El domingo, 5 de diciembre de 2010

II DOMINGO DE ADVIENTO

(Isaías 11:1-10; Romanos 15:4-9; Mateo 3:1-2)

Hoy es el segundo domingo de Adviento. Ha sido llamado “el domingo de Juan el Bautista”. Pues, cada año en este día oímos el grito del bautista en la lectura evangélica. “Arrepiéntete” – nos insiste – “porque el Reino de los cielos está cerca”. Juan domina la lectura tanto que nunca aparece Jesús en persona. Pero podríamos llamar hoy y todo Adviento “el tiempo del profeta Isaías”. A lo mejor se lee su libro de profecía en la misa más que cualquier otro durante estas cuatro semanas.

Desde luego, el mundo ha cambiado mucho desde el tiempo de Isaías. Las espadas y lanzas se han hecho ametralladoras y misiles. Las masas ya no viven en el campo con corderos, vacas, y bueyes, sino apiñan las ciudades con televisores y celulares. Sin embargo, en un aspecto no ha habido ningún cambio. Los pudientes siguen oprimiendo a los débiles para aumentar su propio beneficio. Isaías no deja de reprochar este abuso. Dice: “Dejen de hacer el mal y aprendan a hacer el bien. Busquen la justicia, den sus derechos al oprimido, hagan justicia al huérfano y defiendan a la viuda” (Isaías 1:11,17).

Se puede apuntar varios crímenes en la sociedad contemporánea que merezcan la denuncia de Isaías. Las guerras vuelven a los niños en huérfanos, y los negocios no se cansan de manipular al público. Pero una barbaridad señala la profundidad de la corrupción actual. Nuestra sociedad no sólo permite sino también promueve la destrucción de los más vulnerables seres humanos. Para mantener el libre acceso a la pornografía, a la promiscuidad sexual, y al divorcio sin culpa, se defiende el aborto como un derecho humano.

Nosotros volteamos a Cristo para hacer frente a todas estas abominaciones. Aunque era soltero, él reprochaba los pensamientos lujuriosos. Aunque era acosado, defendía a los indefensos sin contar el costo a sí mismo. Ahora se ve la sabiduría de Cristo en la doctrina de los papas que no nos permiten a olvidarse del aborto. Hace poco el papa Benedicto llamó una oración por el mundo precisamente en defensa de la vida naciente.

Cristo es el rey a lo cual refiere el profeta Isaías para remediar la iniquidad de Israel. Es el renuevo del tronco de Jesé con el espíritu de Dios. En Cristo los leones-publicanos se reconcilian con los novillos-pobres; las panteras-prostitutas se arrepienten como los cabritos descarriados. Pero toda esta visión del reino pacífico está en el horizonte lejano. A lo mejor Isaías tiene en cuenta a un líder más próximo para renovar la sociedad. Quien será no es claro en sus escritos. Estamos más seguros de las personas con que contamos para renovar nuestra sociedad. Los hombres y mujeres laicos tienen que levantar sus voces tanto en lugares públicos como en sus casas contra el aborto. También, tienen que educar a los adolescentes que reserven la intimidad sexual al matrimonio. Sobre todo, tienen que modelar cómo no vivir por el número uno sino por los demás haciendo los sacrificios necesarios.

Hace poco el papa Benedicto asombró al mundo con un comentario sobre el uso de condones. Dijo que cuando el homosexual se los aprovecha para evitar la enfermedad a su pareja, es un signo de arrepentimiento. No lo calificó como permisible, mucho menos bueno, sino que representa el primer paso al no pensar en el número uno. Es necesario que los hombres y mujeres laicos se arrepientan así. En lugar de defender la intimidad sexual como un derecho humano, tienen que verla con la reserva que merece. Es sólo el primer paso. Para renovar la sociedad se requieren muchos sacrificios más. Pero es necesario este primer paso.

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