las damas de mala
fama. De este modo intentará a
transformar a pecadores por actos que tocan sus corazones. Sabrá que todo corazón humano tiene la
capacidad de voltearse a Dios cuando se siente Su amor. Como el lobo habitando con el cordero en la
primera lectura, Jesús instruirá a todos seres humanos que convivan en paz con Dios
como su Padre.
Nosotros
tenemos que responder al amor de Dios ahora.
Nuestra respuesta debería incluir comportamientos que alivien la
destrucción de calentamiento global tanto como el aborto. Podríamos poner el termostato un par de
grados menos durante el invierno y un par más durante el verano. En la segunda lectura San Pablo dice a los
cristianos en Roma que sirvan a uno a otro como Cristo sirvió a todos. Resistiendo el cambio de clima, estaríamos
sirviendo no tanto a nuestros contemporáneos como a las generaciones
venideras. El efecto será igual. Estaríamos tratando a otras personas con el
amor reservado para hermanos y hermanas.
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