El domingo, 17 de julio de 2011

EL XVI DOMINGO ORDINARIO

(Sabiduría 12:13.16-19; Romanos 8:26-27; Mateo 13:24-30)

Busca el Libro de la Sabiduría en la Biblia. Si tu Biblia es de un hotel, a lo mejor no vas a encontrarlo. Pues, el Libro de la Sabiduría es una de las siete escrituras que no se encuentran en la “Biblia Protestante”. Sin embargo, se refiere mucho al Libro de la Sabiduría en la vida católica. De hecho, es la octava escritura del Antiguo Testamento más leída en la misa dominical. Se toma la primera lectura hoy del Libro de la Sabiduría.

No se llama el libro “de la Sabiduría” porque fue escrito por Salomón, el rey sabio de Israel. Aunque a veces se extiende el título a “La Sabiduría de Salomón”, fue escrito en otro tiempo, en otro lugar, y en otro idioma que conoció el famoso rey. No, se llama el libro así porque trata de la sabiduría; eso es, cómo vivir en una manera justa. Algo nuevo de este libro es la afirmación que los hombres experimentarán la inmortalidad como regalo de Dios si viven justamente.

El pasaje hoy se dirige a Dios en forma de oración. El autor, quienquiera sea, reconoce a Dios como ambos misericordioso y poderoso. De hecho, dice que Dios es misericordioso porque es todopoderoso. Como un rico puede donar grandes cantidades de plata a los pobres porque tiene mucha en reserva, Dios muestra la compasión porque no tiene que temer que el beneficiario vuelva a dañarle. Y Dios no ayuda sólo a quien le dé la gana. Más bien, es bondadoso con todos porque su naturaleza es la bondad.

A veces nos exaspera la bondad de Dios. Preguntamos: “¿Por qué no aniquila a los narcotraficantes aterrorizando la frontera norteña de México?” o, más cerca de casa, “¿Por cuánto tiempo tenemos que ver a nuestros hijos vacilando?” La respuesta que hace el más sentido, aunque no nos quita totalmente la inquietud, es que Dios les muestra la paciencia a todas sus criaturas para que se arrepientan de sus maldades.

No sólo Dios tiene paciencia con los hombres, sino quiere que seamos así también nosotros. Dice el Libro de Sabiduría: “El justo debe ser humano”; eso es, que no dejemos a nadie como perdido. Al menos tenemos que rezar por aquellos que no viven como Dios manda. Una madre dijo que había ayudado a su hijo drogadicto con algún dinerito cuando todo el mundo decía que era desesperado. Por su indulgencia – siguió ella - el hombre comenzó a recuperar el equilibrio. Otro ejemplo es una mujer que sigue telefoneando a su madre viuda aunque la mayor muchas veces no le contesta. La hija sabe que su madre tiene sus propias idiosincrasias y que le satisface sólo escuchar la voz de ella en el contestador diciéndole que le ama.

No debe ser sorpresa que Jesús, la misericordia de Dios encarnada, también nos pide la paciencia. Nos da la parábola del trigo y la cizaña para advertirnos que nadie sabe quién volverá justo y quién no. Nuestra tarea es ayudar a todos para que se salven tantos como posible. Ciertamente Jesús nunca le dio la espalda a nadie sino enseñó, curó y, últimamente, entregó su vida por tanto los ricos como los pobres, por tanto los eruditos como los analfabetos, por tanto los caprichosos como los ingenuos.

“Las almas de los justos están en las manos de Dios”, dice el Libro de la Sabiduría. Eso es, aquellos que tratan a todos como humanos no van a ser aniquilados en la muerte. Más bien, van a conocer la misericordia de Dios. Van a conocer a Jesús, el justo.

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