El domingo, 24 de junio de 2012


Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista



(Isaías 49:1-6; Hechos 13:22-26; Lucas 1:57-66.80)

En seis semanas ¿dónde estaremos?  Tenemos que pensar un poco.  A lo mejor no podemos responder con certeza. En seis meses ¿dónde estaremos?  En este caso nuestros paraderos no serán tan difíciles de predecir.  Pues seis meses de hoy es la vigilia de Navidad y estaremos con nuestros seres queridos.   A lo mejor nos reuniremos en la case de nuestros padres.  O tal vez este año hagamos las vacaciones de sueños pasando la Navidad con la familia en Cancún.

Celebramos el nacimiento de san Juan Bautista seis meses antes del nacimiento de Cristo porque el ángel Gabriel aparece a la virgen María cuando Isabel está en su sexto mes embarazada.  ¿Cómo se determina que el nacimiento de Juan ocurre en junio y lo de Jesús en diciembre?  Los evangelios no dan ninguna evidencia directa.  Sin embargo, en san Juan se describe Jesús como “la luz de las tinieblas” (1,5) y no hay tinieblas más profundas que en los finales de diciembre (eso es, en el hemisferio norteño).  Similarmente en el evangelio según san Juan, el Bautista dice: “Es necesario que Jesús crezca y que yo disminuya” (3,30).  En estos últimos días de junio la luz del sol comienza a menguar.

El evangelio hoy cuenta del nombramiento del Bautista.  Zacarías, su padre, le pone el nombre “Juan” a pesar de que ni él ni, en toda probabilidad, ningún otro miembro de su familia ha llevado este nombre.  “Juan” significa decir “El Señor ha mostrado el favor.” Y ciertamente ambos Zacarías e Isabel sienten favorecidos por dar luz a un hijo en su vejez.  Sin embargo, el hecho de un nombre apto pero inesperado no explica la maravilla del momento.  La gente queda temerosa porque de repente le ha vuelto a Zacarías su voz.  Quedaba mudo por no creer al ángel Gabriel cuando le dijo que Isabel iba a tener a un hijo a lo cual se le pondría el nombre Juan.  Ahora muestra su fe en Dios por obedecer las instrucciones del ángel acerca del poner el nombre indicado.

La palabra “obedecer” viene de dos palabras latinas “ob” y “audire” que significa escuchar.  La persona que obedezca escucha bien la verdad que el líder dice.  Cuando los maestros nos dijeron que siempre es malo mentir, escuchamos no tanto una regla sino una verdad: la mentira crea un ambiente de desconfianza.  Como el aire contaminado por el humo de la quema del carbón, el ambiente infectado con mentiras eventualmente se pone no digno de la vida.  Las religiosas de los Estados Unidos ya tienen que escuchar bien a la jerarquía de la Iglesia.  No son personas sueltas sino miembros del cuerpo de Cristo que se esfuerza para mantener la unidad en mente y corazón. Los obispos también tienen que obedecer.  Podrían ahorrarse de mucha molestia por pagar los seguros para anticonceptivos que el presidente Obama está exigiendo.  Pero sería traicionar la voz de Dios en sus conciencias prohibiendo la cooperación con el mal. 

El evangelio hoy termina con Juan en el desierto.  Allí se viste de piel de camello.  Grita a la gente como su conciencia: “Arrepiéntanse". Que lo escuchemos bien.  Que seamos unidos de mente y de corazón.  Es necesario que seamos unidos.

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