Homilía para el I Domingo de Pascua
(Marcos 16:1-7)
El otro día el periódico reportó que los cigarros no son necesariamente dañinos. Al menos, reducen los costos médicos de la sociedad. No es ridículo. Según los ecónomos los no fumadores viven por más tiempo que significan más intervenciones médicas. Muchos prefieren desconocer este hecho posiblemente porque no les conviene considerar que les toca a todos el sufrimiento. Son como los discípulos de Jesús en el Evangelio según San Marcos. Pedro y los otros piensan que pueden vivir en la gloria por cuidarse bien.
Los discípulos andan satisfechos por la mayor parte del evangelio. Sí, han dejado sus ocupaciones para seguir a Jesús pero siempre con la idea que van a obtener puestos más altos. Discuten entre sí cuáles serán los más grandes cuando se revele Jesús como Mesías. Por lo tanto, se hacen confundidos cuando Jesús les habla de la muerte que va a sufrir. Su torpeza les causa a correr de Jesús como bandidos al su arresto.
Ahora vemos en el evangelio otro grupo de discípulos. Son mujeres que han seguido a Jesús de Galilea. Por su espíritu del servicio parecen más capaces a entender a Jesús. Vienen cuanto antes después del día de descanso para embalsamar su cuerpo. Entonces se les manda a una tarea inesperada. Tienen que anunciar la resurrección del crucificado de la muerte. No se incluye en la lectura hoy pero en el próximo versículo del evangelio describe el resultado. No hablan nada a nadie porque quedan asustadas y asombradas. Tanto como los hombres discípulos estas mujeres fallan a tomarse a pecho el mensaje evangélico que se entra en la gloria sólo por el sufrimiento.
¿Y nosotros después de veinte siglos cómo entendemos a Jesús? ¿Hemos interiorizado su mensaje de la necesidad de sufrir por él? Algunos no quieren visitar a parientes o amigos con Alzheimer porque la experiencia les deprime. No parece que ellos han aceptado el evangelio. En contraste, hay la historia de una pareja estudiando a Harvard cuyas vidas estuvieron vertidas por un embarazo inesperado. Tener a nuevo bebé (tenían una) a este punto hubiera significado la pérdida de sus carreras como académicos. Además, se enteraron que el feto tenía el síndrome Downs. La pareja tendría que sufrir tanto la dificultad de cuidar a un niño con defectos obvios como el desprecio de sus colegas y profesores. Sin embargo, dieron luz al bebé. Como en muchos casos semejantes, su niño con síndrome Downs se les ha probado ser no sólo una alegría sino también la fuente de sabiduría. Ya saben que el propósito humano no es para lograr mucho sino para amar al otro. En la resurrección Dios nos muestra que este amor no se para con la muerte. Más bien el amor lleva a la persona a la vida eterna.
Predicador dominico actualmente sirviendo como rector del Santuario Nacional San Martín de Porres en Cataño, Puerto Rico. Se ofrecen estas homilías para ayudar tanto a los predicadores como a los fieles en las bancas entender y apreciar las lecturas bíblicas de la misa dominical. Son obras del Padre Carmelo y no reflejan necesariamente las interpretaciones de cualquier otro miembro de la Iglesia católica o la Orden de Predicadores (los dominicos).
Homilía para el Domingo, 12 de abril de 2009
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