Homilía para el domingo, 27 de septiembre de 2009

EL XXVI DOMINGO ORDINARIO

(Números 11:25-29; Santiago 5:1-6; Marcos 9:38-43.45.47-48)

El domingo, 21 de diciembre de 1511, fray Antonio Montesinos subió el púlpito de la Iglesia de Santo Domingo en la ciudad del mismo nombre. Él y trece otros frailes dominicos habían llegado el año anterior para evangelizar en la Tierra Nueva. Lo que vieron los forzó a cambiar la buena nueva en mala nueva. Los colonos españoles habían estado trabajando a los indígenas literalmente a la muerte. Los dominicos escogieron a fray Antonio para entregar su mensaje. Dijo: “…todos estáis en pecado mortal y en él vivís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes.” Tenemos un sermón de tanta vehemencia en la segunda lectura hoy.

El sermón viene de la Carta del apóstol Santiago. Hacia el principio la carta declara: “... si (la fe) no se traduce en obras, está completamente muerta.” Santiago había dado un ejemplo de fe sin obras hace tres domingos cuando criticaba a la persona con medios diciendo a otra que carece de ropa y del alimento: “Que le vaya bien”, sin darle nada. En la lectura hoy, la carta se convierte en una diatriba castigando a los ricos: “Lloren y laméntense, ustedes, los ricos,...enmohecidos están su oro y su plata...”

Santiago exagera el pecado desde que el oro y la plata no se enmohecen. También Jesús dramatiza mucho en la lectura evangélica hoy cuando dice, “’Si tu mano es ocasión de pecado, córtatela’” y “’...si tu ojo es ocasión de pecado, sácatelo’”. Jesús sabe que no sería justo a mutilarse a sí mismo aún para evitar cayéndose en pecado. Sin embargo, como Santiago en la lectura anterior, utiliza estos términos vivos para advertirnos que no pequemos. Es como cuando nuestras madres nos decían que si mintiéramos, nuestra nariz se nos alargaría.

Hoy en día no hablamos mucho de pecado. Pues, los analistas nos dan pretextos para el mal. Dicen que es el resultado del ambiente social o de fuerzas inconscientes. Otra razón por no hablar de pecado es que algunos cristianos opinan que Jesús habla en el evangelio solo del amor. Pero en la lectura hoy Jesús habla del pecado y se nos habla precisamente por el propósito del amor. No le importa que ofenda nuestra sensibilidad porque quiere que vivamos con la justicia. ¿Qué es el pecado? Es la falta de nuestra acción, palabra, y pensamiento a acordarse con la justicia de Jesús. Es maldecir al conductor de otro vehículo en la calle. Es seguir mirando a cómicos y películas que nos dejan con fantasías impuras. Es tomar dinero de la caja al trabajo.

Tal vez no queramos hablar del pecado porque sabemos que lo hemos cometido. Existe un acuerdo no expresado con nuestros asociados para dejar el tema solo como si fuera el balance de nuestra cuenta de banco. Muy bien, pero que no faltemos a mencionarlo a Dios en nuestra oración nocturna y al menos unas veces por año en el sacramento de reconciliación. Pues, el pecado es un desvío del camino a Dios. Si seguimos haciendo desvíos, vamos a quedar perdidos. Pero Jesús vino precisamente para guiarnos en el camino hacia su Padre. Que no faltemos a seguirlo.

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