JUEVES SANTO
(Juan 13)
La cuaresma siempre comienza en el invierno. El tiempo es helado y la tierra estéril. Pero termina en la primavera cuando todo es cambiado. La cuaresma nos lleva del invierno a la primavera, del egoísmo a la preocupación por los demás, de la esclavitud del pecado a la libertad de hijos de Dios. Algunos dicen que no deberíamos ayunar durante la cuaresma, más bien que procuremos a hacer obras de caridad. Pero tenemos que hacer las dos cosas: privarnos de bienes que nos gustan y atender las necesidades de otras personas. La primera práctica es para enseñar a Dios nuestro amor y la segunda es para amar a otras personas.
Al Jueves Santo recibimos un semejante doble mandato. En la segunda lectura San Pablo nos dice cómo Jesús instituyó la Eucaristía la noche antes de que muriera. Tomó el pan y el vino, dio gracias por los dos, y dijo, “Esto es mi cuerpo…Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en memoria mía…” Por esta razón celebramos la misa hoy y todos los días con la excepción de mañana, el Viernes Santo.
El lavatorio de los pies es el segundo mandato de Jesús en el Jueves Santo. Curiosamente, el lavatorio de los pies ocurre solamente en el Evangelio según San Juan donde Jesús no ofrece el pan y el vino la noche antes de su muerte. ¿Es que el Evangelio ignora la Eucaristía? Seguramente, no. En el Evangelio según San Juan Jesús da el discurso largo sobre la necesidad de pan de vida. Dice: “…si ustedes no comen el cuerpo del Hijo del hombre y beben su sangre, no tendrán la vida” (Jn 6).
En el Evangelio según San Juan en lugar de tomar el pan, Jesús toma una toalla y lo ata alrededor su cinturón. En lugar de verter vino en un cáliz, Jesús echa agua en una jofaina y lava los pies de sus discípulos. Finalmente, les dice algo semejante a “Hagan esto en memoria mía” cuando les carga, “Pues si yo…les he lavado los pies, ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros.” Por su puesto, Jesús no quiere decir que un día del año el cura ha de lavar los pies de algunos parroquianos. Ni que todos nosotros hemos de lavar los pies de unos y otros todos los días. No, el quiere que sirvamos a uno al otro.
¿Cómo lo hacemos? Ustedes trabajadores no deben permitir el deseo de dinero impedir el mejor desempeñar de sus responsabilidades. Ustedes dueños deben proveer seguro médico y las otras necesidades para la dignidad humana. Ustedes jubilados deberían poner su tiempo a la disposición de organizaciones ayudando a otras personas. Ustedes padres deben tener cuidado en dar el mixto apropiado de disciplina y de apoyo para que sus hijos crezcan en personas conscientes.
Al fin del año pasado un hombre pasando de Florida a Colorado tenía problemas con su carro en Tejas. Era noche lluviosa cuando el extranjero encontró a Willie Dancer, un mecánico afro-americano, en una tienda de abarrotes. El mecánico tuvo el carro remolcado a su taller y llevó al hombre a un motel. El próximo día arregló el carro que tenía un cinturón en pedazos, y el hombre estuvo en camino por el medio día. El costo al extranjero para remolque, piezas, y labor – solamente $65. ¿Por qué hizo el Señor Dancer tanto servicio por tan poco precio? Él explicó: “Toda persona debe ser ayudada cuando está en necesidad…Solamente es la cosa correcta.”
Se dice: “Eres lo que comes.” Nos recuerda este dicho a contar las calorías y los carbohidratos. Sin embargo, nosotros católicos llevamos adelante la frase un paso gigante. Cuando comemos la carne de Cristo y bebemos su sangre, tenemos su vida dentro de nosotros. Esta vida nos mueve de la esclavitud de pecado a la libertad de hijos de Dios, del egoísmo a la preocupación por los demás. Nos capacita a cumplir el mandato de Cristo para servir a uno y otro. Su vida nos capacita a servir.
Predicador dominico actualmente sirviendo como rector del Santuario Nacional San Martín de Porres en Cataño, Puerto Rico. Se ofrecen estas homilías para ayudar tanto a los predicadores como a los fieles en las bancas entender y apreciar las lecturas bíblicas de la misa dominical. Son obras del Padre Carmelo y no reflejan necesariamente las interpretaciones de cualquier otro miembro de la Iglesia católica o la Orden de Predicadores (los dominicos).
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