Domingo, II Pascua
(Juan 21)
Pedro ha negado a Jesús tres veces cuando Jesús necesitaba su apoyo. Fue un terrible despliega de cobardía porque Pedro había jactado que moriría por Jesús. Como un modo de permitir a Pedro recompensar por su fracaso, Jesús le pregunta tres veces si lo ama. Podemos ver cada pregunta como probando la realidad de Jesús más a fondo y conduciéndonos a su propia exigencia.
Primero, Jesús le pregunta a Pedro si lo ama “¿…más que éstos?” La palabra “éstos” puede referir a sus aparatos de pescar. Entonces que nos preguntemos a nosotros mismos si amamos a Jesús más que las cosas que nos den la satisfacción. ¿Amamos a Jesús más que nuestro trabajo – sea cuidar a niños o conducir un bus? ¿Lo amamos más que nuestros placeres – quizás fútbol o bailar? ¿Lo amamos más que nuestros gozos – regresar a casa en la tarde o tomar café con un amigo? Entonces Jesús le dice a Pedro que apaciente sus corderos. Como cuidador de la Iglesia, Pedro ha de facilitar la disponibilidad de la Eucaristía a todos cristianos. Escucháramos a Jesús pidiéndonos a apoyar a nuestra parroquia.
La segunda es más simple pero más profunda. “Simón, hijo de Juan,” le pregunta, “¿me amas?” Quizás quiera a Pedro que se dé cuenta de Jesús como persona humana. ¿Ama a este hombre que enseñó a los miles, que dio de comer a los que no traían pan, que sanó a los desperados? ¿No parece extraño tener relación con una persona que caminaba sobre la tierra hace dos mil años? No obstante, muchos tienen una relación con un esposo o esposa que sobrevive la muerte. Ciertamente podemos mantener tal afecto para Jesús. De todos modos, Jesús pide a Pedro, “Pastorea mis ovejas.” Otra vez, Pedro como el supremo apóstol tiene la responsabilidad de presentar toda la verdad a los católicos. Tomáramos estas palabras de Jesús como una directiva de evangelizar a nuestros asociados por hablar siempre la verdad con bondad.
La tercera vez Jesús pregunta a Pedro si lo ama, él está refiriendo al fondo de su identidad. ¿Ama Pedro a Jesús como Dios? Esta pregunta reta a la persona si se considera el mal en el mundo. La tragedia esta semana pasada al Tecnológico de Virginia ha levantado una pregunta semejante en los corazones de muchos. Si Dios existe, preguntan, ¿cómo Él puede permitir tanto sufrimiento? Tal vez existe, ellos siguen pensando, pero no le importan la masacre de treinta y dos inocentes y el suicidio de un miserable maníaco. Entonces ¿valdrá nuestro amor? Sin embargo, ni la opción de que Dios no exista o ni la de que a Dios no le importe el sufrimiento humano nos parece correcta. No, creemos en un Dios bueno y todopoderoso y amamos a este Dios con todo corazón aunque no lo comprendemos. De hecho, creemos en Dios y amamos a Él porque es un misterio más allá que nuestra comprensión puede alcanzar. Si pudiéramos comprenderlo, entonces no valdría nuestro culto. Sabemos solamente que nos ha regalado la vida y que nos ha compartido el sufrimiento en la cruz. En torno Él quiere que nosotros apacentemos sus ovejas – eso es, que seamos como el samaritano a cada persona que encontremos por el amor de Él.
Predicador dominico actualmente sirviendo como rector del Santuario Nacional San Martín de Porres en Cataño, Puerto Rico. Se ofrecen estas homilías para ayudar tanto a los predicadores como a los fieles en las bancas entender y apreciar las lecturas bíblicas de la misa dominical. Son obras del Padre Carmelo y no reflejan necesariamente las interpretaciones de cualquier otro miembro de la Iglesia católica o la Orden de Predicadores (los dominicos).
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