Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista
(Isaías
49:1-6; Hechos 13:22-26; Lucas 1:57-66.80)
En seis
semanas ¿dónde estaremos? Tenemos que
pensar un poco. A lo mejor no podemos
responder con certeza. En seis meses ¿dónde estaremos? En este caso nuestros paraderos no serán tan
difíciles de predecir. Pues seis meses
de hoy es la vigilia de Navidad y estaremos con nuestros seres queridos. A lo mejor nos reuniremos en la case de
nuestros padres. O tal vez este año
hagamos las vacaciones de sueños pasando la Navidad con la familia en Cancún.
Celebramos
el nacimiento de san Juan Bautista seis meses antes del nacimiento de Cristo
porque el ángel Gabriel aparece a la virgen María cuando Isabel está en su
sexto mes embarazada. ¿Cómo se determina
que el nacimiento de Juan ocurre en junio y lo de Jesús en diciembre? Los evangelios no dan ninguna evidencia
directa. Sin embargo, en san Juan se describe
Jesús como “la luz de las tinieblas” (1,5) y no hay tinieblas más profundas que
en los finales de diciembre (eso es, en el hemisferio norteño). Similarmente en el evangelio según san Juan,
el Bautista dice: “Es necesario que Jesús crezca y que yo disminuya”
(3,30). En estos últimos días de junio la
luz del sol comienza a menguar.
El
evangelio hoy cuenta del nombramiento del Bautista. Zacarías, su padre, le pone el nombre “Juan”
a pesar de que ni él ni, en toda probabilidad, ningún otro miembro de su
familia ha llevado este nombre. “Juan”
significa decir “El Señor ha mostrado el favor.” Y ciertamente ambos Zacarías e Isabel
sienten favorecidos por dar luz a un hijo en su vejez. Sin embargo, el hecho de un nombre apto pero
inesperado no explica la maravilla del momento.
La gente queda temerosa porque de repente le ha vuelto a Zacarías su
voz. Quedaba mudo por no creer al ángel Gabriel
cuando le dijo que Isabel iba a tener a un hijo a lo cual se le pondría el
nombre Juan. Ahora muestra su fe en Dios
por obedecer las instrucciones del ángel acerca del poner el nombre indicado.
La
palabra “obedecer” viene de dos palabras latinas “ob” y “audire” que
significa escuchar. La persona que
obedezca escucha bien la verdad que el líder dice. Cuando los maestros nos dijeron que siempre
es malo mentir, escuchamos no tanto una regla sino una verdad: la mentira crea
un ambiente de desconfianza. Como el
aire contaminado por el humo de la quema del carbón, el ambiente infectado con
mentiras eventualmente se pone no digno de la vida. Las religiosas de los Estados Unidos ya
tienen que escuchar bien a la jerarquía de la Iglesia. No son personas sueltas sino miembros del
cuerpo de Cristo que se esfuerza para mantener la unidad en mente y corazón.
Los obispos también tienen que obedecer.
Podrían ahorrarse de mucha molestia por pagar los seguros para
anticonceptivos que el presidente Obama está exigiendo. Pero sería traicionar la voz de Dios en sus
conciencias prohibiendo la cooperación con el mal.
El
evangelio hoy termina con Juan en el desierto.
Allí se viste de piel de camello. Grita
a la gente como su conciencia: “Arrepiéntanse". Que lo escuchemos bien. Que seamos unidos de mente
y de corazón. Es
necesario que seamos unidos.
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