El domingo, 13 de noviembre de 2022

 TRIGÉSIMO TERCER DOMINGO ORDINARIO

(Malaquías 3:19-20; II Tesalonicenses 3:7-12; Lucas 21:5-19)

Hace setenta y cinco años los científicos atómicos inventaron el Reloj del Apocalipsis con el intento de evitar una catástrofe nuclear.  El concepto del Reloj es sencillo.  Cuando en el juicio de los científicos hay más posibilidad de una guerra nuclear, adelantan el reloj más cerca a medianoche.  Por supuesto, medianoche es símbolo para el fin del mundo.  Durante la Guerra Fría el reloj estaba cerca de la hora funesta.  Pero según este reloj el fin nunca ha sido más próximo que ahora.  Seguramente es razonable.  Rusia ha dicho que puede usar bombas nucleares en Ucrania.  China está amenazando Taiwán, un aliado cercano de Los Estado Unidos.  También Corea Norte tiene bombas nucleares, e es posible que Irán las tenga pronto.

¿Estamos llegando al momento de la destrucción completo de que Jesús habla en el evangelio hoy?  Seguramente unos de los signos se han realizado. Las naciones se han levantado contra otras.  También, ha habido la pandemia de Covid con terremotos como él que causó gran daño en Puerto Rico hace tres años.  Además, siguen persecuciones contra cristianos.  Hace unos meses algunos terroristas musulmanes masacraron a cincuenta personas en una iglesia nigeriana.  No tan severo pero también preocupante es la crítica intensa contra algunas organizaciones católicas como los Caballeros de Colón. Por oponerse a aborto como la toma de una vida inocente y por declarar que el matrimonio es unión de un hombre y una mujer, la Iglesia encuentra el desdén de muchos.  Ahora no solo rodean sus ojos sino buscan maneras para coaccionar a miembros conformarse con las ideas corrientes.  Un cardinal norteamericano hace doce años dijo que esperaba morir en una cama, pero su sucesor moriría en la prisión, y el sucesor de él moriría como mártir en la plaza pública.  El cardinal estaba exagerando, pero hemos visto la denuncia contra la Iglesia creciendo. 

Tenemos que prepararnos para la persecución, no con armas de acero sino del Espíritu Santo.  Tenemos que formar el hábito de rezar frecuentemente.  Si no lo hacemos, es posible que dejemos la fe bajo la persecución.  También tenemos que desarrollar la fortaleza que confía en las palabras de Jesús.  Como él dice en el evangelio hoy, nos dará palabras sabias para refutar nuestros adversarios.  Además, queremos estudiar la palabra de Dios para que conozcamos a Jesús como nuestro compañero y sus ideas como nuestras mismas. 

Ya no es tiempo de retirarnos pensando que Cristo esté tan cerca que vaya a rescatarnos de estos desafíos.  Esto es el pretexto de los ociosos en la segunda lectura.  Lo rechaza completamente San Pablo cuando dice que los que no quieran trabajar, no deberían comer.  Más bien, Pablo quiere que los tesalonicenses imiten su ejemplo de trabajar por el bien de la comunidad.  Aún más importante, que sigámonos a Pablo en su afán de dar testimonio a Jesucristo.  En Jesús no solo tenemos un profeta que nos cuenta la voluntad de Dios.  Tenemos también a un salvador que se nos entregó para liberarnos del pecado.

¿Preferíamos que el mundo termine más tarde o más temprano?  Parece que es mejor que se haga más temprano porque queremos estar con el Señor cuanto antes.  Sin embargo, no queremos que sea terminado con una bomba nuclear.  De todos modos, cuando venga el Señor Jesús que nos encuentre dando testimonio de él.  Tanto con obras como con palabras que demos testimonio a él.

PARA LA REFLEXIÓN: ¿He visto la crítica intensa contra el cristianismo?  ¿Si la he visto, Cómo reaccioné a esta crítica?

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