VIGÉSIMO NOVENO DOMINGO ORDINARIO
(Éxodo 17:
8-13; II Timoteo 3:14-4:2; Lucas 18:1-8)
¿Quiénes
son los amalecitas? Aparecen en la primera lectura hoy, pero en casi ninguna
otra parte de la Biblia. Tampoco
aparecen en los estudios antropológicos.
Hay buena razón por estas ausencias.
En el versículo que sigue nuestra lectura, Dios declara: “’…voy a borrar
por completo el recuerdo de los amalecitas”’.
Como los nazis el siglo pasado los amalecitas odiaron a Israel. Ni respetaron al Señor, Dios de Israel, aun
después de su victoria impresionante sobre los egipcios. Parece que atacan al pueblo Israel por no más
motivo que el odio. Por eso, se puede
decir que los amalecitas representan el compendio de mal. Son símbolos del prejuicio junto con el odio,
y también de las catástrofes naturales que toman múltiples vidas.
En el
evangelio Jesús instruye a sus discípulos cómo hacer frente a los males
abrumadores. Acaba de decirles de las
pruebas al final de los tiempos. Dijo
que serán perseguidos y sufrirán mucho. Cristianos
hoy día siguen experimentando tales persecuciones. En Nigeria, el Medio Oriente, y China los cristianos
se arriesgan a sí mismos por acudir a la misa.
Para superar este tipo de mal Jesús exhorta que sus discípulos oren
incansablemente.
La oración
asidua brota de una fe inquebrantable. La
persona con esta fe no vacila preguntándose si Dios le escucha. Más bien, acepta la enseñanza de Jesús que Dios
es como un padre amoroso siempre listo a socorrer a sus hijos e hijas. Solo quiere que ellos le pidan con la persistencia. Para enfatizar la necesidad de la oración persistente,
Jesús cuenta la parábola del llamado “Juez injusto”. Sin embargo, como en el caso del “Hijo
pródigo”, se puede dar otro nombre a esta parábola más en conforme con su significado. Es la parábola de la “Viuda insistente” la
cual no cesa de exigir lo que es de ella por derecho.
Jesús
recomienda a sus discípulos que recen con la misma insistencia cuando hacen
frente un mal grande. Dice que no van a
quedarse desilusionados. Una vez un
pastor negro estaba enseñando a su grey la necesidad de orar sin
desfallecer. Originario de tiempos de
discriminación legal, el pastor les dijo: “Hasta que hayas estado aquí por años
tocando la puerta cerrada con los nudillos sangrando, no sabes lo que es la
oración”.
Aunque no
habla de la oración en la segunda lectura, San Pablo sugiere la fe inquebrantable
a su discípulo Timoteo, que se encuentra desafiado. Como Jesús, Pablo no quiere que su discípulo recurra
a modos duros, sino que ocupe las armas espirituales. Le recomienda el uso de la Escritura para
llevar a cabo sus deberes. Ciertamente la
Biblia destaca la oración incesante como hace Moisés en la primera
lectura. El líder de los israelitas con brazos
levantados en postura de oración y su mano aferrando la vara de Dios como si
fuera rosario no deja de orar hasta que se derrote el enemigo.
El evangelio
termina con una frase inquietante. Como
si estuviera refiriendo a nuestros tiempos, Jesús pregunta: “’…cuando venga el
Hijo de hombre, ¿creen ustedes que encontrará la fe sobre la tierra?’” Hoy en día muchos han abandonado la fe de sus
antepasados. Aunque algunos reclaman que
todavía creen en Dios, no quieren someterse a su voluntad como es encontrada en
la Biblia. Se sospecha que tampoco rezan
mucho en casa. Entre ellos a lo mejor se
encuentran nuestros hijos e hijas, nietos y nietas, parientes y amistades. Nos preguntamos: “¿Qué podríamos hacer por
ellos?” Claro que deberíamos apuntarles a Cristo por vidas rectas y santas. Pero, aún más urgente, es la oración
persistente. Tenemos que rezar persistentemente
que vean la luz verdadera que es Cristo.
PARA LE
REFLEXIÓN: ¿Qué pasó después de rezar persistentemente para una cosa?
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