El domingo, 16 de mayo de 2010

LA ASENSIÓN DEL SEÑOR

(Hechos 1:1-11; Efesios 1:17-23; Lucas 24:46-53)

Un liberal -- dice el conservador -- es persona cuyos intereses no están en juego al momento. Y un conservador -- según el liberal -- es persona que se siente y piense, pero mayormente se siente. Por mucho tiempo ha habido una rivalidad entre los liberales y los conservadores, aun en la Iglesia. Pero sólo recientemente se ha notado tanta hostilidad entre los dos grupos que desdeñen al uno y otro. Es tan seria la situación que el anterior General Superior de los jesuitas ha aconsejado que no usáramos estos términos y el anterior Maestro General de los dominicos ha inventado nuevos términos para que el diálogo pueda avanzar con calma. En la primera lectura hoy se encuentran algún apoyo y alguna crítica para los dos tipos de discípulos de Cristo.

Los discípulos preguntan a Jesús si ya está para establecer su reino. La pregunta es sólo lógica porque Jesús hablaba mucho del reino y porque con su muerte y resurrección, Dios lo ha señalado como el Mesías. La pregunta muestra la misma inquietud que tenemos al principio del Adviento cuando pedimos a Cristo que venga en su gloria. También refleja los gemidos de aquellas gentes que viven en la precaria – los refugiados en Sudán, los desamparados en Haití, en una manera los desempleados en nuestro propio país. Cantan al unísono, “¿Cuando vas a venir para salvarnos, Señor?”

Desafortunadamente no hay respuesta exacta para los que sufren hoy, ni para los discípulos de Jesús en la ocasión de su ascensión. Jesús responde al interrogante, “A ustedes no les toca conocer el tiempo y la hora que el Padre ha determinado con su autoridad…” Tal vez los escépticos escucharán esta respuesta como una evasión de la pregunta. Podemos imaginarlos diciendo, “Jesús no sabe la respuesta porque no es Dios”. Sin embargo, Jesús indica su motivo para no revelar el día de su venida como rey en la próxima frase.

Dice que dentro de poco los discípulos recibirán el Espíritu Santo para llevar a cabo la evangelización. Ellos tendrán que dar testimonio de Jesús “hasta los últimos rincones de la tierra”. El Espíritu los convertirá de interesados a apasionados; de discípulos a apóstoles; de estudiantes a maestros. El cargo no es sólo para los doce ni sólo para los obispos, sacerdotes, y religiosas hoy sino para todos. Todos nosotros hemos que predicar el evangelio y, como se atribuye a san Francisco, si es necesario, somos de usar palabras. En el funeral reciente de un hombre de negocio una persona dijo que el difunto no tenía ninguna vergüenza declararse como católico. Otra relató como una vez el hombre dio más dinero a las escuelas católicas que se le pedió. Todos nosotros podemos dar testimonio como este hombre: identificarnos como creyentes en Jesús y aportar los servicios apostólicos.

Sin embargo, puede ser que nuestros intentos a dar testimonio no correspondan con las enseñanzas de Jesús. Particularmente cuando consideramos el Reino como nuestro proyecto, estamos inclinados a ignorar la guía del Señor. Esta tendencia liberal se manifiesta cuando un político defiende el aborto como un mal permisible o cuando un sacerdote celebra la misa según sus propios antojos. Jesús nos dice que el Reino es “de Dios”. Aunque es recomendable que los liberales actúen para mejorar el mundo, tienen que recordar que son embajadores del Señor siempre bajo Sus órdenes.

Al otro lado, hay los conservadores que prefieren a orar mucho más que actuar. ¿Quién aquí en la misa negaría el valor de la oración? Sin embargo, tenemos que tomarse al pecho las palabras de los ángeles: “Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo?” Hay mucho trabajo para hacerse, mucho testimonio para darse. Aun los monjes y monjas tienen que servir a uno y otro en el amor mientras oran por el mundo.

Se celebró la fiesta de hoy, la Ascensión, en algunos lugares al jueves pasado, el día cuarenta después de la resurrección. En una acción liberal hace unos cuarenta años el papa permitió que los obispos pusieran la fiesta en el día más idóneo a las necesidades de la gente en sus lugares. Así la Iglesia nos ha dejado un modelo para nuestras actividades: que seamos liberales para actuar en favor de la gente y conservadores para hacerlo siempre bajo la guía de la Iglesia.

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