El domingo, 19 de diciembre de 2010

EL IV DOMINGO DE ADVIENTO

(Isaías 7:10-14; Romanos 1:1-7; Mateo 1:18-24)

Fernando Botero es pintor latinoamericano bien conocido. Nació en Colombia. Sin embargo, ha sido una persona marcada allá. Pues, ha pintado una serie de obras mostrando los abusos humanos realizados por los carteles de droga. Hace seis años Botero hizo otra serie de pinturas mostrando crímenes contra la humanidad. Esta vez retrató las barbaridades en Abu Ghraib donde los militares estadounidenses trataron allí a sus cautivos iraquís como animales. Dijo Botero que esperaba mejor de este país casi sinónimo con los derechos humanos. Ciertamente el maltratamiento humano traiciona el mensaje de la primera lectura y del evangelio hoy que hablan de Emmanuel, Dios con nosotros.

Cuando Isaías profetizó de Emmanuel naciendo entre el pueblo, a lo mejor tenía en cuenta su propio tiempo. Jerusalén estaba amenazada por los reinos de Aram (Siria) y Efraím (Israel) que querían formar una gran alianza para hacer frente a Asiria, el gran poder de la época. El profeta, hablando por Dios, había advertido al rey de Judá que no pusiera la confianza en las alianzas sino en Dios mismo. Entonces dijo que el nacimiento de un hijo de una joven serviría como signo de la presencia de Dios con Su pueblo. No es cierto quien fuera este niño pero se piensa que era el hijo del propio Isaías con su esposa. De todos modos, podemos afirmar que la presencia de Dios requiere que el pueblo respete a todos hombres y mujeres como imágenes del mismo Dios y no los trate como si fueran bestias.

El evangelista Mateo ve la profecía de Isaías como anticipando a Jesús. Jesús es hijo de una virgen verdadera, pero aún más importante es obra del Espíritu Santo. Con Jesús Dios ha hecho algo inaudito, realmente inimaginable: se hace hombre. Es como si la humanidad viviera en una cava por millones de años, y en un instante descubrió la maravilla del aire libre: el cielo, las montañas, los árboles, y el mar. Ya Dios es con nosotros no sólo en espíritu para ayudarnos soportar las penas de la vida sino en persona para transformar nuestros seres. La encarnación significa que Dios se ha unido a Si mismo con la humanidad para levantar a los humanos a la divinidad. Por este acto de infinita misericordia nosotros podemos amar a los demás en el modo de Dios y esperar la vida eterna con Él.

La encarnación de Dios nos impulsa a prestar la mano en servicio a los demás. Cuando vemos a un ciego en la cruce, le ayudamos aunque estamos tardes. Cuando vemos a un hambriento, le compartimos nuestro pan aunque sea la última rebanada. Cuando nos enteramos de personas maltratadas, no tenemos miedo para informar a las autoridades. Este domingo celebramos el 499 aniversario del famoso sermón de fray Antonio Montesinos defendiendo a los indios en lo que actualmente es Santo Domingo. Los colonizadores explotaban a los indígenas tanto que murieran en sus labores. “Estos, ¿no son hombres? – preguntó Montesinos a los españoles -- ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos?”

Un iraquí ya trabajando con refugiados por las Caridades Católicas cuenta de su experiencia con los militares estadunidenses. En 1991 este hombre era soldado del ejército iraquí colocado en el sur del país cuando las fuerzas de las Naciones Unidas liberaban Kuwait. Dice que ante la fuerza norteamericana realmente inimaginable él abandonó su posición para volver a Bagdad. Estaba caminando con rifle en su espalda cuando encontró una patrulla americana. Los soldados le señalaron que se quitara del rifle y le permitieron a seguir marchando. Este acto de misericordia es lo que se espera de un país casi sinónimo con los derechos humanos. Es lo que se espera de humanos que han sido levantados a la divinidad.

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