El domingo, 21 de julio de 2013


DECIMOSEXTO DOMINGO ORDINARIO

(Génesis 18:1-10; Colonenses 1:24-28; Lucas 10:38-42)

Después de comer nos acostamos.  Cansados, no tarda ni un minuto para caer en sueños.  Vemos a nuestros compañeros exhortándonos a encabezar el equipo.  Decimos: “Sí, con gusto”.  Entonces abrimos los ojos.  Es cierto; nuestros compañeros han llegado.  Pero ¿es que nos quieren ser capitán del equipo o sólo es nuestra ambición?”  En la primera lectura hoy del libro Génesis el patriarca Abraham levanta a sus ojos para una vista similarmente difícil a explicar.

Al ver a los tres hombres cerca su tienda, Abraham se postra en el suelo.  Les dice: “Señor mío, si he hallado gracia a tus ojos…”  Si son tres, ¿por qué se les dirige con el singular, “Señor”?  Pero esto no es experiencia ordinaria.  Más bien es una aparición divina.  La imagen en sus ojos a la vez cierta e indeterminada es Dios.  Miríadas de jóvenes van a tener experiencias similarmente maravillosas en la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud teniendo lugar en Río de Janeiro esta semana.

Se espera la llegada de entre uno y dos millones de jóvenes de cada rincón del mundo.  Muchos sentirán la presencia de Dios en su medio.  Es lo que pasó a un indonesio Gerard Thama en Madrid hace dos años.  Durante el XXVII Jornada Gerard tuvo conversación con un joven italiano que tenía una crisis de la fe.   Dice que su historia acerca de la Iglesia de Indonesia con su número de católicos pequeño pero muy activo tuvo gran impacto al italiano.  Concluye: “Jesús vino y me utilizó como medio para tocar la vida del italiano de Torino”.  Este tipo de suceso no es aislado sino típico de los muchachos asistiendo a la jornada.  Tienen la consciencia de Dios en su medio por proclamar juntos con todos géneros de personas la misma cosa como la más valerosa en la vida.  La cosa es la amistad del Señor Jesús.  En la lectura la presencia de Dios crea una tal emoción en la casa de Abraham que todos colaboren en los preparativos por los extranjeros sin murmurar. Sara cuece los panes  a pesar de que es hora caliente.  El criado tiene la tarea pesadísima de asar el tierno con ninguna anticipación.  Entretanto Abraham toma el requesón y leche como una mesera.

Los esfuerzos tienen sus efectos.  El banquete complace a Dios tanto que pronuncie las palabras que los anfitriones han añorado escuchar desde el día de su casamiento. “Dentro de un año… – dice el Señor -- Sara, tu mujer, habrá tenido un hijo”.  Ya se ha realizado su esperanza.  No sólo van a ver su linaje extendida en la historia sino saben que Dios cumple sus promesas.  Los jóvenes asistiendo a la Jornada Mundial de la Juventud dejarán el evento casi tan contentos.  Como dice el señor Thama: “Yo fue una parte chica del entero.  A pesar de esto, Dios siempre me amó”.

Nosotros deberíamos salir de la misa con el mismo sentido.  Como los huéspedes de Abraham, hemos participado en una fiesta.  Como los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud hemos compartido el conocimiento del Señor con otras personas.  Sin embargo, a veces regresamos de la misa más preocupados por la comida que llenos por haber encontrado al Señor de nuevo.  Sí, hubiera sido que la homilía nos molestara o nos distrajeran las travesuras del niño en la próxima banca.  Pero también hubiera sido que nosotros como Marta en el evangelio tratáramos al Señor como si estuviéramos haciéndole un favor por asistir en la misa.  La verdad es el contrario.  Jesús nos prepara la fiesta a nosotros y, como María consumiendo cada palabra de Jesús, tenemos que aprovecharnos de su ofrecimiento.  

Para hacerlo deberíamos llegar al templo con tiempo para platicar con el Señor.  Revisaremos nuestra semana para pedirle perdón de nuestros errores y agradecerle por nuestros logros.  Entonces le rogaremos que atienda a nuestras necesidades, particularmente aquellas que sentimos como fuera de nuestro control.  Finalmente, si está disponible la Palabra de Dios que va a ser proclamada en la misa, querremos leerla de antemano para que realmente nos penetre cuando la escuchemos en la misa. 

Se puede encontrar a Dios en muchas maneras.  Algunos lo hallan en la naturaleza – una cima de montaña les recuerda de su grandeza.  Otros lo topan en los eventos llenos con emoción como los jóvenes de todas partes del mundo van a tener esta semana en Río.  Aún otros en experiencias místicas como la percepción de su luz en el momento más oscuro de su vida.  Pero también está disponible en sucesos tan ordinarios como la misa dominical.  Sólo tenemos que aplacarnos para sentir su presencia y disponernos para escuchar su voz.

1 comentario:

CECyTEA dijo...
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